La Transici¨®n y sus desmemorias
El mejor homenaje a Su¨¢rez ser¨ªa abrir un ciclo de reformas constitucionales
La extinci¨®n f¨ªsica del presidente Su¨¢rez ha desatado una s¨²bita implosi¨®n de remembranzas. Buena parte de la sociedad espa?ola buscaba una ocasi¨®n como esta para respirar de nuevo en la nostalgia y las lecciones de las dificultades de la Transici¨®n. Y fueron ciertamente enormes ¡ªen lo econ¨®mico y social, incluso en lo psicol¨®gico¡ª para la superaci¨®n del peso de la historia y de los miedos cruzados que, parad¨®jicamente, hicieron posible su ¨¦xito determinando su resultado: el golpismo y la insurrecci¨®n no eran meros fantasmas, sino amenazas reales.
La ingente literatura que ahora reescribe aquel periodo ha cristalizado en mitos, y estos en desmemoria, de modo que la enso?aci¨®n retrospectiva del tiempo de la Transici¨®n ha llegado a subrogarse respecto de lo que realmente fue. Esto es sensible especialmente en las amonestaciones a los ¡°pol¨ªticos de hoy¡± para que ¡°imiten a Su¨¢rez¡±. Pero a menudo en la historia la distorsi¨®n del presentismo traslada a ¨¦pocas pret¨¦ritas las categor¨ªas del presente.
Ir¨®nicamente, y contra toda apariencia (puesto que se proced¨ªa de un r¨¦gimen dictatorial), el marco institucional era entonces m¨¢s sencillo y manejable que el establecido a partir de la Constituci¨®n. Hab¨ªa una sola TVE, controlada por el Gobierno. La prensa m¨¢s influyente (a su cabeza, EL PA?S) mostraba gran capacidad para la conformaci¨®n del ¨¢nimo y las percepciones colectivas, contribuyendo al auroral prestigio de la pol¨ªtica y los pol¨ªticos. Despu¨¦s de 40 a?os, el paisaje de opini¨®n ya no podr¨ªa reducirse a una selecta camarilla de capitanes medi¨¢ticos. En aquella ¨¦poca, un escaso n¨²mero de l¨ªderes pol¨ªticos pod¨ªan adoptar decisiones constitucionales, en reuniones cerradas apenas sin publicidad ni debate. Hoy la capacidad de reacci¨®n de mil contrapoderes y resistencias ¡ªpasando por la calle y las redes¡ª se ha capilarizado.
Pero sobre todo, el cuadro del decision-making process era entonces m¨¢s flexible. No exist¨ªan autonom¨ªas ni Ayuntamientos democr¨¢ticos que pudiesen imponer su oposici¨®n y sus recursos judiciales contra las medidas que les afectaran. La partitura de la transici¨®n fue orquestada por decreto o por decreto ley. El procedimiento legislativo era mucho menos denso y complejo que el actual; por ello, el poder del Gobierno era mucho mayor del que dispone actualmente.
La partitura del cambio pol¨ªtico fue orquestada por decreto o por decreto ley
Asombrar¨ªa ahora constatar c¨®mo la disoluci¨®n del Movimiento Nacional y el Sindicato Vertical, la legalizaci¨®n de los partidos (incluyendo el Viernes Santo del PCE); la regulaci¨®n de la huelga y las relaciones laborales (Real Decreto 17/77 ?que contin¨²a en vigor!); el restablecimiento del Consejo General Vasco y de la Generalidad de Catalu?a ?todo se hizo por decreto! Tambi¨¦n la supresi¨®n del Tribunal del Orden P¨²blico y la creaci¨®n de la Audiencia Nacional ?incluso la regulaci¨®n del r¨¦gimen electoral, cuyas bases pervivieron en la Ley Org¨¢nica de 1985! se hicieron por decreto ley, directamente, pillando cada vez por sorpresa a casi toda Espa?a.
Se esculpieron as¨ª, sin f¨¢rragos obstativos, hitos hist¨®ricos que hoy requerir¨ªan el tremendo iter procedimental de las leyes org¨¢nicas (algunas de esas leyes contin¨²an aun hoy pendientes, como la ley de huelga, la reforma electoral, o la de la justicia y el proceso penal¡) con infinidad de tr¨¢mites previos en ¨®rganos que entonces no exist¨ªan (CGPJ, Consejo Fiscal, CES, o el propio Consejo de Estado, entonces con muy diferente caracterizaci¨®n).
Cierto, un hombre audaz y decidido pod¨ªa entonces gobernar de manera muy distinta a como podr¨ªa hacerlo hoy. Sigue siendo cierto que gobernar es cambiar, e incluso rectificar. Pactar requiere mucho olfato y coraje personal. Pero escuchar y acordar es ahora una tarea mucho m¨¢s exigente que hace 40 a?os. Y relanzar la malherida democracia exige hoy, como entonces, interlocutores valientes para abordar retos de altura. Nada pervive ¡°permanente¡± o ¡°inalterable¡±, que es como se proclamaban los ¡°Principios Fundamentales del Movimiento Nacional¡± de la dictadura franquista. Ninguna civilizaci¨®n tiene asegurada su supervivencia para siempre; ninguna conquista democr¨¢tica est¨¢ asegurada. Todas est¨¢n permanentemente amenazadas: por el paso del tiempo y las transformaciones sociales, pero tambi¨¦n por la regurgitaci¨®n de la reacci¨®n y las contraofensivas de los enemigos del cambio.
El mejor homenaje que podr¨ªamos brindar a aquellos protagonistas, a cuya cabeza estaba Adolfo Su¨¢rez, ser¨ªa atreverse a cambiar y abrir un nuevo ciclo de profundas reformas constitucionales, dif¨ªciles como puedan ser, y justamente por serlo. El edificio puesto en pie a finales de los setenta rechina por todas las costuras: Corona, Parlamento, Gobierno, Estado Auton¨®mico, Poder Judicial y Tribunal Constitucional¡ Todas sus piezas est¨¢n expuestas hace tiempo a un deterioro muy severo.
Una nueva sociedad impone ahora nuevos riesgos. Atreverse tiene costes. Los habr¨¢ que se apresuren a denostar con la misma crueldad de incomprensi¨®n con la que criticaron a Adolfo. Una nueva urdimbre generacional debe, de nuevo, hacer frente a un cambio, un ciclo constitucional que aprenda de las experiencias y haga valer nuestras procedencias diversas para relanzar la idea de las constituyentes de entonces. A menudo, la enso?aci¨®n de la memoria encubre la ¡°desmemoria¡± no solo individual, sino tambi¨¦n colectiva.
Juan F. L¨®pez Aguilar es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y presidente de la Delegaci¨®n Socialista Espa?ola en el Parlamento Europeo
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