Otro d¨ªa en una ci¨¦naga
La fot¨®grafa de la Agencia para la Infancia de la ONU describe c¨®mo afectan las lluvias a los pobladores del campo de refugiados, hundidos literalmente en barro
Despu¨¦s del diluvio de la noche pasada, la mujer se pone en pie con su beb¨¦ en brazos envuelto en una manta rosa. Se queda en silencio, rodeada por el traj¨ªn de sus vecinos limpiando. C¨¢mara en mano, me acerco a ella tras una caminata en medio del fango que me llegaba hasta los muslos. "He estado quieta sosteniendo a mi hijo en brazos durante toda la noche", me cuenta. ¡°No ten¨ªa d¨®nde dejar a mi beb¨¦ por la altura de las aguas¡±.
Mientras volv¨ªa por la v¨ªa principal de agua, veo que un hombre con un saco de 100 kilos de grano a la espalda se hunde en una especie de arenas movedizas. Se esfuerza por mantenerse erguido, sin permitir que el grano caiga en ning¨²n momento, con la ayuda de otro hombre que est¨¢ a sus pies. Una lucha perdida: la carretilla de un ni?o golpe¨® el tobillo de otro haci¨¦ndole sangre. ?nimos crispados, mucha falta de sue?o, personas agotadas empezando a reconstruir de nuevo sus refugios despu¨¦s del azote de la gran tormenta.
?Tal vez es solo otro d¨ªa en el infierno para las personas que buscan protecci¨®n en Bentiu? Se asentaron en esta ci¨¦naga en los terribles d¨ªas que siguieron al 15 de diciembre de 2013, cuando el malestar pol¨ªtico torn¨® en violencia en Juba y ¨¦sta se extendi¨® como la p¨®lvora por los 10 estados de Sud¨¢n del Sur. Cuando los habitantes de Bentiu huyeron al recinto de Naciones Unidas y se abrieron sus puertas, nadie habr¨ªa imaginado lo poco acogedora que ser¨ªa esta tierra pantanosa. Pero obligados a elegir entre una casi segura muerte violenta o una vida tras las alambradas de protecci¨®n, muchos optaron por tratar de sobrevivir. Unos d¨ªas son peores que otros, incluso aqu¨ª.
En una zona del recinto de Protecci¨®n de la Poblaci¨®n Civil que ayer solo estaba embarrada, hoy el agua llega hasta las rodillas. Agua sucia, antihigi¨¦nica, solo un poco mejor que las aguas residuales que vinieron con la temporada de lluvias. Por todas partes veo gente remodelando diques de barro para contenerla, recogi¨¦ndola con, como mucho, un cubo; y en el peor de los casos, con un plato hondo. Los ni?os y los adultos trabajan juntos, intentando hacer de cada casa un lugar seguro, al menos hasta que lleguen las pr¨®ximas lluvias de la temporada.
Una de las asociaciones de mujeres de Bentiu nos explica las amenazas m¨¢s complicadas a las que se tienen que enfrentar las f¨¦minas: riesgo de violaciones y muerte fuera del campamento por ir a buscar le?a; o ver c¨®mo sus hijos se mueren de hambre porque ya no tienen forma de cocinar los alimentos de sus cartillas de racionamiento.
Recogen el agua con, como mucho, un cubo; en el peor de los casos, con un plato hondo
Dos d¨ªas despu¨¦s de dejar Bentiu, se estrell¨® un helic¨®ptero de la ONU, supuestamente derribado. Mi coraz¨®n se hundi¨®. ?Cu¨¢nto tiempo pasar¨¢ hasta que los vuelos de helic¨®pteros de salvamento est¨¦n funcionando de nuevo? La gente de la zona depende de los suministros que llegan del exterior.
Al final del d¨ªa me encuentro de nuevo con la madre que llevaba a su beb¨¦ envuelto en una manta rosa. Se hab¨ªa ido en busca de tierras m¨¢s secas para construir su refugio. Sab¨ªa que no ten¨ªa muchas posibilidades. La aparentemente deliciosa hierba verde que se ve fuera del recinto de la ONU est¨¢ cubierta de agua que llega a veces hasta la altura del pecho. M¨¢s ci¨¦nagas. La gente vive aqu¨ª porque tienen miedo a lo que supone vivir fuera de este espacio, aunque eso signifique pasarse de pie toda la noche.
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