Historia de una ballena
Las precedentes mortandades eran provocadas por fen¨®menos naturales, ahora la amenaza viene sobre todo de los humanos
Se imaginan un mundo sin cet¨¢ceos, sin tiburones, sin paquidermos, sin felinos, sin ¨²rsidos y sin anfibios? Cuando yo era un ni?o, en los campos de los alrededores de Madrid brincaban los saltamontes y en los arroyos cantaban las ranas y volaban las lib¨¦lulas. Ahora se hace cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil verlos. La vida est¨¢ transform¨¢ndose con enorme rapidez debido al cambio clim¨¢tico y, al paso que vamos, llegar¨¢ un d¨ªa que tendremos que declarar especies protegidas incluso a los ar¨¢cnidos y los mosquitos.
La revista Science publicaba recientemente un art¨ªculo del bi¨®logo norteamericano Suart Pimm en el que afirmaba que estamos casi a las puertas de la sexta ¡°extinci¨®n masiva¡± de la historia de la Tierra. La m¨¢s antigua de que existe constancia, conocida como la gran mortandad, aconteci¨® hace 252 millones de a?os, a causa de unos microbios generadores de metano que impulsaron un brusco calentamiento del mundo que se sald¨® con la extinci¨®n del 90% de las especies del planeta. La m¨¢s famosa, hace 65 millones de a?os, sigui¨® a un bombardeo de meteoritos, y supuso la desaparici¨®n de tres de cada cuatro especies, entre ellas la de los dinosaurios. Ahora, la aceleraci¨®n de la tasa de mortalidad ha tomado un ritmo trepidante y Pimm calcula que, por cada mill¨®n de especies de animales, se est¨¢n extinguiendo entre 100 y 1.000 cada a?o. La diferencia con las precedentes mortandades reside en que, mientras aquellas eran provocadas por fen¨®menos naturales, ahora la amenaza viene sobre todo del cambio clim¨¢tico causado por la contaminaci¨®n, sobre todo por las emanaciones del di¨®xido de carbono, un fen¨®meno cuya responsabilidad corresponde a la especie humana. Dicho de otra manera: nos estamos cargando el mundo y antes de desaparecer nosotros habremos conseguido dar cuenta de muchos de nuestros compa?eros del planeta.
El h¨¢bitat de los osos polares se derrite, los cet¨¢ceos son cazados en forma masiva, lo mismo que el tigre y el rinoceronte ¨Ccon cuyo cuerno se preparan infusiones que se supone ayudan a curar la impotencia sexual¨C. A los leones y elefantes los ha salvado de momento el turismo fotogr¨¢fico¡ Pero si la crisis econ¨®mica se acent¨²a, el turismo se acabar¨¢ y los paup¨¦rrimos africanos se comer¨¢n las fieras.
Hace unas semanas visit¨¦ Estambul. Y navegando el B¨®sforo, me acord¨¦ de una antigua historia: la de la ballena Porphiry, un cet¨¢ceo que, en el siglo VI, reinando en Constantinopla (nombre antiguo de Estambul) el emperador Justiniano, se hizo due?o del estrecho y se ocup¨® de hundir los barcos que le molestaban y a despedazar a sus marineros. Se supone que era un gigantesco cachalote, una suerte de Moby Dick como aquel que hundi¨® al Pecquod y se llev¨® a los abismos marinos al ves¨¢nico capit¨¢n Ahab. ?Record¨¢is aquel hermoso principio?: ¡°Llamadme Ismael¡±.
Justiniano envi¨® soldados para matar al cet¨¢ceo y ofreci¨® gran cantidad de dinero como recompensa a quien lograse acabar con su vida, pero s¨®lo consigui¨® aumentar la n¨®mina de las v¨ªctimas. La amenaza de la ballena termin¨® cuando Porphiry decidi¨® largarse a otras aguas en donde no le dieran tanta lata los humanos.
Los animales huyen hoy del hombre porque le reconocen como la especie m¨¢s agresiva del planeta. Pero no han aprendido a defenderse del calentamiento global o del efecto invernadero. Por lo que a nosotros respecta, no comprendemos bien, todav¨ªa, que en el fondo somos seres tan fr¨¢giles como ellos. ?Quedar¨¢ ma?ana alg¨²n rastro de los Porphiry? ?Y qu¨¦ futuro nos espera a nosotros?
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