Los arquitectos y Bond Street
Hace unos d¨ªas, el colectivo Arquitectes per l¡¯Arquitectura celebr¨® en Barcelona un congreso (SOStainable Architecture) en el que se dieron cita notables ¨Cy verdaderos- expertos en sostenibilidad como el f¨ªsico Antonio Turiel (autor del blog The Oil Crash) o el pol¨ªtico brit¨¢nico Chris Goodall (responsable de la web Carbon Commentary) entre otros profesionales. Tambi¨¦n hab¨ªa arquitectos, pol¨ªticos e historiadores que expusieron teor¨ªas y experiencias en ingl¨¦s durante tres d¨ªas. El hecho de que la discusi¨®n fuera en ingl¨¦s (se sobreentiende que sin aparatos de traducci¨®n simult¨¢nea) es revelador. Permite incluso ser optimista. ?Se hubiera podido proponer una discusi¨®n as¨ª hace solo una d¨¦cada? ?Cu¨¢ntos de nuestros pol¨ªticos hubieran podido asistir? Sin embargo tambi¨¦n resulta tan revelador como desolador constatar el poco inter¨¦s que este congreso (de asistencia gratuita) despert¨® entre la comunidad arquitect¨®nica catalana a la que iba dirigido. Ninguno de los arquitectos que han calificado sus obras como sostenibles, bioclim¨¢ticas, ecol¨®gicas o verdes se acerc¨® por all¨ª. No creo que los ponentes convencieran a ninguno de los entre 30 y 40 asistentes (seg¨²n la jornada): todos llegaron ya convencidos de que la sostenibilidad no pod¨ªa ser ni un disfraz ni un negocio.
Para ilustrar a pol¨ªticos, economistas o empresarios (uno de ellos, Peter Sweatman, hab¨ªa puesto a Calatrava como ejemplo de talento arquitect¨®nico) el arquitecto y editor holand¨¦s Hans Ibelings recurri¨® a una pir¨¢mide que relaciona la arquitectura y la industria de la moda. En la base ancha estar¨ªa el equivalente a Zara, la gran construcci¨®n, la masa profesional. En la parte media estar¨ªa Prada, los grup¨²sculos de elegidos y en la cima de la pir¨¢mide, los sastres de Bond Street y, con ellos, el problema de la arquitectura: todos los arquitectos quieren ser sastres de Bond Street.
Continuando con la analog¨ªa moda-edificaci¨®n, y m¨¢s all¨¢ de que la profesi¨®n de sastre sea un oficio no caduco pero s¨ª elitista y, consecuentemente, minoritario, no creo que sea ese el problema de la arquitectura. Un tipo dispuesto a perder un d¨ªa entero para hacer un ojal no puede da?ar una profesi¨®n. El problema est¨¢ en la base, es all¨ª donde en realidad se deciden las formas ¨Cy el funcionamiento- de las ciudades. Es a la base adonde deber¨ªan regresar tantos arquitectos dispuestos a vender llamativas piezas de pr¨ºt ¨¤ porter como si se tratara de la alta costura de los dise?os a medida.
Pocos d¨ªas despu¨¦s, en Madrid, asist¨ª, en la Universidad Europea de Madrid, a una conferencia impartida por Josep Llin¨¢s en la que el barcelon¨¦s hablaba de arquitectura y realidad. Lo hizo critic¨¢ndose a s¨ª mismo ante los alumnos: ¡°Durante d¨¦cadas me sent¨ª culpable por la casa que le hice a mis padres en Bagur¡±. Llin¨¢s cont¨® que aquella vivienda en la playa hab¨ªa sido su primer encargo y que las finas columnas y el estilizado parasol met¨¢lico no imped¨ªan que la casa -cerrada a la calle y abierta a sur con una fachada acristalada- se calentase tan exageradamente como para obligar a toda su familia ¨Clos padres, cinco hermanos y luego sus parejas- a reunirse en el ¨²nico rinc¨®n de la sala donde el sol no deslumbraba.
Llin¨¢s no cont¨® que ese proyecto le gan¨®, parad¨®jicamente, el reconocimiento de sus colegas cuando fue publicado en las m¨¢s notables revistas de arquitectura del momento. S¨ª explic¨®, sin embargo, que con ese proyecto aprendi¨® la diferencia entre arquitectura y realidad. Su trayectoria demuestra que no olvid¨® lo aprendido. Y hoy, con m¨¢s de 60 a?os y una juventud contagiosa, asegura que ha conseguido hacer las paces consigo mismo y ya no se siente culpable.
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