?frica, los homosexuales y los derechos humanos
Los fondos de la cooperaci¨®n internacional deben vincularse al respeto de libertades m¨ªnimas
El pasado mes de febrero el presidente de Gambia, Yahya Jammeh, comparaba a los gays con mosquitos de la malaria y a?ad¨ªa que, para ¨¦l, ese colectivo significaba ¡°lepra, gonorrea, bacterias y tuberculosis". Quiz¨¢s algunos, indignados, hayan ca¨ªdo en el error de reaccionar ante estas ofensas con nuevos insultos. Un insulto no justifica otro.
Los datos relativos a la homofobia en el mundo son escalofriantes: Seg¨²n la ILGA (Asociaci¨®n Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales) cinco pa¨ªses tienen legislaciones que castigan la conducta homosexual con la pena de muerte. Se trata de Ir¨¢n, Arabia Saud¨ª, Yemen, Mauritania, Sud¨¢n, y algunas regiones de Nigeria y Somalia. Otros 71 gobiernos mantienen condenas de c¨¢rcel, flagelaci¨®n, internamiento en psiqui¨¢tricos o campos de trabajo para los hombres o mujeres que mantengan relaciones con personas de su mismo sexo. Adem¨¢s, la situaci¨®n de los homosexuales parece hoy estar empeorando: adem¨¢s de lo afirmado recientemente por el presidente de Gambia (que promete adem¨¢s perseguir a los gays), su hom¨®logo Ugand¨¦s, Yoweri Museveni, firm¨®, tambi¨¦n el pasado mes de febrero, un proyecto de ley que endurec¨ªa las penas contra la homosexualidad.
En efecto, y como dec¨ªamos anteriormente, los insultos no justifican nuevos insultos. Pero s¨ª justifican acciones. La pregunta entonces es cu¨¢l ser¨ªa la respuesta adecuada ante los atropellos a los derechos humanos perpetuados por determinados dirigentes.
Hace aproximadamente 15 a?os, y con un grupo de amigos, cre¨¦ y trabaj¨¦ para una organizaci¨®n no gubernamental. Entre sus objetivos principales estaba el de mejorar las condiciones de vida de los ni?os de la calle de Kampala. Tuve el placer de visitar Uganda y de entrar en contacto con su poblaci¨®n. Pude comprobar por m¨ª mismo lo amable, generoso y respetuoso de la gente de ese pa¨ªs africano. Creo conocer lo suficiente esa naci¨®n como para saber con certeza que su poblaci¨®n no merece pagar por los desprop¨®sitos de sus dirigentes.
La pregunta ahora es ¨¦sta: ?se puede castigar a un gobierno que atenta contra las libertades de su poblaci¨®n sin, por ello, repercutir negativamente en esa poblaci¨®n? La respuesta es que s¨ª, se puede.
En su desafortunado discurso del mes pasado, Yahya Jammeh aseguraba que ¡°no iba a aceptar ninguna amistad, ayuda o cualquier otro gesto de pa¨ªses que condicionaran la ayuda a la aceptaci¨®n de los homosexuales¡±. Puede que ah¨ª est¨¦ la clave.
En 2008 tuvieron lugar en Nicaragua unas elecciones municipales. Tras atender a las cr¨ªticas efectuadas por diversas entidades especializadas, la comunidad internacional pudo constatar las irregularidades perpetuadas por el gobierno de Daniel Ortega (entonces -y aun ahora- en el poder), durante esos comicios. Como consecuencia, varias instituciones internacionales de ayuda al desarrollo al pa¨ªs centroamericano decidieron acabar con una parte importante de las aportaciones que hasta ese momento realizaban al gobierno de Ortega. Los recursos financieros que dejaron de entregarse al Ejecutivo sandinista fueron donados a distintos actores de la sociedad civil (organizaciones no gubernamentales, federaciones, ayuntamientos¡). As¨ª, el importe total que estas instituciones internacionales de ayuda al desarrollo destinaban a Nicaragua no se vio disminuido, simplemente cambi¨® la forma de llevarlo hasta su poblaci¨®n meta. De esta manera, los intereses de la poblaci¨®n nicarag¨¹ense estaban asegurados y el gobierno de Ortega sufr¨ªa un duro golpe como castigo por atentar contra la democracia de su pa¨ªs.
La entrega de fondos de nuestros recursos de cooperaci¨®n debe sujetarse al respeto de algunas libertades m¨ªnimas. El avance en los derechos humanos se ha conseguido a base del esfuerzo de muchas generaciones que han luchado duro por conseguirlas y que no merecen hoy retrocesos injustificables en pleno siglo veintiuno. Los atropellos a determinados derechos (la homofobia estatal que sufren algunos pa¨ªses de ?frica hoy, por ejemplo) no deben quedar sin respuesta por el conjunto de la comunidad internacional.
Miguel Forcat Luque es agregado para Asuntos de Cooperaci¨®n de la Uni¨®n Europea (las opiniones de este art¨ªculo no reflejan el punto de vista de esta instituci¨®n).
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