Testigo de la exclusi¨®n sanitaria
Es licenciado en Ciencias Pol¨ªticas e hizo el primer curso de un m¨¢ster. Hasta los 25 vivi¨® con su madre y se gan¨® la vida dando clases de apoyo de ingl¨¦s y franc¨¦s a estudiantes para sacar unos ahorros mientras esperaba un trabajo m¨¢s acorde a su formacion. Con su 1,92 metros de altura, juega tan bien al baloncesto que unos seleccionadores franceses de visita en su pa¨ªs le invitaron a hacer unas pruebas en Par¨ªs. Hasta le mandaron la carta con el visado. Pero no pudo ser. Es entonces cuando empieza a oscurecerse la historia de Jean Atangana, camerun¨¦s de 31 a?os. Hasta aqu¨ª, podr¨ªamos decir que era la de un chico cualquiera de un pa¨ªs europeo como, quiz¨¢, Espa?a.
Jean pas¨® de llevar una existencia humilde pero tranquila en Dwala, ciudad costera de Camer¨²n, a vivir la peor experiencia de su vida y creer que iba a morir en el desierto. Y despu¨¦s, otra vez, cruz¨® la barrera invisible entre ser legal o ilegal, entre ser considerado persona o sombra. Hoy vive en Madrid, tiene papeles y es voluntario de Cruz Roja y de M¨¦dicos del Mundo, pero llegar a este punto de su vida le ha costado mucho trabajo.
"Mi pa¨ªs es un poco corrupto. Necesitas enchufe para trabajar y para todo, y como mi familia es muy pobre, no lo ten¨ªa", afirma sin tapujos. Despu¨¦s del desenga?o que le supuso no poder viajar a Francia para jugar al baloncesto -no ten¨ªa dinero para el billete de avi¨®n- y ante las escasas posibilidades que la vida le ofrec¨ªa, a Jean se le meti¨® en la cabeza salir del pa¨ªs. Como no ten¨ªa dinero para pedir un visado, decidi¨® hacerlo a pie con los escasos ahorros que hab¨ªa juntado dando clases particulares. "El camino fue dur¨ªsimo... No volver¨ªa a hacerlo. Cuando sales no sabes lo que te est¨¢ esperando", asegura.
Su peor experiencia, aquella en la que la muerte le mir¨® a los ojos, ocurri¨® en el desierto de Argelia, donde su grupo y ¨¦l se perdieron durante cinco d¨ªas. "Tuvimos la suerte de que al quinto d¨ªa nos encontr¨® un coche por casualidad y nos ayud¨® a salir de all¨ª. No ten¨ªamos gasolina ni agua, no sab¨ªamos donde est¨¢bamos... fue el mayor susto de mi vida". Lleg¨® hasta Espa?a al cabo de dos a?os. "Como la mayor¨ªa, de un pa¨ªs a otro, de una ciudad a otra...", explica. Vivi¨® un tiempo en las ciudades marroqu¨ªes de Fez, Marrakech y Casablanca hasta que se decidi¨® a saltar la valla fronteriza de Melilla como cualquier otro africano de los que se esconden en el monte Gurug¨². Ni los t¨ªtulos universitarios ni los idiomas le diferenciaban del resto ni le dieron ventaja. El deporte, quiz¨¢ s¨ª, porque la suerte o su buena forma f¨ªsica le ayudaron a saltar la valla de Melilla a la primera.
Este camerun¨¦s pas¨® tres a?os en Espa?a sin papeles. Despu¨¦s consigui¨® regularizar su situaci¨®n gracias a que el padre de un amigo le hizo un contrato de trabajo. Entonces comenz¨® su labor como voluntario en M¨¦dicos del Mundo para realizar labores de acompa?amiento, denuncia y recogida de testimonios de personas que han perdido el derecho a la asistencia sanitaria. Solo en la Comunidad de Madrid, donde vive, hay unos 40.000 afectados por esta medida. M¨¦dicos del Mundo ha advertido en su informeDos a?os de reforma sanitaria; m¨¢s vidas humanas en riesgo, publicado este lunes con motivo del D¨ªa Mundial de la Salud, que se han incrementado las desigualdades en salud entre las Comunidades Aut¨®nomas y que ya se han retirado m¨¢s de 600.000 tarjetas, seg¨²n c¨¢lculos del Gobierno.
El primer caso que vivi¨® Jean le dej¨® muy afectado: "Fue el de una mujer de 50 a?os procedente de Guinea Ecuatorial a quien hab¨ªan transplantado el coraz¨®n. Cuando se le termin¨® la medicaci¨®n fuimos al centro de salud de Pac¨ªfico y su m¨¦dico fue muy borde. Le insistimos en que la ley dice que los inmigrantes que se estaban tratando antes de la retirada de la tarjeta pero no quer¨ªa saber nada". Ese m¨¦dico no quiso colaborar, y Jean y sus compa?eros solucionaron el problema gracias a una asociaci¨®n que les consigui¨® las medicinas. A ¨¦l, esta experiencia le dej¨® marcado: "Me impact¨® mucho ver c¨®mo ese m¨¦dico no quer¨ªa atender a una persona con un transplante pese a que sab¨ªa los riesgos que corr¨ªa esa mujer. Pod¨ªa haber muerto".
Con la tranquilidad que da tener la documentaci¨®n en regla, Jean ha ayudado desde el otro lado de la barrera a muchos afectados por la nueva legislaci¨®n y ha visto con sus propios ojos la mejor y la peor versi¨®n del ser humano. "Algunos m¨¦dicos se aprovechan de la nueva ley para demostrar su racismo", asegura. Y recuerda al chico ecuatoriano con VIH que llevaba ocho a?os recibiendo medicaci¨®n. "De repente le dijeron que ya no ten¨ªa derecho a m¨¢s medicinas y, como ¨¦l desconoc¨ªa la ley, se qued¨® en su casa y pas¨® tres meses sin tomarla", denuncia Jean. "Cuando supimos de su caso y le acompa?amos al ambulatorio nos dijeron que todo hab¨ªa sido un error".
Abundan casos como este, en los que la desinformaci¨®n se utiliza para mal. Los inmigrantes africanos est¨¢n, adem¨¢s, especialmente desprotegidos porque no est¨¢n acostumbrados a ir al m¨¦dico cuando les duele algo, inclin¨¢ndose por la medicina tradicional. "Si a uno le duele la cabeza, ya sabe qu¨¦ hierbas tomar; los familiares suelen mandar las medicinas desde el pa¨ªs de origen, pero lo de ir al m¨¦dico es solo en caso extremo", describe. ?l, como subsahariano que es, se dio cuenta de esta situaci¨®n, y as¨ª fue c¨®mo su grupo comenz¨® a visitar asociaciones de inmigrantes para impartir charlas y facilitar informaci¨®n.
En el ¨²ltimo a?o y medio Jean ha sido testigo de situaciones de todo tipo que a veces le han hecho hasta llorar. Ha visto a espa?oles que tambi¨¦n se han quedado fuera del sistema sanitario, no solo inmigrantes. Ha conocido a muchos m¨¦dicos que se oponen a la ley y que siguen atendiendo a cualquiera que enferme, y ha aprendido los trucos que hay que poner en pr¨¢ctica cuando a un inmigrante le deniegan la atenci¨®n sanitaria. "Algunos m¨¦dicos saben c¨®mo meter en la base de datos a un paciente durante unas horas para que le puedan atender. La ley dice que se puede durante un m¨¢ximo de 72 horas si la persona est¨¢ empadronada y si tiene pasaporte, aunque la ¨²ltima decisi¨®n corresponde a un m¨¦dico". El segundo truco es ir a la consulta del m¨¦dico de cabecera (en caso de que el enfermo tuviera uno antes de la retirada de la tarjeta) y esperar a que termine de trabajar. "A veces te atienden cuando ya no queda ning¨²n paciente". Y si todo lo dem¨¢s falla, se va a urgencias. "Por lo menos para intentar que un m¨¦dico llegue a verles porque generalmente ponen m¨¢s pegas los administrativos de las ventanillas que los propios doctores", afirma.
Jean perdi¨® el trabajo y, aunque sigue buscando, no le ayuda nada el no poder convalidar su t¨ªtulo universitario. Dej¨® de pagar el alquiler y desde septiembre vive con una familia que le ha cedido una habitaci¨®n de su casa de manera altruista. Pero no para. Hace cursos, juega al baloncesto siempre que puede, sigue buscando trabajo y sigue ejerciendo como voluntario tanto en M¨¦dicos del Mundo como en la Cruz Roja, donde es profesor de apoyo de ingl¨¦s y franc¨¦s de ni?os de 4 a 13 a?os. As¨ª seguir¨¢ hasta que su vida vuelva a dar un giro, aunque esta vez est¨¢ seguro de que ser¨¢ para mejor.
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