La resaca
Este padre de la patria era como ese marrajo que lleva clavado el arp¨®n y desde el barco nodriza le dan sedal hasta el abismo
Hubo un orden euf¨®rico, perfecto, el d¨ªa de la patria catalana, con cientos de miles de banderas independentistas que avanzaban entre v¨ªtores hacia un altar com¨²n erigido en la confluencia de dos grandes avenidas de Barcelona. El mill¨®n de participantes en esta ceremonia religiosa ten¨ªan el coraz¨®n inflamado por un fervor m¨ªtico bajo la poderosa energ¨ªa magn¨¦tica que despide la masa. Despu¨¦s de tener la gloria de la patria en la mano, l¨®gicamente la fiesta termin¨®, se plegaron las banderas y cada uno hubo de volver a casa. Puede que el portal siguiera oliendo a repollo como ayer; tal vez en los contenedores de basura de la esquina hozaban algunos mendigos; sin duda la gente com¨²n se acost¨® en el jerg¨®n donde el tedio se un¨ªa cada noche a un insomnio lleno de sue?os rotos y tuvo que levantarse al amanecer para ir al trabajo, tomar el autob¨²s o el tren de cercan¨ªas, cruzarse con las caras de viajeros anodinos cargados con los problemas de siempre, la crisis, el paro, los hijos, la mierda absoluta de todos los d¨ªas. Pero la fiesta de la patria catalana hab¨ªa sido grandiosa; la independencia se hab¨ªa desbordado ya en la calle, solo que ahora hab¨ªa que meter de nuevo el pulpo en la pecera, una labor muy ardua. ?D¨®nde estaba Jordi Pujol? Este padre de la patria era como ese marrajo que lleva clavado el arp¨®n y desde el barco nodriza le dan sedal hasta el abismo. Jordi Pujol ten¨ªa el arp¨®n clavado por el Estado hac¨ªa ya muchos a?os. Tirando del sedal lo han sacado a la superficie cuando han cre¨ªdo necesario para arruinar con su esc¨¢ndalo financiero el fervor de la independencia catalana. In¨²til empe?o. Una multitud con las manos en los bolsillos, oliendo ligeramente a p¨®lvora, contempla los errores obtusos del Gobierno central contra el fanatismo de unos pol¨ªticos independentistas deslumbrados. Esta es la fiesta.
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