Atenas: entre la crisis y los dioses
Grecia lleva seis a?os de recesi¨®n. Su tasa de paro alcanza el 27,4%. Casi cuatro millones de personas viven en situaci¨®n de exclusi¨®n social o pobreza En la capital encontramos una ciudad avejentada, rebosante de basura y cubierta de humo Este es un laboratorio en el que se modela otro tipo de sociedad Una inmersi¨®n hasta este rinc¨®n del que Europa no puede prescindir
Una de las reglas fundamentales del buen periodista dice que, por tratarse de un recurso elemental y facil¨®n, nunca hay que entrevistar al taxista que te lleva del aeropuerto al hotel, pero como Vassilis, el hombre que conduce por la carretera rumbo a Atenas, es fil¨®sofo, considero que esa regla de oro no se aplica y le lanzo una nutrida bater¨ªa de preguntas. Antes de la crisis Vassilis era profesor en la universidad y ahora, para sobrevivir, no ha tenido m¨¢s remedio que ponerse detr¨¢s del volante. En el trayecto del aeropuerto a la ciudad me cuenta que, en los ¨²ltimos cinco a?os, el n¨²mero de taxis que hab¨ªa en Atenas se ha reducido a la mitad y que ¨¦l, con mucha frecuencia, da vueltas durante dos o tres horas antes de encontrar un pasajero. ¡°Los atenienses ya no viajan en taxi¡±, me dice, ¡°se ha convertido en un medio de transporte para turistas y para ricos¡±.
El taxi baja por una de las colinas que rodean Atenas y la ciudad empieza a brotar por todas partes, abigarrada, ca¨®tica, con un tr¨¢fico intenso y un humo espeso que me remite inmediatamente a la Ciudad de M¨¦xico. El humo ha ganado densidad durante el invierno porque el precio del gasoil, para echar a andar la calefacci¨®n, ha aumentado el 48% y la gente ha tenido que optar por calentar sus casas quemando madera en la chimenea, y esto produce una gruesa nube de esmog que, cuando no sopla el viento, se instala encima de la ciudad y multiplica por tres la concentraci¨®n en el aire de mon¨®xido de carbono y di¨®xido de azufre. Mientras el fil¨®sofo intenta una maniobra barroca para sacar el taxi del nudo de autom¨®viles en el que hemos quedado atrapados, le pregunto que cu¨¢l es su perspectiva de la aguda crisis griega. ¡°Vivimos como si estuvi¨¦ramos en guerra¡±, dice, dedic¨¢ndome una mirada filos¨®fica por el espejo retrovisor, en la que me apoyo para preguntarle que, dentro de esa guerra que ¨¦l vislumbra, ?qui¨¦n es el enemigo? ¡°Los bancos y los ricos¡±, responde inmediatamente, y en cuanto pregunto si ve alguna soluci¨®n, y sugiero que quiz¨¢ un Gobierno de izquierdas, encabezado por Alexis Tsipras, conseguir¨ªa un panorama social menos asfixiante, el fil¨®sofo remata: ¡°La ¨²nica salida posible es la revoluci¨®n¡±.
Grecia, que en enero asumi¨® la presidencia semestral de la Uni¨®n Europea, lleva seis a?os en recesi¨®n, tiene una tasa de paro del 27,4% y 3,8 millones de personas en situaci¨®n de pobreza o exclusi¨®n social. Ha recibido dos rescates, en 2010 y en 2012, la econom¨ªa se ha contra¨ªdo un 25% y, aunque el primer ministro, Antonis Samar¨¢s, y su Gobierno esperan un crecimiento de entre el 0,6% y el 1,5% durante 2014, se prev¨¦ que Grecia necesitar¨¢, a m¨¢s tardar en mayo, una nueva inyecci¨®n financiera. De los 11 millones de habitantes que tiene el pa¨ªs, m¨¢s de tres no tienen acceso a la sanidad p¨²blica y los que lo tienen se encuentran con hospitales colapsados, sin camas, ni m¨¦dicos, ni medicamentos suficientes. Debido a la escasez de jeringuillas, que los yonquis ahora tienen que reciclar, m¨¢s la falta de condones ha aumentado el ¨ªndice de infectados de VIH un 200% desde 2011, y adem¨¢s la malaria ha regresado a Grecia por primera vez en cuarenta a?os, porque el Gobierno no tiene recursos para erradicar al mosquito que la transmite. Entre 2007 y 2011 el n¨²mero de suicidios en Grecia se increment¨® el 45%.
El panorama es negro, espeso como la nube de esmog que cubre Atenas. Ante este paisaje apocal¨ªptico, entre los desastrosos datos econ¨®micos que dibujan la ruina del pa¨ªs, las declaraciones contradictorias de los pol¨ªticos y las notas period¨ªsticas sobre la crisis griega que aparecen cada d¨ªa en los peri¨®dicos de todo el mundo, es dif¨ªcil encontrar un hilo narrativo que nos permita vislumbrar la verdadera dimensi¨®n del caos, el tama?o real de la crisis. Un coro de voces y una colecci¨®n de im¨¢genes nos pueden dar una pista sobre lo que sucede en Atenas, y sobre lo que est¨¢ por venir, porque despu¨¦s de caminar durante una semana de arriba abajo por la ciudad, queda claro que el canon para medir a Grecia no puede ser exclusivamente el econ¨®mico, basta husmear por los barrios y los mercadillos de la periferia de Atenas para percibir que la crisis no va simplemente a remitir, sino que va a dar origen a una nueva forma de vida, donde las jerarqu¨ªas econ¨®micas, pol¨ªticas y sociales van a tener que reajustarse.
La gente ha dejado de protestar; cada quien busca una soluci¨®n personal a su crisis, dice un verdulero en su puesto del mercado
¡°La gente ha dejado de protestar, ha entendido que la fase de protesta colectiva est¨¢ agotada y ahora cada quien busca una soluci¨®n personal a su crisis¡±, dice Fedro, que tiene un puesto de verduras en un mercadillo de la periferia de la ciudad, y que, seg¨²n el d¨ªa, participa de la econom¨ªa alternativa que ha despertado con la crisis: el trueque, el pr¨¦stamo, el intercambio de mercanc¨ªas o de servicios. En los mercadillos de la ciudad se ven puestos con detergentes o jabones fabricados en un garaje, con naranjas y patatas cultivadas en el jard¨ªn, y unas mesas enormes llenas de esa mala yerba que en Espa?a se desecha y que en Grecia forma parte de la cocina tradicional. Se venden solo los productos de la temporada y se exhiben tal cual han salido de la tierra, hay pepinos torcidos, naranjas todav¨ªa pegadas a su rama, patatas contrahechas, una est¨¦tica, digamos, natural, que sumada al ciclo de las frutas y las verduras, que tambi¨¦n se observa en restaurantes y supermercados, nos pinta un pueblo muy apegado a los ciclos de la tierra, esos que quedaron representados y asentados en la mitolog¨ªa griega y que todav¨ªa marcan los h¨¢bitos de los atenienses y adem¨¢s, me parece, a la hora de una crisis brutal como la que vive el pa¨ªs, los ciclos de la tierra funcionan como base, como asidero, como principio de normalidad.
La crisis tambi¨¦n ha modificado los horarios de los mercadillos, seg¨²n Delia, que tiene un puesto de recipientes para curar aceitunas y garrafas de pl¨¢stico para almacenar el vino, la clientela asiste cada vez m¨¢s tarde, ¡°porque los precios de los productos van disminuyendo conforme se acerca la hora de cerrar¡±.
Basta caminar unas horas por Atenas, oler las especias, o¨ªr la m¨²sica y los gritos de los comerciantes del zoco, ver los rostros y la manera de conducirse de la gente, para darse cuenta de que la cuna de Occidente est¨¢, en realidad, en Oriente.
En los restaurantes y en los bares de Atenas todav¨ªa se fuma, la p¨¦sima cobertura de la red de telefon¨ªa m¨®vil, que hace que los comensales se desentiendan del tel¨¦fono, propicia conversaciones en las mesas, que siempre son a gritos y generalmente de pol¨ªtica. A bordo de los autom¨®viles el uso del cintur¨®n de seguridad es optativo y en las avenidas los pasos de cebra son meras sugerencias.
La cultura que define a Europa proviene de Grecia, de ah¨ª viene la ciencia, la filosof¨ªa, las matem¨¢ticas, y no ser¨ªa raro que al final de esta crisis descubramos que en Grecia, que hoy es un laboratorio en donde se modela otro tipo de sociedad, se han redefinido los par¨¢metros del continente, y que en el origen del nombre, en ese episodio en el que Europa, una mujer fenicia que es raptada por un toro blanco, que es Zeus, estaba ya esta cifra del futuro: Europa pendiente de Grecia se encuentra, de cierta forma, nuevamente secuestrada por el toro blanco.
En los bares de Atenas a¨²n se fuma, la p¨¦sima cobertura m¨®vil propicia conversaciones, casi siempre a gritos y sobre pol¨ªtica
Basta caminar unos d¨ªas por Atenas para darse cuenta de que medir a Grecia exclusivamente con el canon econ¨®mico es una insensatez y una canallada, se trata de una sociedad llena de valores solares y de esas estrategias para disfrutar de la vida que al final tanto envidian los europeos del norte. ?Est¨¢ Grecia al borde del colapso? ?Ser¨¢ un Estado fallido?, ya se ver¨¢, pero lo que es cierto es que se trata de un pa¨ªs del que Europa no puede prescindir.
Como primera medida, propongo a Jordi Soc¨ªas, el fot¨®grafo que me acompa?a en las caminatas por Atenas, que evitemos el Parten¨®n, los Propileos, el Teatro de Dionisos, y nos concentr¨¦monos en las peque?as historias, en buscar ese sutil hilo narrativo que nos vaya pintando un panorama de la crisis. Babis, un profesor de Ciencias Pol¨ªticas que hace fotos en bodas y bautizos para sobrevivir, dice que frente a la crisis su objetivo es ¡°intentar mantener la calidad en ciertos aspectos de la vida¡± y cree que la situaci¨®n poco a poco tendr¨¢ que mejorar. Cuando le pregunto si cree que un cambio de Gobierno, pensando otra vez en el izquierdista Alexis Tsipras, mejorar¨ªa las cosas, responde: ¡°Tsipras est¨¢ bien, pero no puede solo, necesitar¨ªa el apoyo de todos los partidos europeos de izquierdas¡±.
En Psiri, un barrio en donde abundan los comerciantes, llamados por la melod¨ªa de un acordeonista melanc¨®lico, bajamos hasta una taberna de obreros, bur¨®cratas de corbata, vecinos del barrio, un agujero lleno de humo y toneles de vino, con luz precaria y lepra en las paredes. D¨¢nae, que hace dos a?os trabajaba en una empresa farmac¨¦utica y desde entonces se encuentra en el paro, nos cuenta que su hija estudi¨® en Barcelona y que ahora ha encontrado un empleo en Londres, ¡°porque aqu¨ª no hay manera de ganarse la vida¡±, dice. Pedimos lo que hay, vino, sardinas, garbanzos, unas yerbas exquisitas que bien podr¨ªan ser cardos, y mientras comemos descubrimos en una de las mesas del fondo a Yorgos Kaminis, el alcalde de Atenas. Cinco minutos m¨¢s tarde me acerco a hablar con ¨¦l, le explico en ingl¨¦s de d¨®nde vengo y qu¨¦ estoy haciendo en Atenas, y ¨¦l responde en un espa?ol impecable que Espa?a es un pa¨ªs fundamental para ¨¦l porque estudi¨® en Madrid.
Kaminis naci¨® en Nueva York y fue el Defensor del Pueblo en Atenas antes de presentarse como independiente a la alcald¨ªa, respaldado por partidos de izquierda como Pasok o Izquierda Democr¨¢tica. Hace un a?o fue noticia porque se enfrent¨® al partido de extrema derecha Amanecer Dorado; el diputado, y bajista de un conocido grupo de black metal, Yorgos Germenis, pretend¨ªa repartir comida para celebrar el Jueves Santo ortodoxo en la plaza del Sintagma, el epicentro de la vida pol¨ªtica de Atenas; el reparto ten¨ªa la particularidad de que era exclusivamente para griegos que pudieran comprobar su nacionalidad con un carn¨¦, y el alcalde, fundamentado en que no hab¨ªan solicitado autorizaci¨®n para realizarlo, lo impidi¨®.
Amanecer Dorado tiene su cuartel general en un edificio situado en una importante avenida, que tiene una escalofriante fachada cubierta de consignas y parafernalia nazi. ¡°Cuesta trabajo digerir que ese edificio est¨¦ en una capital europea, en la cuna de Europa¡±, le digo al alcalde al d¨ªa siguiente, en su oficina, y Kaminis explica que es un partido que cuenta con 18 diputados en el Parlamento, y que incluso un n¨²mero significativo de polic¨ªas vota por ellos. El factor que ha disparado la popularidad de la extrema derecha es la larga crisis que arrastra Grecia, que por otra parte tambi¨¦n ha dejado a la intemperie un mont¨®n de casos de corrupci¨®n gubernamental, a varios niveles y en distintos ministerios, y de paso ha evidenciado las costumbres y los usos griegos a la hora de comparar las horas que se invierten en el trabajo y los resultados que ese tiempo produce.
Cosco, una compa?¨ªa naviera que pertenece al Gobierno de China, alquil¨® la mitad del puerto de Atenas y en muy poco tiempo la ha hecho mucho m¨¢s productiva que la otra mitad que sigue en manos de una empresa griega, y que deja menos ganancias y ofrece menos puestos de trabajo. La compa?¨ªa china pretende expandirse dentro del puerto y, a la vista de los resultados, no es dif¨ªcil que en el futuro esa puerta crucial de entrada a Europa est¨¦ controlada por los chinos. Le pregunto al alcalde sobre esto, y le hago ver que en ese momento, en el sal¨®n que est¨¢ al lado de su oficina, tiene lugar una reuni¨®n entre un grupo de chinos y media docena de funcionarios del Ayuntamiento. ¡°Quiz¨¢ vienen a alquilar la Acr¨®polis¡±, le digo, y ¨¦l puntualiza que Pireo, la ciudad donde est¨¢ el puerto de Atenas, no pertenece a su alcald¨ªa, pero que, en todo caso, ¡°no hay ninguna raz¨®n para impedir la mundializaci¨®n¡±, y cuando le pregunto sobre el malestar de la gente, sobre la forma en que ha golpeado la crisis a las familias de Atenas, dice que se trata de ¡°un pueblo con mucho valor al que los pol¨ªticos han decepcionado¡±.
Los a?os de crisis han dejado en Atenas un velo, un look, un fantasma de decadencia, no es una ciudad ruinosa sino descuidada, con la basura desbordando de los contenedores y una cantidad salvaje de grafitis; est¨¢ mal iluminada y a los edificios y al mobiliario urbano hace a?os que les hace falta una intervenci¨®n. En la zona de Exarchia, el barrio de los anarquistas, hay un despliegue policial que parece desmesurado, la vida bulle por las calles de este barrio lleno de bares, restaurantes y peque?os negocios de una manera inexplicable si se contrasta su alegr¨ªa con los deprimentes datos econ¨®micos que asfixian el pa¨ªs y, sobre todo, en ning¨²n momento se tiene la sensaci¨®n de peligro o de inseguridad, la gente pasea por la calle y vive la vida con gran desenfado, lo mismo que en la mayor¨ªa de los barrios que visitamos. Por ejemplo, en el mercado central de Atenas hay un sitio que se llama Stoa Athanaton (la arcada de los inmortales), un aut¨¦ntico templo de la m¨²sica griega al que los atenienses acuden, a partir del mediod¨ªa y hasta altas horas de la noche, a bailar con grupos que tocan una contagiosa m¨²sica reb¨¦tica, que es el tango o el blues de las zonas marginales de la ciudad.
Este es un pueblo con mucho valor al que los pol¨ªticos han decepcionado, seg¨²n Yorgos Kaminis, alcalde de la capital de Grecia
En el barrio anarquista pregunto al due?o de una tienda de bolsos, angustiosamente vac¨ªa, que c¨®mo hace para sortear la crisis, y ¨¦l responde: ¡°No la sorteo, mantenemos la tienda con el sueldo de mi mujer, con la ilusi¨®n de tener algo cuando mejore la situaci¨®n¡±. La polic¨ªa es un cuerpo amenazante y omnipresente, una legi¨®n de individuos armados hasta los dientes, que se esparce por toda la ciudad, con ¨¦nfasis en este barrio, en donde tienen aparcado un siniestro autob¨²s gris que les sirve de cuartel m¨®vil. Ah¨ª, al lado del autob¨²s siniestro, mientras el Olympiacos se jugaba la clasificaci¨®n en la Champions contra el Manchester United, en uno de esos bares en donde los atenienses le dan la espalda a la crisis, habl¨¦ con Petros Babasikas, un talentoso arquitecto, que sobrevive dando clases en una universidad que est¨¢ a dos horas de Atenas, y que pertenece a un colectivo de artistas, escritores, fot¨®grafos y arquitectos que se llama The Depression Era Project (el proyecto de la era de la depresi¨®n), y que trata de documentar la crisis, de narrarla desde diversos puntos de vista, casi siempre art¨ªsticos, con la idea central de que esta no va a acabarse sino que tendr¨¢n que acostumbrarse a vivir con ella. A los integrantes de este colectivo les queda claro que su pa¨ªs, y el mundo en general, ha cambiado, que nada volver¨¢ a ser lo que fue, y que es necesario aprender a vivir en esta nueva era. Est¨¢n convencidos de que ¡°la entrop¨ªa, el desastre, la incertidumbre y la insolvencia son tambi¨¦n estados mentales que nos conducen a una era en la que la noci¨®n de progreso, la idea de crecimiento y el reflejo de mirar hacia el futuro ya no son las formas dominantes ni de percibir ni de crear en el mundo¡±.
El arquitecto Petros mira Atenas como un palimpsesto, como una serie de capas superpuestas debajo de las cuales la ciudad guarda su identidad m¨²ltiple; ¡°est¨¢ a salvo y nadie lo sabe¡±. Y yo recuerdo esas l¨ªneas de Cavafis, que sit¨²an a Grecia m¨¢s all¨¢ de la crisis, m¨¢s all¨¢ de la troika y de la Uni¨®n Europea, m¨¢s all¨¢ del tiempo: ¡°El que hayamos despedazado sus estatuas, el que los hayamos arrojado de sus templos, no significa que hayan muerto los dioses¡±.
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