Tiempos de crispaci¨®n y antagonismo
Si hasta los noventa la globalizaci¨®n se percib¨ªa como sin¨®nimo de prosperidad, por muchos de sus logros y promesas, en el siglo XXI est¨¢ asociada a la inseguridad por el desempleo y la desindustrializaci¨®n
Un modo de aproximarse a los complejos asuntos contempor¨¢neos es intentando definir la caracter¨ªstica principal del sistema global. A mi entender, una de sus m¨¢s relevantes caracter¨ªsticas actuales es que se trata de un sistema sobrecargado; con exceso de contradicciones, presiones y dilemas que, m¨¢s temprano que tarde, requerir¨¢n de un ajuste.
Este sistema recargado puede ser visto a trav¨¦s de cuatro tableros: el internacional, el mundial, el institucional y el interno. El internacional remite a las relaciones espec¨ªficamente interestatales. En este tablero, el dato fundamental es la acelerada redistribuci¨®n de poder, riqueza e influencia de Occidente y del Norte en la direcci¨®n de Oriente y el Sur. Como lo muestra la historia de las relaciones entre Estados, todo reacomodo sustantivo de poder¨ªo genera tensiones y puede conducir a conflictos may¨²sculos. La propia experiencia de Occidente corrobora lo se?alado. Ahora bien, dos notas parecen acompa?ar el actual power shift: una, elocuente; la otra, conjetural. La nota elocuente es la creciente resistencia de Occidente a perder, en parte, privilegios, autoridad e incidencia a favor de la multiplicidad de pa¨ªses intermedios, poderes emergentes y potencias reemergentes, que antes eran de la periferia. La nota conjetural genera un interrogante: ?es la decadencia occidental una condici¨®n estructural? Hay signos ¡ªen lo demogr¨¢fico y econ¨®mico, por ejemplo¡ª que tienden a confirmar ese rasgo profundo y prolongado. As¨ª, resulta esperable una mayor conflictividad en el ¨¢mbito internacional ahora que la redistribuci¨®n de poder se orienta por fuera de Occidente.
El tablero mundial toma en cuenta no solo los convencionales actores estatales, sino tambi¨¦n a los actores no gubernamentales, desde grandes corporaciones multinacionales y calificadoras de riesgo estadounidenses hasta ONG y grupos criminales transnacionales. En ese marco, la globalizaci¨®n ha sido el proceso fundamental que ha marcado la pol¨ªtica mundial en las ¨²ltimas d¨¦cadas. La diferencia esencial es que si hasta los noventa la globalizaci¨®n se percib¨ªa como sin¨®nimo de prosperidad por varios de sus logros y muchas de sus promesas, en el siglo XXI ¡ªy con m¨¢s fuerza en el ¨²ltimo lustro¡ª la globalizaci¨®n se relaciona con la inseguridad por el desempleo y la desindustrializaci¨®n generados y por la reducci¨®n de sus beneficiarios (b¨¢sicamente, el capital financiero). En el coraz¨®n de esa sensaci¨®n de inseguridad est¨¢ el auge de la desigualdad confirmada por numerosos informes y estudios. Seg¨²n el World Ultra Wealth Report 2013 del banco UBS, 2.170 multibillonarios poseen una riqueza de 6.500 billones de d¨®lares, una cantidad superior al PIB combinado de Alemania y Francia en 2013. De acuerdo con el Global Wealth Report 2013 del Credit Suisse Group, el 1% de la poblaci¨®n posee el 46% de los activos globales y un 10%, el 86%: el 50% inferior apenas tiene el 1% del total. Seg¨²n la investigaci¨®n de 2011 de Vitali, Glattfelder y Battiston del Swiss Federal Institute of Technology, 147 firmas controlan, a trav¨¦s de una red de acciones y relaciones de propiedad, 43.060 corporaciones transnacionales. No debe sorprender entonces el incremento de las protestas sociales urbi et orbi, as¨ª como el aumento de la polarizaci¨®n interna en pa¨ªses del viejo Centro y de la nueva Periferia, por igual. No se trata de un malestar subjetivo, sino que hay razones objetivas para la crispaci¨®n y el antagonismo.
La arquitectura institucional de Occidente es cada vez menos
cre¨ªble y m¨¢s ileg¨ªtima
El tablero institucional hace referencia a las organizaciones de distinto tipo y al conjunto de reg¨ªmenes que han predominado desde la Guerra Fr¨ªa. La falta de reformas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la incompetencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, el debilitamiento de la Uni¨®n Europea y la recurrente tentaci¨®n de la OTAN de convertirse en un gendarme mundial, as¨ª como la inoperancia del G-7, del G-20 y otras tantas G que se idealizan (por ejemplo, el presunto duopolio entre Washington y Beijing), han llevado a una arquitectura institucional, b¨¢sicamente occidental, cada vez menos cre¨ªble y m¨¢s ileg¨ªtima. El fracaso del r¨¦gimen internacional antidrogas, la frustraci¨®n extendida frente al principio de la responsabilidad de proteger (R2P), el persistente doble est¨¢ndar frente a la no proliferaci¨®n nuclear, la par¨¢lisis global respecto a los compromisos efectivos en torno a la cuesti¨®n ambiental y el gradual desinter¨¦s de las potencias establecidas hacia los asuntos del desarrollo, solo refuerzan las percepciones y creencias de quienes est¨¢n saturados con la duplicidad de Occidente en un amplio abanico de temas. En ese contexto, hay que localizar iniciativas diferentes como las de la Organizaci¨®n de Cooperaci¨®n de Shangh¨¢i, la Uni¨®n de Naciones del Sur (Unasur) y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sud¨¢frica) que intentan mantener bien lejos de sus proyectos y prop¨®sitos a Estados Unidos y Europa. Con el diagn¨®stico anterior, es de subrayar el verdadero desgaste y el potencial descalabro de instituciones y reg¨ªmenes. Hecho inquietante, pues las organizaciones y acuerdos internacionales son importantes, entre otras cuestiones, para limitar la arbitrariedad de los poderosos y para crear mecanismos de coordinaci¨®n y consenso. Instituciones fallidas y reg¨ªmenes malogrados son las precondiciones del unilateralismo agresivo y el multilateralismo oportunista. Y esto trasciende el tipo de liderazgo que tengan la Casa Blanca y las principales capitales europeas.
El ¨²ltimo tablero es el interno. Y en ese terreno, el elemento m¨¢s perturbador es el estado de la democracia. Desde hace a?os avanza, en distintas naciones, un manifiesto desencanto por la democracia liberal. Adem¨¢s, crecen los ensayos de democracia mayoritaria y participativa, con todos los pros y contras que manifiestan. Aumentan las plutocracias y cleptocracias en democracias m¨¢s o menos instaladas que terminan bajo dominio de los ricos, de los p¨ªcaros, o de ambos. Las autocracias y reg¨ªmenes autoritarios abundan. Las primaveras de liberalizaci¨®n se anuncian por doquier, pero colapsan de modo vertiginoso. Ya sea en virtud de presuntos requerimientos de mayor seguridad o de indispensables concesiones a favor del mercado, la democracia, ya sea formal o sustantiva, es la que termina cediendo. No es inusual entonces que conflictos de clase, ¨¦tnicos y religiosos sigan elev¨¢ndose en intensidad y alcance. Si los noventa promet¨ªan una nueva ola democratizadora, la ¨²ltima d¨¦cada muestra frenos y regresiones en el campo de la democracia.
Desde hace a?os avanza, en distintas naciones, un manifiesto desencanto por la democracia liberal
Asistimos, en breve, a un sistema global sobrecargado, ya que en todos los tableros, de manera intensa y simult¨¢nea, crecen y se entrecruzan los desencuentros, las fricciones, los peligros, las luchas, los disensos y la hostilidad. Si este diagn¨®stico resulta veros¨ªmil, entonces la pregunta que se impone es ?qu¨¦ esperar de tal situaci¨®n sist¨¦mica? Quiz¨¢ la forma m¨¢s sencilla de explicaci¨®n resulte la siguiente: el lector o la lectora de esta nota tiene, muy seguramente, un ordenador personal. Cualquiera que sea la marca del mismo en alg¨²n momento emite una se?al de alarma consistente en indicar que el ¡°sistema¡± est¨¢ ¡°sobrecargado¡±. Ello significa la existencia de un exceso y la imposibilidad de continuar adelante; lo cual demanda, por tanto, un ajuste. La opci¨®n disponible es reducir o eliminar algunos programas y archivos, con lo que se recupera el funcionamiento temporal. Tomando este s¨ªmil como un equivalente funcional, la cuesti¨®n es: ?qu¨¦ es lo que se debe eliminar o reducir en un sistema global sobrecargado?
La f¨®rmula de ajuste puesta en pr¨¢ctica en los a?os setenta, y que marc¨® el rumbo de las fuerzas y fen¨®menos que hoy conocemos, fue limitar gradualmente la democracia interna, la institucionalidad internacional y la legalidad mundial para preservar una globalizaci¨®n que result¨® cada vez m¨¢s inequitativa, un poder que se concentr¨® en menos manos, un Occidente que mantuvo su centralidad pero torn¨¢ndose escler¨®tico y un Leviat¨¢n estadounidense hipermilitarizado.
Sin duda es hora de cambiar la f¨®rmula. Pero ello exige, entre otras, un Occidente dispuesto a entender el mundo y no a moldearlo seg¨²n su inercia y antojo.
Juan Gabriel Tokatlian es director del Departamento de Ciencias Pol¨ªticas y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato di Tella, de Buenos Aires.
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