Ni?os noct¨¢mbulos
Casi 600.000 menores de entre 4 y 12 a?os ven la televisi¨®n en Espa?a despu¨¦s de las diez de la noche
Los ni?os son siempre una apuesta segura en televisi¨®n, sobre todo si tienen el suficiente atractivo como para haber superado un casting con m¨¢s de 10.000 aspirantes. No es extra?o pues que el concurso infantil La Voz Kids, de Telecinco, haya arrasado. El programa se ha mantenido con una media de 5,1 millones de espectadores (29,9% de share) de los que 261.000 eran ni?os de entre 4 y 12 a?os.
Ello no ser¨ªa un problema en un programa que encaja bien con la categor¨ªa de ¡°entretenimiento familiar apto para todos los p¨²blicos¡± de no ser porque el concurso se prolongaba hasta la 1.30 de la madrugada. El problema es que 589.000 ni?os, el 3,6% de toda la audiencia, ven en Espa?a la televisi¨®n en un horario en el que, por el bien de su salud f¨ªsica y mental, deber¨ªan estar durmiendo. Y la mitad de ellos se queda hasta m¨¢s all¨¢ de la medianoche.
El ¨¦xito de La Voz Kids no es fruto de la casualidad, sino de una estrategia destinada a fidelizar y rejuvenecer la audiencia de la cadena. Los programadores han observado que los ni?os son un buen im¨¢n de audiencias, porque suelen gustar tanto a los adultos como a los propios ni?os. No es casualidad que en la tambi¨¦n muy exitosa serie Cu¨¦ntame se haya incorporado a una deliciosa ni?a entre los papeles centrales.
Las televisiones suscribieron un acuerdo de autorregulaci¨®n en 2004 sobre contenidos televisivos e infancia que no siempre se cumple, ni en los contenidos ni en los horarios.
El contenido del concurso no plantea en principio objeciones, pero en la elecci¨®n del horario parece haber primado m¨¢s el inter¨¦s comercial de la cadena que la protecci¨®n de la infancia. Obviamente, un programa de ¨¦xito que empiece a las 22 horas y dure cuatro horas ser¨¢ m¨¢s rentable que dos programas de dos horas, aunque ello comporte robar sue?o infantil. A ello hay que a?adir el efecto enganche. Los ni?os que se quedan hasta tarde para ver el concurso adquieren un mal h¨¢bito y f¨¢cilmente pueden aficionarse a otros programas de horario nocturno, ni tan tiernos ni tan inocuos.
La responsabilidad de que los ni?os vayan a la cama a su hora recae sobre las familias (y algunas incluso han dimitido permitiendo que los ni?os tengan televisi¨®n en su cuarto). Pero con esta estrategia las televisiones se lo ponen m¨¢s dif¨ªcil y tampoco cumplen su compromiso de atender al inter¨¦s de los menores.
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