El agobio de Occidente
Si Estados Unidos no puede, Europa debe hacer algo m¨¢s por la seguridad colectiva
Las consecuencias ca¨®ticas de la desintegraci¨®n gradual de la pax americana cada vez son m¨¢s evidentes. Durante siete d¨¦cadas, Estados Unidos salvaguard¨® un marco global que ¡ªa pesar de ser imperfecto, y m¨¢s all¨¢ de los errores que haya cometido la superpotencia¡ª en general garantiz¨® un nivel m¨ªnimo de estabilidad. Cuando menos, la pax americana fue un componente esencial de la seguridad occidental. Pero EE UU ya no est¨¢ dispuesto a ser el polic¨ªa del mundo, o no est¨¢ en condiciones de serlo.
La asombrosa acumulaci¨®n de crisis y conflictos que enfrenta el mundo hoy ¡ªen Ucrania, Irak, Siria, Gaza y Libia¡ª est¨¢n vinculados a la nueva postura de EE UU. Si la situaci¨®n alcanzara un punto cr¨ªtico en otra zona s¨ªsmica de la pol¨ªtica mundial ¡ªdigamos, el este de Asia¡ª, el mundo se enfrentar¨ªa a una cat¨¢strofe global que surgir¨ªa de la sincronizaci¨®n de las numerosas crisis regionales. Obviamente, ser¨ªa una crisis que nadie podr¨ªa controlar o contener.
El mundo bipolar de la Guerra Fr¨ªa es historia. George W. Bush desperdici¨® el breve periodo en que Estados Unidos fue la ¨²nica superpotencia verdadera. La globalizaci¨®n econ¨®mica, hasta el momento, no ha dado lugar a un marco de gobernanza global. Quiz¨¢s estemos en el medio de un proceso ca¨®tico del cual surgir¨¢ un nuevo orden internacional o, m¨¢s probablemente, tal vez apenas estemos en el comienzo de ese proceso.
El debate sobre un futuro orden global est¨¢ ocurriendo sobre todo en Occidente, m¨¢s espec¨ªficamente, en Norteam¨¦rica y Europa. En un momento en que las potencias emergentes intentan adaptar sus posiciones estrat¨¦gicas a sus aspiraciones e intereses nacionales, no est¨¢n dispuestas a articular las ideas y las reglas vinculantes que deber¨ªan sustentar un nuevo orden internacional. O tal vez no puedan hacerlo.
?C¨®mo se ve, por ejemplo, una f¨®rmula china o india para un nuevo orden global? (A la luz de los acontecimientos en el este de Ucrania, tal vez sea aconsejable no averiguar demasiado lo que piensa Rusia). El antiguo Occidente transatl¨¢ntico parece estar solo en este sentido y, por tanto, sigue siendo indispensable preservar la estabilidad global.
Y, sin embargo, la frecuencia de las crisis tambi¨¦n ha revivido en los pa¨ªses occidentales un antiguo conflicto normativo fundamental entre idealismo y realismo, o una pol¨ªtica exterior basada en los valores o en los intereses. Aunque desde hace tiempo resulta evidente que las pol¨ªticas occidentales se basan en ambos, el contraste, por m¨¢s artificial que sea, hoy vuelve a estar en el centro de la escena.
La crisis en Irak es resultado de la no intervenci¨®n de Occidente en Siria
La crisis en Irak, y la horrible violencia del Estado Isl¨¢mico all¨ª y en Siria, es en gran medida el resultado de la no intervenci¨®n de Occidente en la guerra civil siria. Los ¡°realistas¡± de la pol¨ªtica exterior se opusieron a una intervenci¨®n ¡°humanitaria¡± supuestamente idealista. Los resultados hoy son claros: un desastre humanitario y un serio desaf¨ªo al Medio Oriente ¨¢rabe tal como ha estado constituido en el ¨²ltimo siglo. La controversia en Europa respecto de armar a los kurdos parece extra?a a la luz de la situaci¨®n en Irak. El Estado Isl¨¢mico est¨¢ amenazando, ante nuestros ojos, con matar o esclavizar a todos los miembros de las minor¨ªas religiosas y ¨¦tnicas que no se conviertan inmediatamente al islam o huyan. Mientras el mundo observa al Estado Isl¨¢mico amenazar con un genocidio, es una obligaci¨®n moral pasar a la acci¨®n. Las cuestiones concernientes, por ejemplo, a lo que suceda una vez que termine la lucha con las armas que se les den a los kurdos son de importancia secundaria.
En t¨¦rminos de realpolitik, este argumento est¨¢ respaldado por el hecho de que el Ej¨¦rcito nacional de Irak es incapaz de derrotar al Estado Isl¨¢mico, mientras que las milicias kurdas s¨ª podr¨ªan hacerlo, pero s¨®lo si est¨¢n equipadas con armas modernas. Una victoria del Estado Isl¨¢mico en el norte de Irak, o inclusive tan solo la captura de Erbil, la capital del Gobierno regional kurdo, causar¨ªa no s¨®lo un desastre humanitario sin precedentes; tambi¨¦n plantear¨ªa una enorme amenaza pol¨ªtica para todo Oriente Pr¨®ximo y la paz mundial.
De manera que el nexo entre valores e intereses es obvio y torna irrelevante el conflicto por los principios fundamentales de la pol¨ªtica exterior. Esto es particularmente v¨¢lido para la Uni¨®n Europea. Un Oriente Pr¨®ximo con un Estado terrorista brutal y sin trabas en su interior ser¨ªa una amenaza directa para la seguridad de la vecina Europa. ?Por qu¨¦, entonces, no ayudar a aquellos en Irak que quieren y pueden confrontar este peligro?
Pero si s¨®lo Occidente asume la responsabilidad de mantener el orden global, ?no pasar¨¢ a estar excesivamente exigido, dada la cantidad y la naturaleza de la crisis que enfrenta? La mayor¨ªa de estas luchas no son enfrentamientos entre Estados; son conflictos asim¨¦tricos, para los cuales las sociedades occidentales ¡ªincluido Estados Unidos¡ª no est¨¢n equipadas. Estos conflictos se ven m¨¢s exacerbados a¨²n por la crueldad que caracteriza a las guerras religiosas, como las que tuvieron lugar en Europa en los siglos XVI y XVII. De manera que, s¨ª, Occidente realmente enfrenta un alto riesgo de volverse excesivamente exigido.
Ahora bien, ?cu¨¢l es la alternativa, que no sea un caos vertiginoso, una proliferaci¨®n de los riesgos para la seguridad y una serie de desastres humanitarios? Para Occidente ¡ªy ante todo para Europa¡ª, este dilema no se puede evitar.
La acumulaci¨®n de crisis de hoy, sumada a la fatiga estrat¨¦gica de Estados Unidos, obliga a Europa a definir qu¨¦ papel desempe?ar¨¢ en el futuro de la estabilidad occidental y global. Si Estados Unidos ya no puede cargar con el peso de la pax americana, Europa debe hacer algo m¨¢s por la seguridad colectiva. Pero Europa no puede asumir una mayor responsabilidad por el orden y la estabilidad global sin una unificaci¨®n pol¨ªtica. Lamentablemente, son demasiados los l¨ªderes europeos que no pueden ¡ªo no quieren¡ª entenderlo.
Joschka Fischer, ministro de Relaciones Exteriores de Alemania desde 1998 hasta 2005, fue l¨ªder del Partido Verde alem¨¢n durante casi 20 a?os.
? Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2014.
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