El placer de la derrota
La t¨¦cnica europe¨ªsta es aquella en la que todos ganan y no la suma cero en la que lo que gana uno lo pierden los otros
Hay derrotas que no llegan por la mano del adversario, sino que son obra de uno mismo, autoinfligidas. Son fruto del empecinamiento y de la ceguera en alguien que reclama lo que no se le puede dar y que incluso es capaz de doblar la apuesta cuando teme que est¨¦n a punto de conced¨¦rselo. Los buenos negociadores siempre dejan un portillo de escapatoria para que el adversario salve la cara. Al buen pol¨ªtico le basta ganar por uno a cero e incluso se conforma con el empate, antes que dejar al adversario herido por un cinco a cero que alg¨²n d¨ªa encontrar¨¢ su revancha.
Las buenas victorias siempre son a los puntos, de forma que el perdedor pueda presentarse dignamente ante los suyos, incluso como part¨ªcipe de la victoria. Esta ha sido siempre la especialidad europea, una t¨¦cnica de pasteleo de eficacia probada a la hora de hacer avanzar las cosas. Un buen Consejo Europeo es siempre una reuni¨®n de la que todos salen ganando, incluso los que se sienten m¨¢s escocidos por la derrota de sus posiciones extremistas. La t¨¦cnica europe¨ªsta y universal es aquella en la que todos ganan, win win, y no la suma cero en la que lo que gana uno lo pierden los otros.
No buscan la propia victoria sino la satisfacci¨®n que les proporciona la idea de que derrotar¨¢n a adversario, aunque luego no lo consigan nunca
Hay algo misterioso en esos personajes, imbuidos por una raz¨®n superior a todos los otros y por tanto autorizados a subir todas las apuestas, lanzar todos los ¨®rganos y poner las l¨ªneas rojas y los plazos inamovibles que les da la gana. En el fondo, no buscan la propia victoria sino la satisfacci¨®n que les proporciona la idea de que derrotar¨¢n a adversario, aunque luego no lo consigan nunca. Puede que sea un mero gusto masoquista por la derrota, una vocaci¨®n martirol¨®gica que les impulsa al sacrifico, aun a costa de facturas car¨ªsimas que, naturalmente, cargar¨¢n luego a los ciudadanos, en vez de correr ellos y sus secueces con el enorme gasto ocasionado.
Cabe tambi¨¦n que sea la pura ceguera, una incapacidad innata para percibir y analizar la realidad, facultad negativa de la inteligencia que suele ir acompa?ada de la m¨¢s irracional popularidad de las ideas absurdas que difunden. O incluso el cinismo y la frivolidad de quien est¨¢ dispuesto a jugar con la seguridad y la confianza de todos con tal de salir con suya, que consiste en jug¨¢rselo todo a una sola carta: o C¨¦sar, o nada. Un uso tan desesperado de la amenaza a un ¨²ltimo y definitivo recurso, la bomba at¨®mica de la pol¨ªtica, puede que sea tambi¨¦n un signo de debilidad extrema, la de alguien ue se halla a punto del desfallecimiento.
No hay que ir muy lejos para encontrarse con estos absurdos comportamientos, pero quien mejor los encarna es el l¨ªder conservador brit¨¢nico, David Cameron, ep¨ªtome del derrotado por su propia mano y a poco que se descuide responsable del triplete que significar¨ªa romper la UE, dejar fuera a Reino Unido y para postre romperlo en dos con la salida de Escocia.
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