El circo de las fieras
El mundo del coraz¨®n se halla en el coraz¨®n del mundo, pero no para aumentar su bondad, sino para darle muchos disgustos
?S¨¢lvame o cond¨¦name? El brillante programa de Jorge Javier V¨¢zquez, que esta semana cumpli¨® cinco a?os, dista mucho de ser un programa del coraz¨®n como corrientemente se cree. O bien se tratar¨ªa de una secuencia dedicada a la cardiopat¨ªa, pero no, desde luego, de un espacio cordial. Su ¨¦xito, en fin, se halla directamente relacionado con el mal de la vida en sociedad, en vivo y en directo. Se comprende que sea dif¨ªcil de admitir, para los abundantes espectadores que se sientan a ver el programa, su fascinaci¨®n por la maldad, pero esto y no otra cosa es lo que ha encumbrado a S¨¢lvame. Nos salvamos tan solo gracias a que somos espectadores, porque de ser actores no nos salvar¨ªa ni Dios. He aqu¨ª la recompensa del pasivo receptor.
Ellos gritan, pelean, calumnian, lloran, abandonan violentamente el plat¨®, y todo por hirientes asuntos sentimentales. El mundo del coraz¨®n se halla en el coraz¨®n del mundo, pero no para aumentar su bondad, sino para darle muchos disgustos.
He aqu¨ª, pues, la habilidad de su director y de su admirable elenco. En apariencia, cuando llega la hora de la emisi¨®n, no va a pasar nada o casi nada, pero pronto los personajes del reparto se reparten el pastel envenenado, y un d¨ªa se descubre que aqu¨¦llos son como fieras humanas dispuestas a desgarrarse la piel.
No se trata, pues, de un programa trivial, como aparenta el formato o como desde?an los intelectuales sin insuficiente informaci¨®n. En realidad no existe ning¨²n espacio con mayores garant¨ªas de tragedia o dramatismo que S¨¢lvame. Porque ni Tennessy Williams en sus obras m¨¢s tremendas alcanzar¨ªa una tensi¨®n con mayor crudeza y en tan breve lapso de tiempo.
Porque todo empieza como si nada fuera a suceder para pasar muy pronto a constatar que el mundo es un infierno, y las c¨¦lebres relaciones humanas, un tormento que conduce a desear vivir vulgarmente y como forma suprema de la paz.
Lo piensen o no los espectadores, S¨¢lvame es, pues, un canto a la vida com¨²n, an¨®nima, ordenada y familiar. Todo lo que sucede fuera de ella, y tal como traslucen los personajes famosos, consiste es una accidentada fiesta de la que muy pocos salen ilesos.
M¨¢s a¨²n, los ilesos no interesan sino como blancos de la siguiente narraci¨®n, porque cap¨ªtulo a cap¨ªtulo, fatalmente, capitulan todos. Son, por tanto, pasto sustancioso del mordisco que cada una de las fieras del plat¨® se dan primero entre ellas o, en su defecto, destrozan al enjundioso nombre que se halla siempre proclive alrededor. Sin salvaci¨®n.
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