El oro negro de Mosc¨²
Rusia es uno de los mayores productores de petr¨®leo y gas del mundo La estabilidad de su sistema y el suministro de Europa y China dependen de ello Un viaje a lo m¨¢s profundo de esa regi¨®n legendaria y perdida Una ruta por los bloques en los que explora la compa?¨ªa espa?ola Repsol
A las nueve de la ma?ana, los pasajeros del vuelo Mosc¨²-Nyagan comienzan a dar cuenta de las existencias de vodka del estrecho reactor Bombardier CRJ 200 de la compa?¨ªa UTair. Algunos se decantan por el whisky. La mayor¨ªa son hombres de mediana edad. Casi todos relacionados con el negocio del petr¨®leo. La atm¨®sfera se va espesando. En minutos, el avi¨®n se transforma en una sinfon¨ªa de ronquidos. Tardar¨¢ cinco horas en recorrer los 3.000 kil¨®metros que separan la capital rusa del coraz¨®n de Siberia Occidental. Bajo las alas, el paisaje muta de la estepa a la taiga hasta convertirse en un tapiz de pinos, abetos, cedros y abedules; un mosaico de lagunas; cruzado por los r¨ªos Obi y Yenis¨¦i, y miles de sus afluentes, que se retuercen formando gigantescos meandros poblados de selvas impenetrables. Esa superficie que sobrevolamos, situada en su mayor parte bajo el nivel del mar, permanece seis meses cubierta de nieve. Su temperatura desciende a 40 grados bajo cero. En primavera, con el deshielo, los cauces fluviales, incapaces de desaguar todo su caudal hacia el mar de Kara, que permanece congelado la mayor parte del a?o, se desbordan, este territorio se anega y se convierte en un inmenso pantano poblado de mosquitos e imposible de cultivar. A medida que nos adentramos en Siberia Occidental, la mayor planicie del planeta, no se adivina en el horizonte ni una poblaci¨®n, carretera o v¨ªa f¨¦rrea. Solo bosques mon¨®tonos, densos y verticales, que crecen compactos hacia el cielo.
Esta regi¨®n m¨ªtica que se extiende hacia el ?rtico tiene cinco veces el tama?o de Espa?a y est¨¢ solo habitada por 15 millones de personas. Sin embargo, esconde en su subsuelo la mayor reserva de combustibles f¨®siles de Rusia y una de las m¨¢s abundantes del planeta (en el caso del gas, un tercio de las reservas globales). Es tambi¨¦n uno de los lugares donde m¨¢s f¨¢cil resulta extraer el crudo. Especialmente en invierno, cuando el hielo transforma los pantanos en pistas transitables por la maquinaria pesada. De aqu¨ª han brotado a lo largo de 40 a?os 80.000 millones de barriles de petr¨®leo (en todo el mundo se consumen en torno a 89 millones de barriles diarios) y una cantidad equivalente de gas natural. Tres cuartas partes de la producci¨®n de petr¨®leo y una tercera parte del gas cruzan sin perder un minuto las fronteras de Rusia, a trav¨¦s de una red de 50.000 kil¨®metros de oleoductos (Transneft) y gasoductos (Gazprom) de titularidad p¨²blica. La mayor parte acaba en Europa, que tiene una dependencia del petr¨®leo y del gas ruso que la Agencia Internacional de la Energ¨ªa (AIE) sit¨²a en un 60% y que, seg¨²n la citada organizaci¨®n ligada a la OCDE, podr¨ªa llegar hasta el 80% en 2035. Entre sus mayores clientes est¨¢n Alemania (un 40% del gas y petr¨®leo que consumen los germanos, sus industrias y centrales t¨¦rmicas llega de Siberia) y China . Sin olvidar los Estados vecinos a la Federaci¨®n Rusa, algunos de los cuales formaron parte de la URSS (Georgia, Bielorrusia, las rep¨²blicas b¨¢lticas o Ucrania) o del bloque sovi¨¦tico (Polonia, Bulgaria, Moldavia, Rep¨²blica Checa, Eslovenia), con una asfixiante dependencia de su gas entre el 70% y el 100%.
En Siberia hay unos 300 yacimientos, en especial en el distrito de Janty-Mansi
Alemania satisface a Rusia una factura anual de 40.000 millones de euros por esa energ¨ªa (que en gran parte circula por tuber¨ªas que cruzan el convulso territorio ucranio) y es (con diferencia) su principal socio comercial: seg¨²n nos explican en Mosc¨², se contabilizan 6.000 empresas alemanas en Rusia frente a las escasas 200 espa?olas. Por su parte, China, siempre hambrienta de energ¨ªa, firm¨® hace un a?o un megacontrato de suministro de crudo con la Federaci¨®n Rusa por el que adelant¨® 200.000 millones de euros y que ya cuenta con su propio oleoducto: el Eastern Siberia Pacific Ocean, de 5.000 kil¨®metros, costeado por China y que tambi¨¦n abastece a Jap¨®n y Corea del Sur. El desarrollo econ¨®mico de todas esas potencias est¨¢ unido indisolublemente a esta regi¨®n perdida que sobrevolamos en direcci¨®n a la cuenca del Obi, al distrito de Janty-Mansi. No as¨ª el de Espa?a, uno de los pa¨ªses de la UE menos expuestos a la importaci¨®n de petr¨®leo y gas ruso, con una escasa dependencia del 16%, que adquiere el 44% de su gas natural en el Magreb y cuyo territorio puede servir de puente para que el gas norteafricano alcance el centro de Europa y aliviar as¨ª las necesidades de los Estados europeos m¨¢s dependientes de la energ¨ªa rusa y de sus presiones pol¨ªticas.
Siberia, aquel destino maldito de los disidentes al estalinismo; el escenario del gulag, la siniestra red de campos de trabajo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, es desde hace cuatro d¨¦cadas una compleja estructura de bombear petr¨®leo. Va al l¨ªmite. Llega a producir m¨¢s que Arabia Saud¨ª, Ir¨¢n, Irak o Estados Unidos (que cuentan con reservas probadas m¨¢s abundantes). En Rusia, la clave siempre ha sido extraer m¨¢s, marcar r¨¦cords, aun a costa de dejar de lado los yacimientos medianos para esquilmar los campos m¨¢s grandes de esta zona del mundo, los gigantescos Priobskoye o Samotlor, que, debido a esa estrategia, ya est¨¢n llegando al final de su vida ¨²til. La prosperidad, el presente y el futuro de Rusia, su estabilidad y su papel de superpotencia mundial dependen de que esa maquinaria no se detenga. Y cumpla los planes y objetivos de lo que algunos analistas denominan ¡°capitalismo de Estado¡±: el sistema pol¨ªtico a mitad de camino del mercado y la planificaci¨®n central que gobierna Rusia desde 2000, especialmente en temas energ¨¦ticos. La consigna de su art¨ªfice, el presidente Vlad¨ªmir Putin (el mayor estratega del petr¨®leo de la historia de su pa¨ªs y cuyos ministros y presidentes de las empresas del sector se intercambian sus puestos, a trav¨¦s de una descarada puerta giratoria, empezando por Dmitri Medv¨¦dev, que pas¨® de presidir Gaz?prom a presidir la Federaci¨®n Rusa), es clara: para que Rusia se mantenga en la cresta de la ola de la prosperidad y para ser respetados en el concierto internacional, los rusos est¨¢n obligados a producir 10 millones de barriles diarios. Sea como sea. Un objetivo que cada ejercicio es m¨¢s dif¨ªcil de conseguir: los viejos yacimientos siberianos se est¨¢n agotando, un declive que es evidente si retrocedemos hasta 1988, durante la agon¨ªa de la URSS, cuando se bombeaban 12 millones de barriles diarios (tres m¨¢s que Estados Unidos) para dar de comer al pueblo, evitar un estallido popular y mantener alta la moral del sistema.
Hoy, en Rusia, al igual que en toda la industria global, es cada vez m¨¢s caro, dif¨ªcil y sucio conseguir petr¨®leo; hay que invertir m¨¢s en exploraci¨®n y tecnolog¨ªa; ir m¨¢s lejos, a territorios extremos, perforar m¨¢s hondo. Enfrentarse a las aguas profundas y heladas del ?rtico y reba?ar yacimientos ya explotados y abandonados a mitad de producci¨®n, que a¨²n contienen millones de barriles y hoy es posible recuperar mediante pr¨¢cticas tan agresivas medioambientalmente como la ¡°fractura hidr¨¢ulica¡±: el fracking. Esa suma de elementos y las consiguientes inversiones y alianzas internacionales han convertido a Brasil y Noruega (que carecen del siglo de tradici¨®n petrolera de Rusia), en solo dos d¨¦cadas, en potencias petroleras al frente de dos multinacionales muy eficientes y extendidas por el mundo, en las que, curiosamente, el Estado posee dos tercios de las acciones: Petrobras y Statoil. Y devuelto a Estados Unidos un papel crucial como gran productor de petr¨®leo. Distintos centros de prospectiva auguran que en 2017 se convertir¨¢ en el primer productor mundial debido al fracking que se est¨¢ llevando a cabo en sus viejos yacimientos de Dakota del Norte. Las mismas fuentes aseguran que Estados Unidos ser¨¢ autosuficiente en 2035, lo que puede mantenerle m¨¢s tiempo de lo previsto como potencia hegem¨®nica frente a China, la eterna aspirante a esa corona. Esa resurrecci¨®n de Estados Unidos como l¨ªder mundial supone un quebradero de cabeza a?adido en estas tierras rusas. ?Ganar¨¢n tambi¨¦n los americanos la guerra del petr¨®leo?
Por el contrario, Rusia, con su visi¨®n cortoplacista del negocio, no ha dado ning¨²n paso adelante organizativo ni tecnol¨®gico durante la ¨²ltima d¨¦cada en el sector del petr¨®leo. Se ha limitado a bombear. Los te¨®ricos del sector dicen que a ese ritmo despiadado, y con las viejas pr¨¢cticas de perforaci¨®n y producci¨®n heredadas de la URSS (que maltratan los yacimientos y desperdician parte de su contenido), ser¨¢ dif¨ªcil que Rusia supere en 2020 los ocho millones de barriles diarios. Para el observador pueden parecer muchos; el doble de los que salen de los yacimientos de Ir¨¢n, China o Venezuela. Pero cuando el precio del barril se sit¨²a en 110 d¨®lares (en 2002 cotizaba a 20), producir dos millones menos de barriles supone dejar de ingresar miles de millones en impuestos y royalties; la paz social del pa¨ªs se resiente; y, por supuesto, el orgullo nacional.
El 80% de los recursos energ¨¦ticos de rusia est¨¢ en manos del estado
El subsuelo de Siberia Occidental est¨¢ horadado como un queso gruy¨¨re. As¨ª se refleja en los mapas confidenciales del sector, que representan en color verde los campos de petr¨®leo y en rojo los de gas; son unos 300 bloques con una superficie de 600 kil¨®metros cuadrados cada uno, que se extienden como manchas de aceite por toda la regi¨®n, especialmente en el distrito de Janty-Mansi, adonde nos dirigimos, donde un 90% de sus ingresos procede del petr¨®leo. En cada uno de esos enormes cuadrados perfectos de 25 por 25 kil¨®metros se trabaja a toda velocidad. Est¨¢n obligados a lanzar cada d¨ªa al mercado tres millones de barriles para el consumo interno del pa¨ªs y siete millones al global, al margen de la producci¨®n de gas, a trav¨¦s de dos mastod¨®nticos consorcios p¨²blicos: Rosneft y Gaz?prom. Tras la renacionalizaci¨®n del sector que efectu¨® por decreto Putin en la d¨¦cada de 2000, y de enviar a la c¨¢rcel durante 10 a?os y despojarle de su imperio al oligarca Mija¨ªl Jodorkovski, su rival pol¨ªtico y propietario de la superpetrolera Yukos (y a un dorado exilio londinense a sus ricos compa?eros de viaje de la industria petrolera privada rusa nacida del expolio a las arcas del Estado de la URSS en los primeros noventa), el 80% de los recursos energ¨¦ticos de Rusia est¨¢ hoy en manos del Estado; tambi¨¦n las tuber¨ªas que los transportan, la fijaci¨®n de los cupos de exportaci¨®n, el monopolio de la concesi¨®n de licencias de exploraci¨®n y producci¨®n y, por supuesto, la distribuci¨®n dom¨¦stica del gas. Los impuestos a la exportaci¨®n gravan en torno al 75% del precio del barril de Siberia. El petr¨®leo es el elemento b¨¢sico del futuro de Rusia. De su estabilidad y, en consecuencia, de la de todo el planeta. Como explica el polit¨®logo Thane Gustafson, profesor de la Universidad de Georgetown, en su monumental estudio Wheel of fortune: The battle for oil and power in Russia: ¡°Para Putin, el mercado no puede controlar un tema tan vital para Rusia como es la energ¨ªa. Seg¨²n ¨¦l, la primera obligaci¨®n de las compa?¨ªas petroleras en Rusia es con el Estado; despu¨¦s, con el presupuesto del Estado, y solo al final, con los accionistas¡±.
Es el tesoro del Kremlin. La herencia de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica. Solo hay que contemplar el grandioso cuartel general de Rosneft (la gigantesca petrolera p¨²blica rusa engordada con los restos de Yukos), situado en un palacio zarista frente a la Plaza Roja: el despacho de Putin y el de Igor Sechin, su hombre en Rosneft (y antiguo mano derecha al frente de la maquinaria de la presidencia de la Federaci¨®n), est¨¢n frente a frente, solo les separa el r¨ªo Moscova. Ese petr¨®leo es para unos rusos una bendici¨®n celestial; para otros, por el contrario, una maldici¨®n, debido a la adicci¨®n que esas rentas provocan en la econom¨ªa del pa¨ªs; unos ingresos asentados sobre las arenas movedizas del paulatino agotamiento del crudo y la volatilidad de los precios en los mercados internacionales, que sumen en un confortable inmovilismo y somnolencia a la naci¨®n. En 2008, al comienzo de la gran recesi¨®n mundial, cuando la cotizaci¨®n del petr¨®leo descendi¨® hasta los 60 d¨®lares, el d¨¦ficit p¨²blico de la Federaci¨®n Rusa se dispar¨® hasta el 7,8%. Por contra, con cada d¨®lar que sube el barril, su PIB se eleva un 0,35%.
Producci¨®n intensiva. Siempre ha sido as¨ª el negocio de las materias primas en Rusia. Los beneficios nunca se reinvirtieron en el sector, sino que fueron a apagar incendios en otros rincones de la econom¨ªa del pa¨ªs. De ecolog¨ªa, mejor no hablar. Esa fue la t¨®nica en la URSS y lo ha seguido siendo en la Federaci¨®n Rusa. Una estrategia de tierra quemada; pan para hoy y hambre para ma?ana. Mientras, seguir bombeando. Afortunadamente para los rusos y sus sue?os de grandeza, los gur¨²s del sector son optimistas: el precio del barril seguir¨¢ cotizando por encima de los 100 d¨®lares. Cimientan esa afirmaci¨®n en tres convicciones: la creciente necesidad de energ¨ªa de las potencias emergentes (en especial China e India), el continuo encarecimiento de la exploraci¨®n y producci¨®n de hidrocarburos y la perpetua inestabilidad en Oriente Pr¨®ximo, con Ir¨¢n y el golfo P¨¦rsico como v¨¦rtices. Todos esos factores favorecer¨¢n la demanda de petr¨®leo sobre la oferta en los pr¨®ximos a?os y mantendr¨¢n el barril por las nubes.
El ant¨ªdoto contra esa adicci¨®n de Rusia a sus materias primas es dif¨ªcil de conseguir. El petr¨®leo y el gas suponen el 35% de su PIB; el 50% de los ingresos del presupuesto federal; m¨¢s del 60% de sus exportaciones; el 60% de su actividad industrial. El sector petrolero y gas¨ªstico provee al pa¨ªs 1.700.000 empleos, de los que 400.000 corresponden a Gazprom. Los beneficios derivados del petr¨®leo y el gas nutren dos fondos soberanos (uno equilibra el presupuesto federal y el otro asegura la sostenibilidad del sistema de pensiones), dotados con 180.000 millones de euros. El oro negro mantiene el d¨¦ficit del Estado en un 1% y su deuda en un 13% (la de Espa?a roza el 100%), relativamente contenida la inflaci¨®n, el saldo comercial con super¨¢vit y las arcas p¨²blicas rebosantes de divisas.
En el ¨¢mbito de la calle, el petr¨®leo es el gran responsable de la estabilidad del pa¨ªs desde 2000; su PIB se ha multiplicado por 10 desde 2002, y los ingresos de los ciudadanos, por 3. El petr¨®leo es la causa del fortalecimiento de una clase media que ya abarca a la mitad de la poblaci¨®n. Y favorece que Putin gobierne a sus anchas, sin dar explicaciones. Una frase m¨¢s o menos ap¨®crifa corre en Rusia sobre su estilo presidencial: ¡°A mis amigos, todo; a mis enemigos, todo el peso de la ley¡±.
Es la segunda parte de la guerra fr¨ªa, pero con petr¨®leo en vez de armas, explica un diplom¨¢tico occidental en mosc¨²
Seg¨²n un diplom¨¢tico occidental al que visitamos en Mosc¨² antes de viajar a Siberia, ¡°el sector petrolero es el salvavidas de Rusia; a nivel p¨²blico, es su principal fuente de ingresos y el motor del desarrollo econ¨®mico; a nivel privado, subsidia la luz, la calefacci¨®n y el agua caliente de los ciudadanos (los consumidores rusos pagan el gas por debajo de su precio de producci¨®n); y a nivel internacional, le otorga una enorme influencia en el tablero estrat¨¦gico. Rusia ha recuperado el papel que perdi¨® con el derrumbe de la URSS gracias al precio del petr¨®leo. Se vuelve a hablar de la Gran Rusia y se permiten aventuras como la de Crimea, y eso es la consecuencia de su papel como gran exportador y de la dependencia que tienen en Oriente y Occidente de su energ¨ªa, sobre todo en la Uni¨®n Europea. Esto es como la segunda parte de la guerra fr¨ªa, pero sin armas, solo con barriles de petr¨®leo¡±.
El jefe de la Oficina Comercial de la Embajada espa?ola en Mosc¨², el economista del Estado Luis Alberto Cacho, coincide con esa reflexi¨®n, pero aporta una se?al de alarma hacia ese equilibrio precario: ¡°El problema es que los ingentes ingresos del petr¨®leo provocan que no se avance en una diversificaci¨®n del modelo productivo. Y en estos momentos el pa¨ªs se enfrenta a un escenario de costes crecientes y rendimientos menguantes en la industria petrolera. El modelo debe revisarse, dando entrada a nuevos actores, empresas extranjeras (sobre todo en el ?rtico, que debe tomar el relevo de Siberia como gran yacimiento ruso) que aporten tecnolog¨ªa y ense?en a los rusos las modernas t¨¦cnicas del offshore (la producci¨®n en los lechos marinos), la extracci¨®n de petr¨®leos no convencionales, la fabricaci¨®n de productos refinados con mayor valor a?adido y, sobre todo, la incorporaci¨®n de est¨¢ndares de seguridad, detecci¨®n de escapes y respeto por el medio ambiente de los que la industria del petr¨®leo rusa ha estado ausente desde la autarqu¨ªa sovi¨¦tica¡±.
La ¨²ltima reflexi¨®n la realiza el economista Vlad¨ªmir Konovalov, director ejecutivo del Petroleum Advisory Forum, con sede en Mosc¨²: ¡°Tenemos que empezar a entender en Rusia el sector del petr¨®leo como una fuente de conocimiento, innovaci¨®n y tecnolog¨ªa que tire de toda la industria, y no como una vaca que te limitas a orde?ar para financiar las alegr¨ªas del Estado. Las empresas p¨²blicas rusas del petr¨®leo (es decir, las grandes) deben ser m¨¢s eficientes, y eso supone que nos abramos a la competencia y se controle la corrupci¨®n. En Estados Unidos, la revoluci¨®n del nuevo petr¨®leo, la recuperaci¨®n de los pozos maduros, la han emprendido empresas medianas que se han aliado con las majors; el renacimiento americano es una obra de la iniciativa privada. Y esas empresas ya cuentan en su conjunto con m¨¢s de la mitad de la producci¨®n de petr¨®leo en EE UU y est¨¢n en cabeza de la innovaci¨®n. Debemos tomar nota, abrirles las puertas y no machacarles a impuestos. En Rusia ya se ha empezado a notar esa nueva manera de ver las cosas con un acuerdo de 450.000 millones de euros entre la major americana Exxon (la primera mundial) y Rosneft (la primera rusa) para explorar el ?rtico. A cambio, Rosneft ha entrado en Estados Unidos y va a aprender mucho¡±.
Vlad¨ªmir Konovalov, economista: Tenemos que empezar a entender en rusia el sector del petr¨®leo como una fuente de innovaci¨®n que tire de la econom¨ªa
Uno de los escasos actores extranjeros que ha logrado penetrar en el opaco sector del petr¨®leo ruso (cerrado durante el comunismo y hoy solo entreabierto) es Repsol, la multinacional espa?ola de la energ¨ªa, que empez¨® a introducirse en Rusia en 2006. Partiendo de cero. Como una apuesta estrat¨¦gica de la compa?¨ªa. Lo explica su responsable en Rusia, el ingeniero Fernando Mart¨ªnez Fresneda: ¡°Aterric¨¦ solo, sin contactos, con una habitaci¨®n de hotel como oficina y una tarjeta de cr¨¦dito. No hablaba el idioma ni conoc¨ªa el sistema. Aqu¨ª todo es diferente, la Administraci¨®n, la legislaci¨®n, los protocolos. Ten¨ªamos todo por hacer. Lo primero, formar un equipo; ya tenemos gente muy joven rusa bien formada y con idiomas y mentalidad occidental, y tambi¨¦n t¨¦cnicos que provienen de la era sovi¨¦tica. Y hemos entrado en el pa¨ªs l¨ªder mundial del gas y el petr¨®leo¡±.
¨C?Qu¨¦ pod¨ªa ofrecer Repsol a los rusos?
¨CNuestra tecnolog¨ªa; sobre todo en la detecci¨®n de yacimientos, a trav¨¦s de nuestros avanzados sistemas de procesamiento de datos s¨ªsmicos. Y la experiencia de haber explorado y producido petr¨®leo en aguas profundas de Brasil y el golfo de M¨¦xico, y en otro tipo de yacimientos en Libia, Per¨², Venezuela, Alaska y Bolivia. Ten¨ªamos un prestigio y un tama?o que nos convert¨ªa en un buen socio tecnol¨®gico. Pod¨ªamos aportar nuestros est¨¢ndares de seguridad y responsabilidad social en temas ambientales. Comenzamos a movernos, a tejer alianzas, a comprar activos, a crearnos un nombre. As¨ª llegamos al acuerdo de 2011 con Alliance Oil Company, una petrolera propiedad de los Bazhaew, una riqu¨ªsima familia chechena aliada del presidente Putin. Para entrar aqu¨ª en el negocio solo puedes hacerlo de la mano de una de sus compa?¨ªas. Con Alliance hemos creado AROG, una sociedad conjunta con activos por valor de 800 millones de euros y que produce 25.000 barriles diarios. A partir de ah¨ª queremos estar presentes en toda la aventura del ?rtico, donde menos del 10% del territorio est¨¢ explorado.
Junto a los t¨¦cnicos (rusos) de Repsol, un ingeniero, Alexander, y una economista, Alena, viajaremos hasta Siberia; nos vamos a sumergir a su lado en los yacimientos m¨¢s rec¨®nditos de la compa?¨ªa espa?ola en Rusia (que ya cuenta en el territorio de la Federaci¨®n con 27 bloques de petr¨®leo y gas; desde Siberia hasta los Urales y el ?rtico). Nyagan ser¨¢ nuestra puerta de entrada en Siberia Occidental. Aqu¨ª termina la civilizaci¨®n. M¨¢s all¨¢, a 300 kil¨®metros en helic¨®ptero, est¨¢ el campo de gas Syskonsyninskoye (SK), en el mismo coraz¨®n de ninguna parte.
Nyagan tiene 50.000 habitantes y es ciudad solo desde 1985, gracias a la fiebre del oro negro. Antes no ten¨ªa nombre ni personalidad jur¨ªdica; era lo que en la URSS denominaban ¡°una aldea de trabajo¡±: un peque?o asentamiento maderero creado a finales de los cuarenta que sirvi¨® como lugar de confinamiento para los presos del gulag que, tras cumplir sus penas, eran obligados a vivir en Siberia a perpetuidad. Algunas viejas isbas (primitivas casas de madera construidas a golpe de hacha) en los m¨¢rgenes de la poblaci¨®n son los ¨²ltimos vestigios de la era estalinista. Est¨¢n habitadas por ancianos que llegaron a trabajar aqu¨ª en los sesenta. Su interior es m¨ªsero, sin apenas muebles; la ¨²nica decoraci¨®n son ra¨ªdas alfombras en los suelos y las paredes. El calor es sofocante. A todas ellas llega por grandes tuber¨ªas el agua caliente cortes¨ªa de Gazprom. Muy cerca, un olvidado monumento de estilo realismo social, rodeado de barro y sembrado de h¨¦roes y banderas rojas, recuerda a los ca¨ªdos en la Gran Guerra Patria: la II Guerra Mundial.
A medida que uno se aleja del centro de Nyagan, todo se vuelve m¨¢s inh¨®spito. Las callejuelas, sin asfaltar y anegadas de sucios charcos; los bloques sovi¨¦ticos de los setenta, inquietantes y destartalados. No hay gente por las calles, ni bares ni restaurantes, aunque s¨ª una solemne catedral ortodoxa frecuentada por octogenarias con la cabeza y el rostro cubiertos. En algunos edificios de la era sovi¨¦tica, que en su proyecto inicial carec¨ªan de locales comerciales (no hab¨ªa nada que vender), se han adosado a sus fachadas unas baratas estructuras de cristal y pvc que albergan peque?os supermercados. No se divisa ni un polic¨ªa. Hay coches decr¨¦pitos del comunismo y car¨ªsimos todoterrenos alemanes.
El orgullo de la ciudad es la avenida de Lenin, la arteria central, en cuyos m¨¢rgenes han surgido un parque p¨²blico, presidido por una estatua de San Jorge, y varios edificios modernos de apartamentos; entre ellos, el centro comercial Oasis Plaza, en cuyo interior se encuentra el ¨²nico Burger King en mil kil¨®metros a la redonda y una tienda femenina de moda bautizada Zarina. Todo proyecta cierta imagen de precariedad. ¡°El concepto de calidad no exist¨ªa en la URSS y sigue siendo algo extra?o a la cultura industrial rusa¡±, me explic¨® un diplom¨¢tico occidental. ¡°Los sovi¨¦ticos eran capaces de fabricar un submarino nuclear, pero eran unos negados cuando ten¨ªan que dise?ar algo que hiciera la vida m¨¢s c¨®moda y agradable. Y as¨ª siguen¡±.
Los precios de los servicios de la ciudad se han disparado al rebufo de la expansi¨®n de la industria del petr¨®leo y de los profesionales extranjeros del sector que recalan aqu¨ª y pagan en d¨®lares y euros. Una celda monacal en el cochambroso hotel Sobol, donde nada funciona y es mejor no internarse en el ba?o, cuesta 115 euros. Una cena a base de chulet¨®n congelado y cerveza nacional en el restaurante La Caverna del Oso, decorado con un estilo lim¨ªtrofe con el castillo de Dr¨¢cula, rodeado de aspirantes a oligarcas y profesionales americanos de la industria del petr¨®leo, no baja de los 70 euros. Despu¨¦s, algunos enfilan en direcci¨®n al ¨²nico prost¨ªbulo de la localidad.
Tras pasar muchas horas entre la tundra y la taiga con los ingenieros y ge¨®logos rusos que gestionan los yacimientos petrol¨ªferos de Repsol se aprenden tres cosas. La primera, el orgullo que les producen los logros acad¨¦micos y cient¨ªficos de su pa¨ªs. No se sienten ciudadanos de un Estado derrotado, tercermundista ni emergente; ni un petroestado que sobrevive gracias a las materias primas, sino de un Estado europeo rebosante de historia, cultura y con una s¨®lida base industrial. ¡°Aqu¨ª no se cay¨® el tel¨®n de acero, lo levantamos¡±, explica uno de ellos. ¡°Sin ayuda de nadie, hicimos m¨¢s tanques que Hitler, desarrollamos nuestra bomba at¨®mica, mandamos al hombre al espacio y nos convertimos en los primeros productores de petr¨®leo del mundo sin importar ni un tornillo de Occidente. ?Sabe qu¨¦ es lo que m¨¢s exportamos en Rusia adem¨¢s de petr¨®leo y gas?
Aqu¨ª no se cay¨® el tel¨®n de acero, lo levantamos, explica un operario de estos yacimientos petrol¨ªferos
¨CNi idea. ?Carb¨®n?
¨CPremios Nobel.
Esa es la segunda lecci¨®n que nos dan los rusos, les encantan los chistes y chascarrillos, y si son sobre rusos y pol¨ªtica, mejor. La tercera lecci¨®n es que cuando se ingiere vodka a su lado, ellos marcan el ritmo y la cantidad. Son los nativos. Cuando dicen hasta aqu¨ª hemos llegado, hasta aqu¨ª hemos llegado.
Para alcanzar el yacimiento Syskonsyninskoye (SK) hay que viajar durante una hora por una excelente carretera que corta la taiga desde Nyagan hasta otra poblaci¨®n nacida del petr¨®leo, Priobye, de 7.000 habitantes: un villorrio en la orilla del Obi (en esta zona alcanza m¨¢s de 500 metros de anchura) que se ha convertido en un gran centro log¨ªstico de la industria petrolera en esta regi¨®n. De aqu¨ª zarpan las gabarras con capacidad para 500 toneladas de material que surten a los yacimientos en los meses del deshielo, y de aqu¨ª se parte tambi¨¦n en helic¨®ptero en direcci¨®n a los yacimientos SK.
El helipuerto es una caseta de madera con una m¨¢quina de caf¨¦ y un retrete con taza turca en mitad de un polvoriento descampado. Un t¨¦cnico de la empresa petrolera estadounidense Halliburton se encarga de advertirnos de que viajar en helic¨®ptero en Siberia es una actividad de alto riesgo: ¡°Todos los a?os se cae uno¡±. Tambi¨¦n nos informa de que el viejo Mi-8, de fabricaci¨®n rusa y capacidad para 20 personas, es ¡°material de desecho del ej¨¦rcito¡±. El baqueteado aparato va cargado hasta los topes de alimentos, agua y piezas de recambio; los pasajeros, en su mayor¨ªa j¨®venes ucranios y t¨¢rtaros de rostro curtido y ropa de trabajo, van a relevar a sus compa?eros. Estos hombres del petr¨®leo (en Rusia les denominan neftyanik) trabajan 12 horas diarias durante 28 d¨ªas y libran otros 28. Son tipos duros que no abren la boca durante el par de horas del vuelo. La mayor¨ªa dormita. ¡°Desde que te montas en el helic¨®ptero solo te planteas trabajar y dormir y que el tiempo corra¡±. Su sueldo oscila entre los 1.000 y los 1.800 euros al mes.
A 300 kil¨®metros de la civilizaci¨®n, el asentamiento que alberga los pozos de Syskonsyninskoye proyecta una desolaci¨®n infinita. El suelo y el cielo se confunden: son del mismo tono fr¨ªo y gris. El aire es ¨¢spero como una lija; hace da?o. El conjunto, que se extiende a lo largo de 600 kil¨®metros cuadrados, ofrece un aspecto absurdo e irreal, como una cicatriz en plena taiga. Se han talado bosques y cubierto el terreno de arena para proporcionarle solidez y contrarrestar el avance de la ci¨¦naga. Todo est¨¢ sembrado de v¨¢lvulas y tuber¨ªas. Es la imagen b¨¢sica de este negocio. En invierno, la altura de la nieve alcanza aqu¨ª dos metros; con el deshielo, el paisaje se vuelve m¨¢s triste. El conjunto SK, capitaneado por Repsol, est¨¢ formado por 11 pozos de extracci¨®n (5 en explotaci¨®n y 6 en construcci¨®n), una planta de procesamiento del gas (donde se le separa del agua y otras sustancias y se homogeneiza para su consumo), una planta de almacenamiento y un gasoducto de cinco kil¨®metros que conecta con la red de Gazprom, que se encargar¨¢ de distribuirlo por el pa¨ªs y lanzarlo al exterior.
Junto a la planta, iluminada d¨ªa y noche por una enorme antorcha de gas, est¨¢ el campamento: media docena de contenedores donde viven los 40 trabajadores. Uno cumple las funciones de ba?o; otro, de comedor. No hay m¨¢s. Al frente de la cocina est¨¢n las dos ¨²nicas mujeres. No paran de bromear. Hay siete turnos para almorzar. La comida de hoy es sopa de patata y empanada de carne. Caf¨¦ o t¨¦. El alcohol est¨¢ prohibido.
A bordo de un viejo microb¨²s 4¡Á4 recorremos los 12 kil¨®metros que separan la planta del pozo n¨²mero 4, donde se perfora desde hace dos semanas. El gas est¨¢ a solo 220 metros bajo nuestros pies. La rudimentaria torre de perforaci¨®n est¨¢ a cargo de una cuadrilla de ucranios. Son tipos rudos con a?os de experiencia en los yacimientos de toda la antigua URSS. Est¨¢n empapados de barro y grasa. En estos pozos se trabaja 24 horas al d¨ªa. De noche, bajo los focos, el campo adquiere un aire fantasmal. Es un trabajo duro y sucio; g¨¦lido en invierno y sofocante en verano; se perfora con la misma t¨¦cnica que hace 50 a?os. Uno de los neftyanik, el driller, dirige la operaci¨®n; detiene y acelera la perforaci¨®n con una antediluviana palanca de freno. A continuaci¨®n se van introduciendo los tubos en el pozo hasta el yacimiento. Otro operario los dirige con precisi¨®n al orificio colgado de un arn¨¦s a 20 metros de altura; es el monkey, una especie de trapecista de la industria del petr¨®leo. La estrategia, la econom¨ªa y la influencia mundial en torno al gas y el petr¨®leo descansan al final en las manos de estos trabajadores imperturbables con el rostro tiznado de polvo, cieno y grasa. Cuando abandonamos el pozo, no nos dirigen ni una mirada. Son muy orgullosos. Ellos son los h¨¦roes del petr¨®leo.
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