Guarrer¨ªa
No hay la menor exageraci¨®n si se afirma que la capital del Reino es la ciudad m¨¢s guarra de Europa
Hace ya nueve a?os publiqu¨¦ aqu¨ª un art¨ªculo titulado ¡°La verg¨¹enza de regresar¡±, y aunque la memoria de los lectores es corta, no quisiera repetirme en exceso. Pero lo he dicho otras veces: la realidad es tan repetitiva que a todos nos obliga a serlo, sobre todo cuando se trata de una reiteraci¨®n siempre a peor. Cada vez que uno se ausenta de Madrid, e independientemente de los lugares que visite, al volver no da cr¨¦dito. Ya lo era en 2005, y eso que entonces a¨²n no hab¨ªa crisis ni gobernaba Rajoy con el deterioro intencionado como meta ¨Cde todo lo que aprecian los ciudadanos¨C; en 2014 no hay la menor exageraci¨®n si se afirma que la capital del Reino es la ciudad m¨¢s guarra de Europa, una pocilga repugnante (y eso que entre los sitios por los que he pasado este verano est¨¢ Palermo, con fama de descuidada y ruinosa). No hay nada comparable a la guarrer¨ªa de aqu¨ª, sobre todo en los barrios del Centro, incluido Malasa?a. Los anteriores alcaldes, Manzano y Gallard¨®n, se dedicaron a poner granito en todas partes, y cualquiera sabe que la mancha sobre granito no sale jam¨¢s, de manera que los suelos tienen acumulada la suciedad imborrable de m¨¢s de un decenio: verdaderos churretones de meadas, v¨®mitos y qui¨¦n sabe qu¨¦ son ya una huella indeleble que adem¨¢s va siempre en aumento. Y la porquer¨ªa atrae la porquer¨ªa. Si algo est¨¢ muy pulcro y limpio, da reparo estropearlo. Si est¨¢ hecho una inmundicia, en cambio, los ciudadanos y turistas piensan: ¡°Total, qu¨¦ m¨¢s da, para como est¨¢¡±. As¨ª que lo tiran todo a la acera, vuelcan las papeleras que nadie vac¨ªa, orinan contra arcos y fachadas. La Plaza Mayor y sus aleda?os despiden un hedor que la alcaldesa Botella, como nos record¨® en Buenos Aires en supuesto e hilarante ingl¨¦s, encuentra ideal para tomarse un caf¨¦ con leche con gran relajaci¨®n y entre ratas que corretean por las mesas, como ya cont¨¦.
Churretones de meadas, v¨®mitos y qui¨¦n sabe qu¨¦ son ya una huella indeleble"
Pero no es s¨®lo esto. Los alcaldes suelen ser canallas en casi todas partes, y tienden a utilizar las ciudades para hacer negocios y arrinconar a la poblaci¨®n. Los barceloneses est¨¢n ahogados por el turismo salvaje, y la sublevaci¨®n de los vecinos de La Barceloneta espero que sea el anuncio de un amotinamiento general. Soria, que bien conozco, ha sido destrozada e indeciblemente afeada por las obras que me impelieron a largarme hace casi tres a?os¡ y que a¨²n no han concluido. Todo para hacer un parking subterr¨¢neo que nadie necesitaba. Y sin duda no ignoran ustedes por qu¨¦ en tantos paseos y plazas espa?olas ya no hay ni un solo ¨¢rbol ni un banco, o ¨¦stos han sido ¡°sustituidos¡± por cubos de piedra sin respaldo, ardientes en verano y en invierno helados: para que quien quiera darse un respiro deba entrar en un bar o sentarse en una terraza y pagar una consumici¨®n. Muchas ciudades est¨¢n secuestradas por sus ayuntamientos; literalmente se ha producido una expropiaci¨®n. La invasi¨®n y aprovechamiento del espacio p¨²blico no conoce l¨ªmites: puestos de ferias, chiringuitos, escenarios, terrazas, ocupan hasta los paisajes m¨¢s nobles (la Plaza de Oriente madrile?a est¨¢ a menudo plagada de adefesios varios). Pero vamos con la Rana. En pleno Paseo de Recoletos, enfrente de la Biblioteca Nacional, el Gran Casino de Madrid ha instalado una gigantesca y espantosa estatua de rana. Mide casi cinco metros, su bronce verd¨ªn pesa unas toneladas, y creo no haber visto algo tan feo desde las vidrieras de Kiko el de los ¡°kikos¡± en la Catedral de La Almudena (pero ¨¦stas, al menos, no invaden la calle). Cinco metros de espanto, se dice pronto. Creo que el Casino la ha ofrecido en ¡°agradecimiento¡± a la capital, pero su colocaci¨®n parece m¨¢s bien producto del odio. Es obra de un escultor que se hace llamar dEmo, al que Madrid ya ha premiado con otras afrentas para la vista, y que en mi opini¨®n merecer¨ªa s¨®lo destierro. La rana permanecer¨¢ ah¨ª un a?o o dos, y luego ¨Ccreo¨C se quedar¨¢ para siempre si a ¡°la gente¡± le gusta. Como ¡°la gente¡± tiene con frecuencia el gusto estragado por la televisi¨®n y ya se hace selfies batr¨¢cicos junto a las ancas, podemos hospedar ese agravio indefinidamente. ?C¨®mo ha permitido la alcaldesa la mera instalaci¨®n del armatoste en un paseo emblem¨¢tico? S¨®lo por cuanto llevo enumerado, Botella deber¨ªa haber sido destituida hace tiempo.
En este contexto resulta desvergonzada (y c¨®mica) la intenci¨®n del PP de alterar las reglas para la elecci¨®n de alcaldes: que lo sea el m¨¢s votado, ea. Veamos: aunque a un alcalde lo elija el 40% de los votantes, eso significa que el 60% no lo quiere, por mucho que ese 60% reparta sus papeletas entre varios candidatos. Pero lo m¨¢s esperp¨¦ntico es que el PP (que tan s¨®lo ans¨ªa conservar as¨ª ayuntamientos que en mayo pr¨®ximo podr¨ªa perder) insiste en que este nuevo m¨¦todo ser¨ªa ¡°m¨¢s democr¨¢tico¡±. Ojo, lo dice un partido que, en la ciudad m¨¢s habitada, lleva tres a?os con una alcaldesa y un Presidente de Comunidad a los que no vot¨® nadie. Los votados, recuerden, fueron Gallard¨®n y Aguirre, que nada m¨¢s ser elegidos se largaron de sus puestos como almas que llevara el diablo. Si esa modificaci¨®n se confirma, contra el criterio de toda la oposici¨®n menos la honrada CiU, ya saben lo que toca hacer para que el PP no culmine la destrucci¨®n de Madrid (lleva veintitantos a?os ininterrumpidos en ello): votar masivamente a otro candidato, s¨®lo a uno. No creo que obligarnos a concentrar el voto sea precisamente lo m¨¢s democr¨¢tico. Pero no habr¨¢ m¨¢s remedio si queremos acabar por fin con las guarrer¨ªas, monstruosa rana incluida. elpaissemanal@elpais.es
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