Manifiestos complementarios
No aticemos falsos enfrentamientos. Los dos textos exponen preocupaciones comunes
Dos manifiestos, avalados por conocidos nombres del mundo cultural, han coincidido en el tiempo: el denominado Libres e iguales, suscrito entre otros por Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Andr¨¦s Trapiello y Joaqu¨ªn Leguina; y la declaraci¨®n Una Espa?a federal en una Europa federal, una iniciativa de Nicol¨¢s Sartorius y Jos¨¦ Antonio Zarzalejos, suscrita tambi¨¦n, entre otros, por ?ngel Gabilondo, Fernando Vallesp¨ªn, Jos¨¦ Luis Cuerda y Almudena Grandes. Muy combativo el primero y m¨¢s reposado el segundo, ambos se hicieron p¨²blicos la semana pasada.
Este peri¨®dico se ha hecho amplio eco de estos manifiestos. Algunos han tratado de oponerlos: no estoy de acuerdo. El tono y el estilo son distintos, las materias que tratan tambi¨¦n, pero no son contrapuestos sino complementarios, nada impide firmarlos a la vez, yo mismo acabo de hacerlo.
El primero, el Libres e iguales, tras dejar constancia que Espa?a atraviesa por un momento cr¨ªtico, hace una llamada a la movilizaci¨®n institucional y ciudadana. En sustancia dice que el secesionismo catal¨¢n pretende romper la convivencia, adopta formas populistas y no ha recibido la respuesta adecuada. Para enfrentarse a ¨¦l, los poderes p¨²blicos deben velar por el cumplimiento de la ley, abrir un debate p¨²blico que sirva de informaci¨®n a todos los ciudadanos, reafirmar el valor de la Constituci¨®n (y, si conviene, reformarla), rechazar toda negociaci¨®n que limite la soberan¨ªa del pueblo y alcanzar un pacto que comprometa a la unidad de acci¨®n.
El otro manifiesto, la declaraci¨®n Una Espa?a federal en una Europa federal, parte de premisas muy semejantes al anterior y formula una propuesta espec¨ªfica de reforma constitucional que culmine nuestro Estado de las autonom¨ªas en sentido federal dentro de una Europa del mismo signo. Para ello propone el reconocimiento de las identidades diversas que componen nuestro pa¨ªs, el establecimiento de una c¨¢mara territorial que permita la participaci¨®n de las comunidades en el Estado, una distribuci¨®n clara de competencias y un nuevo sistema de financiaci¨®n justo y equilibrado. Esta soluci¨®n, dice, es la alternativa a dos opciones igualmente rechazables porque s¨®lo conducen a un est¨¦ril enfrentamiento: seguir como estamos, pensando que los problemas se arreglar¨¢n por s¨ª solos, o plantear una ruptura entre ciudadanos que conviven desde hace muchos a?os en una misma comunidad pol¨ªtica.
El tono y el estilo son distintos, las materias que tratan tambi¨¦n, pero no son contrapuestos sino complementarios
Por tanto, en ambos manifiestos existen preocupaciones comunes en proporciones distintas. En el primero la preocupaci¨®n principal es el riesgo de secesi¨®n, en el segundo el deficiente funcionamiento del Estado de las autonom¨ªas. Ambos comparten tambi¨¦n, sin embargo, las preocupaciones del contrario y, en todo caso, con mayor o menor ¨¦nfasis, admiten la necesidad de la reforma constitucional y piden a los partidos leales a la Constituci¨®n el imprescindible consenso. Asimismo, de forma m¨¢s o menos expl¨ªcita, pero indudable, exigen que todo ello se lleve a cabo bajo los procedimientos propios de nuestro Estado de derecho.
Lo que m¨¢s distingue a ambos manifiestos es que uno aboga por determinadas reformas en sentido federal y el otro guarda silencio en este punto sin rechazarlo, ya que abre las puertas a reformas constitucionales. Es m¨¢s, algunos de los firmantes de Libres e iguales ¡ªen concreto, los profesores Juan Jos¨¦ Soloz¨¢bal y Roberto Blanco¡ª han abogado en sus obras por el cierre definitivo del modelo auton¨®mico en sentido federal. Por tanto, buscar contradicciones entre ambos manifiestos es, en lo sustancial, una tarea bastante in¨²til, s¨®lo explicable para intentar justificar un punto de vista a mi parecer enga?oso: que el escenario del actual conflicto tiene como protagonistas a dos nacionalismos, el espa?ol y los perif¨¦ricos, sean catalanes o vascos. As¨ª pues, las culpas est¨¢n repartidas, ambos se retroalimentan.
Que los nacionalismos catal¨¢n o vasco existen es evidente, lo confirman sus partidos autodefinidos como nacionalistas. Que existen nacionalistas espa?oles tambi¨¦n es evidente, s¨®lo cabe estar atentos a los medios de comunicaci¨®n. Ahora bien, que los partidos estatales sean nacionalistas espa?oles, en igual medida que lo son los partidos nacionalistas catalanes y vascos, no resiste la prueba de los hechos.
?D¨®nde encontramos, adem¨¢s de otras evidencias, esta concluyente prueba? En la existencia misma del Estado de las autonom¨ªas: reconocido en la Constituci¨®n, desarrollado con una rapidez e intensidad inusitadas, respetuoso con las diversas lenguas y otros hechos diferenciales. Si los partidos que han sido ampliamente mayoritarios en Espa?a ¡ªUCD, PSOE y PP, los tres de ¨¢mbito estatal¡ª hubieran sido partidos nacionalistas espa?oles, ni en las Cortes constituyentes, ni en el desarrollo auton¨®mico posterior, se hubiera alcanzado el alto grado de autonom¨ªa pol¨ªtica actual. Lo mismo podr¨ªa decirse de las posiciones a favor del europe¨ªsmo, tanto del PP como del PSOE, que nunca cayeron en el euroescepticismo de otros partidos europeos, de derechas o de izquierdas, sino que, por el contrario, han contribuido a impulsar una Uni¨®n Europea cada vez m¨¢s federal.
Por tanto, no aticemos falsos enfrentamientos. Unos son nacionalistas y los otros constitucionalistas: no todos son iguales. El firmante de un manifiesto nunca est¨¢ del todo de acuerdo con el texto en el que estampa su firma. Si dejamos de lado peque?os detalles, estos manifiestos que, casualmente, han coincidido en el tiempo, no son contradictorios sino complementarios, concordantes en lo sustancial.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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