La ¡°cuesti¨®n social¡± no es cosa de economistas
La desigualdad no es tema de debate acad¨¦mico, sino pol¨ªtico. No puede dejarse en manos de las ¨¦lites
Lo que ahora se llama "desigualdad" es lo que empez¨® llam¨¢ndose "cuesti¨®n social", all¨¢ en el siglo XIX. Pero lo que antes era un debate pol¨ªtico en el que participaban multitudes, a trav¨¦s de las organizaciones sindicales y pol¨ªticas que iban apareciendo, se ha convertido ahora en un debate acad¨¦mico, monopolizado por economistas y cient¨ªficos sociales. Pero ¡°Paul Krugman no nos salvar¨¢¡±, como titula con mucha gracia el columnista norteamericano Thomas Frank (www.salon.com). Necesitamos hablar sobre la desigualdad, pero esa conversaci¨®n no puede dejarse en manos de las ¨¦lites.
El debate sobre si estamos o no ante una nueva "cuesti¨®n social" est¨¢ presente en muchos foros americanos y algo menos en los europeos. Sin embargo, esa expresi¨®n naci¨® en Europa y se aplicaba al ¡°conjunto de problemas sociales, econ¨®micos y pol¨ªticos que se generan con el surgimiento de la clase obrera dentro de la sociedad capitalista¡±. Se hablaba de ella desde el punto de vista de la desigualdad, pero tambi¨¦n como forma de presi¨®n y resistencia, que pod¨ªa poner en peligro el orden establecido.
Ya nadie habla de clase obrera, sino del nuevo ¡°precariado¡±, j¨®venes y mayores que trabajan, pero que lo hacen a tiempo parcial
El enfoque actual tiene cosas en com¨²n, pero tambi¨¦n distintas: por ejemplo, ya nadie habla de clase obrera, sino del nuevo ¡°precariado¡±, j¨®venes y mayores que trabajan, pero que lo hacen a tiempo parcial o por periodos cortos y sucesivos, con gran incertidumbre sobre su futuro laboral y por unos niveles salariales muy bajos. Una nueva clase que, como escribe Andr¨¦s Ortega en su recomendable Recomponer la democracia, carece de la experiencia de los sindicatos y de haber tenido un trabajo estable.
Adem¨¢s, el enfoque es hoy m¨¢s transnacional, porque cada vez est¨¢ m¨¢s claro que la mejor manera de afrontar esa ¡°cuesti¨®n social¡± es en un marco, como m¨ªnimo, europeo. Por eso, quiz¨¢s, san Precario, el ¡°nuevo santo que naci¨® en una familia de la burgues¨ªa italiana¡±, como rezan las estampitas que circulan por Europa, se celebra con especial devoci¨®n en Bruselas.
Thomas Frank resalta que cuando The New York Times decidi¨® lanzar este a?o una serie de art¨ªculos sobre lo que denomina ¡°The great divides¡±, el 80% de los autores eran acad¨¦micos, y de ellos, el 50% economistas. En los a?os sesenta y setenta del siglo pasado todav¨ªa se hubiera pensado en pedir su opini¨®n a sindicalistas, dirigentes pol¨ªticos, l¨ªderes sociales y empresarios. Es decir, a representantes de multitudes y no solo a expertos universitarios o eruditos. Seguramente, en Europa al menos, ese cambio tiene que ver con la descomposici¨®n de la llamada ¡°izquierda¡± y del movimiento sindical, incapaces de ofrecer una agenda cre¨ªble y sobre todo, inhabilitados como movilizadores de multitudes.
Los expertos (y Paul Krugman) son necesarios. Ser¨ªa est¨²pido no animarles a profundizar en sus estudios sobre las razones y las consecuencias de la ¡°Gran Divisi¨®n¡±. Pero no son ellos los que movilizaran a las multitudes. Claro que quiz¨¢s es imposible. Otro columnista prestigioso, esta vez conservador y europeo, el alem¨¢n Frank Schirrmacher (codirector del Frankfurter Allgemeine Zeitung), cree que se ha producido la ¡°economizaci¨®n de todo y de todos¡±. En Ego, con m¨¢s de 250.000 ejemplares vendidos en su pa¨ªs, habla de una ¡°guerra fr¨ªa¡± en el coraz¨®n de la sociedad, y de sociedades que se organizan como mercados.
Para Schirrmacher no es que el debate se haya enquistado entre los economistas, es que los modelos mentales econ¨®micos han conquistado al resto de las ciencias sociales, en beneficio del mundo financiero. Se ha llegado a un punto en el que unos modelos matem¨¢ticos, que se basan en el principio ¡°ego¨ªsta¡± de que las personas act¨²an siempre en provecho propio, han alimentado unos ordenadores que ya regulan directamente los mercados, casi sin intervenci¨®n humana. Haga lo que haga una persona, ese sistema, el capitalismo de informaci¨®n, afirma que lo hace en provecho propio. Los ordenadores operan con esa l¨®gica y calculan el car¨¢cter humano en funci¨®n de esa ley. Lo que eran modelos matem¨¢ticos se han convertido en verdades absolutas a las que se enfrentan algunos economistas, pero que los economistas solos no podr¨¢n nunca subvertir.
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