Una aventura incre¨ªble (I)

Hay historias que, por incre¨ªbles que han llegado a ser, m¨¢s bien parecen salidas de la mente del prodigioso escritor de ciencia-ficci¨®n Julio Verne. Hoy hablaremos de una aventura real llevada a cabo por el meteor¨®logo ingl¨¦s James Glaisher y por Henry Tracey Coxwell (dentista y copiloto), en el a?o 1862, con la ¨²nica finalidad de romper el r¨¦cord de altura en globo y, de paso, estudiar las diferentes capas de la atm¨®sfera a trav¨¦s de la m¨¢s famosa y arriesgada ascensi¨®n que se hizo en aquella ¨¦poca. Su decisi¨®n heroica contribuy¨® a tener m¨¢s conocimientos de la capa gaseosa que nos envuelve, pero tambi¨¦n es verdad que arriesgaron sus vidas en beneficio de la ciencia. La dividiremos en dos entregas.

Wolverhampton (oeste de Inglaterra). Era un agradable 5 de septiembre de 1862. El term¨®metro marcaba 15 grados cent¨ªgrados y el cielo presentaba muy buen aspecto. Todo estaba preparado para intentar romper el r¨¦cord de ascensi¨®n en globo. A las 13.03 soltaron lastre. Nadie hab¨ªa superado los 7.500 metros. La idea era que, a medida que iban ganando altura, ir¨ªan tomando mediciones sobre temperatura, humedad, presi¨®n del aire, etc¨¦tera.

En la cesta llevaban 17 instrumentos meteorol¨®gicos y sus obligatorios y respectivos sacos de arena. Tambi¨¦n seis palomas, que deber¨ªan soltar a diferentes altitudes para ver c¨®mo reaccionaban. A los 1.600 metros el mercurio descendi¨® a los 0?, y a los 6.400 metros ya empezaron los rigores del fr¨ªo polar: -21?. Aun as¨ª, siguieron ascendiendo. Sobre las 13.52, la vista comenz¨® a fallarle a Glaysher y no pod¨ªa distinguir las agujas indicadoras del globo. Se estaban adentrando en un misterioso mundo donde nadie jam¨¢s hab¨ªa llegado. Pero su peor pesadilla estaba a punto de empezar¡­