Una paz dividida
Dividir Jerusal¨¦n por l¨ªneas ¨¦tnicas es la ¨²ltima oportunidad de evitar su colapso
En 1996, Benjamin Netanyahu gan¨® una elecci¨®n general movilizando un alto n¨²mero de votantes en contra de la supuesta intenci¨®n del entonces primer ministro Sim¨®n Peres de ¡°dividir a Jerusal¨¦n¡±. Casi dos d¨¦cadas despu¨¦s, Netanyahu sigue aferrado a esl¨®ganes viejos y vacuos sobre un ¡°Jerusal¨¦n unido¡± ¡ªuna convicci¨®n que, una vez m¨¢s, podr¨ªa resolver el proceso de paz palestino-israel¨ª.
En momentos en que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se prepara para presentar un acuerdo marco para una ronda concluyente de negociaciones de paz palestino-israel¨ªes, la postura de l¨ªnea dura de Netanyahu sobre Jerusal¨¦n, b¨¢sicamente, no ayuda. En un esfuerzo desesperado por mejorar las posibilidades de ¨¦xito de la propuesta, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que en gran medida ha evitado asumir un rol proactivo en el proceso de paz durante su segundo mandato, se reuni¨® con Netanyahu en la Casa Blanca para instarlo a moderar su postura.
Pero cambiar la manera de pensar de Netanyahu no ser¨¢ f¨¢cil ¡ªen especial por la presi¨®n pol¨ªtica interna a la que se enfrenta¡ª. Desde que Israel conquist¨® el este de Jerusal¨¦n en la Guerra de los Seis D¨ªas de 1967, la clase pol¨ªtica del pa¨ªs ha defendido a la ciudad como la ¡°capital eterna unida¡± de Israel, una visi¨®n que no quiere abandonar.
El problema es que ninguna negociaci¨®n seria con los palestinos podr¨ªa admitir esta postura. La poblaci¨®n ¨¢rabe de Jerusal¨¦n ¡ªque ya representa m¨¢s del 40% del total¡ª est¨¢ creciendo un 3,5% anualmente, comparado con un 1,5% entre los israel¨ªes. Una vez que este amplio segmento de votantes empiece a participar en las elecciones municipales ¡ªque hasta ahora han evitado, por temor a que se pensara que estaban legitimando al r¨¦gimen israel¨ª¡ª, el control del consejo municipal probablemente pasar¨¢ a manos de una mayor¨ªa palestina.
Desde 1967, Israel ha defendido a la ciudad como su ¡®capital eterna unida¡¯
Peres entend¨ªa que una ciudad de Jerusal¨¦n unida bajo un r¨¦gimen exclusivamente israel¨ª no era posible y le asegur¨® al ministro de Relaciones Exteriores de Noruega en una carta de 1993 ¡ªque fue esencial para la conclusi¨®n de los acuerdos de Oslo¡ª que Israel respetar¨ªa la autonom¨ªa de las instituciones palestinas en el este de Jerusal¨¦n. De la misma manera, en 2000, el primer ministro Ehud Barak respald¨® los Par¨¢metros de Clinton, que instaban a la divisi¨®n de Jerusal¨¦n en dos capitales bas¨¢ndose en las l¨ªneas ¨¦tnicas. El primer ministro Ehud Olmert sigui¨® esta misma l¨ªnea con la propuesta de paz de 2008 que le present¨® al presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas; tambi¨¦n recomend¨® internacionalizar la Administraci¨®n de la Ciudad Vieja.
Sin embargo, Netanyahu y sus seguidores siguen insistiendo en que Jerusal¨¦n no se dividir¨¢. Lo que no logran entender es que la Ley de Jerusal¨¦n de 1980, que declaraba a la ciudad ¡°unida en su totalidad¡± como la capital de Israel, en realidad, no constituye una unidad. El subsiguiente esfuerzo por israelizar la ciudad, construyendo una red de barrios jud¨ªos en el este de Jerusal¨¦n dominado por los palestinos, no logr¨® garantizar una mayor¨ªa jud¨ªa s¨®lida, en gran medida porque los israel¨ªes de clase media no quisieron instalarse all¨ª.
De hecho, el proyecto de asentamientos no solo convirti¨® a Jerusal¨¦n Este en un foco de tensi¨®n pol¨ªtica y social, sino que el elevado coste financiero ¡ªm¨¢s de 20.000 millones de d¨®lares en total¡ª oblig¨® a desviar recursos limitados de inversiones orientadas al crecimiento en Jerusal¨¦n Oeste. En consecuencia, Jerusal¨¦n se ha convertido en la ciudad m¨¢s pobre de Israel. No sorprende que los 200.000 miembros de la clase media liberal y pr¨®spera de Israel que abandonaron la ciudad en los ¨²ltimos 20 a?os encuentren que Tel Aviv ¡ªla capital econ¨®mica de Israel, y un centro de crecimiento impulsado por la tecnolog¨ªa¡ª es mucho m¨¢s atractiva.
Algo que complica a¨²n m¨¢s la situaci¨®n es la divisi¨®n entre los israel¨ªes secularizados y las comunidades ortodoxas fan¨¢ticas cuyo rechazo del Estado laico y su anhelo de una sociedad basada en la interpretaci¨®n m¨¢s estricta de la Halacha (ley religiosa jud¨ªa) encarnan un temor muy arraigado en los ¨¢rabes y una desconfianza absoluta de los gentiles. Estas comunidades, que conforman el 30% de la poblaci¨®n de Jerusal¨¦n, tornan inveros¨ªmil, en el mejor de los casos, la noci¨®n de una ciudad de Jerusal¨¦n unida y pac¨ªfica.
La poblaci¨®n ¨¢rabe de Jerusal¨¦n est¨¢ creciendo un 3,5% anualmente, comparado con un 1,5% entre los israel¨ªes
En 1966, un a?o antes de que paracaidistas israel¨ªes ostensiblemente unieran Jerusal¨¦n, la compositora Naomi Shemer cantaba sobre ¡°la ciudad que est¨¢ solitaria, y en su coraz¨®n un muro¡±. Hoy, el muro que divide a Jerusal¨¦n no est¨¢ hecho de cemento o ladrillos, pero eso no lo hace menos real.
Esta divisi¨®n duradera se ejemplifica en el contraste entre la infraestructura y los servicios municipales en los barrios jud¨ªos y ¨¢rabes de la ciudad. Por supuesto, en cierta medida, los residentes palestinos de Jerusal¨¦n se benefician de la seguridad social y los sistemas de atenci¨®n m¨¦dica avanzados de Israel, con los cuales sus hermanos en la Autoridad Palestina solo pueden so?ar. A pesar de todo, siguen identific¨¢ndose como palestinos y solo 10.000 de los 300.000 residentes palestinos de Jerusal¨¦n han aceptado pedir la ciudadan¨ªa israel¨ª.
Pero la cuesti¨®n de Jerusal¨¦n es objeto de una confusi¨®n a¨²n m¨¢s fundamental: ?cu¨¢les son las fronteras reales de Jerusal¨¦n? En el esp¨ªritu desenfadado que prevaleci¨® despu¨¦s de 1967, el Gobierno israel¨ª extendi¨® los l¨ªmites de la ciudad de 4.400 hect¨¢reas a m¨¢s de 12.545 hect¨¢reas. La postura de Netanyahu de que esta Jerusal¨¦n extendida es la capital b¨ªblica del pueblo jud¨ªo es una farsa hist¨®rica.
Una ciudad de Jerusal¨¦n controlada por comunidades jud¨ªas ortodoxas no productivas y palestinos privados de derechos est¨¢ destinada al colapso econ¨®mico y pol¨ªtico. El plan de Kerry de dividir la ciudad seg¨²n las l¨ªneas ¨¦tnicas representa la ¨²ltima oportunidad de Israel de evitar un desenlace de este tipo y legitimar la ciudad como su capital reconocida internacionalmente.
Al aceptar una divisi¨®n de la ciudad de Jerusal¨¦n, Netanyahu estar¨ªa empezando, por fin, a tomar distancia de la arrogancia y la megaloman¨ªa que han llevado a la ciudad a su situaci¨®n actual de estancamiento y aislamiento. Abandonar la idea de una Jerusal¨¦n ¡°unida¡± es la ¨²nica manera de asegurar la condici¨®n ¡°eterna¡± de la ciudad.
Shlomo Ben Ami, exministro de Relaciones Exteriores israel¨ª, es vicepresidente del Toledo International Centre for Peace y autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy.? Project Syndicate, 2014.
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