Muchas uvas, poco sueldo
En Sud¨¢frica, la industria vin¨ªcola factura al a?o 5.700 millones de euros Los trabajadores cobran sueldos irrisorios
Son las siete de la ma?ana de un viernes de enero. Estoy sentada en el bordillo de una acera de una peque?a plaza de Lanquedoc, un pueblecito situado entre Stellenbosch y Franschoek, en medio de la regi¨®n vin¨ªcola de Sud¨¢frica. Me han dicho que este es el mejor lugar para observar de cerca c¨®mo viven los trabajadores temporales en Sud¨¢frica.
A mi alrededor hay diferentes grupos de personas sentadas o de pie. Est¨¢n esperando a que les recojan para llevarles a su lugar de trabajo en uno de los vi?edos de los alrededores, donde la cosecha de uva est¨¢ en su pleno apogeo. La mayor¨ªa de los hombres viste un mono azul, en tanto que las mujeres llevan una bata. Cuando la camioneta blanca estaciona en la plaza, se levantan aproximadamente 15 hombres y se dirigen hacia la carretera. Se abre la puerta lateral del veh¨ªculo y en su interior puedo ver por lo menos a 20 personas ya sentadas en el suelo de la zona de carga. Los hombres suben a la camioneta y la puerta se cierra. La camioneta est¨¢ ahora completamente cerrada. No hay ventanas abiertas ni tampoco rejillas de ventilaci¨®n. Y entonces, cuando el veh¨ªculo se aleja, me pongo a pensar en las 35 personas que van dentro y en lo que deben sentir ah¨ª, en ese espacio oscuro como boca de lobo.
Sud¨¢frica es uno de los mayores productores de vino del mundo. En los ¨²ltimos 10 a?os las exportaciones se han disparado, aumentando desde 174 millones de litros en 2001 a 350 millones en 2011. Cape Winelands ¡ªdistrito municipal y vin¨ªcola en la provincia occidental del Cabo¡ª es una de las zonas m¨¢s ricas de Sud¨¢frica. Resulta bastante obvio comprobarlo: sus colinas est¨¢n cubiertas de zarcillos de la vid y hay largas avenidas que conducen hasta se?oriales mansiones de color blanco de estilo Cape Dutch. Todo ello forma un paisaje id¨ªlico.
La facturaci¨®n anual de la industria vin¨ªcola sudafricana alcanza un total de 5.700 millones de euros. Sin embargo, veo poca de esa riqueza aqu¨ª, en esta peque?a plaza de Lanquedoc. Porque, a pesar de los enormes beneficios, los salarios de los 40.000 trabajadores agr¨ªcolas se encuentran entre los m¨¢s bajos del pa¨ªs. ¡°Aunque las empresas han conseguido grandes ganancias en los ¨²ltimos a?os, los trabajadores no se han visto beneficiados¡±, me confirma Anthony Dietrich de SAWIT, una organizaci¨®n que se encarga de acometer reformas en este sector.
Me gustar¨ªa pagarles sueldos m¨¢s altos, pero no s¨¦ c¨®mo", dice un peque?o productor
El vino sudafricano es famoso. Seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles (2011), el pa¨ªs es el octavo mayor productor de vino del mundo. Sus exportaciones anuales superan los 357 millones de litros. Por orden decreciente, sus cinco principales mercados de vino envasado son: Reino Unido, Alemania, Suecia, Holanda y Estados Unidos.
Vinos de buena calidad a precio razonable. ?C¨®mo no le va a gustar eso al consumidor? Pero, ?qu¨¦ es un precio razonable? y, ?para qui¨¦n? Con todo, esta industria sudafricana se est¨¢ viendo ahora amenazada. En 2011, un informe de Human Rights Watch denunciaba las p¨¦simas condiciones de trabajo de los trabajadores temporales que dio como resultado una serie de protestas que finalmente acabaron en huelgas salvajes a finales de 2012. Los huelguistas ped¨ªan que el salario m¨ªnimo diario permitido por ley de 69 rands sudafricanos debiera incrementarse en m¨¢s del doble, es decir a 150 rands al d¨ªa (11,50 euros). A modo de comparaci¨®n, en Francia se pagan 50 euros al d¨ªa por el mismo trabajo.
¡°Lo f¨¢cil es maldecir a los viticultores¡±, dice Pieter, que no quiere dar su apellido. Tiene un peque?o vi?edo y da empleo a un n¨²mero determinado de trabajadores fijos y temporales. ¡°Me gustar¨ªa pagarles sueldos m¨¢s altos, pero no s¨¦ c¨®mo. Solo soy un peque?o agricultor. No tengo nada que decir sobre este asunto. Mis clientes me ofrecen un precio por mis uvas. Lo ¨²nico que puedo hacer es aceptarlo o decir que no¡±.
Si se cumplieran las demandas de los huelguistas, los salarios subir¨ªan a 150 rands al d¨ªa pero los gastos del sector se incrementar¨ªan por encima del 53%. Un reciente informe del Bureau for Food and Agricultural Policy de Sud¨¢frica (BFAP) constata ¡ªdesde el punto de vista empresarial¡ª que los vi?edos de mano de obra intensiva ser¨ªan sencillamente incapaces de sufragar estos gastos. Sin embargo, esta premisa no es aplicable a todos los vi?edos. Merece la pena se?alar que los m¨¢s destacados pagan con frecuencia a sus empleados no mucho m¨¢s del salario m¨ªnimo permitido por ley. De acuerdo con las informaciones que publican los peri¨®dicos, incluso los multimillonarios sudafricanos, como la familia Rupert, est¨¢n pagando a sus trabajadores 69 rands al d¨ªa solamente, y eso a pesar de que el p¨¢ter familias Anton Rupert no solo era empresario sino adem¨¢s fil¨¢ntropo y conservacionista de WWF.
¡°No tengo ni idea de cu¨¢nto pagamos a nuestros trabajadores temporales¡±, me contesta el gerente de un lujoso restaurante ubicado en una de las bodegas m¨¢s pr¨®speras de Sud¨¢frica cuando le pregunto acerca de los salarios de los recolectores de uvas. ¡°Pero nosotros nos preocupamos mucho por nuestros empleados¡±, a?ade mientras rellena mi copa de vino. Un poco despu¨¦s, cuando una camarera negra trae la cuenta, lo intento de nuevo: ?Sabe cu¨¢nto gana aqu¨ª un recolector de uvas? Me mira dubitativa un instante. ¡°Siiiii, se?ora¡±, afirma t¨ªmidamente. ¡°69 rands al d¨ªa¡±. Miro la factura y me doy cuenta de que la copa de vino que he pedido cuesta m¨¢s que la mitad de un d¨ªa de duro trabajo.
A varias manzanas de la plaza, en Vuurpylstraat, vive Johanna Williams, una trabajadora temporal de la industria del vino. Esta se?ora de 53 a?os es el ¨²nico sost¨¦n de una familia formada por 13 miembros. Ella es la ¨²nica que tiene trabajo. Johanna gana 80 rands al d¨ªa (6 euros) recogiendo uvas. Un d¨ªa despu¨¦s de cobrar su salario quincenal, Johanna acude a hacer la compra a Paarl, una ciudad de tama?o medio emplazada en el coraz¨®n de esta regi¨®n vin¨ªcola, a 20 kil¨®metros de Lanquedoc aproximadamente.
Una botella de vino blanco, le costar¨ªa el sueldo de un d¨ªa de trabajo a un recolector?
Desde la distancia puedo ver a Johanna esper¨¢ndome en la puerta de su casa. Se ha puesto la mejor ropa que tiene especialmente para esta ocasi¨®n: pantalones supuestamente blancos (considerando que no tiene lavadora), y una camisa estampada roja y blanca de estilo hawaiano de tres tallas m¨¢s grande que lo que necesita, por lo menos. Salimos en un ¡°taxi¡±, un peque?o autob¨²s que se utiliza como transporte p¨²blico.
Despu¨¦s de un angustioso viaje de treinta minutos, llegamos al supermercado Shoprite en Paarl, un lugar sumamente popular entre los negros m¨¢s pobres por los buenos precios que ofrece. ¡°Hoy hay much¨ªsima gente. Los trabajadores cobraron ayer¡±, dice Ibrahim, director del autoservicio, antes de a?adir en tono triunfal: ¡°?Y en Shoprite tenemos las mejores ofertas!¡±.
Mientras deambulo por los pasillos observando los productos en los estantes, descubro en seguida que los mencionados buenos precios no lo son tanto. Un paquete de arroz le cuesta a Johanna el equivalente a una hora y media de trabajo. Una lechuga supone tres horas de trabajo y lo mismo ocurre con un trozo de queso. Y si quiere comprar una botella de vino blanco, tendr¨ªa que dejarse la piel en el trabajo durante un d¨ªa entero. Por eso, no es de extra?ar que los huelguistas est¨¦n pidiendo jornales m¨¢s altos. Sin embargo, el estudio del BFAP muestra que para el 51% de los trabajadores un sueldo de 150 rands diarios (lo que reclaman) aun no ser¨ªa suficiente para cubrir sus necesidades nutricionales cotidianas.
Cuando salimos del supermercado, me doy cuenta de que las bolsas de Johanna contienen principalmente productos b¨¢sicos: cinco kilos de harina, dos kilos y medio de az¨²car, cinco kilos de arroz, un litro de aceite, levadura, caf¨¦ instant¨¢neo y un rollo de papel higi¨¦nico. Observo adem¨¢s que en sus manos agarra con fuerza un trozo de papel de color brillante: un billete de loter¨ªa. Desde luego, cuando no se dispone de un trabajo estable o ingresos fijos, ganar la loter¨ªa es la ¨²nica esperanza que tiene Johanna para tener un futuro mejor.
Pocos d¨ªas despu¨¦s de mi visita, el gobierno anunci¨® que el salario m¨ªnimo permitido por ley subir¨ªa hasta los 105 rands diarios (8 euros).
Traducci¨®n de Virginia Solans.
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