Schopenhauer en eDarling
En la era de Internet, el amor es un algoritmo matem¨¢tico de 136 reglas
He puesto mi perfil en una p¨¢gina web para conseguir pareja. Es muy sencillo. Y con s¨®lo responder a unas preguntas, me prometen conseguir el amor.
El cuestionario est¨¢ redactado de manera que uno pueda precisar sus deseos sin ser pol¨ªticamente incorrecto. El primer punto es ¡°?Te gustar¨ªa iniciar una relaci¨®n sentimental?¡±. Puedes responder que ¡°no¡± si s¨®lo buscas una relaci¨®n sexual. Para evitar malentendidos, el siguiente punto te pide tu estado civil. Si escribes ¡°casado¡±, por ejemplo, queda claro que solicitas amante.
En un bar tendr¨ªas que vencer tu timidez, acercarte a otra persona, quitarte el anillo de compromiso y mantener cierta informaci¨®n ambigua, al menos durante los primeros minutos de la conversaci¨®n, hasta haber hecho contacto en firme. Pero aqu¨ª la informaci¨®n va antes que el contacto personal. No hace falta mentir para impresionar.
Cada semana, 20.000 personas se inscriben en esta p¨¢gina, que ya ha superado los nueve millones de usuarios
Ahora debo definir mi personalidad. Toda. En una palabra. Esto es m¨¢s dif¨ªcil: ?soy ¡°sensible¡± o ¡°sociable¡±? No se puede ser ambas cosas. ?Soy ¡°aventurero¡± o ¡°tranquilo¡±? Una de las opciones es ¡°inspira confianza¡±, aunque yo no confiar¨ªa en nadie que se presente diciendo: ¡°Hola, soy Pepe e inspiro confianza¡±. Otra de las opciones es ¡°exigente¡±. Me pregunto si alguien seleccionar¨¢ una pareja que se defina como exigente, qu¨¦ estr¨¦s. Selecciono ¡°bien humorado¡±, aunque temo que parezcan puras ganas de agradar.
A continuaci¨®n llega la parte del aspecto f¨ªsico. Debo definir mi color de ojos. Me gustar¨ªa que fuera ¡°avellana¡±, pero debo admitir que s¨®lo son ¡°marrones¡±. Y que mi color de pelo ha dejado de ser ¡°casta?o¡± y se ha convertido en ¡°canoso¡±. Empiezo a encontrarme vulgar y viejo. Pero lo m¨¢s complicado es definir mi complexi¨®n.
Nuestra sociedad estigmatiza a los gordos. Poca gente se definir¨ªa as¨ª o mostrar¨ªa inter¨¦s por quien lo hiciese. El vocabulario para la complexi¨®n es un esfuerzo de delicadeza en varias categor¨ªas, desde el radical ¡°robusta¡± hasta el m¨¢s amable ¡°algunos kilos de m¨¢s¡±. Yo coloco ¡°normal¡± aunque supongo que todo el mundo cree ser normal.
Ahora que est¨¢ claro c¨®mo me veo, debo definir c¨®mo veo la vida. Aparte de mi nacionalidad y religi¨®n, debo consignar mi raza, aunque ese inc¨®modo t¨¦rmino ha sido desplazado por ¡°origen ¨¦tnico¡± (indio, africano, asi¨¢tico¡). En el mismo nivel de importancia debo aclarar si fumo. Hoy d¨ªa, es un dato tan importante como la religi¨®n.
Ahora bien. ?Sirven todos estos datos fr¨ªos para conseguir pareja? La respuesta es s¨ª.
Cada semana, 20.000 personas se inscriben en esta p¨¢gina, que ya ha superado los nueve millones de usuarios. Y el boom no se limita al mundo hispano. Casi el 5% de los norteamericanos que se casan se han conocido a trav¨¦s de agencias matrimoniales virtuales, una industria de casi mil millones de d¨®lares anuales. La l¨ªder del mercado en ese pa¨ªs cotiza en Nasdaq y vale 5.500 millones. Hay agencias especializadas en cat¨®licos, chinos, dem¨®cratas o jubilados. Una de ellas promete una efectividad del 75%. Otra se basa en un algoritmo matem¨¢tico de 136 reglas.
Susan Sontag dec¨ªa que el amor es la ¨²nica relaci¨®n humana realmente misteriosa. Hegel, que teoriz¨® sobre absolutamente todo, admiti¨® que en el amor hab¨ªa algo que escapaba a la raz¨®n. Durante siglos, el hombre ha considerado que este sentimiento est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la l¨®gica. Pero en la era de Internet, el amor es un algoritmo matem¨¢tico de 136 reglas.
Podemos empaquetar el amor, reducirlo a una serie de par¨¢metros estables, ofrecerlo en un escaparate y venderlo. Podemos calcular matem¨¢ticamente la posibilidad de amarse de dos personas. Los grandes pensadores humanistas jam¨¢s lo habr¨ªan admitido. Aunque quiz¨¢ Schopenhauer habr¨ªa tenido un concepto m¨¢s generoso sobre las mujeres si hubiese entrado en Meetic. O en eDarling. @twitroncagliolo
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