Negra, lesbiana y mala madre
La esposa del alcalde de Nueva York es una negra que se declar¨® lesbiana en sus a?os estudiantiles
No es f¨¢cil ser mujer y estar a la vista de todo el mundo. Se puede estar a la vista de todo el mundo por distintas razones: por tu propia actividad profesional o por la de tu pareja. En alg¨²n endemoniado caso coinciden las dos circunstancias, entonces, la mujer en cuesti¨®n ha de estar preparada para tener la culpa. ?La culpa de qu¨¦? De lo suyo y de lo ajeno. La mujer, en la imaginer¨ªa popular, es la que maneja los hilos en la sombra. Eso permite al hombre mandar sin ser absolutamente responsable de lo que hace.
En estos d¨ªas, he le¨ªdo aqu¨ª y all¨¢ reportajes sobre las mujeres-de: un aleccionador reportaje en el que se explicaba con detalle c¨®mo cazar a un hombre poderoso, poniendo como ejemplo a Elena Ochoa, la esposa del arquitecto Norman Foster; otro, en el que se redim¨ªa a Arias Ca?ete de sus requiebros machistas desvelando que en casa es su mujer quien manda, y hasta una cr¨®nica que daba a conocer al gran p¨²blico c¨®mo es la mujer que conquist¨® el coraz¨®n de la nueva estrella pol¨ªtica, Pablo Iglesias. Las mujeres siguen dando un toque de color, alumbran los reportajes y permiten a los peri¨®dicos ofrecer ese toque de papel couch¨¦ que los lectores serios s¨®lo se conceden cuando van a la peluquer¨ªa.
Los reportajes sobre mujeres permiten a los peri¨®dicos ofrecer ese toque de papel couch¨¦ que los lectores serios s¨®lo se conceden cuando van a la peluquer¨ªa
Por lo dem¨¢s, que yo sepa, no se le ha hecho una semblanza al marido de Rosa D¨ªez, ni al de Susana D¨ªaz, ni al de Ana Pastor. Tampoco se insin¨²a que el car¨¢cter de la juez Alaya est¨¦ marcado por la personalidad de su marido. M¨¢s bien ser¨ªa al contrario: pobre del hombre que aguante en la intimidad un talante tan implacable. El caso de Ana Botella brilla en su singular excepcionalidad: su esposo desconoce lo que deber¨ªa ser el comportamiento discreto de un expresidente o de marido de la alcaldesa. Hay una mujer Chirlane McCray, esposa del casi reci¨¦n estrenado alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, que desde un principio inspir¨® gran curiosidad. Su singularidad est¨¢ a la vista: es una negra casada con un blanco. Y a pesar de que las normas bien aprendidas del lenguaje p¨²blico mandan observar este hecho con naturalidad, en la vida real los matrimonios mixtos siguen siendo escasos.
Esa diferencia en el tono de piel, que significa tambi¨¦n una cultura en ocasiones muy diferenciada y unos desaf¨ªos desiguales en los a?os escolares (sobre todo para las ni?as negras) acentu¨® el inter¨¦s sobre la pareja y la familia que hab¨ªan creado. A su negritud se a?adi¨® el hecho de que Chirlane se hab¨ªa declarado abiertamente lesbiana en sus a?os estudiantiles. Lo hizo a trav¨¦s de una especie de manifiesto que public¨® en una revista radical de los 80, cuando desembarc¨® en Nueva York para convertirse en una activista de los suyas, las mujeres negras. Las mujeres lesbianas negras.
Lo irritante es esa idea de que la madre que no entrega su existencia a la maternidad no deber¨ªa tener hijos
En un principio, el pasado y la condici¨®n bisexual de la se?ora McCray, animaron la campa?a de este dem¨®crata y las cr¨®nicas que se escrib¨ªan sobre el matrimonio: padres de dos adolescentes mulatos, guapos, con pelo a lo afro y algunos problemas que lejos de ocultarse se sirvieron en bandeja a la prensa, como el hecho de que la hija hubiera tenido problemas con el alcohol y los porros. Pero como era de esperar, esa bendici¨®n que la familia De Blasio recibi¨® en un principio estaba m¨¢s relacionada con las obligadas normas de correcci¨®n verbal que con una verdadera tolerancia. Ahora han encontrado la manera de hincarle el diente. La bella se?ora McCray concedi¨® hace dos semanas una entrevista a la revista New York y contest¨® con inusitada franqueza a las preguntas de la periodista. Con respecto a la maternidad, la esposa del alcalde dijo haber tardado en encajarla dentro de su vida y no haber querido renunciar a su condici¨®n de mujer trabajadora. Expresaba claramente su amor incondicional por los hijos pero se ve¨ªa incapaz de entregar el d¨ªa entero a su crianza.
Quienes no hab¨ªan podido hacer comentarios hirientes sobre el hecho de que esta primera dama fuera negra, hubiera aceptado su bisexualidad y se definiera como una activista social, han encontrado la manera de faltarle el respeto caracteriz¨¢ndola como una madre negligente. ¡°Soy una mala madre¡±, titularon algunos peri¨®dicos, entrecomillando una frase que ella no hab¨ªa pronunciado. El alcalde ha exigido una disculpa a varios medios en lo que considera un insulto a su mujer y a tantas mujeres trabajadoras. Pero lo irritante es que esa idea de que una madre que no entrega su existencia a la maternidad no deber¨ªa tener hijos est¨¢ cundiendo en esta parte del mundo (incluyo Europa) que fue pionera de la emancipaci¨®n femenina.
Una mujer tan activa como la actriz Emma Thompson, por ejemplo, proclama de pronto la conveniencia de a?os sab¨¢ticos para disfrutar s¨®lo de la condici¨®n de mam¨¢. Por supuesto, defiende esa tesis ahora, tras haber tenido una profesi¨®n intensa y en estos a?os de madurez en que uno empieza a echar el freno. Cada una es muy libre, pero reconozco que me preocupa la teorizaci¨®n sobre las buenas o las malas madres. Cuando le¨ª las palabras de McCray sent¨ª que hablaba por m¨ª. Coincido con ella en el amor por mi trabajo y en mi condici¨®n de madre imperfecta. Me remito al lema que hace unos d¨ªas le¨ª en el Museo de los Derechos Civiles en Memphis: ¡°Las mujeres que se portan bien rara vez pasan a la historia¡±. Pues eso.
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