Espiar a la senadora
La presidenta de la Comisi¨®n de Inteligencia denuncia injerencias de la CIA en la investigaci¨®n sobre interrogatorios a presuntos terroristas
Las filtraciones de Wikileaks mostraron que los secretos mejor guardados pueden ser divulgados gracias a las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. El caso Snowden demostr¨® m¨¢s tarde que esas mismas tecnolog¨ªas permiten el espionaje masivo de ciudadanos y organismos. Ahora, la denuncia p¨²blica de una senadora muy respetada en Estados Unidos, la dem¨®crata Dianne Feinstein, ha revelado que ni los ordenadores de la Comisi¨®n de Inteligencia del Senado son ya seguros.
Feinstein ha denunciado que agentes de la CIA se infiltraron en los ordenadores de la comisi¨®n que ella preside para espiar su contenido y hasta se permitieron eliminar algunos documentos comprometedores. La citada comisi¨®n investigaba desde 2009 el programa secreto de interrogatorios a sospechosos de terrorismo que la CIA comenz¨® a aplicar bajo el mandato de George W. Bush. La existencia de estos interrogatorios y sus m¨¦todos proyect¨® grandes sombras sobre las actividades de la agencia y Barack Obama orden¨® en 2009 suspender el programa. Pero sus consecuencias a¨²n colean. La investigaci¨®n del Senado encontr¨® que los m¨¦todos aplicados entraban en lo que pod¨ªa definirse como torturas e iban mucho m¨¢s all¨¢, seg¨²n Feinstein, de lo que la agencia hab¨ªa declarado.
Aunque el actual director de la CIA, John Brennan, ha negado las acusaciones, la denuncia de Feinstein ha puesto al presidente Obama en un aprieto. El problema para la CIA es que, como se?alaba The New York Times en su editorial, la senadora aporta ¡°pruebas convincentes¡± y que las acusaciones proceden adem¨¢s de una persona que se ha destacado por ser una firme defensora de la agencia y haber apoyado incluso, despu¨¦s del 11-S, la ampliaci¨®n de sus competencias.
La denunciante goza, pues, de un plus de credibilidad que coloca al Gobierno en una situaci¨®n inc¨®moda. El informe sobre el programa antiterrorista, de m¨¢s de 6.000 folios, se termin¨® en 2012, pero no se ha hecho p¨²blico. El presidente ten¨ªa la potestad de guardarlo en un caj¨®n, pero tras el rifirrafe entre la senadora y la CIA, le ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil evitar una divulgaci¨®n que ahora reclaman la prensa y diversas entidades de derechos humanos. Una nueva borrasca se cierne sobre la Casa Blanca.
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