Todos los hombres de Marlborough
Encuentro con la segunda y tercera generaci¨®n de marchantes de una de las multinacionales m¨¢s relevantes del mercado del arte, que ha estrenado sede en Barcelona
El primer contacto que Pierre Levai tuvo con Francis Bacon fue un pu?etazo. Se lo endi?¨® el legendario pintor durante una ma?ana de 1964 en la primera sede de la galer¨ªa de arte Marlborough en la londinense Old Bond Street, donde el entonces joven Levai ejerc¨ªa de aprendiz de marchante y Bacon era todav¨ªa un esperanzador fichaje. El artista se hab¨ªa presentado aquel d¨ªa ante sus agentes tambale¨¢ndose, destilando su inconfundible estado de embriaguez, y el muchacho cometi¨® el error de intentar ayudarle a mantenerse en pie. Un acto de buena voluntad que Bacon interpret¨® como una ofensa en toda regla y que tuvo por respuesta un directo al ment¨®n.
Medio siglo despu¨¦s, el se?or Levai recuerda hoy que aquella lecci¨®n le sirvi¨® para empezar a habituarse a la compleja personalidad de la pl¨¦yade de grandes creadores con quienes acabar¨ªa conviviendo. Pero aquel mamporro tambi¨¦n supuso el comienzo de una hermosa amistad y una alianza que se prolongaron hasta la muerte de Bacon en Madrid en 1992. Y un paso m¨¢s en la senda que convertir¨ªa al se?or Levai en una de las personalidades m¨¢s importantes del mercado global del arte.
Hablar con ¨¦l es enfrentarse a la historia viva del arte contempor¨¢neo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. La instituci¨®n a la que representa ha gestionado la obra de ilustr¨ªsimas firmas que van, entre muchas otras, desde Francis Bacon hasta Henry Moore pasando por Lucian Freud, David Smith y Oskar Kokoschka. Frente al convulso mercado contempor¨¢neo, removido desde sus cimientos por la hegemon¨ªa de las casas de subastas, Pierre Levai encarna la figura del galerista por antonomasia que sigue trabajando en complicidad con los grandes artistas, participando de sus ¨¦xitos en vida y gestionando los legados tras su muerte. Entre las ventas realizadas ¨²ltimamente en las sedes que Marlborough tiene hoy repartidas por el planeta cabe mencionar los 38,8 millones de euros por un lienzo de Francis Bacon, un matisse por 33 millones, una pintura temprana de Mir¨® por 14,6 millones, un paisaje de Gaugin por 7,6 millones¡
A principios del verano, el se?or Levai ultima los detalles de la apertura de la nueva delegaci¨®n en Barcelona de la galer¨ªa Marlborough. A media ma?ana, el presidente de Marlborough Gallery Nueva York y representante en Espa?a de Marlborough Galleries deambula a sus 78 a?os por el flamante suelo de hormig¨®n pulido de su nueva sucursal en L¡¯Eixample barcelon¨¦s mientras los operarios terminan de colocar las piezas que componen la inminente exposici¨®n inaugural de este espacio di¨¢fano de unos 200 metros cuadrados con uno de los artistas de su prestigiosa cartera, el espa?ol Manolo Vald¨¦s.
Este linaje de marchantes dict¨® las normas del mercado del arte moderno global. Frank Lloyd, el fundador, dec¨ªa: ¡°Yo colecciono dinero, no arte¡±
Vestido con camisa a cuadros azules sin corbata y un impecable traje verde oscuro que luce la insignia de Caballero de las Letras y las Artes de Francia en la solapa de la americana, el se?or Levai, franc¨¦s de nacimiento y neoyorquino de adopci¨®n, pasa desapercibido para los periodistas que persiguen a Vald¨¦s. Mientras tanto, Pierre Levai guarda el precio de cada lienzo y escultura en su cabeza. ?l es quien dicta aqu¨ª lo que vale el arte. Vigila con la misma puntualidad obsesiva con la que acude a sus citas cada operaci¨®n que se realiza en las sedes que Marlborough mantiene desde Londres a Nueva York, pasando por M¨®naco, Florida, Chile, Madrid y ahora Barcelona. A pocos metros sigue sus pasos un joven corpulento y desali?ado de 26 a?os que calza unas deportivas y viste vaqueros, camiseta negra y americana marr¨®n. El cabello rubio revuelto y su rostro rechoncho y lampi?o le otorgan una estampa que bien podr¨ªa asemejarle a una especie de Mark Zuckerberg del arte contempor¨¢neo.
Este veintea?ero al que la revista Forbes ha incluido en su lista de 30 personajes m¨¢s influyentes por debajo de los 30 a?os en la categor¨ªa Art & Style se llama Max Levai y es hijo del todopoderoso se?or Levai. Lidera desde 2011 la sede del sello Marlborough dedicada a las propuestas m¨¢s arriesgadas en el neoyorquino barrio de Chelsea y representa el futuro de la instituci¨®n. Eso asegura el patriarca con solemnidad, no sin antes ordenar cort¨¦smente que le traigan otro vaso de agua de Vichy con hielo. ¡°Esto tiene que ver con mi parte de ascendencia catalana¡±, dice al respecto de la bebida gaseosa el se?or Levai para acto seguido explicar por qu¨¦ est¨¢ hoy aqu¨ª con su hijo. ¡°?Por qu¨¦ abrir nueva sede en un pa¨ªs que a¨²n lucha por salir de la crisis? Puedes tomarlo si quieres como un s¨ªntoma de recuperaci¨®n econ¨®mica. No es que me lo hayan contado, es que lo estoy comprobando. Y resulta innegable el movimiento de negocio en Barcelona, una ciudad muy activa y llena de turistas llegados de todo el mundo entre los que, por supuesto, tambi¨¦n los hay interesados en este mercado¡±.
Pierre Levai, el ogro del arte moderno, negociador implacable, temido por sus adversarios y adorado por los artistas a quienes representa, sigue encarnando el boyante presente del sello Marlborough en alianza con su primo Gilbert Lloyd, descendiente directo del fundador y m¨¢ximo representante de la sede londinense que acoge la vertiente m¨¢s cl¨¢sica de la galer¨ªa. Ambos parientes han consensuado ya que el hijo del se?or Levai sea m¨¢s temprano que tarde el sucesor del legado al frente de esta multinacional. Mientras que su padre irradia desde el emblem¨¢tico local de la neoyorquina Calle 57 las propuestas de arte contempor¨¢neo desde el savoir faire, el buen gusto de un franc¨¦s afincado en la Gran Manzana y el olfato de un avezado comerciante, Max Levai atesora la intr¨¦pida mirada de un marchante que es new yorker desde la cuna, atento al posmodernismo, los talentos emergentes desde Internet y las tendencias que nacen de forma subterr¨¢nea e independiente.
Los artistas bajo el caparaz¨®n de Max Levai y su equipo asesor desarrollan la vertiente m¨¢s rompedora del sello Marlborough. Performances, instalaciones, exposiciones con tem¨¢ticas agresivas. En su cartera alternan desde el rapero y performer Rashaad Newsome hasta los muy vanguardistas Robert Lazzarini, Tony Matelli, Jonah Freeman y Justin Lowe. Todos han expuesto ya en el descomunal almac¨¦n que el se?or Levai conservaba en Chelsea y que cedi¨® a su hijo para abrir una nueva sucursal. Ante cualquier insinuaci¨®n sobre la facilidad que pudo tener con su apoyo paterno para iniciar su propia andadura profesional, Max tercia: ¡°Soy yo el que hace frente a los pagos de la sede que dirijo. Soy yo el que est¨¢ al frente de mi negocio¡±. Lo que s¨ª admite el sucesor es que abri¨® sus ojos al mundo del arte de la mano de su padre. De los 12 a los 15, Max viajaba todos los veranos con ¨¦l a Europa. Cuando el se?or Levai rubricaba sus negocios, los dos se empapaban despu¨¦s de museos y galer¨ªas. Tambi¨¦n asegura haber aprendido junto a su padre a capear la presi¨®n e interactuar con la personalidad de los artistas.
¡°La llave en este negocio son los artistas. Unos te llevan a otros¡±. Pierre Levai, presidente de Marlborough Gallery New York
¨C?Por qu¨¦ su hijo representa el futuro de Marlborough, se?or Levai?
¨C?Por su edad. Empez¨® profesionalmente a los 22. Pero desde peque?o ha demostrado un apasionado inter¨¦s por el arte, que desarrolla con un gusto muy especial. Y porque pensamos que puede tener mucho ¨¦xito. Es agradable que alguien de la familia perpet¨²e el negocio. Formamos parte de una dinast¨ªa que ejerce desde el siglo XIX.
Una estirpe de leyenda. Un linaje de marchantes de origen jud¨ªo que dictaron las reglas del mercado del arte moderno global. Los abuelos del se?or Levai, famosos vendedores de antig¨¹edades en Austria, fueron asesinados por los nazis. Franz Kurt Levai, uno de los hermanos de su padre, acabar¨ªa siguiendo la estela profesional de la familia bajo el nombre de Frank Lloyd. Tras huir de los soldados alemanes desde Austria hasta Par¨ªs y luego Reino Unido v¨ªa San Juan de Luz, donde subi¨® a un barco lleno de restos mortales de soldados de la caballer¨ªa polaca, particip¨® en la Segunda Guerra Mundial. Con el af¨¢n de combatir a los nazis se alist¨® en el Ej¨¦rcito brit¨¢nico en calidad de refugiado. En sus filas conoci¨® a Harry Fisher, un vendedor de libros de viejo en Viena de quien se hizo amigo ¨ªntimo bajo las descargas de artiller¨ªa. ¡°No te preocupes, Harry¡±, le dec¨ªa Franz a su compadre en el frente. ¡°Cuando todo esto acabe te proporcionar¨¦ un trabajo digno¡±. Y as¨ª fue.
Franz Kurt Levai cambi¨® de nombre poco antes de acabar en Normand¨ªa la jornada siguiente al D¨ªa D, tras la advertencia de un oficial de que no quer¨ªa ni imaginar lo que los soldados alemanes har¨ªan con ¨¦l si lo cog¨ªan preso y descubr¨ªan sus apellidos. As¨ª que adopt¨® uno nuevo en honor a su cuenta en el Lloyd¡¯s Bank de Londres y cambi¨® la ¡°z¡± del nombre de pila por una m¨¢s brit¨¢nica ¡°k¡±. Tras la guerra, el soldado Frank Lloyd recuper¨® a su familia de las inmediaciones de Salzburgo y se los llev¨® a Londres. All¨ª se reencontr¨® con su compa?ero de armas Harry Fisher, y la pareja de amigos abri¨® en 1946 una peque?a tienda de libros y antig¨¹edades en la londinense Old Bond Street que dio paso a la galer¨ªa de arte Marlborough.
¡°Pese al auge de las subastas, nunca dejar¨¢n de existir las galer¨ªas de arte¡±. Max Levai, director de Marlborough Chelsea en Nueva York
A la pareja fundadora se uni¨® David Somerset, duque de Beaufort, dando lugar a un tr¨ªo en el que Harry representaba la intelectualidad, Frank Lloyd era el hombre de negocios y el duque de Beaufort se encargaba de las relaciones p¨²blicas. ¡°Los viejos t¨ªos¡±, sol¨ªa llamarles Francis Bacon, quien firm¨® con ellos un contrato de exclusividad por sus obras el 16 de octubre de 1958. Una jugada visionaria a la que seguir¨ªan fichajes estelares como el de Jackson Pollock y otros referentes contempor¨¢neos. Para cuando Frank Lloyd, autor de la c¨¦lebre frase ¡°yo colecciono dinero, no arte¡±, decidi¨® que la pr¨®xima conquista estaba en Nueva York, su sobrino Pierre Levai llevaba tiempo prepar¨¢ndose para liderar el asalto mientras que Gilbert, primo de Pierre e hijo de Frank Lloyd, acabar¨ªa mandando hasta hoy los designios de la sede londinense.
Nacido en Biarritz, el joven Pierre Levai march¨® a Par¨ªs para ingresar en el Instituto de Estudios Pol¨ªticos y acept¨® la petici¨®n de su t¨ªo de embarcarse con su equipo en Londres en 1964, tras curtirse en la Galerie Louis Leiris, que vend¨ªa entre sus obras las de Picasso. Su paso por la Marlborough Fine Arts de Londres le permiti¨® viajar en 1967 a Nueva York a la caza de un mercado en ebullici¨®n que explotar¨ªa con Warhol y sus contempor¨¢neos. Despu¨¦s llegaron tiempos convulsos a mediados de los setenta al calor del esc¨¢ndalo Rothko, que dio pie a una batalla judicial con millones de d¨®lares en juego entre los herederos de Mark Rothko y Frank Lloyd por el legado del artista. La sentencia condenatoria acab¨® con la carrera de Lloyd, quien se retir¨® a las Bahamas hasta su muerte en 1998 ¨C¡°quiz¨¢ el marchante m¨¢s grande del mundo¡±, lo defini¨® el semanario The Economist en su necrol¨®gica¨C habiendo nombrado a su sobrino Pierre Levai presidente de la sede neoyorquina de Marlborough y a su hijo Gilbert como encargado de la sucursal londinense. Hasta hoy.
La conquista internacional sigui¨® con la apertura de la primera sede en Espa?a en Madrid all¨¢ por 1986. El se?or Levai hab¨ªa fichado ya en Nueva York a Juan Genov¨¦s, y a trav¨¦s de ¨¦l contact¨® con Antonio L¨®pez, de cuyo realismo qued¨® prendado. L¨®pez le llev¨® hasta Claudio Bravo, con el que acab¨® fraguando una gran amistad y quien le brind¨® un apartamento para la primera oficina de Marlbo?rough en Espa?a. ¡°La llave en este negocio son los artistas¡±, dice hoy el se?or Levai. ¡°Unos te llevan a otros. Yo solo s¨¦ trabajar tejiendo lazos de confianza con los creadores¡±.
Uno de esos exclusivos lazos de confianza del se?or Levai tiene como extremo a Manolo Vald¨¦s (Valencia, 1942), a quien conoci¨® cuando el espa?ol lleg¨® hace casi 25 a?os a Nueva York. Poco antes de inaugurar con su obra la nueva sede de Marlborough en Barcelona, Vald¨¦s admite que a¨²n hoy lo que les une a ambos es una ¡°amistad y lealtad inquebrantables, porque como empresario es un hombre de palabra; hay pocos galeristas en el mundo con su cultura y verdadera afici¨®n por el arte¡±. Con el apoyo del se?or Levai, quien intercedi¨® ante la alcald¨ªa de Nueva York, Vald¨¦s ha llegado a exponer unas monumentales esculturas de gran formato en Broadway, de las que se vendieron cinco ejemplares por seis millones de d¨®lares.
¡°Hay pocos galeristas en el mundo con la cultura y verdadera afici¨®n al arte como Pierre Levai¡±, afirma el pintor Manolo Vald¨¦s
La tarde veraniega comienza a caer y con ella van llegando los invitados al evento. Entre ellos, coleccionistas de tanto poder adquisitivo como el exfinanciero griego Dimitri Mavromatis, uno de los m¨¢s poderosos del planeta que pag¨® en subasta 20 millones de euros en 2011 por uno de los retratos de Dora Maar firmado por Picasso. Entre el gent¨ªo se abre paso Gilbert Lloyd, acompa?ado de su pareja y vestido con impecable traje de sastre color azul-noche sin corbata. El se?or Lloyd entr¨® en el negocio familiar en enero de 1963. ¡°Nunca tuve en la vida otra ambici¨®n que no fuera ser marchante de arte¡±, contar¨¢ despu¨¦s mientras enciende uno de los puritos que guarda en el bolsillo de la americana. ¡°Conoces a mucha gente interesante. La mayor¨ªa de ellos est¨¢n chiflados, lo cual convierte a este trabajo en algo muy excitante. Y adem¨¢s puedes hacer algo de dinero. Debo decir que vender un bacon en los sesenta era muy dif¨ªcil. Pero sab¨ªamos que era un genio. Nos llev¨® tiempo ponerlo en el mercado. A la vista est¨¢ que fue un ¨¦xito¡±.
Solo hay que recordar el r¨¦cord registrado en noviembre del a?o pasado con la venta en Christie¡¯s Nueva York del tr¨ªptico Tres estudios de Lucian Freud, de Francis Bacon, por 105,5 millones de euros, el precio m¨¢s alto pagado nunca antes por una pintura en una subasta. Una obra de la que la galer¨ªa Marlborough de Londres se desprendi¨® en los setenta del pasado siglo por 12.000 libras esterlinas. ¡°Hemos tenido con nosotros a David Smith y Francis Bacon, s¨ª, pero hay un abismo de tiempo desde que empiezas a llevar a este tipo de artistas hasta que su obra revienta una subasta¡±, apunta el joven Max Levai. Ante la ruptura del mercado que representan las casas de subastas, Max Levai admite que nunca antes hab¨ªan atesorado tanto poder como hoy. ¡°Pero no vislumbro el d¨ªa en que deje de existir el sistema de galer¨ªas de arte. En cuanto a los compradores, porque hoy existe m¨¢s oferta que nunca. Y respecto a los creadores, porque necesitan hacer muchas exposiciones en lugares prestigiosos del circuito oficial antes de llegar al Guggenheim¡±.
Una reflexi¨®n ante la que su padre, el se?or Levai, a?ade: ¡°Ayudar al artista a financiarse. En ¨²ltima instancia somos una empresa de servicios para grandes creadores. Y algo que no podemos olvidar en este contexto es que existe una tremenda especulaci¨®n. Veremos caer los precios de un mercado que ha seguido creciendo a pesar de la crisis. Todo lo que sube de manera desaforada en un sistema capitalista termina cayendo. Nosotros somos una galer¨ªa importante y a la vez un negocio de familia. Centrado sobre todo en mi primo Gilbert Lloyd y en m¨ª, Londres y Nueva York¡±.
Ambos recalcan su pacto por el que Max sea el sucesor. ¡°Si no creyera que mi hijo podr¨ªa ocupar mi lugar, ¨¦l no estar¨ªa aqu¨ª hoy¡±, insiste el se?or Levai. ¡°Ahora debes promocionar a tus artistas, atar lazos con gente a la que antes no pod¨ªamos acceder y que gracias a las nuevas tecnolog¨ªas representan clientes de calidad. Los artistas son hoy la llave de la organizaci¨®n. Los marchantes somos hoy empresarios, ya no dictamos las reglas del juego¡±.
Una perspectiva que el heredero de cara de ni?o contempla con crudeza y audacia: ¡°Ser marchante hoy en el mercado primario del arte contempor¨¢neo implica ser menos poderoso que lo que se acostumbraba a ser. En su estudio tiene hoy el artista su negocio, y el galerista es su socio en un contexto que transmite ideas e im¨¢genes a toda velocidad. La nueva generaci¨®n de compradores y coleccionistas de alto nivel, entre los 30 y los 60 a?os, vienen de diferentes partes del mundo y representan diversas historias de ¨¦xito personal. El arte ya no es algo que solo peque?os grupos consumen. Hoy participa en este juego un grupo global de personas de or¨ªgenes e intereses muy diversos. Entender esta complejidad ser¨¢ la clave para mantener la exitosa tradici¨®n familiar de nuestro negocio¡±.
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