En el nombre del hijo M¨¢ximo
La imagen popular retrataba al hijo de los Kirchner en el sal¨®n de su casa, aferrado a una consola de PlayStation
Hasta ahora, todas sus apariciones p¨²blicas eran una sola: segundos en una pel¨ªcula de homenaje p¨®stumo a su padre donde, sonriente, pronunciaba una frase rara:
¨CJug¨¢bamos a los soldaditos y pasaba pap¨¢ y romp¨ªa todo. Eso hac¨ªa N¨¦stor, por ah¨ª estabas jugando y de repente pasaba y romp¨ªa todo¡ Creo que por ah¨ª nos estaba ense?ando algo.
M¨¢ximo Carlos Kirchner era, si algo era, la gran inc¨®gnita de la pol¨ªtica argentina. No porque hubiera despertado muchas expectativas: cuando se hablaba de ¨¦l se entreve¨ªa, tras nieblas de misterio sostenido, de silencio incesante, a un muchacho robusto y ya mayor, 37 a?os cumplidos, que nunca hab¨ªa hecho nada. Uno que hab¨ªa dejado sus estudios de periodista deportivo y dedicaba sus d¨ªas lentos a administrar las propiedades que sus padres amasaron tan veloces. La imagen popular lo retrataba en el sal¨®n de su casa aferrado a una consola de PlayStation y un tel¨¦fono m¨¢s o menos smart, siempre en un sill¨®n muelle, lastrado por su destino singular: M¨¢ximo ¨Csus padres lo bautizaron M¨¢ximo¨C Kirchner es, probablemente, la ¨²nica persona en el mundo que naci¨® de dos presidentes. Su pap¨¢ lo fue entre 2003 y 2007; su mam¨¢, desde entonces. Chelsea Clinton lo envidia entre bambalinas.
No est¨¢ claro a qu¨¦ jugaba M¨¢ximo en la Play; los rumores aseguran que, con el tel¨¦fono, manejaba los hilos de una agrupaci¨®n juvenil oficialista que ¨¦l mismo hab¨ªa bautizado, tiempo atr¨¢s, La C¨¢mpora del nombre de un presidente peronista que dur¨® mes y medio. Favorecida por su madre y presidenta, La C¨¢mpora fue ocupando cada vez m¨¢s espacios en el aparato del Estado: desde el director de Aerol¨ªneas Argentinas hasta la embajadora en Washington ¨Cpasando por varios miles de funcionarios m¨¢s¨C, sus militantes suelen cobrar salarios oficiales.
Pero la presencia del heredero era virtual, furtiva, hasta el viernes 12 de septiembre. Fue entonces cuando apareci¨®, sin anunciarse, en un acto de su grupo ¨Cy finalmente habl¨®. Lo aplaud¨ªan los suyos a rabiar, ¨¦l vacilaba y se sonaba la nariz. Se sacaba el pelo de la cara, miraba sus papeles; hablando, el hijo se parec¨ªa m¨¢s al padre que a la madre: sucinto, tosco, desma?ado.
¨CPero si este Gobierno, si Cristina ¨Cy lo que voy a decir ahora quiz¨¢s¡ voy a tener que pedir la casa de un compa?ero hoy para dormir, porque creo que Cristina se va a enojar, pero es lo que pienso y lo voy a decir¨C: si Cristina est¨¢ tan mal o es tan mala o no sirve, ?por qu¨¦, si est¨¢n tan interesados en terminar con esta experiencia pol¨ªtica, si quieren acabar con el kirchnerismo, terminar, peronismo, p¨®ngale el nombre que m¨¢s le guste a cada uno, por qu¨¦ no dejan y compiten con Cristina, le ganan a Cristina, y sanseacab¨®?
Grit¨®, impetuoso, y los suyos vitoreaban: era el momento central de su discurso. M¨¢ximo Kirchner hablaba de las pr¨®ximas elecciones y parec¨ªa desechar el hecho de que la Constituci¨®n dice que su mam¨¢ no tiene derecho a presentarse a ellas ¨Cy que ya intent¨® cambiar la ley pero no lo logr¨®. Desde ese d¨ªa, mir¨ªadas de analistas intentan desentra?ar qu¨¦ dijo en realidad el heredero doble: que el ¡°kirchnerismo¡± no apoyar¨¢ a ning¨²n otro candidato, que todav¨ªa buscan la reelecci¨®n de la se?ora, que ¨¦l mismo se prepara. Nada parece del todo inveros¨ªmil. En la Argentina ¨Cy en tantos otros sitios¨C, desde que los partidos pol¨ªticos no tienen proyectos pol¨ªticos que funden su cohesi¨®n, la ¨²nica garant¨ªa de lealtad son esos lazos que no pueden romperse: el parentesco. All¨ª, como en toda tribu que se precie, la sangre es ley, pol¨ªtica, sustento.
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