Por un cambio de modelo productivo
La acumulaci¨®n de deuda privada genera burbujas inmobiliarias; y la salida de una crisis es tanto m¨¢s dura cuanto mayor sea el endeudamiento. Hay que evitar las pol¨ªticas que incentivan la especulaci¨®n desmedida
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?Ocho veranos han transcurrido ya desde aquel que irrumpi¨® tumultuosamente y que acabar¨ªa siendo el comienzo de la llamada Gran Recesi¨®n. A finales de 2007 los hogares espa?oles acumulaban ya 876.630 millones de euros en pr¨¦stamos. La inercia de la deuda era tan fuerte que, a pesar de los vaivenes, ¨¦sta sigui¨® creciendo en 2008 hasta 913.385 millones de euros y en 2010 apenas se hab¨ªa reducido hasta 903.033. Desde entonces y hasta el primer trimestre de 2014, el esfuerzo para aliviar esta carga ha sido muy importante. Exactamente, una disminuci¨®n de 125.246 millones de euros para situar el stock de pr¨¦stamos de los hogares en 777.787 millones. Puede resultar enga?oso que esta cifra sea ya menor a la que se ten¨ªa antes de iniciar la crisis. Lo es porque que el sobreendeudamiento de las familias espa?olas comenz¨® bastante antes, en la d¨¦cada de 1990. Es el resultado, adem¨¢s de desequilibrios perversos en el mercado inmobiliario y crediticio que han propiciado descomunales transferencias de renta y problemas de desigualdad que afectan a varias generaciones de espa?oles.
Ahora que los indicadores macroecon¨®micos comienzan a ser m¨¢s propicios ¡ªaunque a millones de ciudadanos les cuesta a¨²n percibirlo¡ª parece un buen momento para reflexionar sobre c¨®mo la alteraci¨®n de los mecanismos de ajuste en el mercado inmobiliario y su financiaci¨®n han dado lugar, a todas luces, a una Espa?a distinta a la de hace dos d¨¦cadas, transformando su estructura de incentivos y las expectativas de muchas familias hasta un punto del que todav¨ªa no somos suficientemente conscientes.
En la ciencia econ¨®mica, son muchos los estudios recientes que han aportado evidencia emp¨ªrica de considerable valor sobre lo que gen¨¦ricamente se ha denominado la ¨²ltima gran burbuja inmobiliaria. Tal vez la contribuci¨®n m¨¢s ilustrativa y atractiva ¡ªpara todos los p¨²blicos¡ª sea el alabado libro de Atif Mian y Amir Sufi, The House of Debt (The University of Chicago Press). Se trata de una obra que sintetiza los resultados de investigaciones profundas a escala microecon¨®mica para acabar ofreciendo una realidad macroecon¨®mica abrumadora sobre cuestiones relativas a la equidad. Se aportan soluciones para prevenir que surjan problemas similares en el futuro. As¨ª, la preocupaci¨®n de Mian y Sufi por explicar por qu¨¦ 8 millones de estadounidenses perdieron su empleo y 4 millones su vivienda, puede ser compartida con m¨¢s puntos en com¨²n que diferencias en un amplio conjunto de pa¨ªses. Y se muestra por qu¨¦ no es una casualidad que estas circunstancias coincidieran con una deuda familiar que se triplic¨® en los siete a?os anteriores a 2007, con efectos brutales sobre la desigualdad de renta y riqueza.
La evidencia emp¨ªrica aportada en ¨¦ste y otros estudios es muy robusta en, al menos, dos aspectos. El primero, que la acumulaci¨®n de deuda privada precede la generaci¨®n (y posterior estallido) de burbujas inmobiliarias. La segunda, que la salida de una crisis es tanto m¨¢s dura ¡ªy su superaci¨®n m¨¢s penosa¡ª cuanto mayor sea la deuda acumulada por el sector privado. Lo que ha ocurrido en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas en Estados Unidos, Reino Unido o Espa?a ha sido un ejemplo palmario. Y, al contrario de lo que se ha tratado de argumentar en ocasiones, no cabe advocar en una medida importante a factores ex¨®genos como un cambio en el ciclo econ¨®mico, el agotamiento de la demanda o aspectos socio-demogr¨¢ficos. La diferencia en esta crisis la ha marcado la deuda privada.
Deben acentuarse las pol¨ªticas sociales para los m¨¢s desfavorecidos, para evitar situaciones penosas
Hay muchas formas de enfocar el efecto del endeudamiento y la burbuja inmobiliaria sobre la igualdad, pero en estas l¨ªneas se consideran s¨®lo algunas de las m¨¢s importantes. La g¨¦nesis es ya conocida. Un resumen crudo, pero f¨¢cil de entender es el que se refiere a una combinaci¨®n de pol¨ªticas irresponsables y desmedidas en relaci¨®n al suelo y la calificaci¨®n urban¨ªstica, con un aumento incontrolado (en calidad y cantidad) del cr¨¦dito. Este c¨®ctel dispar¨® mecanismos especuladores que poco tuvieron que ver con la generaci¨®n de valor a?adido. Una mezcla que propici¨® la confusi¨®n respecto a un sector cuya contribuci¨®n al PIB fue, es y ser¨¢ importante. Pero no pod¨ªa desbocarse como lo hizo, propiciando saltos en riqueza y deuda que poco tienen que ver con la prudencia, el esfuerzo o el emprendimiento. Todo ello, en muchas ocasiones de forma involuntaria, pero con consecuencias nefastas para la conservaci¨®n de una m¨ªnima justicia generacional.
Un ejemplo de esta involuntariedad ser¨ªa la comparaci¨®n de dos espa?oles que con una situaci¨®n inicial de renta, riqueza y formaci¨®n similar hubieran querido acceder a la vivienda, si bien uno lo hubiera podido hacer en 2004 y otro en 2008. El primero podr¨ªa haber adquirido una vivienda relativamente peque?a en 2004, haberla revendido por casi el doble de su precio en 2007 y a¨²n adquirir una nueva mucho mejor en 2008, con una deuda reducida. El segundo podr¨ªa, como mucho, adquirir una primera vivienda peque?a en 2008, a un coste mucho mayor y con una deuda mucho m¨¢s considerable. Dos ciudadanos de una misma generaci¨®n, con condiciones de partida y esfuerzo similares que, sin embargo, quedan separados en renta y riqueza de forma estructural por el estallido de una burbuja inmobiliaria.
En un pa¨ªs con entre cuatro millones y medio y casi seis millones de parados (seg¨²n la fuente que empleemos), la equidad se rompe por muchos m¨¢s frentes. Uno de los m¨¢s importantes es que la deuda limit¨® la capacidad para acometer una recuperaci¨®n econ¨®mica r¨¢pida y socav¨® las expectativas de muchos hogares. Incluso ahora que el necesario desapalancamiento se est¨¢ produciendo, ¨¦ste implica una canalizaci¨®n de recursos hacia la devoluci¨®n de deuda que no pueden destinarse a consumo o inversi¨®n. Otras soluciones dr¨¢sticas como las quitas generalizadas no son siempre necesarias y no parecen ser lo m¨¢s adecuado para Espa?a. Las quitas tienen efectos muy negativos y duraderos sobre la reputaci¨®n de un pa¨ªs. Adem¨¢s, generan un problema de incentivos sobre la seriedad a la hora de cumplir con los compromisos de deuda entre los ciudadanos.
Merece la pena considerar las hipotecas de riesgo compartido entre bancos y prestatarios
?Qu¨¦ hacer? Por un lado, las pol¨ªticas sociales para los m¨¢s desfavorecidos deber¨ªan acentuarse para evitar situaciones penosas de desahucio derivadas del infortunio, muchas de ellas en casos en los que ha habido un comportamiento responsable anterior en cuanto a deuda y planificaci¨®n. Por otro, las iniciativas para mejorar los contratos hipotecarios ¡ªeuropeas y nacionales¡ª tambi¨¦n son esenciales y debe acelerarse su implementaci¨®n. Esto tambi¨¦n reducir¨ªa las situaciones de desahucio, adem¨¢s de establecer condiciones mucho m¨¢s convenientes en cuanto a precios, comisiones y condiciones de amortizaci¨®n de los pr¨¦stamos. Asimismo, hay que pensar en soluciones para evitar el impacto de los vaivenes macroecon¨®micos en el futuro. Tomando prestada una de las propuestas m¨¢s interesantes del libro de Mian y Sufi, hay que estudiar la posibilidad de nuevos contratos hipotecarios. Por ejemplo, las hipotecas de riesgo compartido entre bancos y prestatarios. En ¨¦stas, si el precio de la vivienda mejora, la ganancia debe ser compartida por ambos, pero tambi¨¦n las p¨¦rdidas de valor generadas cuando hay ca¨ªdas.
Hay que considerar tambi¨¦n el efecto sobre el cambio de modelo productivo que Espa?a necesita. La transferencia de rentas que se ha producido ha debilitado el incentivo al esfuerzo de una generaci¨®n que estaba llamada a cambiar el modelo productivo. Repetir los errores del pasado con pol¨ªticas p¨²blicas que incentivan una especulaci¨®n desmedida y mal entendida ser¨ªa un grave error. La construcci¨®n tiene una aportaci¨®n natural al PIB espa?ol que se sobrepas¨® y que detrajo recursos que podr¨ªan haberse destinado a las actividades innovadoras y de transformaci¨®n productiva y competitiva. Dej¨® tambi¨¦n a un n¨²mero importante de j¨®venes con una formaci¨®n reducida, a los que ahora se quiere considerar casi sin remedio como una generaci¨®n perdida. Y, lo que es m¨¢s grave, evidenci¨® la sobreeducaci¨®n de otra buena parte de espa?oles cuya parte del pastel productivo no se desarroll¨® para corresponder su esfuerzo con un trabajo digno. Llega el momento de preguntarse cu¨¢les ser¨¢n las pol¨ªticas para evitar este tipo de situaciones en el futuro. Las que tuvimos no sirven y las reformas aqu¨ª, todav¨ªa deben producirse en buena medida.
Santiago Carb¨® Valverde Catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Finanzas de la Bangor University (Reino Unido) y de la Universidad de Granada e investigador de Funcas.
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