Compromiso
V alga de una vez por todas que nosotras no buscamos desesperadamente el compromiso como tantas veces usted ha cre¨ªdo. Ni mucho menos queremos atrapar su libertad como si usted fuera Bambi y nosotras unas depredadoras obsesionadas con echarle el lazo. No hay nada m¨¢s latoso para nuestra especie que depender de un hombre despu¨¦s de dos siglos luchando por ser aut¨®nomas e independientes. Vale que decir ¡°mi marido¡± socialmente puede conferir una supuesta coartada. Pero tambi¨¦n obliga a trabajosas servidumbres, como las cenas de empresa con c¨®nyuge.
A mi alrededor, no conozco a ninguna mujer que acepte enfrentarse al amor como si fuera una hoja de Excel. Al contrario. Prefieren enfangarse hasta los muslos, aun sin tener ninguna certidumbre del camino que enfilan. A veces el amor es puro espejismo, otras una hondonada que conmueve, sacude y monitoriza el instinto.
A pesar de todo, la maldita fobia al compromiso sigue a la orden del d¨ªa. Mujeres que juegan a las adivinanzas, que se ven sumidas en un espiral perverso consistente en interpretar los mensajes de su amor igual que si fueran textos de Joyce. Mujeres que me dicen: ¡°No sabe, no contesta¡±. Que una mujer le pregunte por las fechas de sus vacaciones o se interese por los fines de semana en que le tocan los ni?os no significa que quiera tenerlo bajo llave, en una especie de zulo emocional donde a veces usted se autorrepresenta, insignificante como un ratoncito mientras sospecha que ella es una manipuladora de campeonato. Por eso sale despavorido en lugar de razonar el asunto. Porque, ?cu¨¢l es su idea de la libertad? ?No querer obligarse a cerrar la puerta de las posibilidades? ?Pensar que no pueden exigirle que ya nunca m¨¢s pueda abrazar una nueva piel, ¡°¨²nica¡±, diferente a todas, hasta que se convierta en fastidio?
En las parejas siempre suele haber uno que est¨¢ m¨¢s colgado del otro; a veces va por rachas ¨Cy eso es estupendo¨C, pero hay hombres y mujeres que deciden interpretar el mismo papel toda su vida. De demandante. Como si el otro pudiera colmar los propios vac¨ªos y complejos. Ellos, aterrorizados por no dar la talla o malvivir en un pozo de reproches. Ellas, enfebrecidas por la idea de exclusividad y totalitarismo amoroso, como si el amor fuera una enfermedad ¨Cy a veces lo es¨C. De sobras sabemos que cuando ella le dice ¡°te necesito¡± usted siente que una arcada de ansiedad le paraliza el est¨®mago. Ocurre igual al rev¨¦s, siempre que esa necesidad no sea para los dos una ferviente expresi¨®n de eros. Por lo dem¨¢s, sepa que las mujeres del siglo XXI son muy pr¨¢cticas, por ello a menudo le sacan la agenda, pero eso no significa que quieran aherrojarlo. Y si ante eso usted desaparece porque se siente inhibido y controlado, es posible que al principio lloren y vayan a cortarse el pelo, o se apunten a un curso de hata yoga, fantaseando a¨²n con que usted pueda regresar. Si lo hace, amigo, est¨¢ muerto.
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