Migrar como ¨²ltima escapatoria
Miles de mujeres centroamericanas recorren M¨¦xico para llegar a EE UU huyendo de la violencia
Con la ¨²ltima amenaza, Marlen ya no pudo aguantar m¨¢s. Sin dinero, sin comida, con lo puesto. Visti¨® a sus tres hijos con el uniforme del colegio y se march¨®. Despu¨¦s de a?os soportando las palizas de su marido, la amenaza de matarlos a todos acab¨® siendo la mecha que encendi¨® la huida de Honduras y el camino hacia los Estados Unidos. Sin nada y con su hijo de tres a?os en brazos y los otros dos ¡ªde seis y ocho¡ª de la mano, Marlen comenz¨® a caminar en la direcci¨®n que marca el boca a boca de las miles de personas que huyen por el mismo camino.
Marlen lleg¨® al albergue para migrantes La 72, en la fronteriza ciudad mexicana de Tenosique, hace m¨¢s de una semana. El m¨¢s peque?o de los ni?os ten¨ªa la cara marcada de peque?as heridas. ¡°Son quemaduras. Estuvimos un d¨ªa entero caminando bajo el sol hasta llegar aqu¨ª¡±, explica.
Desde Honduras, Marlen y sus hijos llegaron a Guatemala y desde all¨ª cruzaron al estado mexicano de Tabasco por una ruta migratoria que durante muchos a?os permaneci¨® invisible pero que hoy representa uno de los dos cruces de frontera principales. Los efectos del hurac¨¢n Stan, en 2005, colapsaron las v¨ªas del ferrocarril mexicano en el estado de Chiapas entre las ciudades de Tapachula y Arriaga ¡ªla ruta de migraci¨®n cl¨¢sica para los centroamericanos¡ª forz¨¢ndoles a buscar otra alternativa. Hoy, Tenosique es para Marlen, sus hijos y cerca de 200 migrantes m¨¢s, el inicio de su cruzada mexicana.
Marlen sigue en el albergue porque no tiene recursos para continuar el viaje. Durante mucho tiempo estuvo guardando dinero a escondidas de su marido con la escalofriante certeza de que alg¨²n d¨ªa tendr¨ªa que huir. Ese d¨ªa lleg¨® y a Marlen se le olvid¨® coger el dinero. Tampoco tuvo tiempo para llevarse el n¨²mero de tel¨¦fono de alg¨²n familiar al que llamar para que le enviase las cerca de 5.000 lempiras (164 euros) que ten¨ªa ahorradas. Tras un mes y medio recorriendo albergues y hablando con otros migrantes, sabe que con ese dinero no lograr¨ªa llegar ni siquiera a la frontera con EE UU. Despu¨¦s de unos d¨ªas en el refugio, los testimonios han asustado tanto a Marlen que, primando la protecci¨®n de sus hijos, ha abandonado la idea de subirse al tren de carga al que todos llaman La Bestia y que en su camino hacia al norte acumula historias de mutilaciones, extorsiones, secuestros y violaciones.
¡°El largo viaje encima del tren es f¨ªsicamente peligroso y la falta de seguridad deja a los migrantes a merced de las maras centroamericanas, los bandidos, los secuestradores y los funcionarios corruptos. La impresionante frecuencia de secuestros, extorsi¨®n, trata de personas, violaci¨®n y homicidio, pone la dif¨ªcil situaci¨®n de los migrantes centroamericanos en M¨¦xico en lo alto de la lista de las peores emergencias humanitarias del hemisferio occidental¡±, denuncia en un informe reciente la Oficina de Washington para Asuntos Latinomericanos (WOLA). Con todo, el camino hacia el norte, encima del tren o por carretera, resulta doblemente peligroso para las mujeres: 7 de cada 10 son violadas a lo largo del camino y as¨ª lo refleja el documental Mar¨ªa en Tierra de Nadie de la cineasta salvadore?a Marcela Zamora que estos d¨ªas se proyectaba en el albergue y que incluye experiencias de mujeres secuestradas por la organizaci¨®n criminal conocida como Los Zetas, de v¨ªctimas de tr¨¢fico sexual o mutiladas en el camino, as¨ª como la historia de solidaridad de Las Patronas, mujeres en el sur de M¨¦xico que ayudan dando comida a los migrantes que viajan en los trenes.
Muchas mujeres aseguran que existe el rumor de que en EE UU dejan pasar a las madres que llegan con ni?os
En los ¨²ltimos meses, los albergues de la frontera sur de M¨¦xico han registrado una afluencia masiva de mujeres con sus hijos. Un ¡°¨¦xodo masivo de madres y ni?os¡±, puntualiza Rub¨¦n Figueroa, voluntario del refugio La 72 y miembro del Movimiento Mesoamericano en Defensa de los Migrantes. ¡°Apenas se habla de las mujeres que viajan con sus hijos y se entregan a la autoridad migratoria estadounidense buscando asilo, y que son quienes m¨¢s presencias tienen en los albergues de la ruta migratoria en M¨¦xico. Tan solo en la ruta del tren en el tramo entre Arriaga (Chiapas) e Ixtepec (Oaxaca), la cantidad de mujeres que observ¨¢bamos el a?o pasado hacer cada trayecto, unas 50, ha aumentado mucho y ahora se pueden ver grupos de hasta de 250, casi todas con hijos peque?os¡±, a?ade Figueroa.
La mayor¨ªa de esas mujeres huye de la violencia en sus pa¨ªses, Guatemala, El Salvador, y especialmente Honduras, el pa¨ªs m¨¢s violento del mundo, donde en 2013 cada mes 53 mujeres fueron asesinadas (636 en todo el a?o). M¨¢s del 90% de los casos permanecen impunes, seg¨²n datos de la Campa?a Nacional contra los Feminicidios. El informe Narrativas de la Transmigraci¨®n Centroamericana se?alaba que el 81% de los inmigrantes centroamericanos que abandon¨® su pa¨ªs?el a?o pasado, lo hizo para huir de la violencia y crimen.
Llegan con sus hijos, con sus beb¨¦s en los brazos y con un gesto que transita entre la valent¨ªa y el miedo. A La 72 llegan cada d¨ªa una media de 15 ni?os y ni?as con sus madres. Entre ellas, Evelyn, de 23 a?os. Acompa?ada de su hija de tres a?os y su beb¨¦ de ocho meses. All¨¢ en Honduras se qued¨® la mayor, de seis a?os. El padre del peque?o empez¨® a pegarla cuando estaba embarazada de cuatro meses. Le abandon¨® y se fue de casa con su hija. Pero a su puesto de verduras en el mercado cada vez le llegaban m¨¢s amenazas de las maras exigiendo dinero, el ¡°impuesto de guerra¡±, como com¨²nmente llaman todos a este tipo de extorsiones. ¡°Estoy segura de que fue ¨¦l quien les mand¨® venir¡±, explica. Evelyn se fue buscando el norte y al llegar al albergue en?Tenosique le aconsejaron solicitar la visa humanitaria para permanecer en M¨¦xico y no exponerse al riesgo del camino hacia EE UU. ¡°Nuestra labor es ofrecer ayuda a los migrantes que pasan pero tambi¨¦n, y sobre todo, apoyarles en materia de derechos humanos, ayud¨¢ndoles a solicitar una visa y tratando de lograr un cambio estructural en las pol¨ªticas migratorias y en el sistema¡±, explica Fray Tom¨¢s, quien est¨¢ al frente de La 72, justo antes de iniciar su comida.
Es en estos albergues, gestionados en su mayor¨ªa por una iglesia de base a la que poco acostumbran las posturas oficiales, el ¨²nico lugar donde los migrantes reciben apoyo. Son ellos y otros movimientos de la sociedad civil los que contribuyen a visibilizar una realidad que otros tratan de ocultar. Sus armas: la desobediencia civil, la denuncia a las autoridades y al crimen organizado y la protesta pac¨ªfica.
Tras unos d¨ªas en el albergue, Marlen ha coincidido a otra mujer de su misma colonia y que tambi¨¦n huye de la violencia de g¨¦nero. Gracias a ella ha conseguido el tel¨¦fono de una vecina com¨²n y logra hablar con un familiar que le ha enviado las 5.000 lempiras (164 euros) que hab¨ªa ahorrado. Con eso, al menos, podr¨¢ iniciar el recorrido cogiendo las combis (peque?os autobuses privados) que unen las ciudades, tratando de esquivar los controles de migraci¨®n. Mientras cuenta sus planes, Marlen sonr¨ªe y se libera de la tensi¨®n de los d¨ªas previos. Por fin, ella y sus tres hijos podr¨¢n seguir adelante, aunque con ese dinero no podr¨¢n llegar lejos: las fronteras sur y norte de M¨¦xico distan m¨¢s de 3.200 kil¨®metros y el coste del transporte, la comida y lo que seguramente tenga que pagar en extorsiones, es muy superior a la cantidad que Marlen ha conseguido recaudar. Y en el caso de que lograse cruzar el pa¨ªs, el paso a EE UU le costar¨ªa a la familia entre 1.500 y 3.000 d¨®lares, dependiendo del coyote (gu¨ªa).
Pero, ?por qu¨¦ llegan ahora tantas mujeres con ni?os y beb¨¦s? Los trabajadores y voluntarios de los albergues explican que se debe, en parte, al repunte de la violencia en pa¨ªses como El Salvador y Honduras. All¨ª, el pago del ¡°impuesto de guerra¡± a las maras y sus asfixiantes m¨¦todos de extorsi¨®n, hacen imposible vislumbrar un futuro o sobrevivir a cualquier presente. Muchas mujeres aseguran que adem¨¢s existe el rumor de que en Estados Unidos dejan pasar a las madres que llegan con ni?os. Eso fue lo que escuch¨® Micaela por la radio de su pueblo, Arenales, y lo que le empuj¨® a tomar la decisi¨®n de huir con sus tres hijos.
As¨ª, muchas cruzar¨¢n de la mano de sus hijos la frontera por puentes como el que une Reynosa, en M¨¦xico, e Hidalgo, en Estados Unidos, para entregarse a la Patrulla Fronteriza. ¡°Son detenidas en tanto se revisa su caso y se determina el otorgamiento o no de un permiso de residencia. La estrategia utilizada por el Servicio de Inmigraci¨®n y Aduanas de los Estados Unidos, cuyas instalaciones de detenci¨®n est¨¢n saturadas y sus cortes de migraci¨®n con enormes listas de espera, es liberarlas para que esperen su cita con familiares o amigos residentes. Les entregan un documento migratorio para que puedan quedarse hasta que sean llamadas a corte¡±, explican fuentes del Movimiento Migratorio Mesoamericano.
Una tras otra, las madres que se encuentran en los albergues del camino, la mayor¨ªa hondure?as, hablan de la imposibilidad de dar de comer a sus hijos. El hambre y la pobreza son otro tipo de violencia que afecta especialmente a los 622.910 hogares de Honduras (un tercio del total) de madres solteras sobre las que recae la responsabilidad de los hijos, seg¨²n denunciaba el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos de Honduras (Conadeh). Sin el apoyo de los padres de las criaturas, muchas dependen de la ayuda de hermanos o familiares en el norte que, una vez comenzado el camino, acaban no respondiendo. Mar¨ªa viaja desde Honduras con sus dos hijos y esperaba que sus padres le enviasen dinero para seguir su ruta. ¡°Hace unos d¨ªas secuestraron a mi hermano en el camino y ahora tienen que pagar su rescate. Sin su ayuda, no nos queda m¨¢s remedio que volvernos a Honduras¡±, lamenta.
Son las cinco de la ma?ana y Marlen ha ba?ado a sus tres cr¨ªos. El peque?o sigue dormido cuando todos salen del albergue rumbo a la carretera. El objetivo es coger la combi sin pasar por delante de la oficina de migraci¨®n situada muy cerca del refugio. Con los peque?os cogidos de la mano, Marlen camina siguiendo las v¨ªas del tren tal y como le han explicado otros migrantes. Un recorrido que a esa hora de la ma?ana todav¨ªa huele a peligro. Tenosique era hace a?os un territorio dominado por los Zetas, y en torno a las v¨ªas esperaban a los migrantes para robarles o secuestrarles. Pero Marlen sigue adelante. Desde que recuper¨® su dinero, solo piensa en eso: seguir adelante. Pasa un buen rato hasta que para una combi que les recoge. Se van. Empieza a salir el sol y pesa el aire. Se marcharon y el m¨¢s peque?o todav¨ªa no se hab¨ªa despertado.
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