El mundo hiere
Algunos profesores americanos se llevan las manos a la cabeza ante ciertas iniciativas tan semejantes a las de la Iglesia c¨®mplice
En 1984 daba yo unos cursos de Traducci¨®n en el Wellesley College de Massachusetts. Les pasaba a las alumnas (era una Universidad femenina) breves textos en espa?ol e ingl¨¦s para que los vertieran a la otra lengua, como ejercicio. Uno fue un pasaje de Juan Rulfo en el que, si mal no recuerdo, lo m¨¢s osado que hab¨ªa era un comentario sobre lo caliente que estaba la tierra sobre la que dorm¨ªan tres personajes de viaje, una mujer y dos hombres, y c¨®mo ese calor emanado por el suelo se trasladaba a los cuerpos, que desped¨ªan a su vez su calor de unos a otros (pero a distancia, no se crean). Una alumna se me acerc¨® y me dijo que su moral le imped¨ªa traducir aquel fragmento, y me pidi¨® uno alternativo. No entend¨ª nada, en verdad no sab¨ªa a qu¨¦ se refer¨ªa ni qu¨¦ ¡°moral¡± pod¨ªa entrar en conflicto con algo tan inocente y neutro. No s¨¦, si les hubiera dado el arranque de Santuario de Faulkner, en el que una mujer es violada con una mazorca de ma¨ªz (de nuevo si no me equivoco) ¡ La joven insisti¨® en que aquello era demasiado sexual. Yo no ve¨ªa sexualidad por ning¨²n lado y no me hac¨ªa mucha gracia crear un precedente de traducciones ¡°a la carta¡±, digamos. Cualquier mojigata pod¨ªa ver obscenidad en Platero y yo, por ejemplo, y as¨ª hasta el infinito. Pero consult¨¦ con las colegas del departamento y las ¨®rdenes fueron tajantes: ¡°Dale otra pieza. Las alumnas son susceptibles y podr¨ªan meternos en l¨ªos. Total, no vale la pena arriesgarse¡±. Obedec¨ª (al fin y al cabo yo estaba all¨ª de paso) y la estudiante tranquiliz¨® su conciencia y su ¨¢nimo turbado por el pobre Rulfo.
Me he acordado de esta an¨¦cdota remota (que me disculpen los memoriosos si ya la he contado; son muchos a?os) al leer que cada vez hay m¨¢s alumnos estadounidenses que ponen reparos a las lecturas que sus profesores les recomiendan o programan. Y exigen que, como m¨ªnimo, se les advierta de lo que van a encontrar en ellas. De que El gran Gatsby ¡°contiene pasajes violentos y mis¨®ginos¡±, o de que en Huckleberry Finn ¡°hay vocablos y actitudes racistas¡±. Consideran que lo que hagan o digan los personajes ficticios de una novela o de un drama ¡°puede herir su sensibilidad¡±, o algunas escenas causar ¡°s¨ªntomas de estr¨¦s postraum¨¢tico¡± a quienes hayan sido v¨ªctimas de violaciones o ex-combatientes de guerra, o tengan p¨¢nico incontrolable a esas amenazas. En la Universidad de California (Estado pionero de casi todas las pusilanimidades), el consejo de estudiantes ha solicitado formalmente que se incluyan estos avisos. Y claro, las obras que menos se libran son las que ocupan lugar fijo en los planes de estudios: El mercader de Venecia, ¡°por contener ideas antisemitas¡±, o La se?ora Dalloway, de Virginia Woolf, ¡°porque supuestamente incita al suicidio¡±. La cosa se parece a los carteles que en el ¨¢mbito anglosaj¨®n aparecen al principio de las pel¨ªculas y series televisivas (destinados a padres y ni?os), en los que se advierte que lo que va a proyectarse incluye ¡°violencia, tacos, escenas de sexo, desnudez¡± y ¨²ltimamente, en el colmo de la histeria pacata, ¡°escenas en que se fuma¡±. Esto habr¨¢n de agregarlo a todas las cintas de la historia anteriores al 2000 por lo menos, de La diligencia a Casablanca, de Cantando bajo la lluvia a Sonrisas y l¨¢grimas, a menos que prosperen las demenciales propuestas de borrar digitalmente todos los cigarrillos, habanos y pipas del celuloide (Groucho Marx quedar¨ªa idiota en todos sus planos, con una mano vac¨ªa en la boca; pero de todo es capaz la grotesca censura contempor¨¢nea).
No s¨¦ por qu¨¦ sus padres los pusieron en el mundo; porque es un lugar que antes o despu¨¦s hiere
A lo que m¨¢s recuerdan estas pr¨¢cticas, sin embargo, a los que las conocimos, es a las fichas que colgaban a las puertas de las iglesias durante el eterno franquismo, en las que se advert¨ªa a los feligreses de los peligros acechantes en tal o cual pel¨ªcula, por mucho que el ¡°permisivo¡± Gobierno hubiera autorizado su exhibici¨®n en las salas. Tras un resumen del argumento, al final se se?alaba: ¡°Defectos de forma¡± (eso significaba que se ve¨ªa un escote o una mujer en combinaci¨®n, por ejemplo). ¡°Defectos de fondo¡± (eso, que hab¨ªa adulterio o conductas ¡°inmorales¡± entre los personajes). ¡°Ambiente malsano, falta de arrepentimiento, comportamientos licenciosos¡± y gravedades por el estilo. No hace falta decir que cuantas m¨¢s l¨ªneas para rehuir el pecado, m¨¢s gente corr¨ªa a ver la pel¨ªcula. Algunos profesores americanos se llevan las manos a la cabeza ante estas iniciativas tan semejantes a las de la Iglesia c¨®mplice y beneficiaria de una interminable dictadura: ¡°Cualquier alumno que se sintiese aludido por alguna materia que se impartiese en clase podr¨ªa presentar una queja y desencadenar un proceso legal muy tortuoso para la comunidad educativa¡±, alega uno. Pero llevan las de perder, me temo, puesto que hay otros que se alinean con los estudiantes m¨¢s puritanos y remilgados: ¡°Tenemos alumnos con problemas graves y hay que tratarlos con respeto y consideraci¨®n¡±, opina una vicedecana. Lo cual supone alertarlos o evitarles desde la Il¨ªada y la Biblia (en las que hay adulterios y matanzas sin cuento) hasta Hamlet (en la que hay fratricidio, m¨¢s adulterio, crueldades psicol¨®gicas y atisbos de incesto). Aqu¨ª ya tenemos una legi¨®n de cursis que suprimen de los cuentos infantiles cuanto les parece violento, triste, sexista o desagradable. En realidad estos j¨®venes y quienes los ¡°protegen¡± quisieran evitarse y evitarles la vida. Yo no s¨¦ por qu¨¦ sus padres los pusieron en el mundo y sus profesores algodonosos consienten que en ¨¦l sigan; porque es un lugar que antes o despu¨¦s hiere la sensibilidad de cualquiera.
elpaissemanal@elpais.es
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