Integraci¨®n a pie de calle en Tarragona
Un grupo de ni?os escucha las explicaciones de uno de los monitores de 'A pie de calle'. / L.H.
Cae el sol un fr¨ªo d¨ªa de invierno en Camp Cl¨¤r, uno de los barrios industriales de la ciudad de Tarragona. En una pista de f¨²tbol rodeada por vetustas viviendas de protecci¨®n oficial, un grupo de adolescentes juega un partido de f¨²tbol. Desde un lateral del campo, un ni?o de 11 a?os protesta a pleno pulm¨®n: "?No me dejan jugar!?Yo no quiero juntarme con ni?os de mi edad! ?Siempre son ellos los que mandan y nunca me dejan ir con ellos ni n¨¢!", brama con enfado.
Este ni?o es Jos¨¦ Manuel, es de etnia gitana, como la mayor¨ªa de los adolescentes que no le dejan jugar, y tambi¨¦n es uno de los que asiste a las actividades de A pie de calle, uno de los proyectos de integraci¨®n que la Fundaci¨®n Casa 'l Amic, una entidad con 30 a?os de historia, lleva a cabo con j¨®venes en riesgo de exclusi¨®n social en los barrios m¨¢s humildes de Tarragona.
Para Jos¨¦ Manuel no hay f¨²tbol hoy, pero s¨ª otras actividades. "Tienes tiro a puerta, voley, baloncesto, palas..." enumera Joan Marc Vendrell. De 28 a?os, es uno de los monitores que forma parte del proyecto, que lleva en marcha desde 2004. "Nuestro objetivo es hacer de puente entre las demandas que tienen los j¨®venes y los recursos de los barrios", explica Vendrell.
Hay otros tres educadores sociales que participan en este proyecto junto a Jean Marc: Cinta, Natalia y Chiqui. Y hay que sumar a Julia, que est¨¢ de pr¨¢cticas. A trav¨¦s de actividades l¨²dicas y educativas se ganan la confianza de los j¨®venes para saber c¨®mo est¨¢n y qu¨¦ problemas o necesidades tienen. A partir de ah¨ª, ofrecen soluciones a trav¨¦s de la fundaci¨®n. "Las actividades son el gancho; deben ser atractivas para que se queden", explica Vendrell mientras se afana en montar una porter¨ªa plegable para los m¨¢s peque?os.
Desde que arranc¨® el plan A pie de calle,sus responsables han realizado unas 4.000 intervenciones, entendiendo por tales el inicio de un procedimiento con un joven a ra¨ªz de una demanda que plantea. Trabajan con adolescentes, j¨®venes y adultos de entre 12 a 26 a?os sobre todo, pero tambi¨¦n atienden a ni?os por debajo de 12, como Jos¨¦ Manuel, que ya est¨¢ chutando el bal¨®n hacia la porter¨ªa reci¨¦n montada."Hay chavales, por ejemplo, que dejaron de estudiar la ESO y se pusieron a trabajar en la construcci¨®n. Ahora no saben qu¨¦ hacer y piensan en estudiar de nuevo. Nosotros les encauzamos: les derivamos a la escuela de adultos, o si quieren trabajar les hacemos un curr¨ªculum y les explicamos c¨®mo hay que apuntarse al paro...", relata el trabajador social.
Las ni?as, de momento, escasean. En esta tarde de invierno, solo una peque?a de 9 a?os cuya cabeza adornan dos gruesas trenzas observa con timidez a los chicos y a los monitores. Se presenta: "Soy Paola, es un nombre como italiano. Y soy de aqu¨ª". Es la primera vez que se encuentra estas actividades en el parque de su barrio, y lamenta no encontrar ninguna ni?a. "Tengo amigas, pero est¨¢n en casa", asegura. "Hacemos actividades con chicas, pero cuesta m¨¢s que vengan", reconoce Vendrell mientras Paola se acerca al grupo de Julia, la monitora en pr¨¢cticas, que ha montado un partido de voley.
Una detallada observaci¨®n del campo de juego donde se est¨¢ disputando el acalorado partido de futbol deja ver que la inmensa mayor¨ªa de los chicos son gitanos o magreb¨ªes, las dos etnias m¨¢s comunes en el barrio de Camp Clar. Este, como los deTorreforta, La Granja, la Floresta o R¨ªu Clar, por citar algunos, forman parte de los llamados barrios de Ponent, situados en la periferia de Tarragona y desarrollados a partir de la inmigraci¨®n que lleg¨® en los a?os 60 y 70 para trabajar en la industria catalana. Las familias son de clase sociocultural baja pero est¨¢n muy ligadas al territorio, por lo que los barrios presentan mucho movimiento de entidad vecinal.
Solo en Camp Clar hay cuatro asociaciones de vecinos y otras 20 de diversa ¨ªndole. Por eso, los educadores de Casa'l Amic potencian el trabajo en red para llegar con m¨¢s facilidad a los padres. "Nosotros vamos a buscar a las familias, detectamos problemas y si vemos que hay situaciones de riesgo, llamamos a los servicios sociales; tenemos que trabajar muy unidos", indica Cinta Fabrega, otra de las monitoras. De 34 a?os, es una de las m¨¢s veteranas en este servicio y est¨¢ muy pendiente de ni?os comoAar¨®n, de 11. Lleva un brazo escaloyado porque se cay¨® de un pat¨ªn y asegura que no hace deberes "ni n¨¢". ?Por qu¨¦? "Porque yo soy as¨ª, hombre", responde con desparpajo.
Emilio y Emilio, gitanos, ambos de 17 a?os y ambos con el mismo pendiente con pinta de diamante de pega en la oreja, acaban de llegar y van a unirse al partido de los mayores del grupo. "Hace mucho que no juego a esto. Como estaba estudiando y luego me iba por ah¨ª... llevaba mucho sin venir", explica el primero, que hace el grado medio de Chapa y Pintura. "Pero casi ninguno de mis colegas estudia", afirma. "Somos primos", aclara el segundo. "Somos de este barrio, y me gusta. Yo desde peque?o vengo a estas reuniones", a?ade. Y acto seguido, se van a jugar, porque en media hora marchar¨¢n al vecino barrio de Santa Cruz. "Hemos quedado con unas amigas del instituto", confiesa el primer Emilio con media sonrisa.
Para Vendrell y Fabrega, lo m¨¢s complicado de su trabajo es lograr una relaci¨®n de confianza con los j¨®venes."Tiene que pasar el tiempo para que te vean como alguien v¨¢lido para hablar contigo. No es que sean desconfiados pero tienen su territorio y t¨² eres el extra?o", explica Vendrell.
Los resultados de este trabajo a largo plazo se ven en personas como el marroqu¨ª Sofian Marso. Comenz¨® como cualquier otro chaval, jugando partidos de futbol cuando ten¨ªa 13 a?os, y ahora, con 25 colabora dentro del proyecto que le vio crecer y est¨¢ a punto de terminar el curso de monitor de tiempo libre. "Al menos dedico un d¨ªa a la semana a estas actividades, me viene bien para desconectar", dice el joven, que ahora est¨¢ buscando trabajo pero se plantea ir a la universidad para ser abogado.
En su experiencia, Marso ha aprendido que la clave para que un ni?o salga adelante es la atenci¨®n de su familia. "Si la educacion de los padres es buena, da igual que los chicos vivan en medio de un poblado de yonkis. Pero como est¨¦n sueltos, tendr¨¢n problemas". Y hay muchos, asegura. "El trabajo de la fundaci¨®n es esencial, es muy importante que est¨¦n acompa?ados para apartarles de las malas actividades porque si estos ni?os estuvieran solos, te aseguro que estar¨ªan tirando piedras a los coches", afirma.
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