F¨²tbol, alcances y coda

Soy chilena, m¨²sico cl¨¢sico, y el f¨²tbol no es una de mis aficiones. He seguido a La Roja desde la Eurocopa de 2008 por una raz¨®n bien diferente de las habituales: mi hija que en ese entonces ten¨ªa 10 a?os, vivi¨® sus ¨²nicos momentos de felicidad ante la caja boba de su habitaci¨®n de hospital, y olvid¨¢bamos as¨ª, ella y nosotros, aquella dram¨¢tica y realista pregunta suya de ¡°?mam¨¢, se mueren los ni?os?¡±. Luego siguieron los ¨¦xitos en la cancha por todos conocidos, ella aprendi¨® a caminar hasta el bar m¨¢s pr¨®ximo, porque en nuestra casa la tele no conectaba con ninguna antena y se encend¨ªa solo para reproducir pel¨ªculas escogidas por los mayores. Benjamina y mascota de los vecinos futboleros por su ligera discapacidad, aislada entre sus compa?eros de instituto, su vida social en el pueblo se desarroll¨® ante la pantalla gigante siguiendo a sus equipos preferidos, La Roja primero, y luego ¡°el Gran¨¢¡±. Conozco a los jugadores, sus caras, sus posiciones en la cancha, sus mejores jugadas. Que el momento de oro ha pasado para esta agrupaci¨®n nacional, puede ser. La vida nos lleva por caminos inesperados, un d¨ªa temes acabar tu vida en un sanatorio y al siguiente tu equipo es campe¨®n del mundo, mientras sientes con ellos y sus compatriotas la mayor de las alegr¨ªas. La f¨®rmula de la victoria tanto tiempo mantenida no pod¨ªa durar eternamente, como la vida tampoco. Para m¨ª, los jugadores de La Roja son y ser¨¢n profesionales extraordinarios y personas entra?ables.¡ª M¨®nica L¨®pez Canzonieri.