Debemos, no solo podemos, hablar de Podemos
Una suerte de tab¨² supersticioso impide o dificulta criticar a la nueva fuerza pol¨ªtica
Una expresi¨®n de las perplejidades suscitadas por Podemos como fuerza ¡°emergente¡± lo ha sido la dificultad para referirse a ella. No s¨®lo entre los partidos ¡ªpropensos a utilizar eufemismos al hablar de sus actitudes y discursos¡ª, sino entre los comentaristas y tertulianos al aludir al ¡°fen¨®meno¡±. Resulta inquietante la mezcla de estupor y autoncontenci¨®n que ha revestido a Podemos de un salvoconducto de intangibilidad que empez¨® por no nombrarlo y ha acabado por alimentarlo tanto como su demonizaci¨®n ¡ªnada inocente¡ª desde tribunas ultraconservadoras. Preocupa la inhibici¨®n que ha sacudido a buena parte de las filas progresistas. En este espacio se ha expandido en campo abierto, en parte por incomparecencia de contradictores.
Dir¨ªase que una suerte de tab¨² supersticioso impide criticar a Podemos, casi incluso hablar de ellos. ¡°?Podemos hablar de Podemos,¡o no?¡± Porque muchos de los que hemos osado criticar sus postulados y su impacto sobre un alto n¨²mero de exvotantes socialistas hemos experimentado respuestas que rayan ese intimidante ¡°darle su merecido¡± que en Espa?a han conocido tantas variantes de la represi¨®n del librepensamiento. Cuando en el espectro ideol¨®gico de la izquierda alguien manifiesta reserva frente a las simplificaciones practicadas por Podemos, una ola de virulencia cibernauta se moviliza en las redes para acallarle. ¡°?Se os est¨¢ acabando el chollo!¡± o ¡°?c¨®mo se os nota el miedo!¡±¡ ser¨ªan las f¨®rmulas m¨¢s suaves de una descalificaci¨®n que a menudo se desliza hacia el juicio sumar¨ªsimo personal o digital.
Ojo con ¡°las masas¡± y sus portavoces carism¨¢ticos hechos en los medios
El nuevo lugar com¨²n espera que desde la izquierda ¡ªy, en especial, quienes tenemos compromisos p¨²blicos con el PSOE¡ª aparquemos toda cr¨ªtica y nos apuntemos sin m¨¢s a una jaculatoria de salutaci¨®n obsecuente: reconocemos as¨ª (faltar¨ªa m¨¢s) la legitimidad de sus votos (sin recordar ¡ªpara qu¨¦¡ª que es la misma exactamente que la de todos, incluidos los del PSOE); el respeto que merecen sus votantes (por supuesto, todos lo merecen, tambi¨¦n los del PSOE) y sus representantes (y as¨ª deber¨ªa ser con todos, tambi¨¦n con los del PSOE). Sin embargo, nada de ello deber¨ªa confundirse con credulidad acr¨ªtica ni con un laisser passer por el que supuestamente todos ser¨ªamos execrables como ¡°casta¡± salvo los ¡°intocables¡± que, como en la granja de Orwell, ser¨ªan ¡°m¨¢s iguales que otros¡± hasta, ir¨®nicamente, alcanzar la inmunidad y la inviolabilidad contra la que se combate. En el debate pol¨ªtico ¡ªla oposici¨®n dialogal de opciones alternativas sobre lo que nos importa¡ª no hay nada ni nadie ¡°intocable¡±. Tampoco deber¨ªa Podemos sustraerse al escrutinio p¨²blico como todos los dem¨¢s. As¨ª, su prueba del 9 pasa por su conversi¨®n en Partido ¡ªestatutos, reglamentos, daci¨®n de cuentas, garant¨ªas m¨¢s all¨¢ del asamblearismo¡ª y su irrupci¨®n en la din¨¢mica de la competici¨®n por el voto.
Pero especialmente arriesgado resulta de un tiempo a esta parte impugnar el ADN supuestamente izquierdista de parte de su ret¨®rica. Somos muchos a quienes algunas de las propuestas distintivas de Podemos no nos parecen de izquierda. De hecho, no comparecen en la contraposici¨®n del eje derecha/izquierda, sino en la ¨®rbita ¡°antirr¨¦gimen¡± (antisistema) o simplemente ¡°anticasta¡± (acu?aci¨®n del vociferante Beppe Grillo, que ha hecho furor en medios de ultraderecha, aunque muchos en Espa?a se la atribuyan a Podemos). El siglo pasado arroj¨® ense?anzas duras sobre el deslizamiento de quienes se presentaban como ¡°lo nuevo¡± (frente a la ¡°vieja distinci¨®n entre derecha e izquierda¡±) en populismos pre?ados de intolerancia sectaria. Se abona as¨ª la simiente de la actitud totalitaria, sea por v¨ªa fascistizante, sea por las depuraciones del ¡°centralismo democr¨¢tico¡±¡ sea por la banalizaci¨®n y jibarizaci¨®n del lenguaje pol¨ªtico impuesto por los mass media y hoy por las redes sociales.
No es de izquierdas galopar la ¡°obsolescencia¡± de la ¡°arcaica diferencia entre derecha e izquierda"; no lo es bramar ¡ªuna vez m¨¢s, como si no lo hubi¨¦ramos visto antes en la atormentada historia del ¡°olvidado siglo XX¡± sobre el que escribi¨® Tony Judt¡ª la necesidad de ¡°superar¡± (por derruir o derribar) la ¡°periclitada democracia representativa¡±, ni certificar la ¡°defunci¨®n¡± del parlamentarismo ¡°caduco¡± y los partidos ¡°olig¨¢rquicos¡±. No lo es practicar la demagogia ramplona de la brocha gorda por la que todos estar¨ªamos del ¡°lado oscuro de la fuerza¡± salvo quien se autosit¨²a en la Ciudad del Sol que describiera Campanella. No lo es negar la complejidad abandon¨¢ndose al atajo de la simplificaci¨®n. No lo es despreciar los grises de un debate dialogal en que la verdad absoluta (¡°lo que no es blanco, es negro¡±) no existe desde que aceptamos que lo que nos interesa se construye socialmente, en democracia, razonando, y avanzando por v¨ªa de contradicciones y correcci¨®n de errores.
Su prueba del nueve es su conversi¨®n en partido y competir por el voto
Sin duda, los partidos de izquierda ¡ªprimero entre ellos, el PSOE¡ª tenemos responsabilidades. Un combate sin cuartel contra la corrupci¨®n y una apuesta decidida por el restablecimiento de la progresividad fiscal. Un nuevo ciclo constituyente deber¨ªa acometer la clamorosa fatiga de materiales que aqueja desde hace tiempo la democracia espa?ola. Su desmejoramiento reclama con impostergable urgencia reformas en todos los ¨¢mbitos; desde luego, en los partidos.
Empero, la calidad democr¨¢tica avanza rara vez a empellones, ni con arrogante desprecio de las categor¨ªas constitucionales por ¡°masas en movimiento¡±. ?Cuidado! Del mismo modo en que las manifestaciones no pueden ser ignoradas (ni menos a¨²n reprimidas) como si por ensalmo as¨ª dejaran de existir, tampoco pueden sin m¨¢s abrirle paso a un ¡°nuevo orden¡± donde no estemos obligados a dialogar y acordar lo que nos importe a todos. ¡°Asamblearismo¡±, ¡°masa¡±, portavoces ¡°carism¨¢ticos¡± construidos en los medios que al mismo tiempo deploran la ¡°ausencia de liderazgos¡±¡ son todas se?ales de alarma que dificultan entender que, como dec¨ªa Ortega, ¡°nos pasa que no sabemos lo que nos pasa¡±¡ Pero habr¨¢ que hablar de ello
Ning¨²n espacio progresista puede permitirse suspender sus facultades cr¨ªticas. Lo que incluye mantener la alerta ante el desaf¨ªo que aguarde en la siguiente esquina. Llamando a las cosas por su nombre, y osando debatir sobre ellas. Porque ¨¦sa que Marx llam¨® ¡°era de la sospecha¡±, a la que nada es inmune, es se?a de identidad del pensamiento de izquierda a lo largo de su historia.
Juan F. L¨®pez Aguilar es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y eurodiputado socialista
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