?Vivir¨ªa en un pueblo donde todos los vecinos comen juntos?
Las ecoaldeas no solo abanderan la eficiencia energ¨¦tica, sino que tambi¨¦n refuerzan el sentimiento de comunidad
¡°A veces hay una nostalgia intensa de tener otro tipo de v¨ªnculos, de sentirnos m¨¢s conectados como personas, un anhelo de pertenencia, una b¨²squeda de comunidad¡±. Las palabras son de Mauge Ca?ada, portavoz de la Red Ib¨¦rica de Ecoaldeas RIE y miembro de Lakabe, una ecoaldea de Navarra que lleva 34 a?os funcionando. Detr¨¢s de este movimiento de comunidades ecol¨®gicas que algunos podr¨ªan definir de hippismo trasnochado, se esconde toda una cultura de ¡®lo nuestro¡¯ que est¨¢ instal¨¢ndose cada vez con m¨¢s fuerza en diferentes zonas del planeta, Espa?a incluida. Quiz¨¢s, una de las razones sea que la crisis econ¨®mica ha despertado la conciencia de mucha gente que ha visto el regreso a lo colectivo y natural como una alternativa de cambio. ¡°Hay un mayor inter¨¦s por una vuelta al campo y a una vida m¨¢s plena. Lo vemos como una opci¨®n de generar econom¨ªa a una escala m¨¢s humana, con recursos y emprendimientos m¨¢s asequibles. Y s¨ª que hay m¨¢s personas interesadas en el estilo de vida ecoaldeano. En Lakabe, por ejemplo, ahora somos 53 residentes, el doble que hace seis a?os¡°, explica Mauge.
Las ecoaldeas son estructuras arquitect¨®nicas y sociales ecol¨®gicas muy bien dise?adas que est¨¢n, incluso, en los barrios perif¨¦ricos de algunas grandes ciudades, como el c¨¦lebre Los ?ngeles Eco-Village o el hist¨®rico barrio de Christiania en Copenhague. Otros est¨¢n a medio camino entre pueblo y ciudad dormitorio, como la comunidad canadiense Yarrow Ecovillage, a 100 kil¨®metros de Vancouver; la villa medieval Torri Superiore, en Liguria (Italia), o The Wintles, en Shropshire (Inglaterra), que se han convertido en referentes que inspiran pol¨ªticas sostenibles de algunos gobiernos. El modelo ingl¨¦s, por ejemplo, ha obtenido varios reconocimientos. Seg¨²n su creador y fundador, Bob Tomlinson, no se trataba solo de construir casas que respondieran a una m¨¢xima eficiencia energ¨¦tica. ¡°Nos dimos cuenta de que el ahorro energ¨¦tico en los edificios era solo una peque?a parte de la historia. La mayor parte de la energ¨ªa que usaban los residentes se iba en acciones como desplazarse hasta el trabajo o a colegio o en transportar alimentos. Lo m¨¢s importante era dise?ar estas actividades para que se redujeran de una forma natural¡±. Bob y su equipo emularon las aldeas antiguas, previas a la era industrial, que inclu¨ªan lugares comunes para descansar o hablar con los vecinos, y esto ayudaba a compartir recursos y hacer el entorno m¨¢s agradable para vivir en ¨¦l. ¡°Esto que parece algo de sentido com¨²n, sin embargo, raramente se incluye en el urbanismo moderno¡±, afirma Tomlinson.
Esp¨ªritu de grupo
Si algo caracteriza estos proyectos, aparte de su esencia 100 % ecol¨®gica, es el hecho de que se construyen desde el verbo ¡°compartir¡±. Fue el astrof¨ªsico y ecologista Robert Gilman el primero que defini¨® la ecoaldea como ¡°un asentamiento humano concebido a escala humana que incluye todos los aspectos importantes para la vida, integr¨¢ndolos respetuosamente en el entorno natural, que apoya formas saludables de desarrollo y que pueda persistir indefinidamente¡±. Y esa ¡°escala humana¡± exige que todos se conozcan y se comuniquen entre s¨ª, participando de la direcci¨®n y evoluci¨®n de la comunidad. Los habitantes de Torri Superiore, por ejemplo, trabajaron durante 25 a?os para restaurar la ciudad medieval en la que se asentaron hasta convertirla en un destino tur¨ªstico: parte de sus casas se destinan a visitas temporales. All¨ª, uno de los compromisos diarios es comer juntos. ¡°Los doce adultos que vivimos aqu¨ª hacemos turnos para cocinar y lavar los platos todos los d¨ªas. Hemos decidido vivir en comunidad¡±, confirma Cristina Evangelisti, residente en la villa italiana desde 2000.
Una de las ventajas de todo esto es que, como apunta Mauge, ¡°al buscar formas colectivas de gestionar las necesidades, las ecoaldeas reducen gastos en todo. Nos acercamos mucho m¨¢s a una huella ecol¨®gica ligera para el planeta, y ligera en lo econ¨®mico para las personas¡±. Ese fue uno de los argumentos que convenci¨® a Kevin Lluch, psic¨®logo y residente en la ecoaldea sevillana Los Portales. ¡°Lo ecol¨®gico, es decir, la gesti¨®n de recursos, de energ¨ªa, residuos¡, es mucho m¨¢s sostenible en una escala comunitaria que si cada habitante de un pueblo tuviera que resolver sus necesidades por separado. Desde la perspectiva social tambi¨¦n es m¨¢s enriquecedor, ya que estimula la cooperaci¨®n y el trabajo en equipo y desarrolla formas de organizaci¨®n verdaderamente democr¨¢ticas¡±.
Esto que puede sonar id¨ªlico tampoco est¨¢ libre de dificultades, empezando por aquello que tiene que ver con las finanzas. ¡°Es importante disponer de fuentes de ingresos en el lugar, adem¨¢s de aumentar el nivel de autogesti¨®n¡±, apunta Mauge. A pesar de que hay un alto autoabastecimiento gracias a la producci¨®n propia, sobre todo en las ecoaldeas rurales, puede haber problemas. ¡°Las dificultades econ¨®micas son reales para los proyectos que empiezan. En esto nos llevan una gran delantera nuestros vecinos europeos, que se ven m¨¢s apoyados por la sociedad, las instituciones y los gobiernos¡±.
Los obst¨¢culos existen tambi¨¦n en el marco legal, que seg¨²n la portavoz de la RIE es de cierto vac¨ªo. ¡°Muchos de los problemas tienen que ver con la interpretaci¨®n que se hace de las legislaciones en el ¨¢mbito de la construcci¨®n en el campo. No hay una ley que contemple viviendas peque?as, ecol¨®gicas, sencillas, baratas y autoconstruidas. Se trata igual o mejor a una superurbanizaci¨®n en pleno monte que un peque?o asentamiento de caba?as de balas de paja¡±, afirma Mauge. Para desarrollarse acaban usando diferentes figuras jur¨ªdicas: asociaciones, para las actividades culturales y formativas que organizan, empresas para abarcar las actividades econ¨®micas de sus miembros, como la explotaci¨®n de olivos, y cooperativas para las acciones empresariales y para la gesti¨®n de las propiedades de uso com¨²n. Y solo algunas privilegiadas, como Lakabe, est¨¢n reconocidas como concejo, lo que les permite gestionar otras cuestiones m¨¢s relevantes, como el territorio.
Salud emocional
¡°No est¨¢ libre de obst¨¢culos ni de desgracias, pero est¨¢ lleno de vida, de posibilidades, de belleza, y de experiencias que te llenan¡±, sentencia Ca?ada. Una afirmaci¨®n que tambi¨¦n defiende Kevin: ¡°Se pueden encontrar inconvenientes pr¨¢cticos a corto plazo, como la carencia de algunos est¨¢ndares de confort, pero con una mirada m¨¢s global se llega a la conclusi¨®n de que nuestra forma de vida es m¨¢s ventajosa, especialmente en el plano social y humano. En comunidades como la nuestra la calidad de las relaciones es un gran lujo¡±. Un factor que, seg¨²n Tomlinson, potencia el nivel de satisfacci¨®n y felicidad de los residentes: ¡°Creo que las personas que viven en aldeas donde hay espacios comunes para reunirse tienen una mejor salud emocional¡±. A pesar de las trabas, vac¨ªos legales o ciertas incomodidades, la opci¨®n de esta inmensa minor¨ªa ecol¨®gica se ha convertido en parte de la vanguardia de una sociedad que, como indica Kevin Lluch, ¡°siempre est¨¢ buscando nuevas v¨ªas para garantizar un futuro mejor¡±.
Tres ecoaldeas espa?olas
- LAKABE. Situada en el interior de Navarra, es una de las m¨¢s veteranas. "Hemos dado un paso de gigante en cuanto a comprensi¨®n de los procesos grupales y en temas de g¨¦nero, educativos y culturales".
- Sunseed Tecnolog¨ªa del Desierto. Asentamiento sustentable instalado en un pueblo abandonado de Almer¨ªa. El proyecto cuenta con cuatro casas, huertas y capacidad para acomodar hasta 35 voluntarios.
- THE BASE. Un aer¨®dromo reciclado en el Alt Empord¨¤ se ha convertido en una ecoaldea que pretende ser lugar de encuentro para hospedaje, difusi¨®n de tecnolog¨ªas alternativas, reciclaje¡
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