D¨ªa a d¨ªa
Puedo hundirme en el dolor cotidiano cada vez que abro un diario y sus p¨¢ginas aletean en mis manos chillando y temblando de atrocidades
Tengo un amigo, Fred Town, que siempre dice que la vida es espantosa, pero que uno puede rescatar cada d¨ªa haci¨¦ndolo bueno y construir as¨ª una existencia habitable. Es el voluntarismo de un pesimista; yo, que soy optimista y creo que la vida es una fuerza maravillosa, puedo hundirme sin embargo en el dolor cotidiano, por ejemplo cada vez que abro un diario y sus p¨¢ginas aletean en mis manos chillando y temblando de atrocidades, como esos ni?os muertos en primera plana: ahora palestinos, siempre africanos, aunque estos ¨²ltimos necesiten morir mucho m¨¢s para alcanzar nuestros ojos.
Suelo usar taxis y hace poco sub¨ª a uno que era especial. Estaba limp¨ªsimo, con el asiento delantero corrido para dejarte sitio, la temperatura perfecta. El conductor, un hombre cincuent¨®n, me pregunt¨® si deseaba m¨¢s fr¨ªo y me ofreci¨® un caramelo. A partir de ah¨ª, no dijo m¨¢s. Llevaba una m¨²sica de piano muy suave. En el respaldo de los asientos, una colecci¨®n de revistas nuevas. En la portezuela, una pegatina en braille. Entre el silencio, la m¨²sica, el frescor, la conducci¨®n sedosa, el olor a limpio, el trayecto fue un placer. De pronto pens¨¦ en Jenaro Garc¨ªa, el fantasm¨®n de Gowex, que es como lo opuesto a mi taxista: la fren¨¦tica y delirante mentira cotidiana en pro del triunfo global. Y pens¨¦ tambi¨¦n en qu¨¦ poco se necesita, en realidad, para hacer de tu vida una obra de arte; pero qu¨¦ dif¨ªcil debe de ser, puesto que la inmensa mayor¨ªa de las personas no lo logramos (hay 15.000 taxistas en Madrid y s¨®lo he atinado con ¨¦ste). Al final, como dice Fred, tal vez sea s¨®lo una cuesti¨®n de pura perseverancia, de una ambici¨®n plena en el aqu¨ª y el ahora. No s¨¦, a lo mejor estoy diciendo tonter¨ªas. Es que estoy algo ?o?a.
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