Regreso a Atapuerca
Aventura en el yacimiento de f¨®siles humanos m¨¢s rico en la Sima de los Huesos con los paleoantrop¨®logos que lo investigan
Esa planta que cuelga del techo de caliza al lado de un term¨®metro es el ¨²nico elemento decorativo de la oficina de trabajo m¨¢s singular del mundo, a m¨¢s de treinta metros de profundidad. Aqu¨ª no hay sillas, sino tablones manchados por la arcilla h¨²meda que inevitablemente se pega a la ropa tras recorrer m¨¢s de setecientos metros bajo tierra. La Sima de los Huesos tiene forma de calcet¨ªn, no apta para claustrof¨®bicos. Los paleoantrop¨®logos del equipo de Atapuerca trabajan aqu¨ª tumbados para no pisar los sedimentos, en jornadas maratonianas. Estamos m¨¢s o menos en medio de la planta de ese pie, y Juan Luis Arsuaga se?ala una zona a poco m¨¢s de un metro debajo de nosotros. Hay una acumulaci¨®n de huesos que sobresalen entre el barro, y la primera impresi¨®n es que se trata de hom¨ªnidos.
Arsuaga deshace esa impresi¨®n con cierta sonrisa c¨®mplice. ¡°Todo eso son f¨®siles de osos. Est¨¢n cubriendo los restos humanos que hay debajo¡±. Indica, en cambio, un grupo de sedimentos arrimado a la pared. Entre la arcilla asoman manchas de color marfil. Un turista que imaginara una cueva de tesoros paleontol¨®gicos se quedar¨ªa decepcionado. ?D¨®nde est¨¢n los f¨®siles? Es el ¨²ltimo d¨ªa de la campa?a de excavaci¨®n de 2014, y este paleoantrop¨®logo, uno de los codirectores de Atapuerca, nos ha invitado a bajar hasta aqu¨ª, al yacimiento de f¨®siles humanos m¨¢s rico del mundo. Hoy se echar¨¢ la llave al enrejado que protege la entrada de la Cueva Mayor. Ya se ha excavado todo lo que ha dado de s¨ª la presente campa?a. As¨ª que la sima parece limpia. Pero es una ilusi¨®n completamente falsa.
Esos sedimentos se han ido escurriendo desde la base de la sima, un profundo socav¨®n de catorce metros de profundidad. Hay que imaginarlos como un espeso pur¨¦ marr¨®n de arcilla donde los restos humanos ser¨ªan los picatostes. Esos restos fosilizaron hace m¨¢s de medio mill¨®n de a?os. Los cient¨ªficos de Atapuerca se dedican a quitar cada doce meses quiz¨¢ solo veinte cent¨ªmetros de barro de una superficie de pur¨¦ de menos de un metro cuadrado. Con mimo exquisito, retiran cada fragmento de hueso. Los f¨®siles a veces ¡°casi se deshacen con solo mirarlos¡±.
La receta de ese pur¨¦ es ¨²nica. Solo en 2014 el equipo ha retirado unos doscientos f¨®siles de hom¨ªnido pertenecientes a costillas, v¨¦rtebras, partes del cr¨¢neo y huesos de manos y pies, entre otros. Un n¨²mero inconcebible para cualquier otra excavaci¨®n. ¡°Los f¨®siles humanos son muy raros¡±, recalca Arsuaga. ¡°Encontrar un solo diente merece ya una fiesta¡±. ?Son exageradas expresiones sobre este lugar tales como la Capilla Sixtina de la evoluci¨®n humana?
Al final de nuestra permanencia de m¨¢s de tres horas, Ignacio Mart¨ªnez, otro de los miembros veteranos del equipo, comparte un cigarrillo. Cae un sol de justicia fuera de la residencia juvenil Gil de Silo¨¦, en Burgos, donde el equipo tiene un laboratorio para clasificar y limpiar los restos. ¡°En la campa?a de este a?o hemos doblado el n¨²mero de f¨®siles humanos con respecto a todos los que se han extra¨ªdo en los dem¨¢s yacimientos de todo el mundo¡±, afirma. La estad¨ªstica es tozuda: desde el pistoletazo inicial de las excavaciones en 1978, m¨¢s de la mitad de los f¨®siles del g¨¦nero Homo extra¨ªdos en el mundo proceden de la sima.
La Sima de los Huesos tiene forma de calcet¨ªn, no apta para claustrof¨®bicos
La idea de que los f¨®siles simplemente se desentierran y se lustran es inexacta en la mayor¨ªa de los casos. La campeona brit¨¢nica de puzles del a?o pasado, una profesora de Gloucester llamada Emma Jenkinson, complet¨® un complicad¨ªsimo reto de 1.000 piezas en apenas 171 minutos. Este verano, el equipo en pleno de Atapuerca (con los otros codirectores, Jos¨¦ Mar¨ªa Berm¨²dez de Castro y Eudald Carbonell) ha presentado en la revista Science la reconstrucci¨®n de 17 cr¨¢neos de hom¨ªnidos a partir de peque?as piezas que se fueron encontrando desde 1992. El trabajo requiere de tanta paciencia que romper¨ªa los nervios del campe¨®n mundial de puzles.
Para empezar, la naturaleza no proporciona todas las piezas, solo las que quiere. Y no lo hace de una vez, sino a lo largo del tiempo: como reconstruir 17 paisajes con un n¨²mero de piezas incompletas, da?adas en muchos casos, y mezcladas con f¨®siles de osos de hace 430.000 a?os, la edad atribuida a esos hom¨ªnidos. Despu¨¦s de ascender por la escala y abandonar ese oprimente calcet¨ªn rico en pur¨¦ de hom¨ªnidos ¨Caqu¨ª hay menos concentraci¨®n de ox¨ªgeno y cada esfuerzo cuesta un poco m¨¢s de lo habitual¨C, la enormidad de la Sala de los C¨ªclopes, cuyo techo est¨¢ a m¨¢s de veinte metros de nuestras cabezas, proporciona un inconfesable alivio. Se agradece el espacio de este silencio sepulcral (nunca mejor dicho, ya que posiblemente nos encontremos a las puertas de un cementerio de lo m¨¢s extra?o). ¡°Esos cr¨¢neos se han rehecho trozo a trozo, algunos de ellos recopilados durante m¨¢s de veinte a?os¡±, dice Javier Trueba, el integrante del equipo que se ha ocupado de documentar visualmente el proyecto desde sus comienzos.
?Qui¨¦nes eran? ¡°Podr¨ªamos considerarlos los abuelos de los neandertales¡±, concede Arsuaga. Encajar¨ªan con una especie africana bautizada como Homo heidelbergensis. El estudio de los espa?oles en Science viene acompa?ado de un comentario llamativo, C¨®mo construir un neandertal, por parte del especialista Jean-Jacques Hublin. Sabemos de la existencia de los europeos arcaicos al menos hace 850.000 a?os. Y, tambi¨¦n, que una glaciaci¨®n inund¨® Europa de un clima extremadamente fr¨ªo hace unos 650.000 a?os, que se extender¨ªa durante cien milenios m¨¢s. Fueron tiempos duros, menos recursos, alimentos y caza.
Los individuos de la sima vivieron en un periodo posterior m¨¢s c¨¢lido, pero esas circunstancias previas tan duras condicionaron su evoluci¨®n. Se parecen a neandertales, con dientes (sobre todo los frontales) y mand¨ªbulas robustas, una nariz proyectada hacia delante, el consabido anillo por encima de los ojos, la falta de ment¨®n¡, pero con cerebros m¨¢s peque?os (de media, unos 1.200 cent¨ªmetros c¨²bicos de capacidad craneana).
Bajar a la sima es entrar en un mundo nuevo y extra?o para el ser humano¡±
As¨ª que, ?c¨®mo evolucionaron los neandertales hasta convertirse en lo que son, hom¨ªnidos robustos pero con cerebros excepcionalmente grandes? El equipo espa?ol sugiere una evoluci¨®n ¡°en mosaico¡± en ritmos y tiempos distintos. En vez de cambios graduales a la vez, a estos hom¨ªnidos les resultar¨ªa muy ventajoso disponer primero de mand¨ªbulas y dentaduras poderosas para aprovechar cualquier comida (incluida la carne humana, a juzgar por las marcas de dientes encontradas en fragmentos de los cr¨¢neos). Luego, el uso de una tecnolog¨ªa m¨¢s sofisticada y la complejidad de las relaciones sociales correr¨ªa pareja con un aumento de masa encef¨¢lica. Los neandertales terminar¨ªan con un cerebro considerablemente m¨¢s grande que el de sus abuelos de la sima burgalesa (incluso m¨¢s que el nuestro). Pero en esta apasionante discusi¨®n ha surgido otro misterio, que toma cuerpo en la conversaci¨®n en el coraz¨®n de la sima, sobre los tablones.
A Arsuaga ya se le ha agotado la bater¨ªa que alimenta la luz del casco. Un conducto se abre en el techo a nuestras espaldas. Pide que ilumine el fondo. El haz choca con unos bloques grises. ¡°?Ves esas rocas? En el caso de un temblor, podr¨ªan desprenderse y aplastarnos mientras trabajamos¡±. No parece preocupado. No es ¨¦sta regi¨®n de se¨ªsmos. Pero hay otro terremoto cient¨ªfico que planea sobre los sedimentos ricos en f¨®siles humanos a menos de dos metros de donde estamos. Empieza a hablar de ADN y de rescates milagrosos. A principios de este a?o, su equipo firm¨® en la revista Nature, en colaboraci¨®n con el profesor Svante P??bo, un estudio que dej¨® at¨®nitos a los expertos.
P??bo es m¨¢s que un gen¨¦tico molecular del Instituto Max Planck de Antropolog¨ªa Evolutiva en Leipzig (Alemania): es un pionero. Ha roto los l¨ªmites de lo imposible. En 1984 fue el primero que aisl¨® genes de una momia egipcia, y en 1997 asombr¨® a todos al hacer lo propio con un f¨®sil de Neandertal. En su laboratorio, este gen¨¦tico trabaj¨® con muestras de un f¨¦mur que el equipo de Atapuerca hab¨ªa extra¨ªdo con un nuevo m¨¦todo en aras de preservar su contenido gen¨¦tico. La temperatura de la sima se mantiene en unos diez grados, con pocas variaciones. Flotaba una razonable esperanza de lograr el rescate del ADN humano m¨¢s antiguo, pero nadie imaginaba que el sue?o fuera posible.
P??bo logr¨® extraer pedazos de secuencias gen¨¦ticas de ese f¨¦mur. En concreto, del llamado ¡°ADN mitocondrial de Eva¡±, que se hereda solo de la madre, y que se localiza dentro de las mitocondrias de las c¨¦lulas, fuera del n¨²cleo celular. Result¨® que los genes de los individuos de la sima estaban relacionados con un misterioso grupo de hom¨ªnidos que vivieron en una cueva de Siberia hace unos 50.000 a?os, los denisovanos, de los que apenas se conocen un par de molares.
En 2008, Anatoly Derevianko, que dirig¨ªa la excavaci¨®n en la cueva siberiana de Altay, env¨ªo a P??bo la mitad de un hueso de un dedo que un estudiante suyo le hab¨ªa tra¨ªdo, sospechando que se trataba de un humano moderno, o quiz¨¢ de un neandertal. El an¨¢lisis gen¨¦tico quem¨® ese hueso en 2009 y demostr¨® que no era ni una cosa ni la otra, ?sino un tipo distinto de ser humano! Los denisovanos (ni siquiera hay una especie definida) causaron una conmoci¨®n general. Y, ahora, ?c¨®mo explicar su relaci¨®n con unos individuos mucho m¨¢s antiguos, de m¨¢s de 400.000 a?os, que vivieron a miles de kil¨®metros de Siberia, en el coraz¨®n de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica? Desempolvar viejos huesos humanos puede acarrear mucho suspense.
Los expertos hacen sus c¨¢balas. Un esquema dice que Homo heidelbergensis (cuyo origen podr¨ªa retraerse hasta 1,3 millones de a?os en ?frica) ser¨ªa la especie troncal de la que proceder¨ªan estos tres tipos humanos (neandertales, denisovanos y nosotros). Los hom¨ªnidos que emigraron a Europa hace medio mill¨®n de a?os produjeron la l¨ªnea neandertal y la denisovana en Eurasia. La rama africana, por su parte, derivar¨ªa en el Homo sapiens moderno, que empezar¨ªa su migraci¨®n al viejo mundo hace unos 50.000 a?os, compitiendo con los neandertales y causando un poco despu¨¦s y a la postre su extinci¨®n.
Arsuaga apost¨® hace no mucho que nosotros no ten¨ªamos genes de neandertales. Pero la gen¨¦tica ha mostrado que los humanos modernos copularon ocasionalmente con neandertales. Retenemos genes suyos, aunque en una proporci¨®n peque?a, de entre uno y un cuatro por ciento. ¡°El agua, aunque tenga un 2,5 por ciento de vinagre, sigue siendo b¨¢sicamente agua¡±, arguye. Y en los africanos, se?ala, ¡°no hay rastro de genes neandertales¡±.
El yacimiento promete arrojar nuevos f¨®siles en los pr¨®ximos a?os
Los expertos en neandertales Jo?o Zilh?o y Erik Trinkaus piensan de forma muy diferente. Mucho antes de la irrupci¨®n de la gen¨¦tica, manten¨ªan que hubo cruzamientos entre neandertales y humanos y que la frontera entre ambos podr¨ªa ser m¨¢s borrosa de lo que se cree. A principios de este a?o, los cient¨ªficos Benjamin Vernot y Joshua M. Akey, de la Universidad de Washington en Seattle (Estados Unidos), mostraron en un an¨¢lisis gen¨¦tico hecho en 665 nativos de Europa y el este de Asia que reten¨ªan un 20% de genoma neandertal (especialmente los genes involucrados en la queratina del pelo y u?as y el color de la piel). Puntos de vista tan contrapuestos baten la salsa que convierte a la paleoantropolog¨ªa en algo muy emocionante.
Los neandertales nos recuerdan que Atapuerca no es solo la Sima de los Huesos, por muy cautivadora que nos parezca: all¨ª est¨¢n sus abuelos, pero ellos son los ¨²nicos actores que no han aparecido en persona ¨Cs¨ª sus herramientas¨C en el complejo de yacimientos exteriores. A principios del siglo XX, las obras de una l¨ªnea de ferrocarril cortaron la sierra, dejando al descubierto un sistema de cuevas de caliza que se hab¨ªan colmado de sedimentos. Estas cuevas han funcionado como trampas, capturando en cada caso un pedazo de tiempo. ¡°La sima es la joya de la corona, pero no tendr¨ªa tanta relevancia sin el contexto aportado por los yacimientos exteriores¡±, recuerda el paleoantrop¨®logo Antonio Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, que form¨® parte del equipo de Atapuerca durante 23 a?os. La sierra con todos sus yacimientos encierra un libro ¨Cque apenas estamos empezando a descifrar¨C que abarca la historia humana desde hace escasos miles de a?os hasta m¨¢s de un mill¨®n de a?os.
Tras las rejas de la entrada a la sima nos topamos con el Portal¨®n, a nuestra derecha. Arsuaga nos cuenta que en los estratos m¨¢s modernos se han encontrado un dado romano y monedas del siglo IV despu¨¦s de Cristo; y en los m¨¢s profundos, puntas de flecha, botones, esp¨¢tulas, trozos de cer¨¢mica ricamente decorados¡ por humanos que habitaron el lugar desde hace al menos 5.000 a?os. En mayo los cient¨ªficos informaron del hallazgo de un esqueleto completo de un ni?o de unos ocho a?os que muri¨® por culpa del raquitismo.
Antes del descenso, Arsuaga se?ala una galer¨ªa que conduce a otra cueva, la Sima del Elefante, colmatada y abierta al exterior. Fue all¨ª donde en 2007 el equipo desenterr¨® una mand¨ªbula de un hom¨ªnido que vivi¨® aqu¨ª hace al menos 1,3 millones de a?os ¨Cla evidencia m¨¢s antigua de humanos hasta la fecha al menos en Europa occidental (en Eurasia tal honor corresponde a los cr¨¢neos hallados en Dmanisi, Georgia, en el C¨¢ucaso, de hasta 1,8 millones de a?os). Nos disponemos a descender a lo largo de un desnivel de unos 54 metros. Y no es un recorrido f¨¢cil. El firme de rocas y barro empapado es muy resbaladizo, y quedan m¨¢s de setecientos metros hasta la boca de la sima. Adem¨¢s, el camino empieza a estrecharse, techo contra suelo.
Hace casi 25 a?os, el autor de este reportaje tuvo el privilegio de recorrerlo, gracias al grupo espeleol¨®gico Edelweiss, solo que con una l¨¢mpara de carburo en el casco. La falta de ventilaci¨®n acelera el pulso al profundizar. Los jadeos aparecen en medio de un silencio ¨²nico. Salvo la luz el¨¦ctrica del casco, no ha cambiado nada.
¡°La sensaci¨®n es incre¨ªble¡±, explica al otro lado del tel¨¦fono Jos¨¦ Mar¨ªa Berm¨²dez de Castro, codirector de Atapuerca, cuando se le pregunta por ese silencio. Este paleoantrop¨®logo estaba en los yacimientos exteriores cuando descendimos. ¡°Es como si escapas del mundo real y te metieras en otro fascinante y extra?o para el ser humano¡±. ?l estuvo bajando aqu¨ª durante a?os. Sol¨ªa apagar la luz del carburo para sentarse y escuchar. ¡°La ausencia de ruido es abrumadora. Si cae una gota a lo lejos, la oyes¡±. Al sumergirse en la oscuridad, se percibe una neblina que flota delante, reflejada por la luz del casco. ¡°Se debe a la alta humedad unida a la respiraci¨®n de las personas en un sitio tan peque?o y poco ventilado¡±, me explicar¨ªa d¨ªas despu¨¦s Ana Isabel Ortega, arque¨®loga del grupo Edelweiss.
Hay un estrechamiento cr¨ªtico en el que uno debe extender los brazos dejando caer el cuerpo como si se deslizara por un tubo. Es apenas un instante. En la memoria queda lo que contaron los compa?eros de Edelweiss, que por all¨ª se hab¨ªan escurrido hasta mujeres embarazadas. Pero esas estrecheces han producido en m¨¢s de una ocasi¨®n ataques de p¨¢nico. La sima prueba ¨Cy de qu¨¦ manera¨C nuestros miedos. Pero las paredes contienen firmas (Juan Albarella, 1891; Benito, 1884, etc¨¦tera, e incluso inscripciones del siglo XVII), testimonios de visitantes de siglos atr¨¢s, en muchos casos buscadores de huesos de oso. En la Galer¨ªa de los C¨ªclopes hay una rampa ascendente que conduce a la boca de la sima, Arsuaga se?ala un mont¨®n de sedimentos de cascotes blancuzcos a la luz del casco, que dejaron all¨ª tras sacarlos de la sima. Eran tiempos en los que los investigadores ten¨ªan que deslizarse por estas estrecheces llevando a cuestas los sedimentos cargados de huesos de osos, durante el camino de vuelta. Todo para acceder con la m¨¢xima delicadeza a los restos humanos.
La impresi¨®n que deja esta cueva es la misma, no importa el cu¨¢ndo. Es un sistema extraordinariamente estable frente al cambiante mundo exterior. El tiempo se detiene aqu¨ª. Pero m¨¢s de un cuarto de siglo atr¨¢s ese mundo exterior ignoraba a Atapuerca y a sus investigadores. ¡°Lo que asustaba de verdad era llevar 25 kilos de rocas a la espalda o pasar all¨ª abajo diez horas trabajando¡±, cuenta Arsuaga¡, ¡°y los referees¡± (termina la frase con iron¨ªa), en referencia a los consultores cient¨ªficos de las grandes revistas que filtran, aceptan o rechazan los trabajos enviados. (En 1987, el grupo Edelweiss llev¨® a cabo una perforaci¨®n para abrir un agujero a trav¨¦s del techo de la Galer¨ªa de los C¨ªclopes, lo que permiti¨® a los investigadores extraer los f¨®siles a su trav¨¦s. Y en 1993, el hallazgo de tres cr¨¢neos, uno de ellos excepcionalmente conservado, mereci¨® la portada de la revista Nature, y el espaldarazo internacional a todo el equipo).
Parece mentira que de esa escombrera sacada a hombros se rescataran de la sima hasta los huesos m¨¢s diminutos del esqueleto humano, los del o¨ªdo interno. Cuando salimos al exterior, Rolf Quam, un amable investigador norteamericano que aconsejaba en todo momento d¨®nde colocar los pies para evitar inoportunos resbalones, se puso al volante de un Land Rover, abri¨¦ndose paso por un camino que cruza los cultivos de trigo. Quam, junto con su colega espa?ol Ignacio Mart¨ªnez, ha estudiado minuciosamente el o¨ªdo de al menos cinco individuos de la Sima de los Huesos. Han comparado los huesecillos auditivos con los de 10 chimpanc¨¦s y 10 personas. Si ahora nos top¨¢semos con esos hom¨ªnidos, ?escuchar¨ªan nuestras palabras como nosotros?
La respuesta, dice Quam, parece ser afirmativa. ¡°Los humanos, cuando hablamos, escuchamos mejor en el rango de frecuencias que van desde uno a cuatro kilohercios. Los chimpanc¨¦s requieren de sonidos m¨¢s fuertes, y, a larga distancia, sus vocalizaciones son inferiores a los dos kilohercios¡±. Este parece ser el umbral para estos monos. El chimpanc¨¦ es el animal actual vivo m¨¢s parecido a nosotros. Ser¨¢ una impresi¨®n poco objetiva, pero cuando se contempla un f¨®sil tan excepcional como el cr¨¢neo 5 tras la vitrina del Museo de la Evoluci¨®n Humana en Burgos ¨Capodado Miguel¨®n en reconocimiento al ciclista Miguel Indurain¨C, uno imagina a una criatura humana, armada con los mismos sentidos, quiz¨¢ no tan distinta de nosotros, pese a la mala imagen que el canibalismo tiene entre el p¨²blico (un comportamiento documentado en varias tribus).
Quiz¨¢ por ello, en las postrimer¨ªas de la sima, surge la necesidad de una explicaci¨®n sobre esta descomunal acumulaci¨®n de f¨®siles hom¨ªnidos. ?Por qu¨¦ fueron a parar aqu¨ª m¨¢s de treinta individuos, a setecientos metros de la entrada actual de la cueva, para caer al final de una garganta de catorce metros de profundidad? Es absurdo. Los f¨®siles de hom¨ªnidos nunca se encuentran tan adentro, sino como mucho a escasos metros de la entrada. Un misterio que tiene at¨®nitos a todos los expertos, y condiciona seguramente las emociones que siguen persiguiendo a los miembros del equipo despu¨¦s de m¨¢s de treinta a?os desliz¨¢ndose por esta gruta.
Para Ignacio Mart¨ªnez, la sima es como ¡°una habitaci¨®n de un museo, como si fuera mi casa¡±. La emoci¨®n que experimenta al encontrar un f¨®sil, al comprobar la anatom¨ªa de un cr¨¢neo que se extrae poco a poco, no admite comparaci¨®n. La imaginaci¨®n de encontrarse en un lugar as¨ª se dispara cuando termina el trabajo y se sale al exterior. ¡°Acabas como si salieras del quir¨®fano. Es la met¨¢fora¡±.
Descendemos con chaleco y arn¨¦s uno a uno por la garganta, aferr¨¢ndonos a la escala de cable met¨¢lico. Cuelga libremente en el vac¨ªo y es tan estrecha que exige pr¨¢ctica para acertar a colocar los pies en los escalones. La inc¨®gnita de esa acumulaci¨®n de restos que nos espera se intensifica. Pero antes de emprender el descenso, Arsuaga se?ala un amontonamiento de rocas en una pared pr¨®xima. El grupo va a intentar su dataci¨®n en unos meses. ¡°Si tuvieran menos de 400.000 a?os, significar¨ªa que son posteriores a los hom¨ªnidos, y que antes hab¨ªa all¨ª una entrada. Si son m¨¢s antiguos, la cueva ya estar¨ªa cegada. Y si resultasen contempor¨¢neos de los hom¨ªnidos¡¡±. Prefiere no albergar ilusiones. Todav¨ªa tenemos que descender diez metros por una rampa hasta desembocar en la sima misma, la Sala del Tesoro (un rect¨¢ngulo de siete metros de largo y tres de anchura). Y aqu¨ª, Arsuaga muestra un t¨²nel abierto en la pared opuesta adonde est¨¢n los f¨®siles. En esta campa?a, han usado un martillo neum¨¢tico de fabricaci¨®n alemana al que bautizaron como ¡°Merkel¡± para intentar descubrir una posible entrada natural por donde habr¨ªan accedido los hom¨ªnidos. Pero la m¨¢quina alemana se top¨® con una pared rocosa.
La abundancia de osos es un incordio para extraer f¨®siles, pero su explicaci¨®n no resulta tan problem¨¢tica. Algunos de estos animales cuadr¨²pedos, a la hora de invernar, podr¨ªan haber tropezado y ca¨ªdo por la gruta. Pero los seres humanos ?fueron tan torpes como para ir cayendo, aunque sea a lo largo de centenares de a?os? La impresi¨®n del grupo investigador es que fueron arrojados por sus cong¨¦neres. Significa enterramiento. No tan elaborado como el ritual de los cementerios, pero enterramiento al fin y al cabo.
De la sima se ha extra¨ªdo una lasca de medio mill¨®n de a?os (bautizada como ¡°Excalibur¡±) y una pelvis completa, un caso ¡°¨²nico en la historia de la paleontolog¨ªa humana¡±, nos dice este experto. ?Y el futuro? Arsuaga conf¨ªa en excavar a¨²n media sima en lo que le queda de vida. Hay prudentes c¨¢lculos del equipo que sugieren que se ha desenterrado tan solo una tercera parte de los restos humanos existentes. Pero los otros yacimientos mantienen un suspense igual de emocionante. Los investigadores no descartan encontrar restos de neandertales en los pr¨®ximos a?os. Pero es m¨¢s probable que aparezcan m¨¢s f¨®siles de la que quiz¨¢ es la criatura m¨¢s extraordinaria de Atapuerca.
En 1997, el equipo de Eudald Carbonell desenterr¨® parte de la cara y la mand¨ªbula de un ni?o de unos 14 a?os, restos de otro de 10, y 36 fragmentos correspondientes a otros seis individuos, juntos con herramientas l¨ªticas, en el yacimiento de Gran Dolina, una cueva colmatada de 18 metros de profundidad y abierta al exterior. El estudio de los restos del chico, al que bautizaron como El ni?o de la Gran Dolina, sugiri¨® que hab¨ªa sido devorado por sus cong¨¦neres hace unos 780.000 a?os. Pero lo que dej¨® un tanto perplejos a los investigadores fue su aspecto. ¡°Da la impresi¨®n de que son humanos. Su morfolog¨ªa facial, es decir, su cara, es muy similar a la nuestra¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Berm¨²dez de Castro. Aunque estos hom¨ªnidos comparten rasgos m¨¢s primitivos, como el anillo de hueso por encima de los ojos, o dientes robustos, el aspecto de tres de las mand¨ªbulas que ahora se conocen es tan gr¨¢cil que ¡°uno pensar¨ªa que son femeninas¡±. Dada su antig¨¹edad, ¡°esper¨¢bamos que tuvieran una cara como la del Homo erectus¡±, dice este experto. Pero no ha sido as¨ª.
El equipo de Atapuerca propuso entonces en Science el bautizo de una nueva especie, Homo antecessor, y una hip¨®tesis audaz: grupos de estos hom¨ªnidos tan antiguos podr¨ªan haber salido de ?frica para colonizar el viejo mundo, y convertirse de facto en los antecesores de los neandertales en Europa; y mientras, las poblaciones africanas podr¨ªan haber evolucionado en ¨¦pocas m¨¢s posteriores hasta derivar en el Homo sapiens moderno. La especie ser¨ªa as¨ª el nexo que une neandertales y humanos, aunque en distintas ¨¦pocas y continentes.
Han transcurrido 17 a?os, y cabe preguntarse. ?Qu¨¦ ha ocurrido? El n¨²mero de f¨®siles ha ido creciendo ¨Cunos 160 hasta la fecha, indica Berm¨²dez de Castro, y Gran Dolina tiene un potencial fosil¨ªfero muy prometedor¨C. Las dataciones m¨¢s rigurosas han retrocedido a¨²n m¨¢s en el tiempo su edad (entre hace 850.000 y 950.000 a?os). Ignacio Mart¨ªnez admite que sigue siendo una hip¨®tesis valiente. Su m¨¢xima es que se avanza gracias a las refutaciones de los valientes, no de los cobardes. ¡°Ahora mismo, Homo antecessor est¨¢ en la nevera cient¨ªfica, porque es una especie muy arriesgada. Pero el debate a su alrededor es muy serio¡±.
Christopher Stringer, del Museo Natural de Ciencias Naturales de Londres, concede que en estos momentos es posible que Homo antecessor sea un ancestro de humanos modernos y neandertales, pero ¡°no el ¨²ltimo¡±. Argumenta que los datos gen¨¦ticos sugieren que el antecesor com¨²n del que se separaron los neandertales y humanos vivi¨® hace unos 600.000 a?os, en una ¨¦poca posterior al hom¨ªnido de Gran Dolina. Y ese no podr¨ªa ser otro que Homo heidelbergensis, que vivi¨® por aquella ¨¦poca, o bien otra especie, Homo rhodesiensis, conocida en ?frica, Europa y Asia. ¡°Sin embargo, no sabemos c¨®mo se originaron estas dos especies. Podr¨ªan haber derivado de Homo antecessor, y si fuera as¨ª, tendr¨ªamos que incluirlo en nuestra genealog¨ªa, pero necesitamos m¨¢s informaci¨®n para aceptarlo o descartarlo¡±.
El paleont¨®logo espa?ol Emiliano Aguirre, considerado el padre de Atapuerca ¨Ccre¨® el proyecto de excavaci¨®n en 1977 y estuvo al frente hasta 1990¨C, no estuvo de acuerdo con el bautismo propuesto por sus disc¨ªpulos. ¡°Yo siempre he sido reacio a admitir nuevas especies¡±, admite a El Pa¨ªs Semanal al otro lado del tel¨¦fono de su domicilio. Pero eso no desmerece el que estemos delante de una criatura extraordinaria. ¡°En este caso, los f¨®siles en Gran Dolina son tan abundantes y pertenecen a una ¨¦poca en que se conocen muy pocos en el mundo que se pueden hacer proposiciones de uso de nomenclatura¡±. Para este veterano paleont¨®logo, el asunto de si estamos o no ante una nueva especie no es quiz¨¢ tan importante en estos momentos y hay que aparcarlo temporalmente. Estos hom¨ªnidos son singulares, con esa mezcla de rasgos primitivos y modernos, asegura. Y el yacimiento promete arrojar nuevos f¨®siles en los pr¨®ximos a?os. Quiz¨¢ aclaren este misterio o surjan nuevas inc¨®gnitas. De esta pasta est¨¢ hecha esta ciencia.
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