Hacia una Europa de ciudadanos
Los separatistas se proclaman favorables a la UE, pero en realidad quieren estrechar el filtro de la identidad nacional para disfrutar de derechos c¨ªvicos, excluyendo de ellos a parte de sus hasta ahora compatriotas
Hablar del futuro es un empe?o siempre arriesgado y, en el caso de un fil¨®sofo, contrario a las normas cl¨¢sicas del oficio. Pensar filos¨®ficamente es renunciar a la bola de cristal del adivino y al don de la profec¨ªa, para ce?irse a la interpretaci¨®n del presente, lo cual ya supone una tarea bastante ardua. Por tanto, abandono desde el comienzo la pretensi¨®n de vislumbrar el porvenir y dise?ar los par¨¢metros de los acontecimientos que ocurrir¨¢n en ¨¦l. Les confieso de inmediato que no s¨¦ lo que va a pasar. Pero lo importante es qu¨¦ podemos hacer, sobre todo en nuestra Europa trabajosamente compartida.
La Uni¨®n Europea naci¨® como un acuerdo econ¨®mico tras la II Guerra Mundial para acelerar la recuperaci¨®n de los pa¨ªses que la hab¨ªan padecido e impedir la posibilidad de un nuevo conflicto b¨¦lico semejante. Despu¨¦s el proyecto se hizo m¨¢s ambicioso, constituy¨¦ndose en la alianza de naciones democr¨¢ticas que comparten principios y protegen derechos semejantes. Para quienes hab¨ªamos vivido durante d¨¦cadas bajo dictaduras longevas que adormec¨ªan pol¨ªticamente a nuestros pa¨ªses, combinando la represi¨®n feroz de las libertades c¨ªvicas con un proteccionismo econ¨®mico rentabilizado por oligarqu¨ªas, Europa era la promesa no de la felicidad social sino de la normalidad pol¨ªtica. M¨¢s adelante, incorporados ya a la Uni¨®n Europea, recibimos imprescindibles beneficios pero tambi¨¦n aprendimos, cada vez m¨¢s dolorosamente, que la normalidad pol¨ªtica no equivale autom¨¢ticamente a la felicidad ni la justicia social, tan solo nos hace responsables de buscarlas. Fue como lo de aquel bisabuelo irland¨¦s de Mark Twain que emigr¨® a Estados Unidos porque le hab¨ªan dicho que all¨ª las calles estaban pavimentadas con oro; al llegar se enter¨® de que las calles no estaban pavimentadas con oro, de que muchas de ellas ni siquiera ten¨ªan pavimento y que, ay, ten¨ªa que pavimentarlas ¨¦l.
Salir de una dictadura tiene muchas ventajas, pero nos escamotea la figura del aut¨®crata como culpable ¨²ltimo de todos los males: la tentaci¨®n de algunos es convertir la impotencia pol¨ªtica en rutina tambi¨¦n en democracia, buscando nuevos responsables para ella, ll¨¢mense mercados, banqueros sin escr¨²pulos, multinacionales, etc¨¦tera. Porque al entrar en la a?orada Europa, despu¨¦s de no pocos esfuerzos, descubrimos un inconveniente inesperado para nuestros orgullos colectivos que con cierta malicia hab¨ªa se?alado George Santayana: ¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil de asumir en las uniones internacionales es que implican ser gobernados en parte por extranjeros¡±.
Es muy alarmante que la educaci¨®n p¨²blica se vea mermada en aras de la austeridad econ¨®mica
La Europa actual, que se prepara para unas elecciones presumiblemente trascendentes en mayo, afronta como reto de fondo ¡ªm¨¢s all¨¢ de esas urgencias puntuales de disensi¨®n o agravio entre pa¨ªses deudores y pa¨ªses acreedores que con raz¨®n ahora tanto nos preocupan¡ª el esbozo imprescindible de en qu¨¦ debe consistir la ciudadan¨ªa democr¨¢tica. Porque existen identidades colectivas prepol¨ªticas que son obst¨¢culos para el desarrollo de la ciudadan¨ªa. Durante sus inicios en la modernidad, la democracia tuvo que enfrentarse a las identidades geneal¨®gicas de reyes y arist¨®cratas, as¨ª como a las confesiones religiosas que pretend¨ªan definir al pa¨ªs (¡°la cat¨®lica Espa?a¡±, ¡°la piadosa Italia¡±, etc¨¦tera); hoy, la democracia europea tiene que vencer el enquistamiento nacionalista, tanto de los euroesc¨¦pticos de Inglaterra, Holanda, Dinamarca o Francia como de los separatistas en Catalu?a o Escocia que pretenden deshacer sus Estados multiculturales respectivos. Aunque estos separatistas se proclamen favorables a Europa, en realidad pretenden estrechar a¨²n m¨¢s el filtro de la identidad nacional como requisito para disfrutar de derechos c¨ªvicos, excluyendo de ellos a parte de sus hasta ahora compatriotas con el pretexto de crear nuevos Estados identitarios.
En todos esos casos siempre se trata de la maldici¨®n reaccionaria de la identidad predeterminada, es decir, de la veneraci¨®n proclamada de las ra¨ªces: porque esas ra¨ªces, sean ¨¦tnicas o religiosas, est¨¢n siempre ancladas en el pasado mientras que la concepci¨®n progresista exige, por el contrario, que nuestras verdaderas y venideras ra¨ªces est¨¦n en el futuro, en aquello hacia lo que vamos juntos y no en eso de lo que venimos por separado.
La ciudadan¨ªa por la que merece la pena luchar es aquella seg¨²n la cual el individuo obtiene derecho a la participaci¨®n pol¨ªtica, la protecci¨®n social y los servicios b¨¢sicos con abstracci¨®n de cualquiera de sus determinaciones previas geneal¨®gicas, ¨¦tnicas, culturales, de g¨¦nero, etc¨¦tera, solo por el compromiso de aceptar las leyes. Quien acepte este fundamento com¨²n de ciudadan¨ªa, est¨¢ luego en libertad de elegir sus identidades sucesivas y revocables en materia pol¨ªtica, religiosa, cultural, er¨®tica, etc¨¦tera. La ley compartida y la renuncia al privilegio de ser nada predeterminado le autorizar¨¢ despu¨¦s a ser diferente a cualquiera de los dem¨¢s a partir de ella. Por ahora, esta concepci¨®n ciudadana solo la garantizan los Estados democr¨¢ticos realmente existentes (aunque a veces con preocupantes restricciones), por lo que los separatistas que piden una Europa ¡°no estatista¡± encarnan en realidad la reacci¨®n del Antiguo R¨¦gimen contra ella. Quiz¨¢ ma?ana pueda llegar a tener un alcance realmente cosmopolita, como anhelan quienes exigen instituciones de justicia universal y la defensa sin fronteras ni ventajismos de los derechos humanos.
Merece la pena luchar por la participaci¨®n pol¨ªtica, la protecci¨®n social y los servicios b¨¢sicos
Para este prop¨®sito, la educaci¨®n es una pieza fundamental en el asentamiento de la ciudadan¨ªa. El aprendizaje de destrezas t¨¦cnicas y conocimientos cient¨ªficos es imprescindible, claro, pero tambi¨¦n la formaci¨®n humanista que permite el ejercicio pleno de las capacidades c¨ªvicas en el terreno pol¨ªtico y social. Es muy alarmante que en nuestros pa¨ªses, con el pretexto de recortes econ¨®micos impuestos por una visi¨®n paralizadora de la austeridad presupuestaria, la educaci¨®n p¨²blica se haya visto seriamente mermada y sobre todo en sus aspectos human¨ªsticos ¡ªliteratura, filosof¨ªa, historia, educaci¨®n c¨ªvica¡¡ª considerados como superfluos y prescindibles, cuando no francamente in¨²tiles por no rentables. Pero hay otras formas de rentabilidad a¨²n m¨¢s necesarias, las que buscan desarrollar esa riqueza no bancaria de la preparaci¨®n para una ciudadan¨ªa que conozca las razones de la solidaridad, as¨ª como los motivos fundados tanto para obedecer como para rebelarse en la necesaria intervenci¨®n frente a los acontecimientos sociales.
Se dice, a menudo con raz¨®n, que los pol¨ªticos electos desconocen o no se ocupan de los problemas de los ciudadanos que les eligieron, obsesionados con sus luchas sectarias y con mantenerse en el poder a toda costa; pero tambi¨¦n podr¨ªa hablarse del desconocimiento irresponsable por parte de los propios ciudadanos de los problemas de la pol¨ªtica, que debe conciliar intereses divergentes y beneficios comunes a veces dif¨ªcilmente compatibles. Por eso es no solo aconsejable sino necesaria alguna forma de educaci¨®n espec¨ªfica sobre los requisitos y las obligaciones de la ciudadan¨ªa, una asignatura boicoteada en Espa?a por los sectores clericales m¨¢s oscurantistas. Resulta suicida consentir una pol¨ªtica que solo permite hablar a los poderes de la macroeconom¨ªa y la especulaci¨®n financiera, mientras condena al resto de los ciudadanos a una resignaci¨®n acr¨ªtica o a una protesta desordenada y populista. Existen m¨¢s ciudadanos que quieren ser escuchados precisamente como ciudadanos informados y no sencillamente como revoltosos vocingleros. La Uni¨®n Europea no puede desde?ar esas voces.
Perm¨ªtanme, para terminar, una evocaci¨®n hist¨®rica ejemplar. Durante toda la tarde de su tr¨¢gica colisi¨®n, al Titanic llegaron desde otros barcos numerosos avisos de que hab¨ªa peligrosos bloques de hielo flotantes en las aguas que navegaba. Pero el operador de radio del buque las ignor¨® y no se las comunic¨® al capit¨¢n, porque estaba demasiado ocupado recibiendo y enviando mensajes de los pasajeros de primera clase. Ya sabemos cual fue el resultado de atender solo a estos privilegiados e ignorar las justificadas voces de alarma. No volvamos a cometer el mismo error con esta nave Europa en que viajamos juntos los ciudadanos de nuestras democracias.
Fernando Savater es escritor.
Este art¨ªculo es la versi¨®n abreviada de una alocuci¨®n pronunciada ante la Asamblea portuguesa con motivo de la celebraci¨®n del 40? aniversario de la Revoluci¨®n de los Claveles.
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