El espejismo posnacional
Las ra¨ªces ¨¦tnicas y religiosas renacen con fuerza en el mundo globalizado
El fil¨®sofo alem¨¢n J¨¹rgen Habermas denomin¨® en cierta ocasi¨®n nuestro tiempo ¡°la ¨¦poca de la identidad posnacional¡±. Int¨¦ntese convencer de ello al presidente de Rusia, Vlad¨ªmir Putin.
De hecho, la gran paradoja de la ¨¦poca actual de mundializaci¨®n es la de que la b¨²squeda de la homogeneidad ha ido acompa?ada de una a?oranza de las ra¨ªces ¨¦tnicas y religiosas. Lo que Albert Einstein consider¨® una ¡°fantas¨ªa maligna¡± sigue siendo una potente fuerza incluso en la Europa unida, donde el nacionalismo regional y el nativismo xen¨®fobo no est¨¢n a punto de desaparecer precisamente.
En las guerras de los Balcanes de la d¨¦cada de los noventa, comunidades que hab¨ªan compartido algunos paisajes durante siglos y personas que se hab¨ªan criado juntas y hab¨ªan ido a las mismas escuelas se combatieron ferozmente. Por utilizar una expresi¨®n freudiana, la identidad qued¨® reducida al narcisismo de diferencias menores.
El nacionalismo es esencialmente una creaci¨®n pol¨ªtica moderna envuelta en el manto de una historia y recuerdos comunes, pero una naci¨®n ha sido con frecuencia un grupo de personas que mienten colectivamente sobre su pasado lejano, un pasado con frecuencia ¡ªcon demasiada frecuencia¡ª reescrito para que cuadre con las necesidades del presente. Si Sans¨®n fue un h¨¦roe hebreo, su n¨¦mesis Dalila hubo de ser una palestina.
Tampoco las lealtades ¨¦tnicas han coincidido siempre con las fronteras pol¨ªticas. Incluso despu¨¦s del desmembramiento violento de la Yugoslavia multi¨¦tnica, ninguno de los Estados sucesores puede afirmar ser totalmente homog¨¦neo. Las minor¨ªas ¨¦tnicas de Eslovenia y Serbia (aun excluido el Kosovo albano) representan entre el 20 y el 30 por ciento de la poblaci¨®n total.
El nacionalismo distorsiona el trato de un pueblo con los dem¨¢s
A diferencia de las democracias, las dictaduras est¨¢n m¨¢s equipadas para dar cabida a la diversidad ¨¦tnica y religiosa. Como vimos en Yugoslavia y estamos viendo ahora en las rebeliones de la primavera ¨¢rabe, una sociedad multi¨¦tnica o multirreligiosa y un r¨¦gimen autoritario pueden ser una receta para la implosi¨®n estatal. Tambi¨¦n la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica tuvo mucho que ver con el desplome de su estructura multinacional. En China, donde los uigures musulmanes, en particular, afrontan una represi¨®n oficial, viven docenas de minor¨ªas ¨¦tnicas.
La India es un caso aparte. La vastedad de la nacionalidad india, con su pl¨¦tora de culturas, etnicidades y religiones, no la ha inmunizado contra las tensiones ¨¦tnicas, pero ha hecho que, m¨¢s que un simple Estado-naci¨®n, sea la sede de una importante civilizaci¨®n mundial.
A la inversa, el nacionalismo etnoc¨¦ntrico ha de distorsionar por fuerza las relaciones de un pueblo con el resto del mundo. El sionismo es un ejemplo apropiado. La ideolog¨ªa ilustrada de una naci¨®n que resurgi¨® de las cenizas de la Historia ha pasado a ser una fuerza oscura en manos de una nueva minor¨ªa social y pol¨ªtica que ha pervertido esa idea. El sionismo se ha descarriado como paradigma definitorio para una naci¨®n deseosa de encontrar un puente con el mundo ¨¢rabe circundante.
La Uni¨®n Europea, comunidad pol¨ªtica construida con un consenso democr¨¢tico, no fue establecida para provocar el fin del Estado-naci¨®n; su prop¨®sito ha sido el de convertir el nacionalismo en una fuerza benigna de cooperaci¨®n transnacional. De forma m¨¢s general, las democracias han mostrado que pueden conciliar la diversidad multi¨¦tnica y multiling¨¹e con la unidad pol¨ªtica general. Mientras haya grupos particulares dispuestos a abandonar la pol¨ªtica de secesi¨®n y abrazar lo que Habermas llam¨® ¡°patriotismo constitucional¡±, se puede descentralizar la adopci¨®n de decisiones pol¨ªticas.
La reciente derrota electoral de los secesionistas en el Quebec debe servir de lecci¨®n a los separatistas de toda Europa. Decenios de incertidumbre constitucional hicieron que hubiera legiones de empresas que abandonaron Quebec, lo que arruin¨® a Montreal como centro empresarial. Al final, los quebequenses se rebelaron contra la falsa ilusi¨®n de que el Estado del que quer¨ªan separarse se pondr¨ªa, alegre, al servicio de sus intereses.
Asimismo, si los nacionalistas lograran convencer a la mayor¨ªa de los escoceses para que votaran por la secesi¨®n este oto?o, la hemorragia, ya de antiguo, del talento y del capital de Escocia podr¨ªa acelerarse. Vemos un riesgo similar en el intento de conseguir la independencia de Catalu?a respecto de Espa?a.
La pol¨ªtica de secesi¨®n se puede llevar hasta extremos absurdos
El Estado central siempre tiene sus responsabilidades en materia de construcci¨®n nacional. Putin puede manipular a Ucrania, pero no porque haya ni asomo de credibilidad en su afirmaci¨®n de que la minor¨ªa rusa que vive en ese pa¨ªs sufre persecuci¨®n, sino porque la corrupta democracia de Ucrania no construy¨® una naci¨®n aut¨®noma.
Pi¨¦nsese, en cambio, en la anexi¨®n por Italia del Tirol meridional, regi¨®n de habla predominantemente alemana. Se adopt¨® esa decisi¨®n en la Conferencia de Paz de Versalles despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial sin consultar a la poblaci¨®n, el noventa por ciento de la cual era de habla alemana. Sin embargo, actualmente el Tirol meridional goza de una amplia autonom¨ªa constitucional, incluida una plena libertad cultural y un r¨¦gimen fiscal que deja el 90 por ciento de los ingresos tributarios en la regi¨®n. La pac¨ªfica coexistencia biling¨¹e de los habitantes de esa provincia puede ser una lecci¨®n tanto para los gobiernos centrales r¨ªgidos como para los movimientos secesionistas carentes de realismo de otras partes.
Por ejemplo, una reciente encuesta de opini¨®n no oficial mostr¨® que el 89 por ciento de los residentes de la norte?a Republica V¨¦neta apoya la independencia, pero, aunque el deseo de los venecianos de separarse del sur m¨¢s pobre podr¨ªa parecer familiar a otras regiones de Europa que se sienten agraviadas de tener que subvencionar a otras regiones supuestamente incompetentes, se puede llevar la pol¨ªtica de secesi¨®n hasta extremos absurdos.
Escocia podr¨ªa alcanzar esos extremos. Los residentes en las islas Shetland, ?rcadas y Occidentales est¨¢n pidiendo ya el derecho a decidir si seguir formando parte de una Escocia independiente. Podemos imaginar f¨¢cilmente que el Gobierno de Edimburgo se opusiera a los nuevos secesionistas, del mismo modo que Westminster se opone a la independencia de Escocia actualmente.
Cuando el historiador Ernest Renan so?¨® con una Confederaci¨®n Europea que superara el Estado-naci¨®n, no pod¨ªa imaginar a¨²n el problema planteado por microestados y paraestados. Cre¨ªa que ¡°el hombre no es un esclavo ni de su raza ni de su lengua ni de su religi¨®n ni del curso de los r¨ªos ni de la direcci¨®n seguida por las cadenas monta?osas¡±. Puede ser, pero a¨²n no se ha demostrado.
Shlomo Ben Ami, exministro de Asuntos Exteriores de Israel, es actualmente vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de Toledo y autor de Cicatrices de guerra y heridas de paz. La tragedia ¨¢rabe-israel¨ª.Traducido del ingl¨¦s por Carlos Manzano.? Project Syndicate, 2014.
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