Orgullo empoll¨®n
Los antimodernos crean tendencia Los que siempre se burlaron de ellos ahora llevan gafas de pasta incluso sin necesitarlas Una particular venganza incubada al abrigo del ¨¦xito econ¨®mico de gur¨²s tecnol¨®gicos
Los ¨²ltimos ser¨¢n los primeros, reza una par¨¢bola b¨ªblica. Y as¨ª se ha cumplido para los marginados, empollones y gafotas de la clase, que sol¨ªan tambi¨¦n ser los frikis de musculatura atonal y h¨¢bitos exc¨¦ntricos, incluido un extenso conocimiento de c¨®mics de ciencia ficci¨®n y de toda la saga de La guerra de las galaxias y El Se?or de los Anillos. Un buen d¨ªa ocurri¨®. De repente, todos quisieron ser miopes o disponer de alguna excusa que justificara el uso de unas gafas de pasta que otorgaran un aire intelectual. Hace varias temporadas cadenas de moda como H&M empezaron a vender en su departamento de complementos monturas de pasta negra¡ ?Sin lentes! El accesorio m¨¢s emblem¨¢tico de los frikis se hab¨ªa convertido en un complemento global y multitudinario. Toda una vulgaridad.
Si el movimiento gafapasta, abrazado con fervor por creativos de publicidad, dise?adores, disc jockeys y hasta por Johnny Depp, inici¨® la geekizaci¨®n de la moda masculina, las Navidades pasadas la cadena brit¨¢nica Top Shop triunfaba con tres modelos de camisetas: sobre una superficie lisa de algod¨®n se proclamaba sin pudor y en letras gigantes la condici¨®n de geek (friki de las tecnolog¨ªas), de nerd (rat¨®n de biblioteca) o de dork (bobo), seg¨²n fuera el caso. Uno de los concursantes de la versi¨®n brit¨¢nica del programa La voz, Jordan Lee Davies, se present¨® en el escenario con una y el fen¨®meno acab¨® de expandirse con cientos de camisetas pirateadas.
Los chicos que siempre se hab¨ªan burlado de los raritos de la clase se compraron unas camisetas que no los merec¨ªan, y as¨ª lo han visto algunos gafotas aut¨¦nticos que crecieron arrastrando como pod¨ªan su sambenito. ¡°No me acaba de sentar bien esta moda, los que ahora llevan estas camisetas se burlaron durante a?os de gente como yo porque ¨¦ramos diferentes¡±, se queja un ingeniero que no quiere que se publique su nombre. A¨²n no ha cumplido los 40 y ya tiene dos patentes registradas. Su aspecto no deja lugar a dudas. A ese nivel de productividad y ambici¨®n intelectual no se le puede pedir, adem¨¢s, un cuerpo de atleta. Sin embargo, cuenta que sus amigos lo presentan ahora como ¡°un buen partido¡±. ¡°Nunca hab¨ªa tenido mucho ¨¦xito con las chicas y sigo sin tenerlo, pero ahora no me miran como a un desgraciado. Es posible que tenga alguna posibilidad¡±, dice entre risas.
Lo diremos por si queda alguien que a¨²n no lo haya adivinado: la venganza de los empollones de la clase es un fen¨®meno econ¨®mico. Las grandes empresas de este siglo, las que han cambiado el mundo con su modelo de econom¨ªa disruptiva han sido fundadas por geeks de manual: Bill Gates (Microsoft), Steve Jobs (Apple), Mark Zuckerberg (Facebook), Shawn Fanning (Napster)¡ ?Alguien ha visto una foto de sus atormentados a?os adolescentes? Sin embargo, ahora sus nombres aparecen en todas las listas de las grandes fortunas y sus empresas se estudian en las escuelas de negocio. El universo geek ha llegado, ya no es objeto de desprecio. Ahora son ellos los poderosos.
El boom de las charlas TED (tecnolog¨ªa, entretenimiento, dise?o), protagonizadas casi siempre por frikis que han superado su fobia innata a hablar en p¨²blico, ha ligado a estos antiguos sujetos d¨¦biles y marginales con las universidades privadas y caras, con la independencia profesional y con la capacidad de abrir, cerrar y vender empresas triunfadoras. Ser raro supone pertenecer a una ¨¦lite intelectual, visionaria y con ¨¦xito econ¨®mico.
Desde Justin Timberlake hasta Brad Pitt o David Beckham. Todos se han presentado en sociedad con una imagen pretendidamente geek, con sus c¨¢rdigan y sus gafas dise?adas por Tom Ford o Cutler&Gross. Series de televisi¨®n como Los inform¨¢ticos o The Big bang theory no solo los han hecho m¨¢s visibles, sino que nos han obligado a empatizar con sus excentricidades y su absoluta carencia de habilidades sociales. ?A estas alturas qui¨¦n no quiere a un doctor Sheldon Cooper en su escalera?
El diccionario Oxford acaba de aceptar la frase ¡®geek chic¡¯. El Collins investiga el significado de ¡®geek¡¯
?Este repentino acto de amor supone el fin de esta subcultura? ?Es acaso el signo definitivo de que su filosof¨ªa se ha vuelto popular? A juzgar por la densidad por metro cuadrado de gafas de pasta y aparatos dentales, la respuesta solo puede ser una: parecer empoll¨®n es cool, y eso es lo peor que le puede pasar a un exc¨¦ntrico, ser absorbido por la industria de la moda cuando uno de sus signos de identidad es ser un rabioso antifashion.
Observadores como Warren Ellis, de la revista Wired, dan por agotada esta tendencia y creen que la misma industria ser¨ªa la ¨²ltima culpable de su final. ¡°La explosi¨®n digital ha democratizado la tecnolog¨ªa¡±, dice a The Guardian. ¡°Ya no es un signo diferencial, cualquier adolescente usa el SnapChat en su iPhone y eso no lo convierte en un exc¨¦ntrico ni en un marginado¡±.
La ¨¦poca en que nerds y geeks sobreviv¨ªan atrincherados en sus ordenadores es historia. Pertenece a la era que los expertos llaman predigital, cuando Internet a¨²n estaba en pa?ales. Casi una historia fant¨¢stica de las que sol¨ªan devorar en sus c¨®mics. Entonces los frikis no eran populares. Lo suyo era dejarlos morir en su propia automarginaci¨®n. Todos iban al mismo saco: eran los perdedores. Aunque geeks y nerds siempre han marcado diferencias entre ellos. Seg¨²n un reportaje de The Guardian los primeros son m¨¢s dados al coleccionismo y est¨¢n m¨¢s interesados en los avances tecnol¨®gicos del microcampo de su inter¨¦s, mientras que los segundos son los t¨ªpicos empollones, pedantes, obsesionados por ser los mejores de la clase.
Ha tardado una d¨¦cada, pero el diccionario Oxford acaba de aceptar la frase geek chic y su competidor el diccionario Collins est¨¢ investigando el verdadero significado de geek. Seg¨²n sus averiguaciones, ya no ser¨ªa ¡°un tipo aburrido, poco atractivo e inadaptado socialmente¡±. El Urban Dictionary, seguramente el m¨¢s ¨¢gil, fue el primero en recoger el concepto. En su d¨ªa lo defini¨® como ¡°un ox¨ªmoron producido por la alucinaci¨®n en que los geeks viven su propia existencia que les hace creer que la tecnocracia les otorga un halo cool. El mejor argumento contra el geek chic es el hecho de que Bill Gates, a pesar de ser uno de los hombres m¨¢s ricos, lleve un corte de pelo de cinco d¨®lares¡±.
Quiz¨¢s en breve veamos al Urban Dictionary cambiar de idea. Depende de que sus editores caigan seducidos por la campa?a Geek is God (Geek es Dios) dise?ada por la agencia Inferno. Su misi¨®n es convencer a los diccionarios de que la palabra ha dejado de ser un insulto para convertirse en un cumplido. Describe a los geeks como ¡°las nuevas estrellas del rock¡± y reclama: ¡°No somos feos y aburridos, somos los que hacemos el mundo m¨¢s interesante¡±. Lo dicho, los ¨²ltimos ser¨¢n los primeros, aunque para ello tengan que dejar de ser una subcultura y ver sus gafas en las estanter¨ªas de H&M.
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