Reconstruir la credibilidad de un partido
La clave es dar explicaciones claras sobre qu¨¦ se est¨¢ haciendo y por qu¨¦. Rubalcaba no las dio
¡°Antes que nada, ?realmente tiene que ser una ballena la protagonista de la historia?¡±, le pregunt¨® un editor a Herman Melville. ¡°?No podr¨ªa usted cambiarlo?¡±.
No, no es posible cambiar la ballena: el primer problema del PSOE es su falta de credibilidad, la incapacidad de sus dirigentes para ser cre¨ªdos. Sucede con todos los partidos tradicionales, se podr¨ªa argumentar. Sin duda, los dirigentes del PP no tienen ni un ¨¢pice m¨¢s, pero, por el momento, tienen el Gobierno y una mayor¨ªa aplastante en todos los ¨®rganos de poder, lo que les permite actuar como si nada, unidos y a la espera de que llegue el gran momento electoral.
Entonces pondr¨¢n en marcha una formidable (y costosa) m¨¢quina de propaganda, con la que conf¨ªan taponar esa v¨ªa de agua (a prop¨®sito, ?c¨®mo piensan las instituciones controlar el gasto de los partidos en las pr¨®ximas convocatorias dado los precedentes de financiaci¨®n ilegal?).
En cualquier caso, el PSOE no tiene nada de eso. Comparte la falta de credibilidad, pero, adem¨¢s, no tiene ni recursos econ¨®micos, ni unidad. Quiz¨¢ los candidatos a la secretar¨ªa general deber¨ªan aplicarse el consejo que dio hace poco Janet Yellen, la actual presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos: la clave fundamental para recuperar credibilidad, dijo, es explicar claramente lo que est¨¢s haciendo y por qu¨¦.
Uno de los problemas fundamentales que han rodeado la etapa de Alfredo P¨¦rez Rubalcaba al frente del PSOE ha sido precisamente la falta de explicaciones. Ni explicaciones sobre lo sucedido durante el Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero, ni explicaciones sobre lo que se estaba haciendo despu¨¦s y por qu¨¦. Seguramente Rubalcaba no tuvo mucha suerte cuando se tropez¨® con ZP y se integr¨® en su equipo. Es cierto que le permiti¨® ejercer un gran poder, como nunca antes, dentro del Gobierno, y que le dio autonom¨ªa para alcanzar uno de sus grandes ¨¦xitos, el fin de ETA, pero tambi¨¦n que le arrastr¨® a una despedida destructiva en la que Rubalcaba, curiosamente, no tuvo mayor protagonismo.
La falta de explicaciones es capaz de acabar con la credibilidad de cualquier pol¨ªtico, y Rubalcaba no las dio. No lo ten¨ªa f¨¢cil, es verdad, porque desde el primer momento su mandato al frente del PSOE fue objeto de luchas intestinas. Un hombre acostumbrado a tener poder, y a ejercerlo, se encontr¨® con que el secretario general del PSOE pr¨¢cticamente no lo ten¨ªa, o era muy limitado, porque el poder en el PSOE est¨¢ en las federaciones y sus aparatos. Para colmo, el nuevo secretario general ten¨ªa enfrente a Carme Chac¨®n y su influencia medi¨¢tica, y, peor a¨²n, al PSOE de Andaluc¨ªa, inmerso en una larga batalla entre Manuel Chaves (que no en balde permaneci¨® 19 a?os al frente de la Junta) y Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n. La batalla la ha resuelto Susana D¨ªaz, pero demasiado tarde para que Rubalcaba pudiera intentar nada.
Sin poder, asociado al final de ZP y sin dar explicaciones, el secretario general del PSOE entr¨® en una espiral sin soluci¨®n. Ser¨ªa injusto, sin embargo, cerrar sus dos a?os al frente del PSOE como una etapa bald¨ªa. Rubalcaba ha dejado sobre la mesa propuestas de reformas que son imprescindibles para un mejor funcionamiento de las instituciones, cuyo p¨¦simo desempe?o tan bien conoce. Y, sobre todo, ha dejado el documento de Granada, un texto que dibuja la ¨²nica propuesta razonable que se ha hecho hasta ahora para solucionar el conflicto catal¨¢n: una reforma constitucional para dar origen a un Estado federal.
Es seguro que en los pr¨®ximos meses habr¨¢ que recordarle por la detallada hoja de ruta, inequ¨ªvocamente federal, dise?ada en Granada, y por estas frases: ¡°No podemos ni queremos contemplar la ruptura de Catalu?a con el resto de Espa?a. Simplemente nos parece un desastre para todos. (¡) Los problemas del modelo territorial tienen mejores soluciones (¡). Se trata de conjugar igualdad y leg¨ªtimas diferencias, siendo conscientes de que el reconocimiento de estas ¨²ltimas (¡) no deben suponer diferencias en lo que a los derechos de los ciudadanos y ciudadanas se refiere¡±. Firmado: Alfredo P¨¦rez Rubalcaba.?
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