Enganchados al porno ¡®online¡¯
Nos adentramos en la vida extrema de los adictos al cibersexo Noches en vela navegando por chats er¨®ticos. Onanismo fuera de control ante la pantalla. Una doble identidad al margen de la pareja, la familia y el trabajo Esta realidad paralela crece al calor de las nuevas tecnolog¨ªas y afecta por igual a mujeres y a hombres. Al otro lado, una industria de contenidos sufre los estragos de la crisis econ¨®mica
EL ARDOR
A media tarde de un lluvioso jueves de primavera, Montse desliza el dedo ¨ªndice por la pantalla de su tableta electr¨®nica para desbloquearla y muestra uno de sus ¨²ltimos rastreos por Internet. Sentada sobre un coj¨ªn del sal¨®n de su peque?o piso alquilado en Barcelona, pincha en un portal gratuito de v¨ªdeos pornogr¨¢ficos y aparece un mosaico repleto de im¨¢genes divididas por categor¨ªas. Montse aparta la vista de la pantalla con un leve rubor y se?ala entre las carnales opciones que iluminan el artefacto dos de los variados g¨¦neros en liza: amateur y group sex.
¡°Los amateur me parecen m¨¢s naturales. Me gusta ver la cara de alguien que no act¨²a. Por otra parte, en las escenas de sexo en grupo siempre hay alguien que propone algo novedoso. He llegado a quedarme un s¨¢bado entero aqu¨ª encerrada, viendo esto todo el tiempo y masturb¨¢ndome hasta 18 o 20 veces. Te tienes que cambiar cuatro o cinco veces las bragas. Entonces caigo en la cuenta de que estoy fuera de control y me doy una ducha. ?Qui¨¦n deja de salir un s¨¢bado con los amigos, o a ligar, para quedarse viendo porno en casa? Entre semana es distinto. Me centro cuando estoy trabajando. Por la noche, ya en casa, miro v¨ªdeos del port¨¢til en mi habitaci¨®n antes de dormir. Si encuentro lo que me deja a gusto, me quedo tranquila y me duermo. Buscarlo es un chute de adrenalina. Da morbo que se trate de algo secreto. Nadie m¨¢s sabe que hago esto. Ni mi compa?ero de piso. Aunque creo que sospecha algo. Bueno, hace 15 d¨ªas cont¨¦ todo lo que me pasa en la terapia de grupo a la que voy cada semana¡±.
He llegado a pasarme un s¨¢bado entero encerrada en casa, viendo porno y masturb¨¢ndome hasta 20 veces"
Montse es guapa y delgada, tiene 33 a?os y ejerce como m¨¦dico en un hospital barcelon¨¦s. Esta tarde en la que cae barro a plomo sobre Barcelona, fruto de una tormenta de origen sahariano, viste pantalones vaqueros y una blusa clara con estampado de flores. Aqu¨ª dentro, en este sal¨®n con paredes forradas de repisas vac¨ªas y una enorme televisi¨®n de plasma que casi siempre permanece apagada, Montse habla sin tapujos. Fuma tabaco suave y encadena con precisi¨®n pasajes de su biograf¨ªa. El sexo no fue objeto de conversaci¨®n frecuente con sus padres ni con sus dos hermanos mayores. Hija de un ingeniero y de una profesora de ingl¨¦s y secretaria, descubri¨® el placer sexual a los 13 a?os. Vivi¨® una adolescencia normal y una etapa universitaria que se trunc¨® cuando un novio suyo tuvo un accidente de tr¨¢fico, permaneci¨® en estado vegetal y muri¨® a?os despu¨¦s.
Ella hab¨ªa sufrido alg¨²n trastorno anterior y a partir de entonces empez¨® a padecer ataques de p¨¢nico. Y alg¨²n arrebato suicida. Se acostumbr¨® a los orfidales y a los antidepresivos. Y a mezclarlos con alcohol. Le descubrieron epilepsia del l¨®bulo temporal. Con el tratamiento, su vida mejor¨®. Y se instal¨® en Barcelona. Al principio comparti¨® piso con dos chicas y un chico. Empez¨® a salir por la noche cada vez con m¨¢s frecuencia. El alcohol mezclado con la medicaci¨®n para la epilepsia le hac¨ªa perder el control. Cambi¨® de piso y de amistades. Conoci¨® a un compa?ero de trabajo aficionado a la fiesta y volvi¨® a las andadas nocturnas. Se convirti¨® en consumidora habitual de cristal y coca¨ªna. Y llev¨® una vida m¨¢s que promiscua. Primero, los fines de semana. Poco a poco, tambi¨¦n con m¨¢s frecuencia al salir del trabajo. Una noche cumpli¨® su fantas¨ªa: acostarse con dos militares a los que conoci¨® en un after. Altern¨® incontables escarceos con novios m¨¢s o menos formales y alg¨²n amigo especial que, seg¨²n ella, aguantaba su ritmo en la cama. ¡°?l y yo ¨¦ramos capaces de encerrarnos aqu¨ª en casa y solo dejar de follar para comer algo. Con el tiempo, mi consumo de alcohol y droga fue en aumento. Perd¨ªa el control y me tiraba al primero que encontraba por la noche. Tambi¨¦n empec¨¦ a entrar en chats para conocer gente con la que liarme. Y a ver p¨¢ginas porno para masturbarme compulsivamente. Hace un a?o y medio entr¨¦ en terapia para quitarme de las anfetas que sol¨ªa tomar para aguantar las guardias en el hospital. Y acab¨¦ en la consulta del doctor Navarro Sanchis¡±.
El psiquiatra Jos¨¦ Antonio Navarro Sanchis tiene 47 a?os y coordina el programa de disfunciones sexuales del hospital universitario Vall d¡¯Hebron de Barcelona. Montse es una de los casi treinta pacientes con problemas de este tipo a los que atiende mensualmente en este centro p¨²blico. En su consulta privada tambi¨¦n recibe a adictos de diversa ¨ªndole. Un 10%, con trastorno de hipersexualidad. Enganchados al sexo. Y al cibersexo. ¡°Muchos presentan tambi¨¦n problemas de consumo de otros t¨®xicos asociados como coca¨ªna y alcohol, y vienen derivados de dispositivos que atienden ese tipo de patolog¨ªas. No es tan frecuente sin una combinaci¨®n de consumo compulsivo de coca o de alcohol. Y la adicci¨®n al sexo online podr¨ªa considerarse una derivaci¨®n de la adicci¨®n al sexo f¨ªsico, como le ocurre a Montse. El porno deja de ser un entretenimiento cuando la mayor parte del tiempo se destina a visualizarlo. A nivel cerebral se activan sistemas de recompensa que producen la sensaci¨®n de placer que buscan los pacientes. Cuando genera problemas a nivel social, laboral y familiar, estamos ante un caso de enganche que precisa la ayuda de profesionales¡±.
Hace dos a?os, USP Dexeus alertaba en un estudio liderado por el especialista Josep Maria Farr¨¦ sobre el aumento de adictos al sexo debido al cibersexo que afecta por igual a hombres y a mujeres, trasladando del 6% al 8% de la poblaci¨®n el baremo de personas que padecen hipersexualidad. En el apartado ¡®Psicopatolog¨ªa de la sexualidad e Internet¡¯ del libro Sexualidad y salud mental, coordinado por el doctor ?ngel Luis Montejo, director cient¨ªfico de la Asociaci¨®n Espa?ola de Sexualidad y Salud Mental, el pamplon¨¦s Javier Aztarain menciona que un 20% de los adictos a Internet lo est¨¢n en relaci¨®n con el sexo. ¡°Los hombres tienen una orientaci¨®n mayoritaria hacia la pornograf¨ªa, y las mujeres, hacia los chats de contenido er¨®tico¡±.
No buscan amor por la Red. Ni una pareja estable. Es cibersexo puro. Y duro. Sin proleg¨®menos ni flirteos. Bajo el caparaz¨®n del anonimato en muchos casos. Los intercambios por chat abren la puerta a aventuras que pueden no equipararse a la infidelidad f¨ªsica. Una actividad ¡°accesible, an¨®nima y asequible¡±, como escribe el catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco Enrique Echebur¨²a en un art¨ªculo de la revista Adicciones titulado ¡®?Existe realmente la adicci¨®n al sexo?¡¯. Internet tambi¨¦n ha dado paso en la era del porno 2.0 a modalidades peligrosas a trav¨¦s del tel¨¦fono m¨®vil. Del sexting, en el que se intercambian experiencias de contenido er¨®tico por Internet como la que dio fama a la exconcejal de Los Y¨¦benes (Toledo) Olvido Hormigos, a la sextorsion, con ataques personales, y el grooming o acoso a menores. Un informe del Instituto Nacional de Tecnolog¨ªas de la Comunicaci¨®n (Inteco) advert¨ªa en 2011 que un 1,5% de j¨®venes de 10 a 16 a?os env¨ªan mensajes de contenido er¨®tico, mientras que un 4,3% los reciben. Pero los protagonistas de este reportaje no se mueven en el delictivo mundo de la pederastia ni el acoso cibern¨¦tico. Estas personas son adultas y simplemente buscan sexo adulto de manera compulsiva as¨ª en la Red como en la vida real. Hace mucho que pasaron del hobby a la obsesi¨®n.
FANTAS?AS DESBOCADAS
Ua tarde de este pasado invierno, Manu estaba practicando una felaci¨®n a otro hombre cuando este le pidi¨® su tel¨¦fono m¨®vil para tomar una foto de la escena. La mala suerte quiso que el dispositivo estuviera conectado en red a la misma tableta que en el momento de tomarse la instant¨¢nea manipulaba la esposa de Manu desde casa. Ella se encontr¨® de repente con aquella imagen de su marido practicando sexo con otro hombre. La mujer de Manu dej¨® pasar un tiempo prudencial antes de abordar el tema. Una noche, despu¨¦s de hacer el amor con ¨¦l, le pregunt¨® si hab¨ªa algo que ella no pod¨ªa darle. ?l dijo que no se trataba de eso. Ten¨ªa un problema desde hac¨ªa mucho tiempo. M¨¢s de veinte a?os.
Manu es un exitoso directivo madrile?o de 46 a?os. Ha ejercido como abogado para grandes empresas nacionales y multinacionales. Sus compa?eros de trabajo siempre le han visto como a un l¨ªder. Llega a nuestra cita en un bar de la capital conduciendo su flamante Harley-Davidson. Viste camisa a rayas de Ralph Lauren, lustrosos zapatos marrones y pantalones marr¨®n claro de micropana. Luce alianza en la mano derecha, testigo de su segundo matrimonio. Tiene ganas de hablar. De que se conozca su caso por si puede ayudar a otras personas que est¨¦n en su misma situaci¨®n y no sepan d¨®nde acudir. Su relaci¨®n con el sexo empez¨® a complicarse en la adolescencia. Se acostumbr¨® a repetir con sus novias un comportamiento promiscuo que sigui¨® desarroll¨¢ndose el resto de su vida. El esquema era sencillo: sal¨ªa con una chica y al poco tiempo la compaginaba con una amante simult¨¢nea; una vez que la segunda chica entraba en juego, se lanzaba a buscar sexo furtivo en lugares p¨²blicos. Tanto con mujeres ¨Clas m¨¢s de las veces¨C como con hombres. Era la ¨¦poca pre-Internet. Todo se reduc¨ªa a la caza f¨ªsica.
Mi problema puede estar en que lo que me apetece sexualmente no me atrevo a dec¨ªrselo a mi pareja"
Se licenci¨® en Derecho a principios de los noventa y comenz¨® a trabajar para un bufete de abogados. En aquel empleo conoci¨® a una mujer con la que se cas¨® tres a?os m¨¢s tarde. Tuvieron un hijo. ?l mantuvo encuentros extramaritales de manera espor¨¢dica durante aquel primer matrimonio. Hasta que fue a un prost¨ªbulo por primera vez. ¡°Mi problema puede estar en que lo que me apetece sexualmente nunca me atrevo a dec¨ªrselo a mi pareja¡±.
Desde aquella primera visita a un lupanar, Manu tambi¨¦n frecuent¨® las secciones de contactos de los peri¨®dicos. Una segunda mujer apareci¨® en su vida. ¡°Era sexualmente lo opuesto a mi primera esposa. M¨¢s espiritual, m¨¢s conectada¡±. Y mientras arrancaba un proceso de divorcio, apareci¨® una tercera mujer en el trabajo. Como director de recursos humanos, manten¨ªa una trayectoria pr¨®spera. Y un magn¨ªfico sueldo que nunca se ha resentido desde que tambi¨¦n se lanz¨® a buscar sus fantas¨ªas sexuales por Internet. Entr¨® de lleno en el cibersexo. Anuncios de pornograf¨ªa por la Red. V¨ªdeos de alto voltaje. Y sobre todo, chats calientes de rastreadores, como ¨¦l, de encuentros. Siempre gratis. El enganche fue en aumento.
¡°Si hac¨ªa 100 b¨²squedas al d¨ªa, encontraba 50 personas con las que pod¨ªa mantener conversaciones sobre sexo en vivo. No lo hac¨ªa para masturbarme. Se trataba de hablar con otros sobre mis fantas¨ªas. Cuanto m¨¢s expl¨ªcitas, mejor. Eso es lo que me pon¨ªa a cien. Llegado el caso, acababa encontrando a una persona con la que poner en pr¨¢ctica todo aquello en su casa. Mujeres, hombres, transexuales y bisexuales. A veces, tambi¨¦n un poco de sado-?light. M¨¢s de un 90% de aquellas conversaciones no iban a m¨¢s. Lo que me enganchaba era preparar esas fantas¨ªas. Y retroalimentarlas. Es la b¨²squeda la que me proporciona placer. Me hace sentirme vivo mentalmente. Feliz, durante un tiempo. Un d¨ªa normal me levantaba y en el atasco, de camino al trabajo, iba cavilando una fantas¨ªa. Despu¨¦s curraba a saco, de manera efectiva, y en el receso para comer trasteaba con el m¨®vil. Ya en casa, al terminar la jornada, daba rienda suelta a los chats. Sobre todo cuando estaba solo. En la Red hay infinidad de portales de enlaces a pornograf¨ªa real. Dos follan y lo cuelgan. A todo esto, en 2002 conoc¨ª a otra mujer que me present¨® un amigo. Me enamor¨¦. Y me cas¨¦ con ella. Hoy es mi esposa. Es la mujer de mi vida¡±.
No es vida estar siempre buscando algo distinto de lo que tienes. Vislumbr¨¦ que hab¨ªa tocado fondo"
En alg¨²n momento de este nuevo matrimonio apareci¨® otra mujer. Y al volver a compaginar ambas relaciones, volvi¨® a intensificarse esa b¨²squeda de fantas¨ªas que a veces se convert¨ªan en realidad. Todo desde su propio ordenador. De media, dos horas diarias. En los viajes de trabajo todo se disparaba. Pero era capaz de mantener la cabeza fr¨ªa en el despacho y una imagen ejemplar ante su familia. Tuvo una hija con su segunda esposa. Y empez¨® poco a poco a darse cuenta de que aquel frenes¨ª cibersexual le estaba pasando factura ps¨ªquica. ¡°Estaba m¨¢s tiempo fantaseando un encuentro con otro t¨ªo o con otra mujer que planificando las vacaciones con mi familia. No es vida estar siempre buscando algo distinto de lo que tienes. Empec¨¦ a vislumbrar hace tiempo que hab¨ªa tocado fondo. Entonces fue cuando mi mujer encontr¨® aquella foto en la que yo hac¨ªa una felaci¨®n a otro hombre. Y me dijo: ¡®?Hay algo que yo no puedo darte?¡¯. Ha sido la pregunta que m¨¢s me ha ayudado en mi vida. Me puse a buscar ayuda. Pero es m¨¢s f¨¢cil encontrar asesoramiento especializado contra la eyaculaci¨®n precoz que sobre este tipo de cuestiones relacionadas con la sexualidad. Le¨ª algunas entrevistas con el doctor Chiclana y le llam¨¦ para pedir cita. Llevo 30 a?os con esto. Y acabo de ir por primera vez a la consulta de un especialista. Juntos buscamos el candado que hace saltar mi impulso. A¨²n me llegan mensajes al m¨®vil del tipo: ¡®?Cu¨¢ndo nos vemos?¡±.
¨C?Qu¨¦ hac¨ªa justo despu¨¦s de poner en pr¨¢ctica sus fantas¨ªas con aquellas personas?
¨CDespedirme. Cuando buscas sexo, no buscas sentimientos. Ni yo iba buscando ser el coach de nadie. Adem¨¢s, al terminar me sent¨ªa mal. Y sol¨ªa decir: ¡°Bueno, me marcho. Si no te importa, ma?ana tengo que madrugar¡±.
EL DILEMA
El doctor Chiclana al que acude Manu es especialista en psiquiatr¨ªa, profesor de Psicopatolog¨ªa en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid y autor de Atrapados en el sexo (Almuzara). Entre los s¨ªntomas de esta adicci¨®n online, Chiclana apunta, como le ocurr¨ªa a Manu, llegar a preferir obtener el placer a trav¨¦s de Internet antes que con la propia pareja. ¡°Para algunos autores como el doctor Carnes¡±, prosigue el doctor Chiclana, ¡°Intersex o la adicci¨®n al sexo en la Red constituye un subtipo de adicci¨®n al sexo y para otros ser¨ªa un subtipo de adicci¨®n a Internet¡±. En todo caso hay mantenimiento de la conducta a pesar de desencadenar consecuencias adversas y obsesi¨®n con la actividad. ¡°Entre los rasgos comunes de mis pacientes adictos al cibersexo hay miedo a la intimidad con otros, dificultades afectivas y una pobre formaci¨®n de la sexualidad. La terapia con ellos es multidimensional. Se trabaja la regulaci¨®n emocional, la intimidad, la identidad, y se elaboran planes conductuales para poder dirigir de forma sana el uso del ordenador¡±.
El doctor Chiclana prefiere hablar de hipersexualidad,¡°porque puede ser por adicci¨®n, por impulsividad, por compulsividad o por un h¨¢bito aprendido sin que haya una patolog¨ªa subyacente¡±. Un asunto, el de su etiqueta como enfermedad, envuelto en pol¨¦mica cient¨ªfica. Muchos expertos como Carlos Chiclana ven¨ªan reclamando desde hace a?os la inclusi¨®n del trastorno hipersexualen el estadounidense Manual diagn¨®stico y estad¨ªstico de los trastornos mentales (DSM, en sus siglas en ingl¨¦s), la biblia de los psiquiatras. Estos especialistas confiaban en su aparici¨®n en la edici¨®n del DSM-V presentada hace un a?o. Pero no fue as¨ª.
¡°En este terreno estamos envueltos en la pol¨¦mica¡±, argumenta en su consulta de Barcelona el doctor Navarro, encargado del seguimiento del caso de Montse. ¡°El DSM-V ha descartado la adicci¨®n al sexo bas¨¢ndose en que no es posible definir qu¨¦ constituye exactamente una actividad normal sexualmente hablando. Al no poder definir qu¨¦ es una sexualidad normal, tampoco ha resultado posible de momento definir lo extraordinario y, por extensi¨®n, incluir el trastorno de hipersexualidaden el manual psiqui¨¢trico de referencia. As¨ª que, te¨®ricamente, no existe. En el equivalente europeo, el ICD-10, s¨ª habla de impulso sexual excesivo. Desde luego que otros muchos especialistas y yo hemos tratado a personas con este problema. Y no olvidemos que existe hasta una revista cient¨ªfica especializada: Sexual Addiction and Compulsivity. En lo referente al cibersexo, podr¨ªamos hablar de varios grados: leve, moderado o grave, en funci¨®n de c¨®mo esta realidad afecte a la vida de esa persona¡±.
Fue en 2000 cuando el doctor Al Cooper, de la Universidad estadounidense de Stanford, estableci¨® las variantes del uso internauta con fines sexuales y el grado de dependencia seg¨²n su frecuencia de empleo. En su afamado estudio Cybersex: the dark side of the force (Cibersexo: el lado oscuro de la fuerza), basado en un muestreo de 9.000 personas, casi la mitad pasaba menos de una hora desarrollando actividades sexuales online, un 8,3% constitu¨ªa casos de riesgo y solo un 1% lo viv¨ªa como una adicci¨®n. Y con ese mismo t¨¦rmino, ¡°adicci¨®n¡±, cataloga el catedr¨¢tico de Psicobiolog¨ªa de la UNED Emilio Ambrosio a los enganchados al cibersexo. Como prueba ilustra el art¨ªculo cient¨ªfico Prelude to passion: Limbic activation by unseen drug and sexual cues, publicado en 2008 por el departamento de psiquiatr¨ªa de la Universidad de Pensilvania y en el que se argumenta que tanto la coca¨ªna como las se?ales sexuales activan el sistema de recompensa cerebral.
Hemos visto a famosos sexoadictos confesos como el golfista Tiger Woods y el actor Michael Douglas. Hemos vivido c¨®mo el cine se ha hecho eco de esta realidad en obras recientes como Shame y Nimphomaniac. Y el a?o pasado, Joseph Gordon-Levitt abordaba estrictamente el fen¨®meno del enganche al sexo online en Don Jon. ¡°La adicci¨®n al cibersexo es un fen¨®meno m¨¢s novedoso que la adicci¨®n al sexo sin m¨¢s¡±, dice Francisco Cabello, director del Instituto Andaluz de Sexolog¨ªa y Psicolog¨ªa. ¡°Sobre esta ¨²ltima hay controversia cient¨ªfica. Puedo aceptar la discrepancia. Cuando un paciente me dice que es adicto al sexo, le pregunto: ¡®?Cu¨¢nta coca tomas?¡¯. Y casi nunca me equivoco. Pero sobre el enganche online no tengo dudas de que es una adicci¨®n en s¨ª misma. A mi consulta vienen personas que solo est¨¢n obsesionadas con eso. Y, por mi experiencia, hay m¨¢s mujeres en los chats er¨®ticos que hombres. Por otro lado, la pornograf¨ªa se est¨¢ convirtiendo en el ¨²nico modelo educativo sexual de los ni?os. La posibilidad de acceso por parte de menores sin contrastar una actitud cr¨ªtica me parece arriesgada. El gran problema es que no hay verdadera educaci¨®n sexual en la escuela¡±.
PANTALLAS CALIENTES
El ordenador de un enganchado al porno rezuma sexo. Y no es una met¨¢fora. Lo asegura Andy, de 54 a?os, que brinda su testimonio a cambio de no decir su verdadero nombre. Todos los dispositivos conectados a Internet que Andy ha tenido, desde el ordenador del trabajo hasta el de casa, la tableta y el m¨®vil, han llegado a rebosar este tipo de im¨¢genes. ¡°Cuando est¨¢s tan metido en tu ordenador, todo eso llega a ir por libre. Buscas por la Red cualquier cosa para documentarte en el trabajo, cualquier cartelera para comprar entradas de cine, y aparecen los cookies, los avisos de chat, las t¨ªas buenas llamando tu atenci¨®n. Cuando eres un adicto y ves todo eso, resulta imposible no entrar a ver porno¡±.
Tu ordenador llega a ir por libre. Buscas cualquier cosa por Internet y salen solos los avisos de t¨ªas buenas"
Andy tiene una mirada insondable de color marr¨®n claro que parece sumergida en una ansiedad imposible de controlar. Toma un caf¨¦ con leche y dos cruasanes a media ma?ana mientras desgrana su vida. Tuvo una infancia id¨ªlica en Barcelona. Segundo de los cinco hijos de un pr¨®spero empresario y un ama de casa, se crio en un ambiente de clase media-alta. Profundamente t¨ªmido y acostumbrado a so?ar despierto, desconectaba f¨¢cilmente de la realidad. Su primer amor fue una compa?era de instituto, su novia de los 15 a los 18. ¡°Una chica espectacular. Tuvimos todo tipo de relaciones sexuales, salvo la penetraci¨®n. Su car¨¢cter me volv¨ªa loco. Y me di cuenta a los 18 de que no me iba a casar con ella ni iba a ser la madre de mis hijos. Una tarde, que yo iba dispuesto a dejarla, ella empez¨® a besarme y me agarr¨® el paquete. Pero yo no estaba excitado. No empalm¨¦. Acababa de convertirme en mayor de edad y pens¨¦ que me hab¨ªa vuelto impotente. No permit¨ª que volviera a tocarme. Ella tampoco se atrev¨ªa a preguntarme al respecto. Y me dej¨® por otro. Unos meses despu¨¦s empec¨¦ a salir con otra chica. Tampoco se me subi¨®. Me dirig¨ª a Dios y le dije: ¡®Al parecer, hasta aqu¨ª he llegado¡¯. Me di por jodido¡±.
Andy atribuye todo lo que le ha pasado a una ignorancia supina en la materia. En el colegio apenas le hablaron de sexualidad, m¨¢s all¨¢ del uso de anticonceptivos. Tampoco se atrevi¨® nunca a contar sus inquietudes a los amigos. Ni a sus novias. Ni a un hermano. Ni a nadie de su familia. ¡°No he hablado de esto con nadie en mi vida; el sexo es un tema muy importante que, en cambio, ha sido siempre visto socialmente como algo sucio¡±, reflexiona hoy. ¡°Yo empec¨¦ a tener una especie de bloqueo con las chicas, pero cuando ve¨ªa una revista porno s¨ª me excitaba. Me pas¨¦ de los 18 a los 32 pensando que a la hora de la verdad era impotente. Tras ingresar en la universidad, los estudios se convirtieron en la prioridad. Pens¨¦ que si no pod¨ªa andar con mujeres, lo mejor que pod¨ªa hacer tras licenciarme como ingeniero era meterme en el seminario¡±.
Permaneci¨® all¨ª 10 a?os. Hizo voto de castidad. Cuando miraba a las mujeres por la calle pensaba que no serv¨ªa para estar solo, a pesar de creer que no pod¨ªa practicar sexo con ellas. Entr¨® en depresi¨®n al darse cuenta de que tampoco serv¨ªa para ser sacerdote. Por entonces conoci¨® a una chica. Fue amor a primera vista. ?l era un joven alto y apuesto a punto de ordenarse sacerdote que viv¨ªa interno en el seminario. Traicion¨® el voto de castidad al declararse ante ella. Pero la chica le rechaz¨® y volvi¨® a entrar en escena la depresi¨®n. Habl¨® con un psiquiatra, que le recomend¨® salir de aquel lugar cuanto antes. ¡°Vio en m¨ª un car¨¢cter obsesivo, que cuando est¨¢ sometido a reglas genera ansiedad. Estando todav¨ªa interno, decid¨ª que ten¨ªa que resolver la inc¨®gnita. Y me fui de putas. Result¨® breve y decepcionante. Al poco tiempo volv¨ª con otra chica, y ah¨ª s¨ª que funcion¨¦. A mediados de 1993 me invitaron a marcharme del seminario¡±.
Regres¨® a casa de sus padres en la treintena. Y busc¨® novia. ¡°Pero me hab¨ªa vinculado al sexo de pago. Empez¨® a haber ¨¦pocas en las que iba cuatro horas por la ma?ana y otras cuatro por la tarde. Como una jornada laboral. Me convert¨ª en un depredador. Acumul¨¦ deudas de varios millones de pesetas. Iba encadenando pr¨¦stamos de medio mill¨®n cada uno. En las ¨¦pocas duras me pul¨ªa las 500.000 en dos d¨ªas. Pagaba intereses con nuevos pr¨¦stamos. Una de aquellas mujeres a las que visitaba, no especialmente guapa, pero s¨ª encantadora, se convirti¨® en mi esposa. Y en la madre de mis hijos. Pens¨¦ que al casarme dejar¨ªa de estar tan obsesionado con el sexo. No fue as¨ª¡±.
Encaden¨® empleos en empresas en las que acababa de irrumpir Internet como nueva herramienta de trabajo. Y a trav¨¦s de la Red se entreg¨® al consumo de pornograf¨ªa de manera compulsiva. Al principio pasaba ratos contemplando fotos. Pero su enganche al sexo era integral y aquellos est¨ªmulos propulsaban su fogosidad. ¡°Siempre he tenido despacho en todas las empresas en las que he trabajado. Pero me met¨ªa en l¨ªos. Acostumbraba a tener varias p¨¢ginas abiertas al mismo tiempo e iba pasando de una a otra. Mi ordenador del trabajo estaba a rebosar de porno. Siempre en secciones gratuitas. Si ve¨ªa una foto que me pon¨ªa cachondo, la imprim¨ªa y me iba al ba?o a casc¨¢rmela. Pero donde disfruta el adicto es en la preparaci¨®n, en la b¨²squeda. Por eso est¨¢s permanentemente visitando esas p¨¢ginas. Y los chats er¨®ticos donde mantienes conversaciones sobre sexo. Si est¨¢s solo en casa, te la cascas. La vas cagando permanentemente. Una vez entr¨® una chica a mi despacho y no me dio tiempo a minimizar los pantallazos. Se qued¨® de piedra al ver lo que ten¨ªa abierto. Y aunque te sientes fatal, aunque sientes verg¨¹enza, es imposible dejarlo. No hace mucho me pill¨® mi hija trasteando con el m¨®vil y me dej¨® hecho polvo¡±.
La adicci¨®n al cibersexo se va a disparar en sociedades cada vez m¨¢s aisladas, con m¨¢quinas para fomentarlo"
Su productividad cay¨® en picado con los a?os. Pero Andy es de los que resuelven r¨¢pido. Ning¨²n jefe suyo le ha pillado nunca en un renuncio. En cuanto empezaba a sentirse inc¨®modo porque notaba que sus compa?eros comentaban con sorna sus aficiones en horas de trabajo, buscaba otro empleo. Entretanto, con su mujer siempre ha tenido relaciones sexuales ¡°normales¡±. ¡°La he querido mucho. El sexo compulsivo, tanto de pago como internauta, es como abstraerse del presente. Una forma de escapar de mi ansiedad. Primero dej¨¦ el de pago y me enganch¨¦ a la pornograf¨ªa. Despu¨¦s empec¨¦ a cambiarla por los juegos de m¨®vil. Ahora trabajo con Carlos Dulanto en conocer qu¨¦ me produce ansiedad¡±.
Carlos Dulanto es un especialista en adicciones que tiene consulta en el centro de Madrid. Aqu¨ª atiende a pacientes como Andy, quien para Dulanto tiene ¡°una adicci¨®n al sexo de larga evoluci¨®n con la que recuper¨® su autoestima¡±. Andy ser¨ªa, seg¨²n Dulanto, un adicto al sexo ¡°limpio¡±, ya que no compatibiliza su relaci¨®n patol¨®gica con esta ¨¢rea con el enganche al alcohol o la coca¨ªna, como s¨ª ocurre en la mayor¨ªa de los casos que ¨¦l analiza. ¡°La adicci¨®n arranca cuando la actividad compulsiva empieza a dar m¨¢s problemas que beneficios. Y otro factor importante es la sensaci¨®n de culpa. El enganchado al cibersexo o al porno online tiene la ventaja de poder hacerlo en su casa, sin que nadie lo sepa. Sabiendo d¨®nde buscar, tampoco requiere de un gran desembolso econ¨®mico. Est¨¢ comenzando a desarrollarse y se va a disparar en sociedades cada vez m¨¢s aisladas, con tiempo y m¨¢quinas capaces de fomentarlo. Como ocurre con la coca¨ªna, con el alcohol o con el juego, la adicci¨®n no se cura. Pero se puede sujetar. Todo adicto es un escapador. La terapia comienza intentando recuperar la actividad que las p¨¢ginas porno han reemplazado. Y tratando de usar el sexo de forma sana, eliminando el componente patol¨®gico¡±.
Andy recal¨® en la consulta de Dulanto hace tres a?os. Ha tenido altibajos. A la tercera sesi¨®n dej¨® la prostituci¨®n. Y puso toda la carne en el asador virtual, que ya hab¨ªa frecuentado en forma de intercambio de fotos con fines masturbatorios. ¡°Mi mujer siempre ha tenido buen dormir. Y yo me quedaba muchas noches desvelado. Entonces, con ella al lado en la cama, agarraba el m¨®vil y empezaba a chatear a oscuras. M¨¢s de un d¨ªa fui a trabajar sin haber pegado ojo en toda la noche. Ahora, como te digo, he cambiado el porno por los juegos para m¨®vil. Pero no lo he dejado del todo. Me ha costado tres a?os empezar a recuperar el gobierno sobre mi vida¡±.
¨C?Habla usted de sexo con sus hijos?
¨CPoco. Se trata de algo que me gustar¨ªa hacer m¨¢s a menudo.
AL OTRO LADO
El barcelon¨¦s Conrad Son, de 47 a?os, es un fucker de primera clase. Cuerpo atl¨¦tico. Depilado integral. Bien dotado, pero sin llegar al tremendismo. Una estrella del porno ib¨¦rico que ha sabido reconvertirse al negocio online. De la ¨¦poca anal¨®gica queda para la historia su afamada Les exxcursionistes calentes, primera pel¨ªcula porno rodada ¨ªntegramente en catal¨¢n. Su ¨¢tico en Barcelona, donde vive con su pareja, la tambi¨¦n actriz del g¨¦nero Evita de Luna, se ha convertido en base de operaciones de un concepto integral para Internet que incluye producciones de series como Xposure with Conrad Son, que acaba de vender a la distribuidora estadounidense Badoink; un programa semanal llamado Conrad Son show, que se emite desde su propia cama y que podr¨ªa asemejarse a una especie de S¨¢lvame versi¨®n porno,y un docu-reality de pago titulado Amantres, en el que participan Conrad Son, Evita de Luna y la reci¨¦n llegada a esta casa: Nena Gog¨®, que tambi¨¦n mantiene caliente un canal de multiwebcam er¨®tico de pago. Juntos componen un tr¨ªo en la vida real que rueda sus propias aventuras. Todos estos contenidos se brindan desde la web personal de Conrad Son, algunos en abierto y otros mediante suscripci¨®n. Xavi, el cu?ado del actor, productor y director, se encarga de la gesti¨®n de la web. Todo queda en casa.
¡°Me gustar¨ªa que mis canales online se convirtieran en el Mediaset del porno¡±, dice Conrad Son. ¡°Reinventarse o morir. En 2004 yo llegu¨¦ a rodar y producir con 180.000 euros de presupuesto. Ahora puede que una empresa de las potentes llegue a los 18.000. Y hay gente que rueda escenas por 1.000 euros. De ah¨ª hacia abajo, seg¨²n el escalaf¨®n. Hemos pasado de la superproducci¨®n a la escena para Internet. La gente se la casca con el m¨®vil y con la tableta. Y el mercado ha colapsado. Los ?tubbers en abierto han hecho mucho da?o. Ruedas una escena y la cuelga un canal en abierto y gratis. A m¨ª la crisis econ¨®mica me dio de lleno. Pero me ha ido bien por saber evolucionar. Como pasa en el cine convencional, has de buscar otras v¨ªas creativas, con m¨¢s inventiva y mejor rodadas. Ofrecer calidad para alguien que quiera pagar¡±.
Tres decenios despu¨¦s de la legalizaci¨®n de los cines X en Espa?a, la industria nacional atraviesa su particular crisis de renovaci¨®n tecnol¨®gica a la que se unen los estragos de la Gran Recesi¨®n. La irrupci¨®n de Internet elev¨® la pornograf¨ªa a la categor¨ªa de mainstream, pasando a ser producto online de consumo masivo antes vedado a las s¨®rdidas butacas de los cines X, los sex-shops y las estanter¨ªas ad hoc de los extintos videoclubes. Del intercambio de ficheros a la consolidaci¨®n de las webcams y las redes sociales. En la era del porno 2.0 reina el calent¨®n r¨¢pido. De usar y olvidar al instante. La escena en v¨ªdeo de corta duraci¨®n se consolida en detrimento del filme. Junto con series, realities, chats en vivo y webcams. El boom se vivi¨® en Espa?a en plena ¨¦poca alcista, a partir de 2005. Y cay¨® en picado desde 2008, acompasado con la crisis econ¨®mica. El amateurismo y la gratuidad atacaron ferozmente a los profesionales.
De webcams sabe mucho Fernando Chierechetti. Avezado jugador de p¨®quer y miembro de esta industria con dos decenios de experiencia, ha vivido el paso de la cinta de VHS al DVD y a la web. Se hizo cargo de la red comercial de los distribuidores y pioneros servidores fisgonclub.com y Sex Ol¨¦, este ¨²ltimo centrado en las webcams de porno casero desde el cambio de milenio. A?os despu¨¦s se convirti¨® en general manager del conglomerado Invertred y abri¨® con ellos la l¨ªnea de producci¨®n de la web actricesdelporno.com, una de las m¨¢s exitosas del mercado espa?ol que combina la creaci¨®n de material profesional con webcams en vivo de actrices y ama?teurs. Todo de pago, por 29,95 al mes o un euro al d¨ªa. Hoy cuentan con 1.500 suscriptores. Las webcams se pagan aparte, con un contador de minutos. ¡°Hoy tenemos 1.700 webcammers registradas que ofrecen cibersexo en directo¡±, explica Chierechetti. ¡°El 95% de ellas est¨¢n en Latinoam¨¦rica, operando para el mercado espa?ol. Casi todas son mujeres, salvo algunos transexuales y contad¨ªsimos hombres. Las m¨¢s experimentadas pueden llegar a ganar hasta 3.000 o 4.000 euros al mes. Y estamos entrando en la tercera dimensi¨®n del g¨¦nero con la comercializaci¨®n de un aparato con el que el usuario puede tener aut¨¦ntico sexo cibern¨¦tico: b¨¢sicamente es una vagina de pl¨¢stico que emula los movimientos en vivo de la chica que est¨¢ al otro lado de la webcam¡±.
El gigante del porno Private acusa hoy una "dram¨¢tica" ca¨ªda en ventas por la crisis y la pirater¨ªa
En cuanto a cifras econ¨®micas, Chiere?chetti emplea los mismos t¨¦rminos opacos que la mayor¨ªa del sector espa?ol, que mueve decenas de millones de euros. ¡°No te puedo hablar de n¨²meros. Empleamos a 30 personas y esto sigue siendo rentable, pero desde luego la crisis afect¨® de lleno al negocio. Hasta 2008, aqu¨ª iba todo viento en popa. A partir de entonces, la industria se ha resentido como la sociedad a la que pertenece¡±. Otro de los factores del declive de la vertiente profesional, explica Virginia Crener, psic¨®loga especializada en sexolog¨ªa que llev¨® durante siete a?os la imagen de marca de los portales amateur fisgonclub.com y sexole.com, ¡°est¨¢ en que ya puedes mantener sexo cibern¨¦tico con tu c¨¢mara del m¨®vil y cualquier desconocido o con tu propia pareja; la pr¨¢ctica del sexting est¨¢ removiendo estos cimientos. Adem¨¢s, ha bajado el consumo de porno duro por cierto componente de rutina¡±.
Para un gigante global de contenidos como la multinacional Private Media Group, que cotiza en el Nasdaq estadounidense y tiene oficina en Barcelona, la evoluci¨®n de esta industria se ha visto tocada de lleno en la l¨ªnea de flotaci¨®n a causa de la pirater¨ªa y los canales de emisi¨®n en abierto. Su consejero delegado, Charles Prast, s¨ª lo ilustra con datos: ¡°La evoluci¨®n de las ventas totales en 2010, 2011, 2012 y 2013 ha sido de 23 millones de euros, 7,9 millones, 6,7 millones y 5,5 millones, respectivamente¡±. Con un descenso ¡°dram¨¢tico¡± en ventas, Prast vaticina que el futuro estar¨¢ en ¡°contenidos de nicho, videochats en vivo para relaciones virtuales y servicios de encuentros y citas y conexiones online¡±.
EL DESENFRENO
Susana es una chica normal de Madrid. Hija de una familia normal y corriente de clase media. Su cuerpo es menudo y esbelto. Como el de cualquier otra mujer que podr¨ªas encontrar en el metro. O tras un mostrador como azafata de tierra en un aeropuerto, algo para lo que se est¨¢ formando a sus casi 30 a?os despu¨¦s de no encontrar trabajo a pesar de una exquisita formaci¨®n en Direcci¨®n y Administraci¨®n de Empresas y un M¨¢ster en Direcci¨®n Financiera. Fue una ni?a exigente consigo misma. No tuvo amigas. Tampoco era alta, ni guapa, ni delgada. A los 15 a?os padeci¨® anorexia y bulimia. A los 17 mantuvo su primera relaci¨®n sexual y encaden¨® varios novios. En la universidad comenz¨® a salir de fiesta todos los d¨ªas. De lunes a domingo. De noche, entre la neblina de las discotecas, empez¨® a sentirse atractiva. Deseada. ¡°Y sentirse deseada crea adicci¨®n¡±, dice hoy en una ?trattoria madrile?a.
¡°Me centraba con una amiga en salir de caza. Nunca me llevaba los t¨ªos a casa. Lo hac¨ªa con ellos en las esquinas, en los ba?os, en el coche. He llegado a tirarme a t¨ªos en plena calle, mientras pasaba gente a nuestro lado. Usaba abrigos largos para taparme. Entonces no ve¨ªa nada raro en todo aquello. Y la b¨²squeda de la emoci¨®n, de la sexualidad al l¨ªmite, me ten¨ªa enganchada. Despu¨¦s me sent¨ªa vac¨ªa. Abandonada. Acabando en la universidad, empec¨¦ a salir con un chico. Yo estaba empe?ada en acostarme con ¨¦l, y ¨¦l solo quer¨ªa hacer manualidades. Un d¨ªa le hice ver que aquello no era suficiente. Y me viol¨®. Puse un modo bloqueo en mi cerebro. Y empec¨¦ otra vez a salir de noche. Cada vez m¨¢s ansiosa. Entre semana, al salir de clase, tiraba de ?chorboagenda y buscaba alg¨²n recurso. Tambi¨¦n estaba mi porno en Internet. No iba mucho a los chats er¨®ticos porque encontraba lo que quer¨ªa en la calle. Pero el porno s¨ª lo usaba para consolarme. En los descansos mientras estudiaba en casa. O antes de irme a dormir. Sobre todo ve¨ªa hentai. Despu¨¦s iba al ba?o a desahogarme. Pero, sobre todo, lo que me provocaba ansiedad era la caza, esa b¨²squeda de la emoci¨®n y de sentirme deseada¡±.
Tard¨® en contarle el episodio de la violaci¨®n a su hermana. Y por extensi¨®n, a sus padres. Hace dos a?os se sincer¨® con ellos. Y empez¨® a ir a terapia con el doctor Carlos Chiclana. Los m¨¦dicos hab¨ªan visto en su sexualidad compulsiva un trastorno de la personalidad l¨ªmite. ¡°Con el doctor Chiclana he empezado a entender que los chicos han de ganarse el derecho a estar conmigo. Y a trabajar relaciones sanas. Desde diciembre tengo pareja. Algo impensable hace un par de a?os. Me habr¨ªa gustado estar ya casada, con un hogar, una familia y un perro. Pero todos los planes que ten¨ªa para mi vida se fueron al traste. Hoy llevo tatuado un f¨¦nix en llamas en el lomo derecho¡±.
Susana empez¨® a renacer tras contar lo que le pasaba a su familia. Sigue acudiendo con frecuencia a la misma consulta del doctor Carlos Chiclana que Manu, el exitoso directivo, ha empezado a visitar tras un enganche masivo y prolongado al cibersexo. ?l acaba de arrancar con la terapia. Conf¨ªa en que saldr¨¢ de esto. Es un hombre inteligente y alguien a quien todos ven como a un l¨ªder. Ahora cree que si hubiera tenido a alguien con quien hablar sobre lo que le pasaba, quiz¨¢ no habr¨ªa tensado tanto la cuerda y podr¨ªa haber puesto antes un freno. Antes de despedirse y volver a montar en su Harley de camino al trabajo, recuerda el d¨ªa en que confes¨® a su mujer que ten¨ªa un problema. ¡°?Sabes qu¨¦ me respondi¨®?: ¡®Me alegro de que hayamos tenido esta conversaci¨®n como dos personas adultas¡±.
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