Voluntarios de Al¨¢ para la guerra iraqu¨ª
Cerca de 600 euros al mes cobran, seg¨²n lo prometido, los que protegen el per¨ªmetro de Bagdad y contraatacan en el noroeste
La madre de Bassim, tocada con un pa?uelo, aparece en la habitaci¨®n con una sonrisa de orgullo imborrable durante la conversaci¨®n. Su hijo, de 22 a?os, formado en la ense?anza como ella, es uno de los miles de voluntarios iraqu¨ªes de la guerra a los yihadistas del Estado Isl¨¢mico (EI). Bassim no ha aparecido a¨²n. Su madre habla de ¨¦l, de por qu¨¦ marcha al frente. ¡°Ha decidido ir¡±, dice, ¡°porque escuch¨® el llamamiento del ayatol¨¢ Al¨ª al Sistani¡±, en referencia a la fatua (edicto) promulgada por el l¨ªder religioso chi¨ª. La profesora cree que es su deber y por eso le anim¨® a alistarse. ?Sabe que puede morir? ¡°No temo que muera¡±, contesta, ¡°y si lo hace, lo har¨¢ como un shahid [m¨¢rtir]¡±. Bassim, de fina barba cuidada, perfumado, con pantal¨®n de ch¨¢ndal y camiseta de camuflaje, entra en el sal¨®n. Un familiar le trae un rifle Kal¨¢shnikov para que lo sostenga.
Su mirada es de adolescente. Parece desorientado, como si no fuera con ¨¦l. No sonr¨ªe; pronuncia monos¨ªlabos y observa a su madre. Explica que lleva 20 d¨ªas de entrenamiento en un cuartel de Bagdad; que el Ej¨¦rcito le ha dado el fusil para que est¨¦ listo, y que no tiene miedo. ¡°Lo hago en defensa de mi patria y de mi religi¨®n¡±, asegura. ?Sabe contra qui¨¦n lucha? ¡°S¨ª, contra terroristas¡±. Le dijeron que cobrar¨ªa algo, aunque no sabe ni cu¨¢nto ni cu¨¢ndo. Su madre posa ante la c¨¢mara con la cabeza alta. Bassim carga el rifle en segundo plano, con la mirada en ocasiones perdida.
Cerca de 600 euros al mes cobran, seg¨²n lo prometido, los voluntarios que protegen el per¨ªmetro de Bagdad y contraatacan en el noroeste. Galip Talib, uno de ellos, se lo sabe al dedillo. No es un adolescente. Supera los 40 a?os y es jefe de la tribu Al Ahmedaui, con presencia al sur de Bagdad. La guerra le puede costar la vida. ¡°Por la patria¡±, se?ala risue?o, ¡°ofrecemos todo, incluso la vida; ya pensaba alistarme antes de la fatua¡±. Pero ¨¦l no combate, a diferencia de su hermano, enviado al frente de Samarra, vital para que los yihadistas no alcancen la capital iraqu¨ª.
Todo el miedo de Bassim contrasta con la actitud de Talib, que tiene tres hijos. Juegan alrededor del Kal¨¢shnikov con el que su padre nos ha recibido. Est¨¢ contento de hacer lo que hace: va y vuelve cada d¨ªa al cuartel de Taji, donde entrena a otros voluntarios. ?Y si muriera? ¡°El Ej¨¦rcito tiene los derechos del shahid¡±, explica con gesto serio, ¡°dan un pedazo de tierra a la familia, una indemnizaci¨®n de 9.600 euros y una pensi¨®n de otros 300¡±. ?Por qu¨¦ lo hace? ¡°Defender a mi pa¨ªs es un deber sagrado¡±.
A las afueras de Bagdad, en el barrio de Shual¨¦, camiones del Ej¨¦rcito se mezclan con uniformados y hombres de paisano junto a media docena de cacerolas a fuego lento. Remueven con fuerza los guisos de arroz, jud¨ªas, cordero¡ Es la cocina de trinchera. ¡°La fatua de Al Sistani fue una orden¡±, apunta Abu Muqtader, de 55 a?os, ¡°y tenemos que obedecer¡±. Muqtader mueve a una treintena de voluntarios de la Fundaci¨®n Im¨¢n Sadif. Se nutren de donaciones privadas de barrios bagdad¨ªes. Es hora de cargar los veh¨ªculos. ¡°A veces combato y otras llevo comida¡±, dice el soldado Said Al¨ª, bigotudo de 45 a?os. Al poco llega el cabo de primera Sadam Ahmed, de 40 a?os. Viene a por comida desde una zona de combates en el este. ?Para qui¨¦n? ¡°Para 500 militares y otros 300 voluntarios¡±, dice, ¡°ellos son nuestra fuerza de apoyo¡±.
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