El pa¨ªs que imaginamos y temimos
Una parte definitiva de quienes eligieron a Santos votaron contra Uribe: l¨ªder del Gobierno m¨¢s corrupto de la historia reciente
Hace unas semanas, cuando el presidente Juan Manuel Santos fue reelegido, una opini¨®n casi un¨¢nime se instal¨® entre los colombianos: los votos decisivos no los hab¨ªan puesto quienes lo quer¨ªan a ¨¦l de presidente, sino quienes no quer¨ªan al otro. En otras palabras, una parte considerable y definitiva de quienes eligieron a Santos no votaron por ¨¦l, sino contra ?lvaro Uribe: el expresidente que lider¨® el Gobierno m¨¢s corrupto de la historia reciente, y que en estas elecciones pasadas, como un reyezuelo depuesto, cre¨® un candidato-t¨ªtere que manej¨® a su antojo y mediante el cual quiso mantenerse en el poder. La popularidad de Uribe ha sido uno de los grandes fen¨®menos de la pol¨ªtica colombiana, y por eso no dej¨® de sorprender a muchos la derrota de su t¨ªtere. ?Por qu¨¦ perdi¨®? ?Contra qu¨¦ votaron los que lo hicieron por Santos? Yo creo que practicaron algo parecido a la ciencia-ficci¨®n: imaginar el pa¨ªs si el uribismo llegara de nuevo al poder.
Imaginaron un pa¨ªs donde todos podemos ser v¨ªctimas de espionaje o interceptaciones ilegales. Ha sido una pr¨¢ctica corriente del uribismo, durante cuyo Gobierno los organismos de inteligencia intervinieron constantemente los tel¨¦fonos de los periodistas de la oposici¨®n y, en casos sonados, de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Por no perder la costumbre, el candidato uribista de estas elecciones fue sorprendido en reuniones con un hacker profesional que se dedicaba a intervenir las comunicaciones del presidente de la Rep¨²blica y de los negociadores presentes en La Habana. Su objetivo, por supuesto, era sabotear los di¨¢logos de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc con campa?as de calumnias, desinformaci¨®n y mentiras. Eso habr¨¢n imaginado los votantes: un pa¨ªs cuyos organismos de inteligencia se comportar¨ªan, en la pr¨¢ctica, como los de un Estado totalitario.
Imaginaron un pa¨ªs donde la separaci¨®n entre Iglesia y Estado se ha esfumado como por arte de magia. El uribismo nunca ha ocultado la profunda antipat¨ªa que le causa el Estado laico. Tras la primera vuelta de las elecciones, en la cual su candidato logr¨® una victoria temporal frente a Santos, una diputada lanz¨® un trino que pasar¨¢ a la historia tanto por su ret¨®rica macartista como por sus problemas de redacci¨®n y ortograf¨ªa: ¡°Agradecemos a Dios todopoderoso, al pueblo colombiano y al expresidente Uribe por no dejar caer la patria en manos del comunismo ateo. Am¨¦n¡±. Por supuesto, esta fue la misma diputada que se alegr¨® tras la muerte de Garc¨ªa M¨¢rquez, diciendo que pronto ¨¦l y Fidel Castro estar¨ªan en el infierno.
Imaginaron, finalmente, a un presidente cuyo primer acto oficial es patear la mesa de negociaciones de La Habana. Los di¨¢logos de paz han sido el enemigo n¨²mero uno de Uribe, y su candidato-t¨ªtere, obedientemente, prometi¨® acabar con ellos tan pronto llegara al poder. (En el momento m¨¢s bajo de su campa?a, en un incomprensible ataque de personalidad, cambi¨® brevemente de opini¨®n: dijo que los continuar¨ªa. Pero s¨®lo consigui¨® indignar a los propios y hacer que los ajenos desconfiaran a¨²n m¨¢s de su car¨¢cter).
Esos votantes imaginaron un pa¨ªs que tira por la borda la oportunidad hist¨®rica de acabar con 50 a?os de guerra: un pa¨ªs que no tiene ni la madurez, ni la generosidad, ni el buen juicio de dar una oportunidad a la paz.
Imagino que eso habr¨¢n imaginado. Imagino que habr¨¢n tenido miedo.
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