Felipe VI, un rey 2.0
El Monarca debe ser el ¡°primer embajador de Espa?a", como lo fue don Juan Carlos
Tras la proclamaci¨®n del rey Felipe todo vuelve a la normalidad o, mejor dicho, proseguimos por el cauce constitucional, sereno y ordenado. La ceremonia, solemne, elegante y sobria, fue vivida con emoci¨®n y naturalidad por una sociedad madura y perseverante, orgullosa de su naci¨®n y sorda a ciertos cantos de sirena. Ajena en su mayor parte al revuelo medi¨¢tico concitado durante los 17 d¨ªas transcurridos entre el anuncio de la abdicaci¨®n y la hist¨®rica jornada del 19 de junio. As¨ª, el v¨ªnculo sutil entre la Corona y la sociedad volvi¨® a cristalizar en las palabras del Rey, bajo el trasfondo de una Constituci¨®n paradigm¨¢tica.
Esa es la clave de la Monarqu¨ªa parlamentaria, un concepto enormemente sofisticado que re¨²ne tradici¨®n y futuro, expresando como pocos el significado p¨²blico de la civilidad. No parece casual que, seg¨²n The Economist, de las 10 democracias de mayor calidad del mundo siete respondan a tal forma de gobierno, exactamente la misma proporci¨®n que arroja el ¨ªndice de los pa¨ªses menos corruptos del mundo, de acuerdo con Transparencia Internacional. Resulta por ello vano enfrascarse en la trasnochada controversia ¡°republicana¡± abierta por una parte de la izquierda, ir¨®nicamente desmemoriada porque no recuerda que el debate fue zanjado en toda Europa hace como m¨ªnimo 60 a?os. Tergiversando los conceptos e invent¨¢ndose una tradici¨®n ¡ªcomo record¨® en estas p¨¢ginas el historiador Santos Juli¨¢¡ª, ignoran no solo el sistema brit¨¢nico, sino el ejemplo progresista de las monarqu¨ªas n¨®rdicas, modelos en los que nos ha instalado el reinado de don Juan Carlos I.
M¨¢s inter¨¦s reviste observar la actualizaci¨®n regia del antiguo principio de auctoritas que, por contraposici¨®n al de potestas, hace referencia a una magistratura simb¨®lica y moral, sin poder material, cuya fuente de legitimidad es tanto de origen ¡ªen nuestro caso, la ley¡ª como de ejercicio: de ah¨ª que el compromiso con la ejemplaridad ocupase un espacio nuclear en el discurso de Felipe VI. Una conducta de rectitud y responsabilidad que rebasa la mera obediencia al ordenamiento jur¨ªdico para erigirse como un modelo de excelencia, sin arrogancia ni aspavientos. Una noci¨®n que nos interpela a todos, incidiendo incluso sobre la vida privada ¡ªaquella que compartimos con nuestros ¨ªntimos¡ª pero que en el caso del Rey se mezcla con su dimensi¨®n p¨²blica: he aqu¨ª otra muestra del sacrificio y la generosidad que implica la instituci¨®n.
Ser¨ªa err¨®neo? echar sobre las espaldas del Rey cometidos colectivos que nos competen al conjunto de los ciudadanos
La muy medida formalidad del relevo no ha ocultado en todo caso una impl¨ªcita inflexi¨®n renovadora que revigoriza la fortaleza de nuestras instituciones democr¨¢ticas, en absoluto agotadas y que sit¨²a en primer plano a una nueva generaci¨®n, madura y experimentada, dispuesta a afrontar los retos de un mundo que poco tiene que ver con el de hace 40 a?os, incluso con el de hace 20. Una generaci¨®n que encarna con brillantez el rey Felipe, a cuya sobresaliente formaci¨®n y ya dilatada experiencia, se suma su sensibilidad ¡ªcompartida con la reina Letizia¡ª hacia las demandas sociales, la innovaci¨®n y el conocimiento, como simb¨®licamente ha reflejado la incorporaci¨®n a su despacho del cuadro de Carlos III, nuestro monarca ilustrado. Sin embargo, no deber¨ªan generarse falsas exceptivas: ser¨ªa err¨®neo ¡ª?y constitucionalmente incorrecto!¡ª echar sobre las espaldas del Rey cometidos colectivos que nos competen al conjunto de los ciudadanos. No debemos olvidar nunca que su papel es moderador y arbitral y que se sustenta en el criterio del equilibrio y la ponderaci¨®n; funciones que el ensayista y te¨®rico de la monarqu¨ªa brit¨¢nica Walter Bagehot condensaba en el poder de sugerir y de estimular al ser consultado.
Ahora bien, por esta misma raz¨®n, Felipe VI s¨ª que puede dotar de continuidad al extraordinario servicio exterior que desarroll¨® don Juan Carlos como ¡°primer embajador de Espa?a¡±. En tiempos hipercompetitivos, en los que es preciso proyectar lo mejor del pa¨ªs, atraer inversiones, turistas y estudiantes, as¨ª como consolidar nuestra imagen de pa¨ªs estable, moderno y fiable, el legado de la excepcional agenda internacional de la Corona constituye un aval inestimable. Una labor tenaz, de cadencia escalonada y a menudo ajena a los focos de la actualidad, que se realiza siempre en beneficio de los espa?oles: de las empresas, de la cooperaci¨®n para el desarrollo, del ej¨¦rcito, del deporte, de las universidades y, por supuesto, de la cultura en espa?ol. Precisamente lo que hoy llamamos Marca Espa?a.
En este sentido, como director de una instituci¨®n volcada en Iberoam¨¦rica no puedo pasar por alto la vocaci¨®n iberoamericana del nuevo Rey, recordando su profundo conocimiento del continente y su asistencia a 69 tomas de posesi¨®n de presidentes en los ¨²ltimos 18 a?os. De ah¨ª el inmenso afecto que la regi¨®n manifiesta hacia la Monarqu¨ªa como emblema patrimonial de una commonwealth hispana. Por todo lo dicho, estoy convencido de que este ciclo inaugural va conllevar, tras a?os sombr¨ªos, un optimismo social renovado, personificado en la solidez, prestancia y aplomo del Rey al que deseo, por supuesto, ?larga vida y mucho acierto!
Jes¨²s Andreu Ardura es director de la Fundaci¨®n Carolina. Su Twitter es @Jes¨²s Andreu_FC.
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