Ir a ver a Thomas Sankara y sentirlo
Autor invitado: Nuno Cobre (*)
?ltima entrega de la serie Viaje a Burkina Faso, ver aqu¨ª
Gaston me dej¨® en Uagadug¨² antes de la tres de la tarde y llam¨¦ a Joana.¡°Hazlo,vete a ver a Sankara¡±, me dijo. Presion¨¦ varios n¨²meros de mi m¨®vil e Idrissa se present¨®. ¡°Quiero ir a ver la tumba de Thomas Sankara¡±, le inform¨¦. Idrissa resoll¨®, deform¨® toda la cara, ¡°ese sitio¡± o algo parecido lleg¨® a decir. La negociaci¨®n fue dura pero el taxista burkin¨¦s acab¨® poniendo en marcha su abollado Mercedes verde. Nos dirig¨ªamos al cementerio Dagno?n, al Este de la ciudad, a trav¨¦s de un paisaje que se iba deteriorando paulatinamente, alej¨¢ndose, y mostr¨¢ndonos otra cara de la ciudad compuesta por los descartados.
¡°Ya casi estamos¡±, son¨® la resignada voz de Idrissa. Dando saltos en el desguazado Mercedes nos introducimos en un llano de tierra seca y arbustos desperdigados, trozos de cemento aqu¨ª y all¨¢. Idrissa segu¨ªa quej¨¢ndose, pregunt¨¢ndome temeroso si realmente quer¨ªa ir a ver la tumba de Sankara, a lo que yo respond¨ªa todo el rato con un ¡°ser¨¢ un momento, s¨®lo un momento¡±. Avanz¨¢bamos pero no ve¨ªamos a nadie. ¡°Hay que hablar con los guardas¡±, repet¨ªa Idrissa mientras empez¨¢bamos a bordear el cementerio Dagno?n, el cual se hallaba protegido por un deteriorado muro de cemento. ¡°Hay que hablar con los guardas, hay que hablar con los guardas¡±.
Hab¨ªa que hablar con los guardas, sin duda, pero por all¨ª s¨®lo hab¨ªa una puerta met¨¢lica totalmente abierta invitando a entrar en un cementerio donde, no muy lejos, viv¨ªa la tumba de Thomas Sankara.
Idrissa fren¨®, apag¨® el motor. ¡°Aqu¨ª no hay guardas, hay que hablar con los guardas¡±. Me baj¨¦. ¡°?D¨®nde est¨¢ la tumba de Sankara?¡±, le pregunt¨¦ ya desde el umbral de la puerta met¨¢lica. ¡°Pero, hay que hablar con ellos¡±. En el cielo se hab¨ªa alzado una luna completamente redonda, ca¨ªa la noche y se iban encendiendo peque?as luces en la ciudad a modo de lunares. ¡°?D¨®nde est¨¢ la tumba de Sankara?¡±, pregunt¨¦ de nuevo, empezando a sentir un cosquilleo en el est¨®mago. Idrissa, trago mucho aire y despu¨¦s de unos segundos que duraban m¨¢s de unos segundos, se?al¨® con los ojos cerrados unas tumbas que se hallaban a unos treinta metros. ¡°All¨ª¡±, me dijo el conductor, con ese tono que surge cuando ya no hay remedio de que algo inevitable pase.
Me puse a andar dentro de un cementerio desolado, sintiendo la tierra de una memoria imposible de olvidar. Me adentr¨¦ entre los arbustos desperdigados, tumbas de cemento derruidas, tierra y cielo, una luna llena. Y al fondo, lucecitas. Idrissa se hab¨ªa adentrado varios metros, los suficientes como para hacerme varias fotos temblorosas. Segu¨ª caminando hasta que, de repente, me top¨¦ con una tumba blanca pintada por unas letras en negro, azul y rojo: Noel Isidore Thomas Sankara, ¡°homenaje al hombre del 4 de agosto¡±, fecha en la que Sankara hab¨ªa sido nombrado presidente de Burkina Faso a la edad de 33 a?os. Era ¨¦l.
Respir¨¦ hondo tres veces. Se trataba de una tumba rectangular tendida sobre la tierra y pintada de un blanco que hab¨ªa dado paso al cemento descubierto en muchos de sus lados. En la parte superior hab¨ªa espacio para unas velas que ahora permanec¨ªan apagadas entre un pu?ado de piedras. En el borde de la tumba, un trozo de arbusto sobreviv¨ªa. En las letras y n¨²meros pintados de rojo, se pod¨ªa leer a¨²n un ep¨ªgrafe que homenajeaba a Sankara en 2010, veintitr¨¦s a?os despu¨¦s de su asesinato. Me acerqu¨¦ y pos¨¦ mi mano derecha sobre la tumba unos segundos. Pronto sent¨ª un algo con sabor a sue?o y a realidad, un algo que invitaba a seguir en pie, a continuar, a creer.
Luego hice varias fotos y le ped¨ª a Idrissa que hiciese eterno el momento. A Idrissa ya le daba igual todo y me sac¨® de nuevo unas fotos malas, pero imborrables, llenas de posibilidad y fuerza. Recordando a los doce ap¨®stoles, detr¨¢s de la de Sankara se levantaban tambi¨¦n otras tumbas erigi¨¦ndose por medio de unas l¨¢pidas que revelaban nombres como Bamouni Paulin, o curiosamente la de un Compaor¨¦, concretamente la de Bonaventure Compaor¨¦.Todas ellas,tumbas pertenecientes a miembros del gabinete de Sankara que hab¨ªan sido asesinados el mismo d¨ªa que ¨¦l. Estaban todas las tumbas salvo la del ¨²nico superviviente aquel d¨ªa: AlounaTraor¨¦. Idrissa volvi¨® a temblar, ¡°v¨¢monos, v¨¢monos¡±. ¡°Est¨¢ bien¡±, dije yo despu¨¦s de girarme para tocar por ¨²ltima vez la sepultura, ¡°v¨¢monos¡±. Dentro del desarmado Mercedes, romp¨ª el silencio para preguntarle a Idrissa por Sankara. ¡°Bien, dur¨® poco¡±, fue todo lo que dijo. ¡°?Y Compaor¨¦?¡±. ¡°Ese s¨ª ha durado¡±. Arriba, la luna llena nos cubr¨ªa.
(*) Nuno Cobre es autor del blog Las palmeras mienten
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