Desencuentros en La Habana
Quiz¨¢ uno de los desencuentros m¨¢s visibles de una sociedad socialista como la de Cuba es que para subsistir se depende crecientemente de iniciativas privadas que responden a una econom¨ªa de mercado, demonizada en la isla durante m¨¢s de medio siglo
Como maestra de escuela ganaba 12 pesos convertibles al mes¡± (algo menos de nueve euros), me cuenta en La Habana una de las gu¨ªas del imponente Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, antiguo fuerte de defensa contra corsarios y piratas. ¡°Aqu¨ª gano solo 10¡±, a?ade sonriendo, ¡°pero con las propinas finalmente hago bastante m¨¢s¡±. Sabe que resido en Canad¨¢, desde donde llegan al a?o alrededor de un mill¨®n de visitantes, y todo me lo dice en un ingl¨¦s m¨¢s bien precario, a pesar de que le he aclarado desde el principio que soy hispanohablante. Ella quiere mejorar su uso del idioma, lo que quiz¨¢ signifique a la larga propinas m¨¢s generosas, y adem¨¢s de practicarlo a lo largo del recorrido, al final incluso aprovecha para hacerme preguntas sobre la gram¨¢tica o la pronunciaci¨®n de algunas expresiones y para grabar mis respuestas en su celular.
Su empe?o me resulta emblem¨¢tico y en ¨¦l aparece cifrado quiz¨¢ uno de los desencuentros m¨¢s visibles de una sociedad socialista que para subsistir depende crecientemente de iniciativas privadas que responden a una econom¨ªa de mercado, demonizada en la isla durante m¨¢s de medio siglo. Para el reci¨¦n llegado, y seguramente tambi¨¦n para los cubanos, la confluencia de modelos no deja de ser desconcertante, y lo es a¨²n m¨¢s debido a que la ret¨®rica oficial insiste en minimizar su verdadera incidencia y magnitud. No es una relaci¨®n f¨¢cil, ni a nivel discursivo ni en el d¨ªa a d¨ªa, marcado en m¨¢s de un modo por la inc¨®moda presencia de los turistas. Por lo dem¨¢s, bajo consigna gubernamental, la poblaci¨®n est¨¢ obligada a interactuar lo menos posible con ellos.
En ese contexto desafiante, algo queda claro desde muy pronto: al igual que la gu¨ªa del castillo, miles de cubanos se desviven por encontrar el modo de obtener alg¨²n beneficio directo de quienes encarnan esa abstracci¨®n llamada turismo, instancia de privilegio que para muchos parece ser un reflejo inverso de su propia situaci¨®n, adem¨¢s de una de las pocas v¨ªas de contacto, a¨²n m¨ªnimo o enga?oso, con lo que sucede fuera de la isla. De esa forma, paralelamente a la apertura econ¨®mica que le es cada vez m¨¢s urgente al r¨¦gimen (la reci¨¦n aprobada nueva Ley de Inversi¨®n Extranjera, la ambiciosa ampliaci¨®n del puerto de Mariel que se est¨¢ llevando a cabo gracias al millonario respaldo de Brasil, el deshielo paulatino con Estados Unidos y los cubanos de aquel pa¨ªs), a espaldas de ese mismo r¨¦gimen los habitantes ofrecen a su vez una conmovedora y persistente lucha diaria.
Y as¨ª, rehuyendo la prohibici¨®n y el control, unos y otros intentan ganarse unos pesos extra por medio de estrategias de una audacia y una tenacidad inauditas (en el mejor de los casos) o (en el peor) de enga?os y de la muy expandida prostituci¨®n masculina y femenina; pesos de turistas (mejores y peores) que les permitan, dentro de lo posible, sobrevivir a una realidad que minuto a minuto desmiente la ret¨®rica oficial, su falso optimismo, sus negaciones categ¨®ricas, su inflexibilidad.
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