Borges, harto de Borges
Entrevista in¨¦dita ralizada por Xavier Rubert de Vent¨®s en 1992
?ste es un fragmento del di¨¢?logo que mantuve con Bor?ges en su casa de Buenos Ai?res, el verano de 1982, desde que me abri¨® la puerta su vie?ja criada hasta que vino a ce?nar con nosotros su hermana Norah, viuda de Guillermo de Torre. Pese a ser "analfabe?ta" (como precisaba Borges con cierto orgullo), la criada no ca?rec¨ªa de reflejos ¨¢giles ni de una admirable capacidad de utilizar en su provecho los acontecimientos imprevistos. En menos de 10 minutos pas¨® as¨ª de dialogar suspicazmente desde el resquicio de la puerta y cerr¨¢rmela en las narices a entregarme a su amo, ex?plicarme que deb¨ªa parar la lavadora al sonar un pitido y a esca?par de la casa para no volver hasta tres horas m¨¢s tarde (luego Var?gas Llosa me ha contado que a ¨¦l le pas¨® algo parecido). En este tiempo tuve yo que abrir la puerta, contestar al tel¨¦fono, acom?pa?arle a que me ense?ara sus cuadros de tigres y el vestido rosa de su madre desplegado sobre la cama... Al d¨ªa siguiente me pi?di¨® que le acompa?ara al cementerio donde iban a enterrarle, y all¨ª nos recogi¨® Mar¨ªa Kodama, que ven¨ªa de la Universidad.
-Dice usted que naci¨® en un suburbio de calles aventuradas y ocasos invisibles, y a?ade: "Pero lo cierto es que me cri¨¦ en un jard¨ªn, detr¨¢s de una verja con lanzas, y con una biblioteca ilimitada de libros ingleses".
-S¨ª, era la biblioteca de mi padre y de mi abuelo... S¨ª, de mi padre, de mi abuela y de mi bisabuelo.
-?No ser¨¢ eso su personal experiencia de un destino general de Am¨¦rica? Mario Faustino dijo que lo propio de Am¨¦rica fue "nacer adulta", con una jurisprudencia ya desarrollada, una joya arabista, una prosa ya barroca... Aun hoy mismo, en la Rep¨²?blica Dominicana le insultan a uno en la calle llam¨¢ndole "he?reje" o "sin concepto".
Creo que los americanos somo europeos desterrados. Yo no tengo nada en com¨²n, digamos, con los abor¨ªgenes
Creo que los americanos somo europeos desterrados. Yo no tengo nada en com¨²n, digamos, con los abor¨ªgenes
-Para usted Buenos Aires es "un viejo h¨¢bito"...
-S¨ª, yo no conozco bien la ciudad. Como casi todo el mun?do, conozco lo que se llama el centro, que topogr¨¢ficamente es un extremo de la ciudad.
-A m¨ª me sorprendi¨® que Keyserling hablara de la esencia o del car¨¢cter de Buenos Aires como el "no te met¨¢s", que se corresponder¨ªa con el catal¨¢n "no t'hi emboliquis".
-S¨ª, pero hay tambi¨¦n el otro adagio, "primero tira tu lanza", que ser¨ªa lo con?trario.
-?Coexisten ambos en su pa¨ªs? ?Coe?xisten como en la plaza de Mayo, donde seg¨²n usted se mezclan "la clara guerra contra los espa?oles y la oscura guerra contra el gaucho"?
-Exactamente. Aunque no s¨¦; yo no puedo hablar con ninguna autoridad so?bre Buenos Aires. Es una ciudad que dej¨¦ de ver hacia 1950 y tantos.
-Pero sobre la que no ha dejado de escribir.
-No, he seguido escribiendo, pero siempre he pensado en aquel Buenos Ai?res pret¨¦rito, un Buenos Aires que ha desaparecido. Sin embar?go, ocurre una cosa curiosa, y es ¨¦sta: yo puedo estar en Lucer?na, puedo estar en Tokio; pero eso es durante la vigilia. Cuan?do sue?o, sin embargo, siempre sigo estando en Buenos Aires. Y sobre todo en la Biblioteca Nacional, en la calle de M¨¦xico, o, si no, en aquel Buenos Aires de casas bajas de mi ni?ez. Es decir, algo m¨ªo se queda en Buenos Aires aun cuando viajo. Yo he viajado por buena parte del mundo, pero nunca sue?o en es?tos lugares. ?C¨®mo le dir¨ªa yo?; estoy en Jap¨®n, estoy en Egip?to, estoy en Irlanda, estoy en Tejas, pero eso durante la vigilia. Cuando sue?o, estoy en Buenos Aires, en un Buenos Aires que, desde luego, s¨®lo existe en la memoria de hombres viejos como yo...
-Entonces usted s¨®lo creer¨ªa en la nacionalidad que se sue?a.
S¨ª, tengo valor c¨ªvico, que no valor f¨ªsico. Mi cirujano y mi dentista lo saben muy bien
-S¨ª, en una nacionalidad on¨ªrica...
-Y por tanto muy ¨¦pica...
-?Pero, desde luego! Yo creo que el nacionalismo ha tra¨ªdo muchos males. Ante todo, va contra la pareja distribuci¨®n de los bienes espirituales y materiales; eso es una. Y la otra es que na?cionalismo da a creer que cada pa¨ªs es el ¨²nico; que el idioma que cada uno habla es evidentemente el mejor... Ma?ana va a salir un poema m¨ªo, en el que hablo de eso. Hablo de lo que me parece eso de estar parcelado en pa¨ªses, cada uno con su mito?log¨ªa peculiar, con antiguas o recientes tradiciones, con un pa?sado sin duda heroico, con agravios, con litigios...
-Usted es muy pac¨ªfico, pero se enfrent¨® valientemente a los peronistas...
-S¨ª, tengo valor c¨ªvico, que no valor f¨ªsico. Mi cirujano y mi dentista lo saben muy bien. Una vez, a mi madre la amenazaron de muerte por el tel¨¦fono, a las tres o a las cuatro de la ma?ana. Una voz grosera le dijo: "Yo los voy a matar, a vos y a tu hijo". "?Por qu¨¦, se?or?", dijo mi madre. "Por?que soy peronista". Ella le contest¨®: "Bueno, en el caso de mi hijo es muy f¨¢?cil, est¨¢ ciego; sale todas las ma?anas a las diez de esta casa. En cuanto a m¨ª, les aconsejo que se apuren, que no pierdan tiempo telefoneando, porque he cumpli?do 80 y tantos a?os, y a lo mejor me les muero antes".
"Me les muero". Eso no puede decir?se en otros idiomas. S¨ª, quiz¨¢ en ingl¨¦s: "I die on you". Pero no tiene tanta fuer?za, ?no? S¨ª, "me les muero antes"... En?tonces el otro cort¨® la comunicaci¨®n. Le pregunt¨¦: "?Qu¨¦ pas¨®, madre? ?Son¨® el tel¨¦fono?". "S¨ª", me dijo, "un sonso..." Y me repiti¨® la conversaci¨®n. Luego, cla?ro, no pas¨® nada. A veces hay un placer de la amenaza. Despu¨¦s quedan desaho?gados. Uno ha cumplido con su deber y no tiene por qu¨¦ pasar a mayores.
-Usted dec¨ªa tambi¨¦n que el dolor m¨¢s terrible es el previsto, el anticipado.
-S¨ª, claro. La mejor muerte para el moribundo ser¨ªa un paro cardiaco, ?no? Ser fulminado ser¨ªa lo mejor. Pero para los que quedan, no. Mejor prepararse el d¨ªa de la muerte.
-?Por qu¨¦ me ha pedido que nos acerc¨¢ramos a su tumba, a su b¨®veda?
-La verdad es que la palabra es un poco triste, ?no? Pero es mi b¨®veda...
-... Y la b¨®veda de sus antepasados.
-S¨ª. Pero curiosamente yo siento que no est¨¢n aqu¨ª. Si yo pienso en mi madre, yo pienso que ella est¨¢ en mi casa, y que el hecho de que sus restos est¨¦n aqu¨ª es... bueno, es verdadero, pero yo no puedo sentirlo. Y s¨¦ que est¨¢ aqu¨ª mi abuela y mis abuelos... Est¨¢n los parientes m¨ªos, tantos amigos... Yo s¨¦ que eso es un hecho real, pero para m¨ª no es un hecho, digamos, emocional. Siento que realmente ellos est¨¢n en otra parte; cier?tamente no encerrados aqu¨ª...muri¨® hace seis a?os, est¨¢ all¨ª, en mi casa. En cambio, aqu¨ª s¨¦ que est¨¢n sus restos, pero me parece que eso, emocionalmente, no es cierto. ?No es mejor pensarlo as¨ª? Ser¨ªa muy triste pensar que est¨¢ aqu¨ª...
-Pero a usted le he o¨ªdo iro?nizar tambi¨¦n sobre la muerte en una milonga que dice: "No hay cosa como la muerte...".
-S¨ª. "... para mejorar la gen?te". Y luego tengo otra de un condenado a muerte, que es: "Manuel Flores va a morir. / Eso es moneda corriente. / Morir es una costumbre, / que suele tener la gente". Respecto a la "otra vida", no s¨¦ qu¨¦ decirle: ambas cosas son igualmente incre¨ªbles. La inmortalidad personal es in?cre¨ªble, pero la muerte personal tambi¨¦n lo es.
-Aparte de cre¨ªble o no, ?re?sulta para usted querible? Se lo pregunto porque en algunos tex?tos parece que usted no s¨®lo no crea, sino que tampoco quiera esta inmortalidad.
-Ah no; en mi caso personal, no. Ahora, si yo pudiera ser in?mortal en otra situaci¨®n, y con el olvido total de haber sido Borges, pues bien, entonces acepto la inmortalidad. Pero no s¨¦ si tengo derecho a decir "acepto". Creo que en el budismo se niega la existencia del alma. Se supone que cada individuo, du?rante su vida, construye una suerte de organismo mental, que es el karma, y que ¨¦se es heredado por otros, no por ¨¦l, ya que si no creemos en el yo no podemos creer en la muerte personal, ?no? Buena parte del libro Las cuestiones del rey Milinda (Milinda es una evoluci¨®n s¨¢nscrita del Menandro, que es un catecismo budista), buena parte de este libro est¨¢ dedicada a la negaci¨®n del yo. El yo como el que han negado Hume, Fern¨¢ndez y Schopenhauer.
-En este sentido, es usted muy poco unamuniano...
-Ah, desde luego. Unamuno estaba loco. Yo no s¨¦ c¨®mo no estaba cansado de ser Unamuno. Y eso que no vivi¨® tanto como yo. Yo estoy harto de Borges. Cada ma?ana, al despertar y en?contrarme con ¨¦l, me digo...
-?"A ¨¦se le tengo ya muy conocido..."?
-Eso, una tristeza, s¨ª. Ya estoy harto de ese... un interlocutor permanente.
-Una actitud no tan distinta, sin embargo, de la de Kierkegaard, que deseaba lo absolutamente Otro. Esta posici¨®n radi?calmente religiosa, ?no conecta de alg¨²n modo con una posi?ci¨®n radicalmente nihilista como la suya?
Me gustar¨ªa sobre todo leer y tambi¨¦n ver las caras de las personas que quiero y los lugares donde estuve con amigos
-S¨ª, claro. Esto "otro" ser¨ªa Dios, ?no?
-No s¨¦; Dios o la Nada. En todo caso, la no-continuidad de lo humano m¨¢s all¨¢ de este mundo.
-Hay ya un exceso de lo hu?mano aqu¨ª.
-Y no desear¨ªa usted, en ning¨²n caso, su continuaci¨®n.
-No, yo no. Tengo la espe?ranza -mi padre ten¨ªa la misma- de morir enteramente, de morir en cuerpo y alma, si es que el alma existe.
-?Y c¨®mo comprende usted que para mucha gente eso no constituya una esperanza, sino un desasosiego?
-Yo conozco a mucha gente religiosa, y est¨¢n un poco aterra?dos. Porque o esperan el para¨ªso -lo cual, como dijo Bernard Shaw, es un soborno- o se temen el infierno. En cambio, una per?sona que no cree en ninguna de las dos posibilidades, una perso?na como yo, que no se cree dig?na de castigos o de recompensas eternas, puede estar tranquila. Pero todo es tan raro, la verdad, que a lo mejor perseguimos este di¨¢logo en otro mundo...
-Usted escribi¨®: "Descreo de la democracia, ese curioso abu?so de la estad¨ªstica". Y en otro lugar habl¨® de la dictadura di?ciendo que favorece la opresi¨®n, favorece el servilismo y, lo que es peor, favorece la idiotez.
-Curiosamente, aunque yo haya dicho estas ¨²ltimas pala?bras, estoy de acuerdo con ellas. En cuanto a la democracia, creo que por ahora (y ahora puede significar cien a?os) en este pa¨ªs somos indignos de ella. En cuanto a la dictadura, ya conocemos sus efectos devastadores. Pero yo, realmente, no entiendo de pol¨ªtica. Soy un tranquilo e inofensivo anarquista spenceriano. Y de anarquismo saben ustedes, los catalanes.
-?Conoci¨® usted a nuestros modernistas y noucentistas: Rusi?ol, Maragall, Bertrana, Ors...?
-Ah, s¨ª, a Ors s¨ª. ?Vive todav¨ªa este muchacho?
-Muri¨® hace ya algunos a?os. ?Le conoci¨® usted personal?mente?
-No, me interesaron much¨ªsimo algunos ensayos suyos. Muy finos, muy finos... Hasta que le¨ª una especie de novela suya, no recuerdo ahora el nombre, que me pareci¨® intolerable. No le¨ª nada m¨¢s de ¨¦l.
-?Se refiere a La bien plantada?
-Eso, La bien plantada. Inaceptable. Las medidas del torso, la cintura y los to?billos de la protagonista eran absoluta?mente intolerables. Decid¨ª no volver a abrir un libro suyo.
-Lo que s¨ª ha continuado manejando fue el Diccionario etimol¨®gico de Coromines. (Cojo de la estanter¨ªa una primera edici¨®n desgastada por el uso, y con el Coromines en las manos, hablamos del Cratilo plat¨®nico, del car¨¢cter representa?tivo o arbitrario de las palabras, de su historia y transformaci¨®n).
-Vea c¨®mo el t¨¦rmino saj¨®n bleich, que significa sin color, de?riv¨® de un modo contrapuesto: en castellano a blanco y en ingl¨¦s a black (negro).
-?Ser¨¢ por algo parecido por lo que los chistes procaces son en castellano chistes verdes y en ingl¨¦s chistes azules?
-La verdad, no entiendo esta inversi¨®n por la que el verde, que deber¨ªa sugerir algo natural, vino a significar en castellano todo lo contrario. Pero encontrar¨¦ la soluci¨®n. En cuanto la halle, le escribo enseguida. (Borges habla siempre de temas ret¨®ricos, etimol¨®gicos o incluso po¨¦ticos en t¨¦rminos de verdad, de soluci¨®n, de exactitud).
-?Pero tiene usted a¨²n el Coromines en las manos?
-S¨ª.
-Pues busque el t¨¦rmino jazz... Mire, en el ingl¨¦s criollo de Nueva Orleans to jazz quer¨ªa decir fornicar. O, m¨¢s precisamente, fornicar de un modo breve, espasm¨®dico, violento, como sugiere el sonido mismo de la palabra. Es como tango, que no viene, como cre¨ªa Lugones, del tangere latino, sino de la etimolog¨ªa africana que ve¨ªamos antes en el Coromines. Nolli me tangere-just jazz it... Aunque tampoco estoy seguro. Si yo pudiera con?sultar... pero hace ya a?os que no veo.
-Tres cosas se pierden al perder de vis?ta "el mundo de la representaci¨®n" -como llamar¨ªa usted al mundo f¨ªsico-, el mundo de los libros y el mundo de la pro?pia escritura. Son tres p¨¦rdidas distintas.
-Cierto. -?Cu¨¢l ha ido m¨¢s dolorosa para us?ted?
-No. A m¨ª me gustar¨ªa sobre todo leer, leer por ejemplo un ver?so er¨®tico de Eduardo Marquina donde todo es un juego de refle?jos en espejos. Y me gustar¨ªa tambi¨¦n ver las caras de las personas que quiero... las caras de mis amigos. Y tambi¨¦n los lugares don?de estuve con amigos: la librer¨ªa Salvat-Papasseit en Barcelona. Pero venga usted y acomp¨¢?eme a la otra habitaci¨®n, donde le en?se?ar¨¦ los cuadros de tigres y el ¨²ltimo vestido de mi madre.
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