Promesas de septiembre
Cuando somos ni?os, el a?o, como el curso escolar, empieza en septiembre. Cuando crecemos, sucumbimos a la convenci¨®n del calendario y aceptamos enero como inicio del ciclo anual. Pero la moda, tambi¨¦n en esto, vive en una infancia perpetua: todav¨ªa es septiembre el que carga con el peso del curso por estrenar.
Por eso los n¨²meros de este mes de las revistas, como el que tiene en las manos, exhiben una fortaleza que los ha convertido en un basti¨®n de lo impreso. Su magia reside en que se trata de escribir el primer cap¨ªtulo de una historia que vuelve a empezar y en entregar un objeto compacto que alberga la promesa de una reinvenci¨®n personal. El documental The September Issue (2009) explicaba con suficiente elocuencia cu¨¢l es la importancia creativa y comercial del asunto.
Otro cambio tranquilo
El ilustrador Jordi Labanda me hablaba en una ocasi¨®n, hace ya unos cuantos a?os, de la excitaci¨®n con la que abr¨ªa los n¨²meros de septiembre de sus revistas favoritas y c¨®mo disfrutaba especialmente al descubrir las campa?as que los nutr¨ªan. Internet ha destripado ese momento: desvelar con antelaci¨®n las im¨¢genes, autores y protagonistas se ha convertido en una herramienta de promoci¨®n m¨¢s. Pero la narraci¨®n que compone esa sucesi¨®n de im¨¢genes sigue siendo dif¨ªcil de replicar en otros territorios. Tambi¨¦n carece de intriga alguna el descubrimiento de las nuevas colecciones, que llevan meses expuestas como ropa tendida en el patio de vecinos virtual y que los alumnos m¨¢s aventajados ya han comprado y lucido. Y a¨²n as¨ª es en septiembre cuando las propuestas de los dise?adores se despliegan ante nosotros como una gran baraja de naipes con llamativas y sugerentes identidades entre las que elegir. ?En qu¨¦ quiere usted convertirse este oto?o?, susurran con voz melosa. ?En el suave marinero en tonos pastel de Gucci? ?En el atormentado protagonista de una ficticia obra de teatro experimental alem¨¢n de Prada?
Un cat¨¢logo de fuegos de artificio que, a pesar de su aparente estridencia, nunca provoca una ruptura traum¨¢tica con lo anterior. Sigue siendo cierto lo que escrib¨ªa Charles de Baudelaire en El pintor de la vida moderna (1863): ¡°Si un hombre imparcial hojeara una por una todas las modas francesas desde el origen de Francia hasta el presente, no encontrar¨ªa nada de chocante ni siquiera de sorprendente. Las transiciones estar¨ªan tan abundantemente cuidadas como en la escala del mundo animal: ninguna laguna, por tanto ninguna sorpresa -y si a?adiera a la vi?eta que representa a cada ¨¦poca el pensamiento filos¨®fico que m¨¢s lo ocupaba o agitaba (...)- ver¨ªa qu¨¦ profunda armon¨ªa rige todos los componentes de la historia, y que incluso en los siglos que nos parecen m¨¢s monstruosos y locos, el inmortal apetito de lo bello ha encontrado siempre satisfacci¨®n¡±.
En septiembre, todo cambia para que todo siga igual.
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