La Medina, los colores de ?frica
Los habitantes del primer barrio de Dakar, cuna de Youssou N¡¯Dour y Boubacar Boris Diop, embellecen sus calles con la participaci¨®n de artistas locales e internacionales para celebrar sus 100 a?os de historia
El 19 de septiembre de 1914, el Gobernador franc¨¦s del ?frica Occidental Francesa, William Merlaud-Ponty, decretaba el traslado de la mayor parte de la poblaci¨®n negra de Dakar a una zona deshabitada de las afueras, dando lugar al nacimiento de su primer barrio, que adopt¨® el nombre de Medina. Cien a?os despu¨¦s, los habitantes de este populoso enclave que ha visto nacer a un buen pu?ado de artistas internacionales, como el famoso cantante Youssou N¡¯Dour o el escritor Boubacar Boris Diop, reivindican su pasado, elaboran genealog¨ªas e investigan su historia, pero tambi¨¦n se quieren apropiar de su futuro, hacer suya la ciudad mediante la participaci¨®n comunitaria, con limpieza de calles, elaboraci¨®n de grafittis y murales y talleres medioambientales. La Medina cumple un siglo, pero est¨¢ m¨¢s viva que nunca.
A primera vista, la casa parece abandonada. Muros viejos, ventanas ca¨ªdas. Aupado a una precaria escalera, el artista urbano Deep DakArt se afana con el spray. S¨®lo unos metros m¨¢s all¨¢, los alumnos del colegio p¨²blico Serigne Amadou Ali Mbaye plantan cocoteros y dejan su huella impresa en una pared en forma de mural. D¨ªas atr¨¢s, muchos de estos ni?os participaron en una limpieza colectiva del barrio y algunos se esforzaron en preguntar a sus padres y abuelos para seguir el rastro que les condujera a sus antepasados. El esfuerzo conjunto de organizaciones como Yataal Art, formada por j¨®venes del barrio, y proyectos como Africa Loves Color (capitaneado por el espa?ol Nicol¨¢s de la Carrera) est¨¢n haciendo posible, desde hace ya cuatro a?os, el milagro de convertir a la Medina en un museo al aire libre. Este a?o, para celebrar el centenario del barrio, algunas de las actividades se han insertado en el programa Off de la Bienal de Arte Contempor¨¢neo de Dakar.
Se llama Babacar S¨¦dikh Traor¨¦, pero todo el mundo le conoce como Babacar Art o Buru Medina, es decir, el rey de Medina. No es este un cargo electo ni hereditario, se obtiene m¨¢s bien por aclamaci¨®n popular. Cuando pasea por el barrio, los ni?os le cantan ¡°no hay m¨¢s que un Dios y s¨®lo un rey en la Medina¡± en una suerte de letan¨ªa. Y Babacar se regocija y se para a jugar con todos los ni?os y entra en todas las casas sin tocar a la puerta. ¡°Este es un lugar de acogida y de trascendencia, aqu¨ª conviven todas las culturas, todos son bienvenidos. En la Medina nadie ser¨¢ molestado por su color de piel o por su origen¡±, asegura. Y este car¨¢cter abierto tiene un origen.
A principios del siglo pasado, los colonizadores franceses llevaban ya alg¨²n tiempo intentando desplazar de Dakar a los habitantes de los poblados de la etnia lebu, que se dedicaban fundamentalmente a la pesca. Su presencia era un estorbo para una ciudad en crecimiento que se hab¨ªa convertido en 1902 en la capital del ?frica Occidental Francesa y que en aquel entonces no era sino lo que hoy se conoce como Plateau, su actual centro hist¨®rico y administrativo. Seg¨²n Gallo Thiam, bibliotecario de la Universidad Cheikh Anta Diop (UCAD) que lleva a?os investigando la historia del barrio, ¡°entre 1901 y 1913 se produjeron numerosos decretos de segregaci¨®n en los que la raz¨®n esgrimida era la prevenci¨®n sanitaria para la poblaci¨®n europea¡±.
En 1914, una nueva epidemia de peste bub¨®nica golpeaba a Dakar. Y los franceses decidieron que ya hab¨ªa llegado el momento de expulsar a los pobladores originales. Sin embargo, hay otra versi¨®n de esta historia oficial, la que los propios lebus transmitieron a sus hijos. ¡°Nuestros antepasados pensaban que en realidad los franceses quer¨ªan quedarse con la tierra y simplemente buscaron una excusa para hacerlo¡±, asegura Thiam. De hecho, no fue un proceso sencillo. Los africanos se opusieron al traslado y los colonos, en represalia, llegaron a quemar las casas de los pescadores. S¨®lo la mediaci¨®n de Blaise Diagne, el primer diputado africano que se sent¨® en el Parlamento franc¨¦s, logr¨® calmar las aguas. Los lebus se iban, pero obtendr¨ªan compensaciones econ¨®micas y viviendas nuevas en su lugar de destino.
Los primeros en llegar, unas 300 personas, se instalaron en la zona conocida como Tilene (en wolof, lugar de chacales), un espacio inh¨®spito de dunas y escasa vegetaci¨®n batido por el viento. Entonces fueron a ver al gran marab¨² (l¨ªder religioso) El Hadji Malick Sy para que viniera a bendecir este nuevo emplazamiento. Fue este sant¨®n quien bautiz¨® al nuevo barrio con el nombre de Medina, en homenaje a la ciudad santa de Al Madina Al-Munawara (¡°la ciudad luminosa¡±) en Arabia Saudita. Pero hizo algo m¨¢s. Seg¨²n asegura Babacar Art, dijo tambi¨¦n a los lebus ¡°haced pozos, plantad ¨¢rboles, convertid este lugar en un sitio habitable y sed acogedores con todos los vientos del mundo¡±.
Dicho y hecho. Con el tiempo, aquel primer barrio de Dakar fue atrayendo a otras gentes. Por doquier se empezaron a abrir calles, a levantar casas, a construir escuelas y dispensarios, a erigir mezquitas. ¡°No se puede contar cu¨¢ntas mezquitas hay en Medina¡±, a?ade el rey, ¡°pero la primera de todas ellas es la mezquita del Profeta, nuestro s¨ªmbolo¡±. La imagen m¨¢s tolerante y abierta de un Islam de brazos abiertos. Babacar Art tiene 53 a?os. Escultor, dise?ador y arquitecto fue uno de aquellos ni?os que, bajo la protecci¨®n y el amor por la cultura del primer presidente de Senegal, L¨¦opold S¨¦dar Senghor, acudi¨® a formarse a la Escuela de Bellas Artes de Dakar. Con s¨®lo 14 a?os obtuvo una beca para estudiar en Canad¨¢. Y all¨ª se especializ¨® en el trabajo de la piedra, de la que se convirti¨® en un maestro.
Y es que la Medina ha engendrado a no pocos deportistas, artistas e intelectuales: Elhadji Malick Sy Souris (futbolista), Amadou Gackou (atleta, plusmarquista africano de 400 metros lisos), Elhadji Amadou Dia Ba (campe¨®n ol¨ªmpico en 1988), Mansour Dia (campe¨®n de triple salto), Ali Traor¨¦ (escultor, hermano de Babacar Art), Mansour Sys (artista virtual), Fod¨¦ Camara (artista pl¨¢stico), Ousseynon Mbaye (pintor), el m¨²sico Omar P¨¨ne, la benefactora Anta Mbow, impulsora de la casa de acogida de ni?os talib¨¦s Empire des Enfants, la historiadora Penda Mbow y quiz¨¢s los m¨¢s conocidos a nivel internacional, el cantante Youssou N¡¯Dour y el reputado escritor Boubacar Boris Diop. La lista ser¨ªa interminable.
El lento crecimiento del barrio se aceler¨® en los a?os setenta a causa del ¨¦xodo rural y hasta aqu¨ª llegaron gentes procedentes del interior, pero tambi¨¦n de otros pa¨ªses, mauritanos, guineanos, gambianos, malienses¡ Y el car¨¢cter hospitalario de Medina facilit¨® las cosas. De las casas originales, todas con un gran patio y un peque?o oratorio en su interior, se pas¨® a los edificios de hasta tres pisos. ¡°Muchos de ellos han sido construidos por emigrantes, que invierten as¨ª su dinero¡±, asegura Gallo Thiam. El barrio est¨¢ en ebullici¨®n. Decenas de obras aqu¨ª y all¨¢ son una buena muestra. Los nuevos edificios conviven con las construcciones de hace d¨¦cadas. De 300 habitantes se ha pasado a unos 200.000. Si al principio eran lebus con apellidos como Diop, Ndoye o Diagne, hoy la amalgama es total.
Sin embargo, lo primero que llama la atenci¨®n de la Medina es su ambiente popular, que se ha mantenido con el paso de los a?os pese a estar tan cerca del centro de Dakar, con el que el contraste es enorme. En Plateau, rodeada de altos edificios, apenas se puede caminar por las aceras y los atascos convierten las calles en lugares ruidosos y llenos de humos. Medina, salvo la zona del mercado de Tilene, es un remanso de paz de calles bien trazadas (muchas con el asfalto en p¨¦simo estado, eso s¨ª), casas bajas o de escasa altura, ropa tendida en las aceras, corderos ramoneando aqu¨ª y all¨¢ y ¨¢rboles, muchos ¨¢rboles. ¡°A todos los que construyen les digo que planten tres ¨¢rboles¡±, asegura el rey de Medina. Los carpinteros, que fueron desplazados de su ubicaci¨®n tradicional m¨¢s pr¨®xima al mar tras la construcci¨®n de la Cornisa Oeste, trabajan en la calle, a la vista de todos, a escasos metros del Poblado Artesanal y del mercado de pescado de Soumbedioune, donde cada tarde la llegada de los pescadores se entremezcla con el regateo de vendedores y compradores.
A todo ese escaparate de vida a la senegalesa se suma ahora el placer del descubrimiento de los murales que han ido surgiendo aqu¨ª y all¨¢. Ya han dejado su huella artistas venidos de distintos pa¨ªses, como Dauda Lusmore, Iker Muro, Txemy, Ram¨®n Esono, Miserable Graff, Trois TTA o el colectivo DKR, por solo citar algunos, a los que este a?o se han sumado el Colectivo de Artistas del Sur, Javi Tu?¨®n Detonarte, An Wei Lu Li, Ram¨®n Mu?oz Casassola o el senegal¨¦s Soly Ciss¨¦, entre otros. As¨ª, pasito a pasito, trazo a trazo, la Medina se va convirtiendo en un espacio cultural in¨¦dito al aire libre, un barrio que naci¨® hace cien a?os de la segregaci¨®n y el estigma, pero que por la fuerza y el talento de sus habitantes ha construido todo lo contrario, un lugar de encuentro y de creaci¨®n.
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