El BCE no debe debilitar el euro
La insensatez de las pol¨ªticas aplicadas en la eurozona est¨¢ matando lentamente al paciente. Seguimos escuchando la pr¨¦dica de la estabilidad porque los gestores de la moneda com¨²n no ponen la casa en orden
Desde su m¨¢s reciente r¨¦cord a la baja (1,20 d¨®lares) del verano de 2012, el euro se ha apreciado en un 15% frente al d¨®lar; y teniendo en cuenta la inflaci¨®n, m¨¢s de un 10% respecto a las divisas de los principales socios comerciales de la eurozona. Ante una gran p¨¦rdida de competitividad internacional, representantes de varios Estados de la zona euro temen que esa fortaleza pueda minar la recuperaci¨®n del optimismo. Miembros del BCE tambi¨¦n se mostraron preocupados por el tipo de cambio del euro y su presidente, Mario Draghi, declar¨® hace poco que su fortaleza era en parte responsable del engorroso error cometido por el banco al incumplir el objetivo del 2% de inflaci¨®n, a?adiendo que esa apreciaci¨®n se estaba ¡°volviendo cada vez m¨¢s importante¡± para la evaluaci¨®n de la estabilidad de precios.
Sin embargo, la apreciaci¨®n del euro no deber¨ªa desatar ni miedos ni sentimientos de culpa. El peligroso descenso de la inflaci¨®n de la eurozona se debe principalmente a razones internas. En lugar de debatir el valor externo del euro, es hora de que sus responsables se centren en ordenar la casa com¨²n. Ese euro supuestamente fuerte podr¨ªa convertirse en otro chivo expiatorio. No se deber¨ªan tapar los asombrosos batacazos de los gestores del euro.
En ¨²ltima instancia, en una econom¨ªa tan grande como esta, el factor clave para la estabilidad de precios es la subida de salarios, corregida por el incremento de la productividad. Lo sorprendente es que la subida salarial es pr¨¢cticamente nula en la eurozona. Los costes laborales unitarios y, en general, los empresariales est¨¢n estancados o caen. En consecuencia, no es sorprendente que el BCE no pueda mantener los precios. Lo asombroso es que los encargados del euro sigan machacando los salarios, al parecer con la intenci¨®n de que caigan todav¨ªa m¨¢s. Se dir¨ªa que, ampar¨¢ndose en la santa necesidad de complacer a los dioses de la austeridad y la competitividad, siguen cavando en un agujero del que no pueden salir.
En toda la eurozona, unos costes empresariales estancados o en retroceso tender¨¢n a mejorar la competitividad exterior de la uni¨®n monetaria frente al resto del mundo, siempre que esos costes crezcan con m¨¢s rapidez fuera de nuestro entorno. Pero recurrir a la represi¨®n salarial para fomentar la competitividad externa es un vano af¨¢n, dado que el fin ¨²ltimo de la flexibilidad cambiaria es compensar el diferencial inflacionario. Adem¨¢s, como la eurozona est¨¢ asistiendo a un incremento del super¨¢vit por cuenta corriente de casi el 3% del PIB, la apreciaci¨®n del euro deber¨ªa ser tan previsible como esperada. Cualquier otra situaci¨®n chocar¨ªa con las expectativas de la agenda del G-20 para alcanzar un reequilibrio global positivo, con el que la eurozona se ha comprometido. Desde un punto de vista global, la apreciaci¨®n del euro no ha sido excesiva, sino escasa.
Europa est¨¢ aplicando una deflaci¨®n competitiva ocasionada por pol¨ªticas de precios y salarios bajos
La represi¨®n salarial externa suele ser un acto puramente insensato en un marco de flexibilidad cambiaria, pero genera muchos da?os internos, porque mina el gasto privado (consumo e inversi¨®n). Y lo peor es que esa depresi¨®n de la demanda interna tiene consecuencias presupuestarias que, gracias al llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento, desatan la austeridad, debilitando a¨²n m¨¢s la econom¨ªa. El recurso incesante a esa estrategia cuando estamos al borde de la deflaci¨®n es suicida, porque sobre ella pesa tambi¨¦n una deuda excesiva. Como ha advertido recientemente el FMI, la deflaci¨®n por sobreendeudamiento se desata antes de que los precios empiecen realmente a caer. Intentar amortizar un exceso de deuda en condiciones deflacionarias es contraproducente, a menos que la debilidad de la moneda impulse tanto las exportaciones que compense el da?o que uno se ha causado a s¨ª mismo. Visto as¨ª el problema, es comprensible que a los encargados del euro les ponga nerviosos su fortaleza, aunque sin excusar de ning¨²n modo su escandalosa negligencia.
Todo esto nos obliga a preguntarnos por qu¨¦ las autoridades del euro parecen enganchadas a esa peligrosa estrategia. Como tantas veces en Europa, la respuesta est¨¢ en Alemania, cuyas autoridades y ¨¦lites est¨¢n convencidas de que su obsesi¨®n con la austeridad y la competitividad ha compensado a Alemania por adoptar el euro. S¨ª aprecian las penalidades econ¨®micas de otras partes de la eurozona, pero la situaci¨®n solo les recuerda la humillaci¨®n y las penurias que pasaron cuando todav¨ªa eran, hace muy poco, ¡°el enfermo del euro¡±. Para ellos, no cabe otro precio cuando un pa¨ªs necesita recuperar su competitividad. Como antes Alemania, otros deben penar para recoger la cosecha de una renovada competitividad. Dicho de otro modo, las antiguas penalidades de Alemania hacen moralmente aceptables los actuales sufrimientos ajenos. En su opini¨®n, lo ¨²nico que deben hacer ahora sus socios es seguir el ejemplo alem¨¢n, y reproducir as¨ª su ¨¦xito. Pero no vayamos tan r¨¢pido.
En la d¨¦cada de 2000, cuando los dioses de la austeridad y la competitividad apretaban sin miramientos el cuello de Alemania, el pa¨ªs sufri¨® todas las penurias antes descritas. El estancamiento salarial paraliz¨® la demanda interna y Alemania enferm¨® tanto que, como todos saben, incumpli¨® las normas fiscales. Tambi¨¦n all¨ª se apreciaron las consecuencias de una pol¨ªtica monetaria mucho menos virulenta que la de otros bancos centrales que combat¨ªan la deflaci¨®n a comienzos del siglo XXI. En gran medida, la apreciaci¨®n del euro posterior a 2002 aisl¨® las exportaciones germanas del boom global.
Lo que rescat¨® a Alemania fue que las tasas de cambio europeas ya no fueran flexibles. Al reprimir los salarios, Alemania se volvi¨® ultracompetitiva frente a sus socios del euro, en tanto que la posici¨®n monetaria del BCE, calibrada para encajar en la media, infl¨® las burbujas de la periferia. El balance por cuenta corriente germano pas¨® pr¨¢cticamente del equilibrio a un super¨¢vit r¨¦cord: as¨ª definen sus autoridades la recuperaci¨®n de la competitividad. Antes de la crisis, ese super¨¢vit ten¨ªa su contraparte en Europa, sobre todo en la eurozona. As¨ª que Alemania no se hundi¨® porque recuper¨® una competitividad que otros alentaban comprando sus exportaciones. Ahora les toca a los dem¨¢s recuperar su competitividad, pero Alemania no quiere devolver el favor; ni el euro est¨¢ ya lo suficientemente d¨¦bil como para que el resto del mundo se preste a esa tarea.
Los faroles del tipo "haremos lo que haga falta" tienen un efecto limitado en los mercados
Se supon¨ªa que el euro iba a acabar para siempre con carreras basadas en el empobrecimiento del vecino, al menos dentro de Europa. Lo realmente ir¨®nico es que, una vez desaparecidos los tipos de cambio, y siguiendo el ejemplo del ¡°hombre enfermo¡± alem¨¢n, Europa est¨¦ aplicando una versi¨®n ralentizada de esta vana apuesta, a trav¨¦s de una deflaci¨®n competitiva ocasionada por salarios y precios bajos. ?Alguien se cree que Alemania va a renunciar a una competitividad que tanto le ha costado adquirir, sin presentar batalla? De ninguna manera: el a?o pasado, los salarios reales cayeron en Alemania mientras la inflaci¨®n pr¨¢cticamente no llegaba al 1%. Los actuales excedentes por cuenta corriente alemanes son m¨¢s elevados que nunca.
De manera que la eurozona sigue envuelta en el vano juego de la competitividad, aunque el abismo de la inflaci¨®n abra sus fauces. ?O acaso al BCE, principal corifeo de la represi¨®n salarial competitiva, le est¨¢ entrando por fin miedo? Como los faroles del tipo ¡°haremos lo que haga falta¡± tienen un efecto limitado en los mercados financieros, el banco debe ser consciente de que se est¨¢ quedando sin munici¨®n para dar un buen empuj¨®n a la demanda interna.
Lo que el BCE no deber¨ªa hacer es debilitar el euro. La posici¨®n externa de la eurozona no demanda una divisa m¨¢s d¨¦bil, sino m¨¢s fuerte. Donde m¨¢s se aprecian hoy las consecuencias de su creciente desequilibrio interno y su tendencia a gorronear del crecimiento ajeno es en las econom¨ªas emergentes, en las que los flujos de capital y la ciclotimia crediticia han diseminado la fragilidad y la volatilidad. Empe?arse a¨²n m¨¢s en exportar esta vana apuesta por la competitividad, situando el tipo de cambio del euro en el punto de mira del ¡°haremos lo que haga falta¡±, solo servir¨¢ para desatar nuevas guerras de divisas en el mundo. El valor exterior del euro no tiene la culpa de la mala salud de la eurozona. Lo que pasa es que la insensatez de nuestras propias pol¨ªticas deflacionarias est¨¢ matando lentamente al paciente. Es comprensible que el mundo est¨¦ harto de echarnos una mano, porque no dejamos de escuchar la pr¨¦dica de los evangelios de la estabilidad en boca de pol¨ªticos famosos por no poner su casa en orden.
J?rg Bibow es catedr¨¢tico de Econom¨ªa. Skidmore College, Nueva York.
Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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