El poder de crear opini¨®n con una ¨²nica foto
Hay medios de comunicaci¨®n que ponen de moda una raza de perros
Despiertos como casi ning¨²n otro perro, los ver¨¢n caminar, resignados a las tristes aceras de su ciudad, adonde llegaron hace menos de 10 a?os. Son border collies, una raza espl¨¦ndida de perros pastores hechos por las gentes del campo y que requieren mucho ejercicio. Sin ¨¦l, se vuelven neur¨®ticos. Muchos de sus due?os urbanos lo saben bien y cumplen, admirables, sus deberes para con el m¨¢s humanizado de los animales. Aunque, con frecuencia, constato c¨®mo algunos amos son paseados por sus perros, enredados ambos por una misma correa.
Sabemos por qu¨¦ abandonaron el campo y llegaron a nuestras ciudades: cuando, en marzo de 2008, la fotograf¨ªa de un border collie apareci¨® en la portada del National Geographic, esta raza prodigiosa se puso de moda instant¨¢nea y universalmente. La revista vende ocho millones de ejemplares en 39 lenguas.
La historia se repite. El pasado mes de junio vi con alguna aprensi¨®n c¨®mo National Geographic volv¨ªa a destacar a otro can, esta vez a un condecorado malinois belga, en su portada y en un reportaje sobre perros soldados, entrenados a detectar explosivos enterrados (en la jerga militar, improvised explosive devices, IED). El malinois tambi¨¦n es pastor, parecido al alem¨¢n, pero m¨¢s esbelto, es muy inteligente y, sobre todo, no teme a nada ni a?nadie, por lo cual necesita un amo absolutamente alfa. De lo contrario, las cosas pueden torcerse.
Ambas an¨¦cdotas muestran la influencia infinita de un medio de informaci¨®n poderoso y cuya misi¨®n, bien definida desde su fundaci¨®n, ha sido afinada constantemente, d¨¦cada tras d¨¦cada, a lo largo de 125 a?os de historia. Estos logros animan a la profesi¨®n period¨ªstica a hacer o¨ªr su voz en los mejores equipos posibles, como en una orquesta, en empresas editoriales gestionadas con visi¨®n a largo plazo. Y deber¨ªan animarla tambi¨¦n a despreocuparse del vocer¨ªo disonante de quienes solo alcanzan a chillar, pero son incapaces de vertebrar sostenidamente opiniones bien fundadas en hechos contrastados. El buen periodismo tiene un gran futuro.
Los reguladores caen sobre perros y amos, sin distinguir entre educados y asilvestrados
La National Geographic Society, editora de la revista hom¨®nima, fue fundada en 1888 por el patriciado del muy exclusivo Cosmos Club de Washington ¡ªla familia pol¨ªtica de Alexander Graham Bell, inventor del tel¨¦fono, que estuvo en la gestaci¨®n del Geographic y contin¨²an en su trust¡ª. La sociedad mueve anualmente m¨¢s 400 millones de d¨®lares y tiene el envidiado poder de crear opini¨®n con una foto. Presten siempre atenci¨®n a las portadas del Geographic, a sus fot¨®grafos excepcionales y a la tipograf¨ªa incomparable de sus textos.
Naturalmente, la revista no es perfecta. El Geographic conserva ese deje anglosaj¨®n rancio, filantr¨®pico y distante, p¨¢tina de dinero viejo que sabe combinar la popularidad de Walt Disney con la distinci¨®n de Jane Goodall. Ejemplar, en todo caso.
Desde luego, el poder de unos pocos de popularizar algo siempre acaba por generar una cascada de problemas legales. Primero y, como ya he dicho, no todo el mundo sabe que los perros pastores exigen que se les haga trabajar, ni que manejar un malinois belga exige tener m¨¢s car¨¢cter que el perro mismo. Estas ense?anzas no suelen prodigarse en las escuelas y, en todo caso, la cuarta parte de nuestro pa¨ªs nunca ha tenido suerte en ellas. No todo el mundo, pues, es consciente de que no se debe comprar compulsivamente un perro despu¨¦s de haber visto una fotograf¨ªa suya y maravillosa.
Entonces llegan los reguladores, quienes caen inexorables sobre perros y amos, sin distinguir entre educados y asilvestrados. Algunos alcaldes reaccionan ante las disfunciones culturales con regulaciones tremendas, que obligan a atar los amos a sus perros, que promueven la castraci¨®n sistem¨¢tica de los animales dom¨¦sticos o que tantean ya su erradicaci¨®n futura de nuestras aceras, cada a?o m¨¢s muertas.
Muchas de estas disposiciones son asfixiantes porque igualan por abajo, como si todo el mundo fuera memo, o porque reaccionan con prohibiciones y multas indiscriminadas ante la ladra de electores que identifican el campo con el polvo, a los animales con un peligro y a la vida misma con un foco de contagio. Pagan justos por pecadores, o, como se dice en la jerga insufrible de las ciencias sociales, hay muchos falsos positivos, y el peso creciente de la ley alcanza a m¨¢s y m¨¢s personas que nada tienen que ver con los riesgos que generan cuatro desgraciados.
Luego la amenaza de censuras y prohibiciones se cierne sobre los medios de informaci¨®n mismos: prohibido hablar, escribir y, sobre todo, prohibido divulgar cualquier mensaje visual que pueda implicar la desprotecci¨®n de estos o de los de m¨¢s all¨¢. Prohibamos, pues, publicar en portada fotograf¨ªas de perros. Es para su protecci¨®n.
Y finalmente alguien descubre que el medio de informaci¨®n con ¨¦xito es ¨²nico, esto es, es un monopolio privado exento de controles democr¨¢ticos. Urge, pues, intervenir a estos medios desde la pol¨ªtica. Pues si el Parlamento y el Gobierno pueden regular la actividad de las empresas y organizaciones privadas, ?c¨®mo no podr¨ªan decidir si han de controlar los medios mismos? As¨ª andamos. Entre la voz y la ladra.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil de la Universitat Pompeu Fabra.
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